30 Sep

I. El Desencuentro con Platón: Dualismo Ontológico y Antropológico

Tras acercarnos a la filosofía aristotélica, hemos podido encontrar un primer punto de desencuentro con el que fuera su maestro, Platón, a quien cuestionará la validez de su dualismo ontológico o metafísico.

Crítica al Dualismo Ontológico

Recordemos que para el fundador de la Academia, existen dos mundos: el mundo inteligible o de las Ideas y el mundo sensible o de las cosas. El primero de ellos es el auténticamente real y tiene las características del ser parmenídeo: las Ideas son perfectas, únicas, eternas e inmutables. El mundo sensible, por el contrario, es el mundo del devenir, de lo cambiante, de lo ficticio e irreal.

Aristóteles critica a Platón que, para intentar explicar el mundo, lo que hace es duplicarlo, lo cual dificulta aún más la tarea porque ahora tiene que explicar dos realidades distintas. Además, si tenemos en cuenta las características de cada uno de esos mundos, resulta imposible que el mundo inteligible pueda justificar la existencia del sensible, ya que el primero es inmutable y el segundo es justamente lo contrario. Finalmente, se pregunta Aristóteles cómo es posible que la esencia de algo (las Ideas) esté separada de la realidad que generan (las cosas del mundo sensible). Aun así, Aristóteles no rechaza la teoría de las Ideas en su conjunto, solo niega la existencia separada de las esencias.

El Dualismo Antropológico: La Unión de Cuerpo y Alma

Continuando con el dualismo antropológico, recordaremos que según esta teoría el ser humano está formado por una parte material y mortal (cuerpo) y otra espiritual e inmortal (alma). Esta concepción fue defendida por los pitagóricos, Platón y el propio Aristóteles. Sin embargo, encontramos diferencias en su concepción de la naturaleza de cada uno de los elementos:

  • Pitagóricos: El alma es inmortal y se reencarna en otros cuerpos en función de su comportamiento en esta vida, lo que posibilita que, incluso, pueda hacerlo en un animal o planta si su comportamiento no ha sido el adecuado.
  • Platón: Afirma rotundamente que la unión entre alma y cuerpo es accidental, porque por su origen el alma pertenece al mundo inteligible y el cuerpo al sensible. El alma no tiene más remedio que entrar en un cuerpo para intentar purificarse, pues solo cuando lo consigue vuelve al mundo inteligible y permanece en él como una Idea más. El alma, por tanto, es inmortal, pero el cuerpo no. Cuando llega el momento de la muerte, el alma abandona el cuerpo y va al mundo inteligible, donde permanece hasta una nueva reencarnación si no se encuentra completamente purificada.
  • Aristóteles: Afirma que la unión entre el cuerpo y el alma es sustancial, o lo que es lo mismo, la una no podría existir sin el otro y así, cuando el cuerpo muere, muere también el alma.

Recordar, para finalizar, que Platón afirma que es el alma, en su parte racional, la encargada de guiar las acciones del hombre y que el cuerpo no es más que un lastre que le aleja del conocimiento verdadero. Aristóteles, por el contrario, afirma que el ser humano necesita de los sentidos (cuerpo) y del alma para conocer, por lo que dota de la misma importancia a los dos elementos.

II. La Física Aristotélica: La Teoría de las Cuatro Causas

La Causalidad (Aitiá)

Con Aristóteles, la física recupera su valor científico, dedicándose al estudio de las causas (aitiá) y principios que rigen a los seres naturales. Explicar claramente qué es la causa para Aristóteles no resulta tan sencillo. Según palabras del propio Aristóteles: “causa de algo es aquello por lo cual algo es y se comporta como lo que es”, por lo que nos proporciona todo lo necesario para poder explicarlo, ya que las causas son los principios últimos de los que todo ser depende para realizarse como lo que es. Para el Estagirita: “conocer algo científicamente es conocer sus causas”, lo que viene a ser lo mismo: solo podremos afirmar que conocemos algo cuando logramos identificar las causas que lo motivaron.

Los Cuatro Tipos de Causas

Según el fundador del Liceo, existen cuatro tipos de causas:

  1. La Causa Material: Un sustrato indeterminado que puede recibir cualquier forma.
  2. La Causa Formal: Es lo que hace que la materia indeterminada pase a ser algo determinado (se identifica con la esencia y la naturaleza).
  3. La Causa Eficiente: Es la que provoca el movimiento, cambios o transformaciones.
  4. La Causa Final: Es la que da sentido a la acción del agente, el fin al que apunta el cambio.

Tanto la causa material como la formal son intrínsecas; la eficiente y la final son extrínsecas.

Teleologismo y Seres Naturales

En los seres artificiales estas cuatro causas se diferencian totalmente, pero en los seres naturales, las causas formal, eficiente y final coinciden, pues la forma es, a la vez, fin y agente. Esto se debe a que la esencia de algo o su naturaleza es lo que determina sus desarrollos y transformaciones que la llevan a su fin, que no es otro que actualizar todas sus potencialidades y desplegar su propia esencia. Y aquí entroncamos con el teleologismo aristotélico, según el cual la causa final está presente de antemano en la causa formal; es decir, la esencia de algo lleva en sí el camino que hay que recorrer para llegar a su propio cumplimiento y perfección.

Todo lo que existe tiene una función, un fin, una causa final. Pero la tarea o la función de las cosas artificiales es dada a estas por su fabricante, mientras que en las cosas naturales, su función es inmanente a ellas, les viene de dentro.

Potencia y Acto: La Explicación del Movimiento

Mediante la teoría de la potencia y el acto, Aristóteles pretende explicar el problema del movimiento. La potencia se entiende como el poder para ejercer una transformación en un objeto o la disposición para poder llegar a ser algo. El acto se concibe como el ser actual, la realidad del ser.

Si un ser antes no se movía y ahora se mueve, quiere decir que antes tenía la capacidad o el poder de moverse (potencialidad), y cuando ya ha realizado el movimiento decimos que esa potencialidad se ha actualizado. Si no existiera esta potencialidad, los seres permanecerían siempre inalterables, es decir, sería imposible cualquier cambio o movimiento.

III. Ética Aristotélica: La Búsqueda de la Felicidad (Eudaimonía)

La felicidad (Eudaimonía) es la perfección a la que llega el ser humano a través de la virtud, que es adquirida y cultivada. La felicidad, pues, es una actividad del alma intelectiva o racional, y consiste en la vida contemplativa dedicada al conocimiento de las causas.

La felicidad tiene que ir ligada a un hábito o forma de vida, la repetición continuada de actos y comportamientos a lo largo de toda una vida. La felicidad no es una sensación momentánea, sino el resultado de la práctica cotidiana de la virtud. Aristóteles reconoce que el fin supremo de la felicidad solo puede alcanzarse si otros fines imperfectos o “bienes externos” son alcanzados y satisfechos.

IV. Breve Biografía de Aristóteles

Aristóteles (384 – 322 a. C.) nació en Estagira, ciudad de Tracia, donde su padre era médico del rey. Siendo muy joven, quedó huérfano y su tutor le envió a Atenas para completar su educación. Allí entró en contacto con Platón, en cuya Academia permaneció unos 20 años. Tras la muerte de Platón, en el año 348 a. C., abandonó Atenas y viajó por diferentes lugares de Grecia y el Egeo, hasta que en 342 a. C., Filipo II le encomendó la educación de su hijo Alejandro, el futuro Alejandro Magno.

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