17 May

Tiempo y Espacio en la Obra

La obra, dividida en tres actos, abarca un periodo de treinta años, según se indica en las acotaciones del texto. El primer acto se sitúa en 1919, año convulso desde el punto de vista sociopolítico, conflicto insinuado a través de las conversaciones de Fernando padre y Urbano, pero que, como se plantea a lo largo de la obra, no aporta cambios en la vida de estos personajes, sino más bien decepción y frustración. El segundo acto se sitúa en 1929. A través de los personajes se revela que la dictadura de Primo de Rivera no ha mejorado sus vidas, solo pequeños cambios que en el fondo asientan el inmovilismo al que están condenados. El tercer acto se ubica veinte años más tarde, en un tiempo contemporáneo al de la escritura de la obra. El autor evita aludir al final de la Guerra Civil en 1939, pero presenta a unos personajes que continúan encarnando las miserias de su clase y ponen de manifiesto la guerra fratricida que los envuelve.

El Fracaso como Tema Social

La primera causa social es la Guerra Civil, que segó de golpe todas las ilusiones de varias generaciones de españoles. A ella van unidas otras causas sociales como la omnipresencia asfixiante de la moral santurrona e hipócrita propia del nacionalcatolicismo, el miedo reinante en la España de la dictadura franquista y la estructura del sistema capitalista, que favorece a los dueños de los medios de producción y sojuzga a los trabajadores. Recordemos que las huelgas a las que se hace referencia en el primer acto, ambientado en 1919, eran imposibles en 1949 porque la dictadura había suprimido el derecho a la huelga.

El Símbolo de la Lechera

El conocido cuento de la lechera (Cuento popularizado en sus Fábulas (1668-1679) por Jean de La Fontaine, escritor francés del siglo XVII; y entre nosotros por el escritor alavés del siglo XVIII Félix María de Samaniego). Este cuento aparece aquí como subtexto evidente de la escena, provoca en el espectador que está frecuentemente familiarizado con la historia desde sus años escolares un movimiento mental de identificación y de prolepsis: del mismo modo que termina la fábula original, así van a terminar estos dos. Buero refuerza de ese modo la certeza de que todo lo que proyecta Fernando es ilusorio, pues el personaje se ha mostrado ya como un ser impotente para cambiar con sus propias fuerzas y sin ayuda alguna su destino de menestral. El carácter de Fernando, que combina el orgullo con la holgazanería y la falta de sentido práctico, lo abocan irremediablemente a un fracaso tras otro; lo van a obligar a renunciar a todos sus sueños y harán de él un adulto sin ilusiones, frustrado y lleno de rencor y de rabia. Obviamente, la moraleja parece escrita a la medida de las fantasías sin fundamento de Fernando. Y el presagio está también muy claro: igual que el cántaro de leche se acaba derramando y deja a la pobre lechera huérfana de fantasías de un futuro gratificante, la leche que derrama Fernando demuestra lo ilusorio e irrealizable de sus promesas a Carmina.

Trascendencia y Vigencia Actual

A pesar de situarse el argumento de Historia de una escalera en 1949, sorprende que su discurso siga todavía siendo válido. Buero habla de la ausencia de futuro si no hay voluntad ni esfuerzo por cambiar la situación de la que se parte. Buero plantea la necesidad de no proyectar cambios desde realidades imaginadas o cambios en el propio sistema. La temporalidad y el planteamiento de Buero Vallejo son asumibles en la actualidad. Debemos valorar también que este escritor lograse sortear mediante un discurso fácil y aparentemente llano la férrea censura impuesta tras la guerra. Historia de una escalera es un documento y un testimonio de cómo la cultura es una herramienta poderosísima para testimoniar la historia.

El Fracaso de Fernando y Urbano

A través de Fernando hijo, Urbano acusa a Fernando de vago, de tenorio (seductor sin escrúpulos) y de haberle mirado siempre por encima del hombro. A pesar de todo lo cual, nunca ha logrado escapar de la maldición común: la escalera. Es decir: lo considera un fracasado que no ha triunfado ni llevado a cabo ninguno de los grandes proyectos con los que soñaba en su juventud. Y sospecha que su hijo mayor lleva el mismo camino. Claro que Urbano ha fracasado. La clase trabajadora, el proletariado, es la clase que ha perdido la Guerra Civil y está sufriendo todas las represalias de la dictadura. Ese es el sentido histórico de las palabras de Fernando, que tienen mucho de puñal envenenado. Porque en realidad su rencor no tiene que ver tanto con esas circunstancias históricas como con el hecho de que Urbano se casara con Carmina y haya sido capaz de sacar adelante con su esfuerzo tanto a su familia como a la de su mujer.

Recepción por el Espectador de 1949

Para el espectador de 1949, la obra fue una revelación y un descubrimiento: su modo de abordar los últimos treinta años de historia de España desde la perspectiva de un vecindario de clase trabajadora y sus alusiones a la Guerra Civil y sus consecuencias fueron muy comentados en la prensa de la época.

Significado de la Escena Final

El significado más profundo de la escena final tiene más que ver con lo que a lo largo de toda la obra no se ha dicho (porque está prohibido; porque no se puede verbalizar) y ha quedado como trasfondo insinuado: la injusticia social, la guerra en que un bando ha sido sometido mediante el miedo y la venganza, el hartazgo de la pobreza crónica… han hecho que toda esa violencia sorda, larvada y sórdida, parecida al asco, estalle de un modo espontáneo con una excusa absurda: “No quiero que tontees con…” (Fernando o Carmina, tanto da) equivale en realidad a “Esos son el enemigo” (y enemigo de clase). Al fondo, lo que hay es una inmensa traición en la que todos son traidores y todos se sienten traicionados.

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