02 Nov

Historia Contemporánea de España

La Crisis del Antiguo Régimen (1766-1808)

La Crisis del Antiguo Régimen y el Contexto de Decadencia

Con Carlos III se observaron inicios tímidos de industrialización en torno a Barcelona (Manresa, Tarrasa), Madrid, puntos de Levante y Andalucía. Sin embargo, la falta de conciencia hacia el trabajo y las difíciles inversiones generaron una tendencia a focalizar los puntos industriales en el centro y la periferia, provocando una gran desigualdad económico-territorial.

Existía una competencia desigual con Gran Bretaña, que estaba en pleno proceso de Revolución Industrial, con auge tecnológico y acumulación de capitales gracias a un espíritu pragmático y a un buen aprovechamiento de sus recursos. Esto chocó en España con posturas, estamentos y prejuicios arraigados.

Se produjeron reacciones contra el reformismo, xenofobia popular, el inicio del casticismo, el protoliberalismo y el protonacionalismo a fines del siglo XVIII. De gran importancia fue el Motín de Esquilache (1766).

El motín contra el marqués de Esquilache fue una protesta contra el decreto de recorte de capas y la imposición del sombrero de tres picos. Fue una conspiración palaciega del conde de Aranda y Campomanes para competir por los favores que otorgaba el rey. Se utilizó en la calle a mendicantes, franciscanos y dominicos, que arremetieron contra los jesuitas y se unieron al pueblo. Esquilache fue destituido y marchó a Nápoles.

Entre el reinado de Carlos III y el de Carlos IV, desde los ilustrados franceses se produjo una visión negativa de España que se exportó a Europa y que fue criticada por los intelectuales españoles. En definitiva, hubo una reacción intelectual en defensa de la cultura y civilización españolas frente a la imagen negativa transmitida por los filósofos e ilustrados franceses.

Carlos IV (1788-1808)

Carlos IV sucedió a su padre, Carlos III, en 1788. Al ascender al trono mantuvo como primer ministro a Floridablanca, pero por influencia de la reina María Luisa de Parma, Manuel Godoy ascendió al cargo de primer ministro.

La Revolución Francesa apenas tuvo influencia en España.

La Crisis del Antiguo Régimen y la Guerra de la Independencia (1795-1814)

Godoy se convirtió en el Príncipe de la Paz tras la Paz de Basilea (1795). Godoy intentó llevar a cabo una política de reformas, pero en la corte de Madrid creció la animadversión contra él, pues se consideraba que había ascendido demasiado alto y excesivamente deprisa.

La elección de la alianza con Francia por parte de Godoy frente a Inglaterra supuso la guerra contra esta última, de 1795 a 1808.

Los sucesivos tratados de San Ildefonso (1796, 1800) y Aranjuez (1801) acercaron los intereses franceses y españoles.

II Coalición

Bonaparte intentó debilitar a la Península, enfrentando a España y Portugal, y esparciendo la idea del posible reparto de Portugal: si Carlos fuese rey de Portugal, Manuel Godoy podría serlo de España, desplazando al Príncipe de Asturias.

España declaró la guerra a Portugal, que fue derrotada en la Guerra de las Naranjas (1800-1801). La Paz de Badajoz y Amiens (1802) marcaron el fin de la II Coalición.

III Coalición

Para romper el bloqueo económico, Francia, que deseaba invadir Inglaterra y consolidar un imperio colonial en las Antillas, necesitaba destruir la flota británica y se valió de España para este fin. Así se produjo la III Coalición (1805), en la que Gran Bretaña negoció con Austria, Rusia y Prusia un frente común antifrancés.

Las batallas de Finisterre y Trafalgar (21 de octubre de 1805) marcaron el fin del poderío naval español, que perdió sus rutas con América y sus mejores navíos.

IV Coalición

Gran Bretaña instigó y pagó otra coalición a cargo de Prusia y Rusia, derrotadas ambas por Napoleón en Jena-Auerstedt (1806), Friedland y Eylau (1807).

Alejandro I y Napoleón se repartieron Europa.

En 1807, Godoy firmó con Napoleón el Tratado de Fontainebleau, cuyo objeto era la invasión conjunta franco-española de Portugal, permitiendo a las tropas francesas atravesar España con la intención de alcanzar Portugal.

Mientras, el príncipe Fernando, heredero a la Corona, culpó a Godoy de ambición, generando un enfrentamiento contra sus regios padres. Así se gestó la conspiración palaciega de El Escorial (1806-1807).

El temor a que la presencia del ejército napoleónico se convirtiera en permanente y el descontento de buena parte de la población con Godoy y con el mismo Carlos IV, provocó el estallido del Motín de Aranjuez (19 de marzo de 1808), en el que Fernando derrocó definitivamente a su padre.

Carlos IV, que se vio obligado a destituir a Godoy y abdicar en favor de su hijo Fernando VII, decidió comunicar a Napoleón lo ocurrido en España y reclamar su ayuda para recuperar el trono.

Ante los enfrentamientos en el seno de la familia real española, Napoleón optó por convocar a Carlos IV y Fernando VII en Bayona (Francia), donde les obligó a abdicar y aceptar el nombramiento de su hermano, José Bonaparte, como nuevo rey de España.

(Antes de partir a Bayona, Fernando VII dejó España bajo la regencia de Murat).

Guerra de la Independencia (1808-1814)

Designa la resistencia armada llevada a cabo por el pueblo español durante la ocupación de España por Napoleón tras firmar el Tratado de Fontainebleau. El 2 de mayo de 1808 estalló la guerra: el pueblo madrileño se amotinó y fue reprimido por las tropas francesas con extrema dureza, mientras que en Bayona, el 5 de mayo, Napoleón obligó a los reyes a abdicar, nombrando a su hermano, José Bonaparte, rey de España.

El estallido de la guerra se produjo en Madrid, pero la noticia se comunicó rápidamente al resto de España mediante un bando emitido por el alcalde de Móstoles, comenzando así el levantamiento nacional. Comenzó una guerra de liberación nacional o Guerra de la Independencia, que tuvo el doble carácter de cruzada nacional e ideológica contra lo que representaban Napoleón y los ideales de la Revolución Francesa. Se exportó el tema de la conciencia nacional y la idea patriótica de España.

El territorio quedó dividido en dos: la España de José Bonaparte, que contaba con el apoyo de los afrancesados; y la España de la insurrección popular y la resistencia, que luchaba en nombre de Fernando VII. Los rebeldes a su vez se dividían en dos grupos: los liberales, que pretendían el establecimiento de un nuevo tipo de monarquía, y los absolutistas, que eran partidarios de Fernando VII como monarca absoluto.

En los territorios donde triunfaron los rebeldes se crearon juntas locales y estas, a su vez, se integraron en las Juntas Supremas Provinciales, que ejercían el gobierno en sus provincias. La necesidad de coordinación propició la aparición de la Junta Suprema Central, que asumió el gobierno del país en las zonas no ocupadas. En 1810, la Junta traspasó sus poderes a un Consejo de Regencia que actuaba en nombre del rey y que se estableció en Cádiz, donde se generaría la primera Constitución española.

Fases de la Guerra de la Independencia
  • 1ª Fase: Mayo – Noviembre 1808:

    Alzamiento y primeras victorias españolas, sobre todo Bailén (18 de julio), que repercutió en toda Europa, marcando el fin de la invencibilidad de los franceses.

    A raíz de los sucesos del 2 de mayo, se sustituyeron las autoridades antiguas por otras populares y leales a Fernando VII. Se crearon Juntas locales dirigidas por una Central (tras la batalla de Bailén) que pidió la alianza con Gran Bretaña, y se formó un ejército de paisanos con oficiales adeptos.

    Los franceses levantaron los primeros sitios de Valencia, Zaragoza y Gerona. Madrid fue evacuado.

    Los ecos de la batalla de Bailén en Europa fueron enormes: los prusianos y austriacos planearon una sublevación general.

  • 2ª Fase: Noviembre 1808 – Noviembre 1811:

    José I se vio obligado a abandonar Madrid y establecerse en Vitoria. Napoleón decidió dirigir él mismo las operaciones en España, donde permaneció unos pocos meses (octubre de 1808 a enero de 1809), al frente de un ejército de 250.000 hombres. Con él, sitió ciudades y finalmente acabó derrotando a los rebeldes, por lo que José I fue restituido en el poder.

    Se produjeron derrotas españolas (1810-1811), estancamiento del conflicto, guerra de desgaste, grandes asedios y la aparición de la guerrilla.

  • 3ª Fase: Junio 1812 – Abril 1814:

    La victoria aliada de Los Arapiles o de Salamanca (22 de julio de 1812) supuso la evacuación general de Andalucía. El sitio de Cádiz fue levantado tras dos años y medio, y se produjo la retirada de los ejércitos napoleónicos (sur, centro y levante). Madrid fue evacuado y los aliados entraron en la capital.

    En junio de 1813 se produjo la derrota decisiva francesa en Vitoria, que significó la desbandada general. Tras el combate de San Marcial, los aliados sitiaron San Sebastián.

    En Europa, tras el fracaso napoleónico en Rusia, suecos, austriacos, rusos y prusianos concibieron la VI Coalición y persiguieron a los franceses hasta París (mayo – junio de 1814). Mientras, los anglo-hispano-portugueses invadieron Francia por el sur.

    El 11 de diciembre de 1813, Napoleón se vio obligado a firmar el Tratado de Valençay, restituyendo los derechos al trono a Fernando VII, quien debería pagar una pensión a sus padres, así como devolver derechos y honores a los partidarios de José I. No obstante, los ejércitos anglo-hispano-portugueses combatirían hasta abril de 1814, fecha en la que París capituló ante los aliados, que invadieron Francia por el Norte, obligando a Napoleón al destierro en Elba.

Revolución Liberal, Cortes de Cádiz y Constitución de 1812

La guerra de liberación nacional había dejado importantes consecuencias y secuelas: el papel de los afrancesados, la obra de las Cortes de Cádiz y la liberación de Fernando VII. Aparte, el país se encontraba deshecho y arruinado.

Las abdicaciones de Bayona dejaron un vacío de poder, ya que el rey José I nunca gozó de la aceptación de los españoles.

Se produjo la disolución de la Junta Suprema de Regencia, dando paso a la creación de las Cortes de Cádiz (1810-1812).

Las Juntas querían dotar al país de unos representantes legítimos e iniciar un proceso de reformas. En 1810, la Junta Central convocó una reunión de Cortes en la ciudad de Cádiz, a la que acudieron los representantes elegidos por el pueblo español para redactar la Constitución de 1812, conocida como “la Pepa”. Se trataba de un documento que se daba a sí misma la nación en pleno ejercicio de su soberanía y de forma libre, a través de sus legítimos representantes.

La Constitución de 1812 era una de las más largas de la Historia Constitucional de España, con 384 artículos divididos en 10 títulos.

La Constitución reflejó los principios básicos del liberalismo político. En ella se reconocía la soberanía nacional y la división de poderes, y presentaba una amplia declaración de derechos del ciudadano. Proponía una monarquía constitucional y Cortes monocamerales. Tuvo un carácter progresista y proclamó el sufragio universal masculino.

Cuando regresó Fernando VII, todos los que estaban en contra de la Constitución se unieron al rey para acabar con ella. Su vigencia sería por ello muy limitada: dos años entre 1812 y 1814, en los que no dio tiempo prácticamente a imponerla, y tres años durante el Trienio Constitucional (1820-1823).

Las Consecuencias de la Guerra

  • Cerca de 500.000 españoles muertos, la mayor parte población civil.
  • Unos 300.000 o 350.000 franceses muertos, en total casi un millón de víctimas.
  • El campo y la industria arrasados, al igual que las infraestructuras. Se tardaría más de una generación en restablecer la producción y la reconstrucción nacional.

El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

Mientras Fernando VII permanecía prisionero en Francia, el pueblo español, en nombre del rey, había redactado la Constitución de 1812, que acababa con el sistema de Antiguo Régimen y recortaba ampliamente los poderes del rey. Sin embargo, la Constitución no representaba la opinión de todos los españoles, solo del grupo de diputados liberales mayoritarios en Cádiz. Los diputados absolutistas, la Iglesia y buena parte del pueblo no aceptaban el nuevo régimen, lo que condujo a la división de los españoles en dos grupos: los absolutistas y los liberales.

El Sexenio Absolutista (1814 – 1820)

Cuando Fernando VII, tras su liberación por el Tratado de Valençay, regresó en 1814, recibió un documento llamado Manifiesto de los Persas (redactado por 69 diputados serviles, en el que se animaba al monarca a ignorar las propuestas liberales y a restaurar la monarquía absoluta). Así, anuló la Constitución de 1812 y toda la obra legisladora de las Cortes gaditanas, restaurando el absolutismo y las viejas instituciones. Acometió también contra los propios liberales, lo que provocó la clandestinidad de estos y que formaran sociedades secretas. Algunos fueron arrestados y otros tuvieron que exiliarse en Francia o Inglaterra.

Entre 1815 y 1820 hubo una serie de pronunciamientos militares protagonizados por los liberales. El primero fue en 1815, por el exguerrillero Díaz Porlier (en La Coruña), que proclamó la Constitución de 1812, pero la falta de apoyos favoreció su detención y fusilamiento. Otro fue el del general Lacy en Cataluña, pero la mayor parte de los levantamientos fracasaron.

El levantamiento de mayor importancia fue el del Comandante Rafael de Riego (1820), que inició un alzamiento en Cabezas de San Juan (Sevilla) en defensa de la Constitución de 1812. Aunque en un primer momento no tuvo mucho seguimiento, pronto se le unió parte de las tropas que iban a embarcar para sofocar la sublevación americana. La rebelión se extendió por otras ciudades. Fernando VII se vio obligado a capitular y en marzo juró la Constitución de 1812. La victoria de la Revolución supuso la vuelta al régimen de 1812 durante tres años, en el llamado Trienio Constitucional.

El Trienio Liberal (1820 – 1823)

Este periodo se caracterizó por la agitación política constante y la oposición al gobierno liberal. Por un lado, estaba el rey, que utilizó todos los recursos disponibles para poner obstáculos a las reformas liberales. Además, en las filas de los liberales había dos grupos: los moderados o doceañistas y los exaltados o veinteañistas. Las nuevas Cortes liberales intentaron acelerar la obra iniciada por las Cortes de Cádiz para desmantelar el Antiguo Régimen. Los absolutistas fueron fraguando un poderoso grupo: los realistas, encaminados a restablecer el absolutismo.

Las potencias absolutistas formaron la Santa Alianza, que aspiraba a impedir cualquier experiencia liberal y revolucionaria en Europa. Esto fracasó, y estas potencias se reunieron en Italia en el Congreso de Verona (1822), que encargó a Francia que interviniera en España con el ejército de Los Cien Mil Hijos de San Luis.

El monarca, confinado en Cádiz, fue liberado por Los Cien Mil Hijos de San Luis que, junto con los realistas, invadieron España apenas sin resistencia.

La toma del Trocadero y la liberación de la familia real en 1823 pusieron fin al Trienio, produciéndose el exilio de los liberales más radicales. Es el germen de futuras guerras entre absolutistas y liberales.

Así, los liberales dejaron libre Cádiz y Fernando VII restauró el absolutismo.

La Década Ominosa (1823-1833)

Se desarrolló con un carácter más moderado, hasta tal punto que se encontró con una doble oposición: la de los liberales, opositores a un régimen absolutista, y la de los apostólicos, grupo más exaltado de los realistas.

Se produjeron una serie de represalias que implicaron al monarca. Riego fue ahorcado, seguido de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga o Mariana Pineda (acusada de bordar una bandera liberal) en Granada.

Pero no fueron solo represiones. El Monarca había iniciado una labor de reconstrucción del país. El rey intentó crear un mercado interior y realzar la economía, sobre todo tras la pérdida de la América Hispana (1828), pero crear capitales e invertir en una nueva producción agraria o industrial necesitaba de una economía más liberal, un modelo de capitalización que incluía impuestos sobre la producción y la renta.

Por otra parte, estaba el problema sucesorio. Felipe V había introducido la Ley Sálica francesa, que impedía reinar a las mujeres. Pero Fernando VII vio aconsejable derogar dicha norma en previsión de que el fruto de su matrimonio fuera una niña, como ocurrió (Isabel). Pero su hermano, Carlos María Isidro, la consideró ilegal y no la aceptó, ya que así se le privaba de poder heredar la corona. Los apostólicos encontraron en el infante un líder dotado de legitimidad dinástica. Así nació el problema del carlismo, lo que desencadenó una guerra civil a la muerte de Fernando VII. En 1833, el rey moría e Isabel II era reconocida como heredera y su madre como regente, quien comenzó a gobernar con los liberales. Los carlistas no aceptaron la situación y pusieron en marcha una guerra civil.

El Reinado de Isabel II (1833-1868)

En 1830 nacía Isabel, fruto del cuarto matrimonio de Fernando VII con María Cristina de Borbón. Para que fuera reina a la muerte del rey, era preciso derogar la Ley Sálica y hacer que la mujer recobrase el derecho al trono de España, con la imposición del derecho castellano, lo que originó el pretexto del levantamiento carlista.

La nueva reina no pudo reinar ni gobernar libremente a causa, primero, de las regencias de su madre María Cristina (1833-1840), ya que, al morir su padre (1833), ella tenía solo 3 años; luego vendría la de Espartero (1840-1843). A continuación, vendrían otros liderazgos autoritarios, alternando gobiernos tan inestables como dictatoriales. Para hacer frente a los carlistas (absolutistas radicales), a la reina no le quedó otro remedio que aliarse con los liberales.

La reina no pudo gobernar en un mundo de hombres. Además, la imagen de los Borbones fue falseada por propaganda antimonárquica, masónica, republicana, etc.

El siglo XIX fue calificado de Estúpido; la democracia naciente era símbolo de caos, desórdenes constantes, motines, pronunciamientos, revoluciones populares, etc.

Se asistió a un cambio institucional como la conversión de las Secretarías en Ministerios desde 1828, la creación de una Hacienda Pública, de una centralización del sistema tributario y fiscal (1833), con una nueva división territorial en 49 provincias (50 en 1927).

Para los años 1835-1840, el país ya no era “netamente” absolutista y aparecía dividido.

En 1828, España había asistido a la emancipación definitiva de la América Continental.

La Primera Guerra Carlista o Guerra de los Siete Años (1833-1840)

El carlismo es un fenómeno político y social que se nutrió de las divisiones generadas en época de Fernando VII, de los desatinos de la política liberal, y contó con el apoyo de una nobleza medio-baja, un bajo clero, campesinos y propietarios arruinados y parte del proletariado.

Eran defensores del legitimismo y del tradicionalismo, frente a la especulación de las emergentes clases burguesas, financieros y empresarios o nuevos ricos.

Esta situación social, económica y político-institucional dividiría las clases emergentes y tendrían un elemento jurídico a su favor encarnado en Don Carlos María Isidro de Borbón.

Del otro lado, en el bando Cristino, isabelino o liberal, estaban los defensores del nuevo régimen, los representantes de la España terrateniente, la alianza entre los antiguos altos estamentos y los enriquecidos por las desamortizaciones, incluso el alto clero.

Así que los defensores de una ideología antigua se enfrentaban con los que aparentaban defender una causa liberal, justa y moderna, pero realmente eran los oportunistas y especuladores partidarios de una fuerte oligarquía.

La guerra se desarrolló principalmente en el Norte. Se trataba ante todo de una contienda civil, pero tuvo también una proyección exterior: las potencias absolutistas apoyaban más o menos al bando carlista, mientras que Inglaterra, Francia y Portugal secundaron a Isabel II. Ambos bandos contaban en sus filas con generales de gran talla: en el norte Zumalacárregui y en el este Cabrera por parte de los carlistas, y Espartero por parte isabelina.

En general, la guerra se desarrolló en un medio rural, salvo los dos intentos de tomar Bilbao. Destacaron victorias sonadas carlistas. Hubo un ambiente de represalias mutuas.

En 1838, el general Espartero, que dirigía el ejército liberal, recibió por fin los recursos necesarios para contar con un ejército numeroso y bien equipado, iniciando una nueva campaña en el Norte. Don Carlos había dado a Maroto el mando supremo de la región Norte. Finalmente, Maroto inició las negociaciones de paz con Espartero, que culminaron en el Convenio de Vergara (1839), que marcó el fin de la guerra en el norte.

Don Carlos y sus tropas pasaron la frontera. La paz permitiría el reingreso de los carlistas en el ejército del gobierno, conservando grados y empleos, sin represalias.

El carlismo siguió conservando alguna fuerza en las provincias vascas y sobre todo en Navarra, y solo en algunos momentos de crisis volvería a resurgir en las llamadas Segunda y Tercera Guerras Carlistas: en 1846, cuando Isabel cumplió su mayoría de edad, al fracasar el proyecto de unir en matrimonio a la reina con el heredero de Don Carlos; y tras la Revolución de 1868 y la salida de España de Isabel II, que terminó con el regreso de Alfonso XII en 1875. Sin embargo, el carlismo siguió vivo en la sociedad vasca, muy ligado a la cuestión foral, y en Navarra.

Regencia de María Cristina y Consolidación Liberal (1833-1840)

La viuda de Fernando VII quiso gobernar con plenos poderes, pero sabía que no podía hacerlo ante el ascenso del liberalismo, que estaba en proceso de convertirse de revolucionario en conservador.

  • Aprobación de un Estatuto Real (1834), que era solo una apertura de Cortes creando un sistema bicameral. No era una constitución, sino una carta otorgada.
  • Se realizó una reforma fiscal y territorial.
  • La Desamortización de Mendizábal (1836-1837) con varios fines: recaudar fondos para mantener la guerra; pagar al Ejército que se encontraba amotinado ante los fracasos; crear una base de terratenientes con el propósito de explotar las tierras improductivas, incluso crear una base territorial para la industrialización; y consolidar los apoyos económicos del gobierno.
  • Constitución de 1837. El malestar y la división ideológica del ejército isabelino o liberal entre moderados y progresistas hizo que estos se sublevaran a favor de una nueva constitución menos conservadora. Se quiso tomar como molde la Constitución de 1812.
  • La Ley de Ayuntamientos recibió la oposición de los progresistas. Espartero, con un gran apoyo popular, recibió también el del ejército y la confianza de las Cámaras. La regente huyó a Francia, dejando como regente a Espartero.

Regencia de Espartero (1840-1843)

Al finalizar la guerra, comenzó la regencia de Espartero, que sustituyó a María Cristina hasta que Isabel II alcanzó la mayoría de edad.

El general Espartero gobernó de manera dictatorial, reprimiendo a los moderados y sin someterse al Parlamento. Se ganó así el rechazo de todos.

Espartero, incompetente y cruel, se dejó llevar por los intereses británicos: concesiones y apertura de una economía librecambista que afectó a la industria emergente catalana.

Nacieron Juntas revolucionarias.

El partido progresista se dividió entre esparteristas, ayacuchos y progresistas que criticaban el comportamiento de su antiguo jefe. Hubo sublevación en varias provincias. Sevilla fue bombardeada por Espartero.

Desde Francia y Valencia, los moderados conspiraban para volver. Otros militares se sublevaron. Al final, Espartero tuvo que embarcar rumbo a Inglaterra, mientras triunfaba Narváez, que entraba en Madrid en junio de 1843, tras su triunfo en la asonada de Torrejón de Ardoz.

La Década Moderada (1844-1854)

Daba comienzo así la era Narváez y la llamada Década Moderada. Se produjo un giro conservador, un intento de estabilidad y modernización del país, combinando nuevos gobiernos civiles. Narváez recibió la confianza de la regente, que volvió desde París. Nació una nueva etapa, se puso fin a las regencias y, para evitarlas, se estableció la mayoría de edad de la reina niña, con 13 años.

Se promulgó una nueva constitución, la de 1845. Se estableció la centralización administrativa, se puso fin a la desamortización (1846) y se creó la Guardia Civil (1844).

A pesar de la pretendida estabilidad y el deseo de orden político, los gabinetes duraron muy poco. La constante división de facciones y subgrupos dentro de los partidos debilitó el sistema parlamentario, que fue criticado. A la exregente se la acusó de apropiarse de fondos. Las crisis de subsistencia y la lenta industrialización, junto con la cuestión social, crecían. Los gobiernos se sucedían a veces demasiado rápido, como el Ministerio Relámpago del conde de Cleonard.

Política Exterior

Las revoluciones de 1848 (jornadas de febrero, en París, que destronaron a Luis Felipe de Orleans) no afectaron a España, a diferencia de toda Europa, donde tuvieron motivos no solo sociales sino nacionalistas.

Se firmó en 1853 el Concordato: fin de la desamortización, defensa del catolicismo, creación de un presupuesto de culto y clero. España se declaró un Estado católico.

El desgaste del sistema, María Cristina de Borbón acusada de negocios turbulentos, corrupción y crisis de subsistencias, hizo que los progresistas se reorganizaran y sumaran entre sus filas elementos republicanos, demócratas y de centro-izquierda. Entre los progresistas surgió la figura del general Juan Prim.

La sucesión en la jefatura del gobierno a cargo del conde de San Luis, que no tenía el respaldo del Parlamento y gobernaba a base de decretos, condujo a la Revolución de Julio de 1854 y al Bienio Progresista.

El Bienio Progresista (1854-1856)

El movimiento había sido iniciado por O’Donnell, pero sería Espartero de nuevo el encargado de formar gobierno.

Los desórdenes fueron continuos y la organización de una auténtica y constructiva política progresista, mucho más difícil de lo que parecía desde la oposición. Se quiso elaborar una nueva ley fundamental, pero las discusiones en las Cortes constituyentes duraron tanto como el régimen (dos años), y no llegó a ser promulgada, llamándose “Non nata”. Se retornó a posiciones anticlericales. Un hecho relevante fue la Desamortización de Madoz (1855), que venía a completar la obra de Mendizábal. Afectaba sobre todo al clero secular y a los bienes municipales.

Los continuos levantamientos contra la carestía del pan provocaron la quema de fábricas de harinas. Nacía la cuestión social mezclada con elementos demócratas, republicanos y socialistas.

La reina se inclinó por O’Donnell, que sustituyó a Espartero, para formar gobierno, pero los progresistas más radicales con Pascual Madoz se atrincheraron en las Cortes y O’Donnell mandó bombardearlas. Espartero optó por mediar. Así acabó el Bienio Progresista y se abrieron las puertas al gobierno de la Unión Liberal.

La Unión Liberal (1856-1868)

El declive del reinado de Isabel II coincidió con el gobierno de la Unión Liberal, es decir, una alternancia de las facciones liberales, un intento de moderación o búsqueda de acuerdos y posiciones de convivencia política, un pacto conveniente entre oligarquías, con males endémicos por solucionar como la emergente cuestión social.

O’Donnell decidió llevar a cabo gobiernos de conciliación, pactar con todos aquellos que abandonaran la violencia y llevaran un acuerdo pacífico de gobierno. Así pactó con Narváez, acuerdos que fueron bien acogidos por Isabel II.

Los episodios de la Noche de San Daniel (abril de 1865) y el Cuartel de San Gil (1866) supusieron el declive de la política interior.

Política Exterior de O’Donnell

Ante las dificultades en el interior, y llenos de un patriotismo propio de la época, se desarrolló una política romántica de intento de recuperación de prestigio a nivel mundial.

  • España se declaró neutral en el conflicto ruso-turco.
  • Sublevación española de Santo Domingo (1854-1865). En 1852, el partido proespañolista declaró la anexión de Santo Domingo a España, pero los sectores patriotas, apoyados por Inglaterra y Francia desde la vecina Haití, llevaron a cabo una sublevación antiespañola y los españoles debieron abandonar la isla.
  • Los españoles en la conquista de la Conchinchina (1858-1862). Los españoles contribuyeron decisivamente a la toma de Annam.
  • Guerra de África (1859-1860). Es la más popular de las campañas. El Congreso y el Senado aprobaron la guerra, que la reina igualmente apoyó, con lo que O’Donnell se puso al frente del Ejército, acompañado de Juan Prim y Ros de Olano.
  • Las operaciones tuvieron lugar en Tetuán, que fue conquistada por O’Donnell.
  • Intervención en México (1862). Prim y los ingleses acordaron dejar solos a los franceses, que fueron masacrados por los juaristas. Prim logró así salvar todos los efectivos españoles, al igual que los ingleses.
  • Guerra Hispano-Sudamericana del Pacífico (1865-1866). Intento español de recuperar la influencia hispana en América del Sur.

El Sexenio Democrático (1868-1874)

Por último, estalló la Revolución Gloriosa. Tras el desastre del cuartel de San Gil (1866) y ante el deterioro político general, Prim, Serrano, Topete y Ruiz Zorrilla acordaron el Pacto de Ostende (agosto de 1866) y planificaron una gran sublevación para derrocar no solo al gobierno, sino para expulsar a la reina.

El movimiento se extendió con levantamientos populares que ocuparon las plazas de sus localidades y se organizaron juntas revolucionarias locales. Serrano venció al ejército gubernamental en Alcolea, e Isabel II huyó a Francia. La revolución había triunfado.

Gobierno Provisional

Se creó una Regencia en la que se alternaron Serrano, Topete y Prim. Los dos hombres más fuertes políticamente fueron Prim y Serrano, que prepararon una nueva constitución monárquico-progresista (1869). Pero Serrano aspiraba a un poder dictatorial.

El principal problema fue elegir la forma o modelo de Estado: ¿Monarquía o República? Prim se decantó por una monarquía, una dinastía que no fuera la de los Borbones.

Las Cortes y el gobierno prepararon una nueva Constitución, la progresista de 1869, y de entre las candidaturas europeas, triunfó la del prusiano Leopoldo de Hohenzollern, lo que aumentó la tensión entre Prusia y Francia, que se vio amenazada, provocando la renuncia del candidato al trono, lo que no evitó el estallido de la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871). Al final aceptó Amadeo de Aosta, Duque de Saboya.

Amadeo I de Saboya (30 de diciembre de 1870 – 11 de febrero de 1873)

Nada más llegar a España, debió acudir a los funerales de su valedor, Prim, que había sido asesinado.

El rey duró poco, no sabía apenas español y no entendía los graves problemas que se cernían sobre España y sus colonias, pues se sublevó Cuba, al grito de Yara. Los carlistas se levantaron en armas en el País Vasco, Navarra y Cataluña, también en Galicia y otros puntos. El auge del obrerismo, la influencia de la I Internacional, la división de los partidos políticos y el federalismo hicieron que España fuera un completo caos ingobernable.

En Londres se había reunido la I Internacional (1864-1871), que tendría otros lugares de encuentro como Ginebra, Lausana o Basilea. Sus consecuencias llegarían a España algo más tarde y de una forma clandestina.

La Primera República (11 de febrero de 1873 – 4 de enero de 1874)

Amadeo se marchó en febrero de 1873. Su reinado había durado dos años y tres meses. Antes de embarcar de vuelta a Italia, el 11 de febrero, las Cortes proclamaron la I República.

Con la República se desataron todos los desatinos, utopías y fenómenos destructivos: anticlericalismo revolucionario, antimilitarismo y pacifismo que se centró en deserciones.

Los protagonistas fueron krausistas e intelectuales. Estanislao Figueras sería el primer presidente, seguido de Pi y Margall, Nicolás Salmerón y por último Emilio Castelar. Ninguno tuvo capacidad para unir al país, llevarlo a la paz, negociar o reprimir a los sediciosos.

Se llevó a cabo la abolición de la esclavitud en Puerto Rico y un proyecto de Constitución federal que no llegó a aprobarse.

Se suprimió el presupuesto sobre Culto y Clero. Hubo una discusión agria entre el prelado Manterola y Castelar en el Congreso. Castelar buscaba la definitiva separación Iglesia y Estado, pero otros sectores más a la izquierda pensaban en la persecución de la Iglesia y de sus símbolos.

En la península estallaron dos guerras civiles: carlismo y cantonalismo. El carlismo, encabezado por Carlos VII, se abrió camino entre 1869-1872, ocupando Navarra, País Vasco, Cataluña, y buena parte de Aragón hasta Levante.

El estallido del Cantonalismo se dio en todo el Este y parte del sur, incluso en Madrid, en el centro. El más importante fue la sublevación de Cartagena, sede de la Armada y de un importante arsenal. En Madrid, Roque Barcia creó un Comité de Salvación Pública, tras proclamarse la república federal en España. La rivalidad u oposición no era solo contra Madrid, sino contra Murcia, la capital de la provincia.

El cantón no solo se declaró independiente de España, creando una nueva República federal española, sino que adoptó el duro cantonal como moneda y declaró formalmente la guerra al Imperio alemán, a Francia y al Imperio británico, por no reconocer la soberanía del nuevo estado, y llegó a ofrecerse como un estado más de la Unión a los USA. Tras siete meses de asedio se rindió.

La República se convirtió en un experimento político fallido, en medio de utopías y falto de sentido de la realidad.

La oleada de antimilitarismo y anticlericalismo, la crisis de abastecimiento, la existencia de un país en guerra y a punto de disolverse como nación, el problema colonial y el golpismo republicano de Pi y Margall en el proceso de investidura de Castelar provocaron la intervención del ejército, a cargo del General Pavía.

Sería él quien disolviera las Cortes con la entrada de la Guardia Civil y de elementos militares en la noche del 3 al 4 de enero, desarticulando la conspiración de Pi y Margall contra Castelar y disolviendo la I República. Pavía se retiró, mientras Serrano intentó imponer una nueva dictadura a modo de regencia.

El general Serrano, duque de la Torre, mantuvo un gobierno dictatorial, una especie de regencia, con idea de prolongarla en su persona, pero desde Londres y París iba ganando la causa alfonsina. El 1 de diciembre de 1874, el nuevo rey, Alfonso XII, en el que su madre Isabel II había abdicado, enviaba desde Sandhurst un Manifiesto, redactado por Cánovas, ofreciéndose como rey de todos los españoles sin distinción de credo ideológico, a la vez que prometía la paz y la unidad.

Cánovas del Castillo junto con el duque de Sexto encabezaron un movimiento que culminaría en la declaración del general Martínez Campos en Sagunto, al frente de la brigada Davan, por el que declaraba a Don Alfonso XII rey de España. Serrano tuvo que abandonar su proyecto dictatorial. Empezaba la Restauración.

La Restauración Borbónica (1874-1902): Cánovas y Alfonso XII

Alfonso XII (1874-1885)

Llamado el “pacificador”, tuvo que poner fin personalmente a la Guerra Carlista (1872-1876). Martínez Campos puso fin, momentáneamente, a la guerra en Cuba (Paz de Zanjón, 1878).

La pacificación en el interior dio lugar a la vertebración institucional, legal y político-administrativa.

Hizo falta una nueva Constitución, firmada en 1876, que recogía los principios de 1845 y de 1869. La Constitución declaraba la confesionalidad del Estado Católico. Cánovas logró pactar con los militares, separándolos de la política, evitando los pronunciamientos de los generales en el poder. Rechazó el sufragio universal de la constitución de 1869 y se inclinó por el censitario hasta 1890, en que se impondría de forma definitiva el sufragio universal.

El nuevo sistema era conservador, pero abría la mano a todos aquellos que quisieran participar de él. Solo los más radicales no entraron en él, como republicanos y carlistas, además de los movimientos obreros.

La Ley de Asociaciones Políticas era la base de nuevos partidos políticos.

Los Problemas Heredados

  1. La Cuestión Social.

La I Internacional influyó en España vertebrando el anarquismo. Pablo Iglesias fundó el PSOE (1879) y luego en 1888 la UGT. Su base era el socialismo científico.

Hubo divisiones entre posibilistas (que querían alcanzar el Estado desde dentro del sistema) y los que apoyaban la acción directa (el asalto y conquista del Estado, sin colaborar en él, como los anarquistas).

Se crearía un movimiento social-católico, en el que militarían liberales católicos.

Frente a la “revolución desde abajo” se planteó desde los gobiernos de Silvela y Posada Herrera, la “revolución desde arriba”.

Se eliminó el trabajo de niños menores de 14 años en minas y fábricas, y también el de mujeres en los trabajos nocturnos, evitando acoso y explotación. Luego vendrían el descanso dominical y la jornada de 8 horas.

Se creó la Institución Libre de Enseñanza, influenciada por el krausismo, enseñanza laica, privada, no oficial, pero que se convirtió en una enseñanza de élite.

  1. Anticlericalismo Socio-Político.

Una excesiva inclinación a la relación Iglesia-Estado. El Estado se declaró católico y estableció al catolicismo como única religión verdadera. No había protección a otras confesiones religiosas.

El apego de la Iglesia al Estado generaría de abajo hacia arriba un anticlericalismo que estallaría en momentos de tensión revolucionaria.

  1. La Crisis del Estado.

Se trataba de un estado desequilibrado económicamente.

Se trataba de un país agrario, muy ruralizado, donde la industrialización seguía desarrollándose en el País Vasco, Cataluña y el Centro (Madrid). Así surgió el regionalismo en algunos puntos dirigidos al separatismo.

Las potentes burguesías periféricas exigieron al gobierno de Madrid proteccionismo a sus productos y supresión de barreras en el interior, colocándolas a los artículos extranjeros.

Se formaron partidos como el PNV (1894).

Nació un espíritu antiespañol por parte de estos sectores que luego tratarían de aliarse con republicanos e incluso anarquistas (en el siglo XX), aunque fueran enemigos de clase por cuestiones tácticas.

El Caciquismo

El nuevo sistema político consistió en la alternancia en el poder del partido liberal y el conservador, dirigida por el gobierno a través de los caciques, que controlaban a los votantes mediante la persuasión y la violencia para que el resultado de las elecciones fuera el esperado. Incluso, si el resultado de la votación no era el deseado, se manipulaba; este fraude electoral se denominaba pucherazo.

La Regencia de María Cristina (1885-1902)

En 1885 moría Alfonso XII tuberculoso. Su viuda María Cristina de Habsburgo estaba embarazada del futuro rey. Se produjeron dos hechos: a) La Regencia (1885-1902), b) En el mismo Palacio del Pardo, Cánovas y Sagasta acordaron el turnismo de partidos, es el Pacto del Pardo, ese 20 de noviembre de 1885.

La Crisis Colonial y el Desastre del 98

La última guerra de Cuba. El problema de Cuba no se solucionó, a pesar de la Paz de Zanjón de 1878, tras la guerra larga, pues no se pusieron solución a la autonomía, la esclavitud o la representación.

El nacionalismo de los independentistas estaba muy arraigado, aun tras perder la Guerra Chiquita (1880) favorable a España, y ya tenían el apoyo del comercio e influencia estadounidense.

En agosto de 1897, Cánovas fue asesinado y Sagasta le sustituyó en el poder. Si Weyler era el hombre de la mano dura en Cuba, Sagasta destituyó al general y nombró a Ramón Blanco.

La Invención de la Guerra Hispano-Estadounidense por la Prensa Amarilla

Pulitzer y Randolph Hearst compitieron en audiencia y número de unidades publicadas. Hearst inventó la guerra para ganar audiencia. Cuba tenía un gran valor económico (azúcar y tabaco para las grandes inversiones de los empresarios azucareros y tabaqueros USA) y estratégico. Se engañó a la población USA, llena de nuevos inmigrantes llegados de Europa. El 21 de abril de 1898, Washington declaró la guerra a España. La guerra se extendió a Filipinas.

En Cuba, antes de la declaración de guerra, la flota de Sampson ya había sitiado el puerto de Santiago de Cuba. De inmediato, fuerzas USA desembarcaron en Camagüey, Siboney, El Caney, acercándose a Santiago y La Habana por tierra. La única resistencia importante fue El Caney y en la Colina de San Juan, donde murió el general Vara del Rey. La superioridad USA se impuso. En el mar, el almirante Cervera no quiso sacar sus navíos ante la indefensión de sus buques en la bocamanga de Santiago. Madrid exigió la salida de la flota. Los navíos españoles fueron hundidos uno a uno, según salían de la rada del puerto.

Para el 1 de agosto todo había acabado. Los americanos desembarcaron en Puerto Rico, donde había cañones del siglo XVIII para hacer frente a los de la armada USA, de acero. En diciembre tuvo lugar la rendición en París.

España perdía Cuba, que pasaba bajo protección USA. Filipinas fue una compra forzada, y Guam en las Marianas fue anexionada a los USA. El desastre no influyó directamente en la sociedad o en la política, no supuso cambios radicales.

Los Últimos de Filipinas

En Filipinas quedó una muy pequeña guarnición de unos 60 héroes que, al quedarse aislados en Baler, en la Isla de Luzón, no supieron de la rendición de Manila y de las Filipinas.

Les llegaron delegados y enviados españoles, tagalos e incluso norteamericanos. Ellos se empecinaron, creyendo que eran ardides del enemigo, y que no podía ser verdad que España se rindiera tan pronto.

Así que el capitán de Las Moreras y su segundo Martín Cerezo se parapetaron y resistieron un año entero a los ataques de los tagalos. Fueron la admiración incluso de los estadounidenses que alabaron el valor de aquellos hombres.

Cuando se rindieron no fueron hechos prisioneros. Sobrevivieron 54. De Las Moreras murió de Beri Beri. Recibieron los más altos honores.

Consecuencias del 98

Cubanos y filipinos se vieron traicionados, pues USA dominó y ocupó militarmente sus respectivos países.

El desastre influyó notablemente en la psicología nacional, en los futuros proyectos coloniales africanos y en el ansia de prestigio nacional.

Las consecuencias llegarían a la Guerra Civil del 36, porque Alfonso XIII heredaría estos problemas y luego la II República, y ningún sistema acertó en dar soluciones.

Antimilitarismo

La primera tendencia al antimilitarismo fue por parte de los sectores conservadores que insultaron en el Congreso a los militares por “no haber sabido defender los intereses de España”. Weyler amenazó con un golpe de Estado, pero se quedó solo en amenaza.

El antimilitarismo de izquierdas vino por factores tácticos: el ejército representaba para ellos una institución tradicional, así que la crítica del PSOE y los anarquistas vino por las pretensiones de acabar con las guerras coloniales, la defensa del orden conservador y la propiedad privada.

Además, no existía un cuerpo de seguridad suficientemente numeroso y el Ejército sería utilizado como fuerza pública para sofocar huelgas, y de ahí crecería un cierto antimilitarismo.

Crisis de la Restauración y Reinado de Alfonso XIII (1902-1931)

Los Inicios del Reinado (1902-1917)

Finalizada la Regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena (1885-1902), viuda de Alfonso XII, accedía a la mayoría de edad Don Alfonso XIII, tras cumplir los 17 años.

La Herencia del 98

Alfonso XIII reinaría con el fantasma de las consecuencias del 98, ya que el desastre no originó ninguna crisis inmediata, sino que enlazaría con la psicología nacional, el desprestigio exterior, el retraimiento o el aislamiento, sin política exterior de importancia ni éxitos. La opinión pública se centró en los graves problemas de la nación: las crisis de los partidos políticos, la cuestión social, las desigualdades territoriales, los regionalismos y separatismos, la crisis colonial y la sangrienta guerra de África.

Las Crisis Orientales (1902-1906)

Los primeros años de gobierno de Alfonso XIII fueron de maduración y adaptación a la Constitución de 1876, pero en 1903 se produjo el relevo de líderes de los partidos: en el liberal-progresista murió Sagasta y fue sustituido por Montero Ríos y José Canalejas; en el partido conservador, Silvela (sustituto de Cánovas tras su asesinato) se retiró y fue sustituido por Maura y luego por Dato.

Alfonso XIII era generoso y magnánimo, pero arbitrario e irresponsable, poco preparado o sin una gran cultura, y cuando empezó a madurar era tarde, el país estaba dividido.

El Gobierno Largo de Maura (1907-1909) y la Semana Trágica

En 1907, solventadas las crisis orientales, Antonio Maura fue nombrado Jefe del Consejo de Ministros. Se unió un importante asunto exterior (Barranco del Lobo) al interior (problema catalán y problema obrero: Semana Trágica de Barcelona, 24 a 28 de julio de 1909).

A raíz de la aprobación de la Ley de Jurisdicciones militares de Moret, que ratificó Las Cortes en 1906, el gobierno de Segismundo Moret cayó. La ley daba al Ejército prerrogativas para juzgar delitos orales o por escrito contra la bandera, la patria y el ejército.

La ley estableció la raíz de los hechos que provocó la revista satírica catalanista Cu-Cut, que insultó a los militares, provocando la destrucción de la redacción del periódico por parte de un grupo de suboficiales.

Los partidos catalanistas estrecharon filas en torno a Solidaridad Catalana, presionando al gobierno para su disolución y negociar soluciones, mientras en Barcelona se decretó el estado de excepción.

La caída del gobierno Moret dio lugar a que accediera en enero de 1907 Antonio Maura, el gran líder de la derecha liberal, moderado, krausista en su juventud, reformador, apoyado por las Cortes. De manera que el rey le nombró Jefe del Gobierno (hasta 1909).

Maura llevó a cabo su Revolución desde arriba, dentro de su ideario social-católico.

Modificó la Ley Electoral en 1907, eliminando el fraude electoral.

Defensor de la transparencia y la honradez en política.

Llevó a cabo dos proyectos de orden local para control del caciquismo, y para frenar el regionalismo catalanista.

Maura se ocupó también de la cuestión social, poniendo en marcha una serie de iniciativas legislativas relativas al descanso dominical, al trabajo de mujeres y de niños, a la emigración, a las huelgas, a la conciliación y al arbitraje en las relaciones laborales en la industria, etc., y que culminaron con la creación del Instituto Nacional de Previsión.

La Semana Trágica de Barcelona (24 de julio – 2 de agosto de 1909)

Fue una combinación de cuatro crisis: obrera, colonial, regional y política, acumulándose en Barcelona.

El paro y el crecimiento de la cuestión social se alternaron con el crecimiento de la influencia del Partido Radical de Lerroux, con Solidaridad Obrera. Estas formaciones llevaron a cabo una Huelga General como protesta por la Guerra de África (1909).

Los hechos se precipitaron cuando se produjo la derrota de El Barranco del Lobo, y el gobierno llamó a los reservistas. La Huelga, convocada para los días 22-25, se radicalizó a partir del 26: los revolucionarios incendiaron varios conventos e iglesias. El ejército tuvo que sofocar la rebelión. Lerroux, principal responsable, huyó.

El gobierno de Maura acusó al creador de la Escuela Moderna, pero la ejecución de un posible inocente provocó una respuesta europea contra Maura, que dimitió ante el rey, que llamó de nuevo a Moret.

Canalejas sustituiría a Moret. En su mandato quiso acabar con los abusos de la Ley Contribución de Consumos, que encarecía los productos de primera necesidad. Llevó una política regeneracionista y anticlerical al suscribir la Ley del Candado o de Cierre de conventos. También ordenó las exploraciones hacia Arcila y Larache, pero en 1912 sufrió un atentado mortal en la Puerta del Sol de Madrid.

La Neutralidad Española en la Gran Guerra y la Crisis de 1917

Tras Canalejas se sucedieron los gobiernos García Prieto y Eduardo Dato. Siendo este último presidente del Gobierno, estalló en Europa la Primera Guerra Mundial. Dato, el rey Alfonso XIII y la prensa oficial declararon de inmediato la neutralidad española.

España era un país agrario, sin una infraestructura industrial e ideológicamente dividido entre aliadófilos (izquierda) y germanófilos (derecha). Los partidos más revolucionarios declararon su pacifismo a la espera de la revolución, ya que pensaban que el conflicto era entre las altas burguesías de los distintos países.

Alfonso XIII llevó a cabo una intensa labor humanitaria. Se creó la Oficina Pro-Cautivos o de Salvamento e Intercambio de Prisioneros.

La neutralidad benefició a la clase empresarial que pudo vender a ambos bandos: productos agrarios, alimentos, uniformes y armas, al menos hasta 1916. Pero en 1917, Alemania declaró la guerra a ultranza en el mar, hundiendo navíos neutrales, entre los que había varios españoles. Los puertos se cerraron y la producción cayó.

Los beneficios de las empresas cayeron y tuvieron que cerrar, echando miles de obreros a la calle (Lock out). Hubo motines que culminaron en la huelga general de julio – agosto de 1917, que coincidió con la Asamblea de Parlamentarios y las Juntas de Defensa.

La huelga general, promovida por PSOE/UGT y CNT, se convirtió en un enfrentamiento armado con la fuerza pública y el ejército en las principales capitales de provincia.

La crisis del 17 se complicó con la Creación en Barcelona de la Asamblea de Parlamentarios Catalanes, que exigían a Madrid explicaciones por la caída de la producción, reclamaban mayor proteccionismo y algunos sectores amenazaban con la separación política. Romanones, que sustituyó a Dato, dimitió y García Prieto logró acabar con la crisis incluyendo ministros catalanes en su gobierno de coalición.

Las Juntas Militares trataban por su parte de controlar los insultos al Ejército, la bandera y a la nación, y se proponían crear un gobierno militar al margen del ejecutivo, al que consideraban débil debido al creciente antimilitarismo.

El Trienio Bolchevique y la Guerra Social en Barcelona

El estallido de la Revolución Rusa y el triunfo bolchevique (octubre de 1917) influyó en la clase obrera y en los movimientos anarcocomunistas en el campo andaluz (1918-1920).

A esta situación se sumó la guerra empresarial y sindical en Barcelona. Los cierres empresariales provocaron manifestaciones y huelgas que eran disueltas por la fuerza, pero los empresarios temían a los líderes sindicalistas y pagaron pistoleros para asesinarlos, al igual que la CNT, desatando la violencia en Barcelona (1919-1922).

En marzo de 1921, en Madrid, fue asesinado el jefe del partido conservador liberal, Eduardo Dato, por unos pistoleros anarquistas que huyeron a Europa.

La Crisis de Marruecos: El Desastre de Annual (Julio de 1921)

En el año 1921, en Annual, en el Rif marroquí, el ejército español sufrió una estrepitosa derrota y más de 12.000 soldados perdieron la vida. El ejército se dividió, pues gran parte de los militares no se veían representados por el monarca.

La Dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930)

El 13 de septiembre de 1923, apoyado por un amplio sector de la burguesía, el ejército, la Iglesia, y ante la pasividad de la clase intelectual, Miguel Primo de Rivera dio un golpe de estado y proclamó el estado de emergencia para acabar con el caos, el pistolerismo y las huelgas constantes. Se llevó a cabo un proyecto regeneracionista. El nuevo gobierno se abrió a negociar acuerdos de colaboración incluso con UGT y CNT.

El rey aceptó el pronunciamiento y pospuso la Constitución, que dejó de estar vigente. Era su último apoyo efectivo ante el creciente republicanismo que dividiría al ejército.

La dictadura duró de septiembre de 1923 a enero de 1930 y se dividió en dos periodos: el Directorio Militar (1923-1925) y el Civil (1926-1930).

El Directorio Militar tuvo como misión la pacificación del Protectorado español. Francia y España firmaron una alianza militar y de límites que culminó en el desembarco de Alhucemas del 8 de septiembre de 1925. La guerra de África, que había empezado en 1909, acabó en 1927 tras la rendición de Abd-El Krim.

El Directorio Civil. Gracias a un grupo de importantes gestores se llevaron a cabo una serie de obras públicas destinadas a crear cientos de miles de empleos.

Se llevó a cabo una red de pantanos, canalizaciones y creación de tierras de regadío. Se intentó la liberación de tierras para su laboreo por pequeños propietarios. Defendió siempre los intereses generales del Estado y de la nación contra cualquier veleidad separatista. Buscó la igualdad de sueldos de acuerdo con el mérito, no con el rango dentro del ejército. Durante su mandato tuvo lugar el vuelo del Plus Ultra (1925), dando comienzo a los vuelos entre España y América.

La Hispanidad

La herencia del 98 en América Latina y en España, y la expansión de la influencia norteamericana en Sudamérica, hicieron posible un proyecto de acercamiento cultural entre España e Iberoamérica, con importantes intercambios intelectuales.

La Crisis de la Dictadura

Tras los proyectos fallidos de crear un partido único, La Unión Patriótica de José María Pemán, y un proyecto de Constitución, la oposición a la Dictadura creció.

No solo los enemigos naturales de la Monarquía (republicanos, demócratas liberales, socialistas) sino también los antiguos apoyos de la clase burguesa catalana: Primo de Rivera prohibió el catalán en público e inició un proceso de nacionalización de las escuelas, pero manteniendo las tradiciones catalanas, apoyó el somatén, el folclore…

Quiso combatir el caciquismo y perdió frente a los poderes locales enquistados; también los sectores más conservadores del ejército, ya que quiso equiparar sueldos, elevar la condición de la tropa y modificar el ascenso por antigüedad.

Al final, sin apoyos, debió dimitir ante el rey, que aceptó su dimisión. Miguel Primo de Rivera se autoexiliaría a París, donde moriría a los pocos meses, decepcionado por la ingratitud del rey y de España.

La Segunda República Española (1931-1936)

La Segunda República representó el último intento serio de construcción de una democracia participativa plena. Comenzó con la aparición de una república liberal de intelectuales y ateneístas con el deseo de reformas sociales en la enseñanza, el ejército y en el medio rural. El interés por la mayor participación de la mujer en los asuntos públicos y su derecho al sufragio universal representaron adelantos importantes. Se estableció un sistema autonómico y la existencia de un Tribunal de Garantías Constitucionales. Se aplicó un Estado laico en la definitiva separación Iglesia y Estado. Hubo división ideológica, enfrentamiento entre republicanos y monárquicos primero, y luego entre republicanos y socialistas. Se declaró al Rey fuera de la Ley en diciembre de 1931, a pesar de su exilio en Roma. Los radicalismos derivados de la precipitación y la no aceptación de la república por amplios sectores ideológicos (anarquistas desde el inicio y el emerger de los grupos fascistas desde 1933) supusieron rupturas irreversibles. El clima europeo no ofrecía mayores garantías. La crisis económica del 29 se sumó a las diversas influencias negativas que se recibieron del periodo de entreguerras europeo: el autoritarismo civil o paramilitar en general y el fascismo en particular se enfrentaron a la revolución y a la dictadura bolchevique. El enfrentamiento llegó a España, convirtiéndose en eco de los graves problemas internacionales.

La II República, amparada por un discutido recuento de votos, quedó autoproclamada por el Gobierno Provisional, llenando el vacío de poder que dejó la Monarquía.

Los Precedentes: El Gobierno Berenguer o Dictablanda

La dimisión y muerte en el exilio de Primo de Rivera (al poco de dimitir, en 1930) sentenció el futuro de la Monarquía de Alfonso XIII. Berenguer, nombrado Jefe de Gobierno por el rey, no pudo restablecer la situación previa al golpe de Estado de Primo de Rivera. Carente de experiencia política, Berenguer se mostró incapaz de salvar la Monarquía y retornar a la legalidad («Error Berenguer»). Liberales y monárquicos se disgregaban. La Dictadura de Berenguer se convirtió en «Dictablanda». El caciquismo volvió. Crisis política. La extrema izquierda se reforzó y organizó eficazmente, la extrema derecha quiso hacer lo propio.

De la Conspiración Republicana a la Caída de la Monarquía

El Ejército estaba dividido entre la UME (Unión de Militares de España) y la UMRA (Unión de Militares de la República). Alcalá Zamora y Miguel Maura se convirtieron en el espíritu del Pacto de San Sebastián o alianza entre el viejo republicanismo y el nuevo. De ahí nació un Gobierno Provisional republicano nuevo y clandestino. Un grupo de intelectuales creó la Agrupación al Servicio de la República. Los republicanos conspiraron contra lo que quedaba de la Constitución de 1876. En diciembre de 1930 tuvo lugar el levantamiento militar de Jaca, pero fracasó.

El Gobierno del Almirante Aznar

La dimisión de Berenguer obligó a la búsqueda de otra cabeza visible, pero duró menos todavía. Este gabinete de crisis presidido por Juan Bautista Aznar hizo convocar las elecciones municipales para el día 12 de abril de 1931.

La Proclamación de la II República (1931)

Aunque tras las elecciones la mayoría de los concejales elegidos eran monárquicos, los republicanos habían ganado en todas las capitales de provincia, donde el sufragio era más limpio.

Alfonso XIII, el 13 de abril de 1931, aconsejado por el gobierno (Romanones) y sorprendiendo a toda la opinión pública, lanzó un manifiesto en el que comunicaba que abandonaba España, sin abdicar. La II República fue proclamada al día siguiente, 14 de abril.

En medio de un entusiasmo indescriptible, las masas irrumpieron en la calle en un clima de fiesta revolucionaria, pero pronto vendrían muy graves desengaños. Los hombres de la II República pertenecían a la «intelligentsia», es decir, a las clases intelectuales, provenientes de la generación del 98 en parte, de la Institución Libre de Enseñanza, de la Tribuna del Ateneo (lugar de propaganda republicana por excelencia), y luego de las generaciones posteriores.

Alcalá Zamora, Martínez Barrios y Marcelino Domingo hicieron saber que la situación del gobierno se regularía por unas elecciones generales en junio, conscientes de que no era completamente legal su situación.

El 21 de octubre se publicó la Ley de Defensa de la República, que estaría vigente hasta la aprobación de la Constitución en diciembre. La ley incluía censura de libros, cierre de periódicos y editoriales, el control de la opinión pública y neutralización de los no republicanos. Se legalizó la persecución de las instituciones eclesiásticas.

El Bienio Reformista (1931-1933)

Su acción se produjo sobre hipótesis sociológicas, no sobre la realidad viva del país. No tuvieron en cuenta la herencia histórico-política de un país que había sufrido el desastre cuando la izquierda había gobernado en sus instituciones. Existió de entrada un olvido de la realidad, de cierto sentido común entre el excesivo idealismo, cierto afán de revancha ocasional y precipitación, aparte del odio o rivalidad por parte de unas masas que creían que la República era patrimonio suyo. Los incultos estaban siempre bajo la influencia de agitadores que eran más ambiciosos que capaces. CNT, PCE y FAI no apoyaron a la República liberal, a excepción del PCE, que intentaría introducirse en el sistema burgués obedeciendo a la consigna de la III Internacional (1919-1941).

Las masas primero tomaron una actitud pasiva e indiferente, luego de beligerancia ante la debilidad. Lo contrario se sometió a la expectativa de cambio o a la indiferencia, pero la República había venido en el seno de las más grandes esperanzas y optimismos. Se produjeron las primeras divisiones, los primeros extremismos. En el bienio de izquierda-liberal (1931-1933) se produjeron ya los primeros desmanes. La República había declarado fuera de la Ley al rey. La república de izquierdas o “bienio jacobino” nació de las elecciones para las Cortes constituyentes, integrándose todos los partidos del Pacto de San Sebastián. Tras la aprobación de la Constitución, las Cortes eligieron como presidente de la República a Alcalá Zamora y se constituyó un gabinete presidido por Manuel Azaña Díaz. Inmediatamente se produjo desde el gabinete republicano-socialista un intento de desmontar la estructura social tradicional sobre la que se había apoyado la Monarquía.

El régimen además abrió un amplio debate sobre los problemas más hondos del país: el Ejército, la religión y la propiedad. Manuel Azaña asumió esta ingrata labor con bastante ineficacia y múltiples oposiciones. Azaña era burgués, republicano-liberal, anticlerical y antimilitarista radical.

Aunque el gobierno Azaña se esforzara en representar la nueva legalidad frente a la vieja, el uso de la demagogia para reconducir a las masas fue a fin de cuentas contraproducente para el propio sistema. Ello condujo a sucesivas crisis políticas, que prefiguraban el desastre.

Los Partidos Políticos
  1. En la Derecha
  • Renovación Española: Calvo Sotelo se convertiría en su principal ideólogo.
  • Comunión Tradicionalista: carlistas. Se opuso radicalmente a la República.
  • Acción Española.
  • Partido Agrario: Martínez Velasco (un cacique) lo creó en defensa de los agricultores castellanos, se inclinaba hacia un régimen autoritario.
  • Acción Popular: Los católicos tenían el suyo propio. Su líder era también dirigente de Acción Católica.
  • CEDA: próximo a la Iglesia. Tendencia a la radicalización.
  • FE y JONS: de carácter autoritario, católico, profascista.
  • José Antonio Primo de Rivera (hijo del Dictador Miguel) fundó un movimiento interclasista de sesgo similar a los de los partidos y movimientos fascistas en Europa.
  1. En la Izquierda
  • Acción Republicana con Alcalá Zamora, Miguel Maura y Manuel Azaña, rival de Alcalá Zamora. Azaña se consideraba el más fiel heredero del republicanismo histórico. En 1934 se unió al partido Radical-Socialista.
  • Partido Radical-Socialista: eran más extremistas. Eran educados la mayoría en la masonería y las sociedades secretas del país.
  • Agrupación al Servicio de la República: sectores intelectuales: Ortega y Gasset y Balbontín, también Marañón.
  • El Partido Radical de Lerroux: pretendía ser populista, y bisagra entre los radicales de la izquierda con presupuestos conservadores, olvidando sus desmanes anticlericales de otro tiempo.
  • PSOE y de UGT: Las bases del PSOE irían caminando hacia el comunismo.
  • PCE: comunistas. Con José Díaz su presidente y sus líderes con Dolores Ibárruri «La Pasionaria» y Santiago Carrillo y Juan Negrín ya avanzada la II República.
  • Pro-soviéticos: se convirtieron de un partido débil y pequeño al que controlaría la política y la guerra desde el lado republicano.
  • Los sindicatos UGT, CNT, FAI, UHP eran radicalizaciones identificadas con la masa desposeída. Al margen quedaban los grupos autonomistas, nacionalistas y regionalistas, conservadores, adeptos por intereses concretos a la República.
Los Problemas Apretantes
  1. El Problema Militar. Manuel Azaña se destacó por su deseo de radicales reformas en el Ejército, pasando a la reserva todo el que no era adicto a la República, arrinconando a los monárquicos. Suprimió la Real Academia Militar de Zaragoza. El ascenso por méritos de guerra fue sustituido por el de méritos a la República. El pretexto era la megacefalia que sufría el ejército.

Al ordenar el cierre de la Academia Militar de Zaragoza, se obligaba a su director, el general Francisco Franco Bahamonde, a dar un discurso en el que se ensalzaba el patriotismo y las virtudes militares. No bastó con subir los sueldos, pues se tomó el acto como un soborno. Azaña supo así crearse un enemigo con leyes antimilitares y antipopulares, queriendo establecer un control sobre la institución que tenía como deber salvaguardar el orden, los valores históricos, la integridad nacional y territorial, además de la defensa exterior.

  1. El Problema Religioso. Se trató de una de las más graves cuestiones. Es un problema heredado del pasado. El Vaticano ordenó a los obispos acatar el orden constitucional republicano, y las jerarquías de la Iglesia adoptaron, en general, una postura de prudencia y acatamiento.

Entre el 6 y el 11 de mayo tuvo lugar el asalto e incendio de conventos e iglesias en Madrid, abriendo la brecha entre la Iglesia y el Estado. El nuncio monseñor Tedeschini recomendó calma y el Cardenal-Primado de España, Pedro Segura, hizo una declaración favorable a la monarquía.

La quema de conventos no fue solo en Madrid. El odio se trasladó a Alicante, Córdoba, Málaga, Cádiz y otras localidades. Los bulos del taxista asesinado por los monárquicos y el pretexto de haber oído como desafío la Marcha Real en las instalaciones del periódico ABC fueron una pobre excusa. Había una consigna: atacar a la Iglesia.

Separación Iglesia y Estado. La Proclamación de un Estado Laico. Otro asunto era la separación oficial Iglesia-Estado reflejada en el artículo 3 de la Constitución. El Estado español no tiene religión oficial, se declara como un Estado no confesional, lo que inmediatamente es calificado de ateísmo. En el artículo 26 se califica a las confesiones religiosas de asociaciones especiales y se fiscaliza la actividad de las Órdenes Religiosas. A la vez se fiscaliza la actividad de las Órdenes, prohibiéndolas la industria, el comercio y la enseñanza. La secularización radical provocó la guerra diplomática con el Vaticano y la separación de los católicos. Se condenó a la Iglesia a desaparecer.

  1. El Problema Agrario. El Gobierno prometió la redención del campesinado. Para ello intentó aliviar la posición de los arrendatarios prohibiendo a los dueños de las tierras la expulsión de los más pobres. Se proclamó la jornada de ocho horas para las faenas agrícolas. Desapareció poco a poco la prohibición de tutela o de sometimiento absoluto del pequeño agricultor sin propiedad a su dueño de forma legal.

La complejidad técnica del tema chocaba con la mentalidad de los juristas y los fuertes intereses asociados a una mentalidad caciquil y terrateniente de cientos de años. Se produjo una auténtica sucesión de medidas legislativas y proyectos y el resultado fue una ley compleja de difícil aplicación. Un primer proyecto proponía no expropiaciones sino ocupaciones temporales de duración intermedia sin indemnización. Se creó la Agrupación Nacional de Propietarios de Fincas Rústicas para defenderse del proyecto, que finalmente se abandonó. Un segundo proyecto fue elaborado por Alcalá Zamora, reducía las fincas afectadas a las de la nobleza, absentistas y caciques, y preveía esta vez unas tasas altas de indemnización, lo que originó gastos excesivos en el Tesoro y también fue inaplicable. Un tercer proyecto fue más radical, un cuarto fue más moderado, un quinto reducía a simples incautaciones los latifundios, otro sexto proyecto moderado fue obstruido por los propietarios. Todo ello indicaba falta de madurez política para afrontar el tema. Para 1932 se llevó a cabo otro proyecto que solo vio aprobados cuatro artículos de los 24 de que se componía. El frustrado levantamiento de Sanjurjo en Sevilla paralizó las discusiones y al final quedó aprobado para septiembre. La Reforma afectaba a propiedades excesivamente grandes entre 100 y 750 Ha, según la calidad de los cultivos y dependiendo de la tipología social a la que pertenecía el propietario, dando una especie de consideración sociológica. A los campesinos se les otorgaba el usufructo, pero no la propiedad, que se reservaba el Estado. Pero hubo diferencias en la realización del tamaño de las propiedades: los republicanos querían un reparto equitativo fomentando la pequeña propiedad. Los socialistas optaron por grandes fincas. La ley se zanjó permitiendo los dos procedimientos. Pero la aplicación de la reforma suscitó errores aparte de la confusión:

  • La expropiación de las tierras arrendadas sin distinción afectó a muchos pequeños propietarios.
  • La expropiación de ruedos o tierras que rodeaban a los pueblos afectó a los minifundios gallegos de mediana y pequeña extensión, muy poblados y sin embargo no afectó a los grandes latifundios andaluces, lesionando intereses de los pequeños propietarios.
  • El regular solamente los cultivos permitió que los grandes propietarios se sirvieran de su dominio sobre bosques y ganados.
  • Al no limitar el ámbito de la ley, se aumentaron los gastos por el número de oficinas y de personal, cuando el objetivo era controlar las de los latifundios.
  • Hubo un cálculo erróneo de gastos e insuficiencia de fondos.

Con el triunfo electoral de las derechas en noviembre de 1933, el ritmo de asentamientos se hizo muy lento y nuevas disposiciones anularon los artículos de la ley. En agosto de 1935 se aprobó una nueva Ley redactada por Velayos. El sector social de la CEDA, el partido en el poder que la elaboró, sufrió los ataques de los latifundistas. La Ley Velayos permitía el despido libre de los colonos por parte de los propietarios que presionaron sobre el Gobierno y se devolvían muchas tierras expropiadas. En febrero de 1936 triunfaba el Frente Popular, el proyecto puesto en marcha en 1932 se radicalizó. La rivalidad desembocaría en la guerra.

  1. Una España Autonómica: Los Estatutos Regionales. En la Constitución de la República (9 de diciembre de 1931) «se articula el Estado español en municipios, provincias y regiones que se constituyen en regímenes de autonomía». Dichas regiones dispondrían de un Estatuto que ha de ser solicitado por la mayoría de sus ayuntamientos, aceptado por las dos terceras partes de sus electores y aprobado por las Cortes.

El Estatuto Catalán. En el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) los catalanistas habían presentado a las fuerzas de oposición monárquica el tema de un estatuto redactado libremente por Cataluña. El día 14 de abril, Maciá proclamaba en Barcelona el Estado catalán. Después se rectificó encuadrándolo en la República federal española, un subterfugio del auténtico deseo, el de Independencia. La actitud de Maciá, fundador de Esquerra Republicana de Catalunya, quebrantaba el Pacto de San Sebastián. El conflicto se resolvió amistosamente sustituyendo el término «Estado catalán» por el de «Generalitat». El Estatuto catalán se aprobó el 2 de agosto de 1931. Garantizaba a los catalanes las aspiraciones con la Generalitat que se convirtió en el órgano de gobierno de la región. Constaba de un Parlamento, el presidente, elegido por el Parlamento catalán, y el Consejo Ejecutivo, equivalente al Consejo de Ministros. Era un gobierno paralelo. Maciá fue elegido primer presidente de la Generalitat, y Companys lo fue como presidente del Parlamento. Después vino la lucha por la implantación del catalán como idioma oficial de la región, pero se aseguraba al castellano como idioma oficial de la República. Se produjo un revuelo enorme en las discusiones por el excesivo poder de los regionalistas que buscaban la invertebrabilidad de España. Azaña se impuso a favor de los catalanes con el afán de intentar vincular de nuevo a los catalanes a la República, cosa que no logró plenamente. La aprobación definitiva suscitó las divisiones y las rivalidades. El Estado español se rebajó y concedió las libertades y privilegios que no correspondían, en un régimen de igualdad, pluralismo y solidaridad, a unas regiones respecto de otras.

El Estatuto Vasco. No se llegó a firmar. Los nacionalistas vascos intentaron proclamar el Estado vasco el 17 de abril de 1931. Los vascos defendieron sus fueros y una religión católica que consideraban muy especialmente suya. Las razones del fracaso del Estatuto de Euskadi fueron internas, sobre todo. Los dirigentes vascos eran más conservadores, dificultando la relación con el régimen republicano. Las fuerzas industrializadoras y modernizadoras del País Vasco no tenían una representación nacionalista plenamente y estaban divididas. Por otro lado, las fuerzas conservadoras no reflejaban una necesidad de independencia al estar separadas, ya que estaban divididas entre nacionalistas y carlistas. El País Vasco sentía debilidad por unir sus pretensiones a Navarra, pero esta abogaba por la defensa de su propia foralidad. Además, Navarra era esencialmente carlista. La representación nacionalista no era homogénea ni por razones históricas ni sociológicas, cuya representación no era igual por tanto en Navarra y Álava por un lado, como lo era en Guipúzcoa y en Vizcaya.

El Estatuto de Galicia recogía las aspiraciones del ORGA (Organización Regionalista Gallega), dirigidas por Santiago Casares Quiroga, pero no fue relanzado hasta 1936 por el Frente Popular.

  1. Los Movimientos Obreros.

La República intentó integrar a las masas obreras en la vida del régimen, pero el papel del obrerismo jugó un papel propio. No obstante, sin el peso del PSOE, la República no se hubiera consolidado. Se incidió en la realización de obras públicas, la transformación de la enseñanza o el impulso en la reforma agraria, tergiversando el sentido primero de una República que no pretendía ser socialista. El PSOE se dividió en 1932 a raíz de su XIII Congreso. Se inició una escalada revolucionaria que culminó en la sublevación comunista de octubre de 1934.

Los socialistas fueron creyendo que no debía producirse el triunfo de la derecha en un estado pretendidamente pluralista y en medio de un proceso electoral. Los anarquistas desde el primer momento pensaron en la posibilidad de derribar el Estado republicano, mediante la subversión violenta. Entre los anarquistas hubo dos sectores cada vez más separados y radicalizados:

a) El posibilista, encabezado por antiguos líderes que participaron de la idea de un entendimiento con el Gobierno, adecuando sus tácticas a la moderación.

b) Ultras: encabezado por nuevos líderes. El enfrentamiento entre radicales y moderados se saldó con la expulsión del grupo de treinta miembros que respaldaban las posturas de Ángel Pestaña (posibilista). Bajo la dirección de los ultras, se produjo toda una oleada interminable de huelgas, sabotajes, atentados y asaltos contra la República. Su propósito era la revolución libertaria.

La prensa anarquista no dejó de anunciar la “revolución inminente”. En 1932 tuvo lugar el levantamiento anarquista en el Alto Llobregat. Paralelamente tuvo lugar la rebelión de Casas Viejas (Cádiz), donde se hizo famoso “Seis dedos” y su hija disparando contra las fuerzas del orden, y Castilblanco (Badajoz), donde el capitán de la Guardia de Asalto, Rojas, ató y fusiló a varios prisioneros desarmados. Los campesinos mutilaron los cadáveres de los miembros de las fuerzas de seguridad. Los hechos llegaron con gran confusión a las Cortes y allí se debatió como auténtica refriega dialéctica. Azaña ordenó “tiros a la barriga sin piedad ni cuartel”. El hambre y la ignorancia ante la posibilidad de redención social impulsaron a una actitud milenarista a los líderes campesinos: la lucha armada. La Guardia de Asalto (cuerpo creado por la República) y la Guardia Civil tomaron a sangre y fuego las poblaciones de Castilblanco y Casas Viejas. Hubo docenas de muertos.

El anarquismo sostenía en su órgano “La Revista Blanca” y en sus dirigentes, Federica Montseny y Federico Urales: la negación de un programa o un plan, así como la defensa de una postura espontaneísta, fieles a su principio de no estar atados a nada. Por contra, Pestaña y Peiró postulaban por un entendimiento sobre la base de una filosofía sindicalista. A la vez existía una postura intermedia, necesidad de un programa, pero opuesto al sindicalismo, que solo se debe aplicar en la industria, no en el campo.

  1. La Enseñanza. La enseñanza constituyó una de las preocupaciones básicas del gobierno de Marcelino Domingo y Fernando de los Ríos luego al frente del Ministerio de Instrucción Pública. Se crearon miles de escuelas y aumentaron el sueldo de los maestros. Se acometió la tarea heredera de la Institución Libre de Enseñanza y la Escuela Moderna.

Pero la enseñanza, como otras instituciones, sufrió la censura y el control republicano del gobierno a raíz de la aprobación de la Ley de Defensa de la República, salvaguardando de todo ataque oral o de hecho contra el sistema, anulando la libertad de cátedra. Desde 1934 se pondría de manifiesto toda una campaña.

El Bienio Conservador (1933-1936)

Los sucesos de Casas Viejas, Castilblanco y el golpe frustrado de Sanjurjo en Sevilla (10 de agosto de 1932) socavaron el prestigio de este primer bienio republicano. En las elecciones de noviembre de 1933, la CEDA obtuvo 108 votos y 100 los radicales de Lerroux, que giraron hacia el conservadurismo. Los partidos socialistas (reducidos a la mitad) y los de Azaña y Marcelino Domingo fueron barridos en las urnas.

Así nació la llamada “República de Derechas”. Lerroux, ante las grandes dificultades que tuvo para gobernar, recurrió a su alianza para constituir un gobierno más sólido. Lerroux y Alcalá Zamora resultaron incompatibles. Se produjo una secesión en el partido radical y el abandono de Martínez Barrio. El signo de la política se invirtió en relación con la etapa anterior: suspensión de la ley de Congregaciones y Agraria, baja de salarios, amnistía a Sanjurjo, así como a los implicados en el levantamiento del 10 de agosto. Esta actitud fue o bien por evidente simpatía de algunos sectores o por no crear más desavenencias. La reacción de la izquierda, los anarquistas y los socialistas, estimulados por el “Lenin español”, Largo Caballero, fue de creciente violencia. Por su parte, se formó un gabinete con un radical de derechas. En Cataluña se mantuvo la situación política de izquierdas mientras en Madrid gobernaba un gabinete de centro-derecha. En 1934, el Parlamento catalán aprobó una ley de contratos de cultivo que protegía al colono; los propietarios encuadrados políticamente en la Lliga recurrieron al gobierno de Madrid para que la declarara anticonstitucional. El Tribunal de Garantías Constitucionales declaró la incompetencia del Parlamento catalán para la aprobación de la ley, suspendiéndose. Las diferencias entre regionalismo de los propietarios y sus intereses, la aplicación de los Estatutos, fue tanto más difícil cuando a esta dificultad se añadieron las divergencias entre el Gobierno central y el Parlamento catalán.

La Sublevación de 1934: El Primer Ensayo de Guerra Civil

En 1934, la CEDA entró en el gobierno. Tal decisión fue rechazada por las fuerzas revolucionarias y separatistas, promoviendo una sublevación general en Asturias por los mineros (impulsados por los socialistas) y en Cataluña, donde Companys proclamaría la República Independiente de Cataluña. La izquierda pretendía derribar el gobierno de derechas. El fracaso de este alzamiento provocó la represión. Hubo cientos de muertos y miles de heridos. Se produjo la definitiva separación entre izquierda y poder republicano, por un lado, y por otro la separación entre izquierda y derecha, el hundimiento de los socialistas, el divorcio entre fuerzas políticas antagónicas.

El Escándalo del Estraperlo y la Caída del Bienio Conservador

En 1935 se produjo un gran escándalo económico: el escándalo del estraperlo. Se intentó la concesión fraudulenta de la introducción en España de unas máquinas de juego, lo que destrozó al partido radical. Se acusó a Lerroux de recibir sobornos y dimitió, y se convocó un nuevo gabinete sin apenas apoyo parlamentario. Se convocaron elecciones.

Las Elecciones de Febrero de 1936 y el Triunfo del Frente Popular

Asistieron a las elecciones el Bloque Nacional y el Frente Popular, construido a semejanza de Francia y con influencia de la V Asamblea de la Komintern. El PCE, aunque en minoría, ya estaba dentro de una coalición de partidos burgueses.

El Frente Popular triunfó y se rumoreó el 19 de febrero la existencia de un golpe militar. Portela, que acababa de ser nombrado Jefe del Gabinete, dimitió entre el miedo y la incompetencia para hacer frente a la situación. Así fue como Azaña, que había conspirado ilegítimamente contra Alcalá Zamora, adquirió la presidencia de la República. Alcalá Zamora, desengañado, se retiró de la vida política. Se notó una atmósfera enrarecida, no había gobierno estable y las instituciones acababan de perder el sentido firme de la obediencia constitucional y al derecho. Prueba de este clima de violencia y del principio de desgobierno fue la detención y posterior fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera. Los dirigentes de Falange serían asesinados o caerían en el frente.

Conclusión: El Camino hacia la Guerra Civil

El camino hacia la guerra comenzó con la actitud ambiciosa y de dudosa legalidad de Azaña, que no pudo saborear su triunfo. Careció de influencia sobre unas masas que tomaron la calle, dejando el sistema desnudo de legalidad institucional. El socialismo se dividió definitivamente. Prieto denunció los incendios, las huelgas salvajes y los atentados en su discurso del Primero de Mayo en Cuenca. Pero Largo Caballero enloqueció a las masas mediante la aproximación a comunistas y anarquistas, intentando la fusión de la CNT y la UGT. Se expandieron por la izquierda y la derecha los movimientos antirrepublicanos. Los requetés aumentaron el número de hombres armados. Los anarquistas aprovecharon el descontrol para iniciar la ocupación de las tierras del campo. El problema del orden público se convirtió en la más grave provocación. Las milicias extremistas (UHP anarquista y Brigadas del Amanecer de Falange) actuaron impunemente asesinando a ciudadanos de uno y otro signo. La república se había ido desacreditando poco a poco, lentamente, desde los escándalos y las crisis políticas, los asaltos de Arnedo, Casas Viejas, Castilblanco, el golpe de Estado de Sanjurjo, los escándalos económicos como el estraperlo, la crisis económica de los años treinta que ahora llegaba a España. El fatalismo de una situación que se escapaba de las manos llevó a España a la Guerra Civil.

La Guerra Civil Española y el Nacimiento del Estado Franquista (1936-1939)

Contexto Europeo

El periodo de entreguerras (1919-1939) es el comprendido entre el final de la Primera Guerra Mundial y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Hubo un rearme generalizado a nivel mundial y un clima de violencia.

Causas Internas del Conflicto

Las causas del estallido de la Guerra Civil española comenzaron a aparecer a partir de la segunda mitad del siglo XIX, a raíz de los problemas políticos, sociales y económicos que no llegaron a solucionarse.

Una de las causas fundamentales de la Guerra Civil fue el descontento de la población por la constante manipulación política. Después de la revolución de 1868 y tras finalizar la I República española (1873-1874), se restauró la monarquía borbónica en España. El nuevo sistema político consistió en la alternancia en el poder del partido liberal y el conservador, dirigida por el gobierno a través de los caciques, que controlaban a los votantes mediante la persuasión y la violencia para que el resultado de las elecciones fuera el esperado. Incluso, si el resultado de la votación no era el deseado, se manipulaba; este fraude electoral se denominaba pucherazo.

El caciquismo tuvo más relevancia en las zonas rurales, ya que los campesinos dependían de los grandes propietarios, los cuales controlaban los ayuntamientos y dirigían la política local. En resumen, la fidelidad al cacique era necesaria para poder subsistir.

El Desastre del 98 causó el inicio de la crisis del sistema político de la Restauración, y el caciquismo desapareció definitivamente al volver a la democracia con la II República española.

Los factores que más peso tuvieron en el surgimiento del conflicto bélico fueron la desigualdad social y los enfrentamientos ideológicos, muchos de ellos caracterizados por un fuerte carácter decimonónico.

El desigual desarrollo socioeconómico impulsó a los desfavorecidos a luchar por sus derechos. Por otro lado, la idea de retraso y el complejo de inferioridad respecto al resto de potencias europeas tras el Desastre del 98 se mantuvo muy presente entre los españoles, pero se manifestó de distinta forma según la ideología: por un lado, los antipatriotas que simplemente querían olvidar el pasado y avanzar (izquierda); por otro lado, aquellos que se empeñaban en revivir el pasado, sin intención de avanzar (derecha); entre estos dos extremos se encontraba la minoría compuesta por los liberales y liberal-conservadores, que pretendían adaptar y modificar lo antiguo para adaptarlo a lo nuevo. Los dos extremos se enfrentaron constantemente para defender sus ideales: izquierda revolucionaria y derecha contrarrevolucionaria.

El auge de la izquierda radical dio lugar a ideologías como el antipatriotismo, anticlericalismo, antimilitarismo o antiburguesismo, debido a la asociación de los términos patriotismo, militarismo, clericalismo, burguesía, etc., con el fascismo.

El antipatriotismo fue una de las principales características de esta época: el internacionalismo sustituyó al sentimiento nacionalista. Los partidarios de esta ideología compararon España con otras potencias europeas, manifestando su complejo de inferioridad respecto a estas y afirmando su descontento con un país que pretendían cambiar mediante la violencia.

Por otra parte, los anticlericalistas pretendían separar la Iglesia del Estado, ya que consideraban esta unión como una idea anticuada e innecesaria, debido al creciente laicismo de la población. Se responsabilizó a la Iglesia del retraso y se la acusó de ser un instrumento de dominación social y político.

El bando republicano atacó directamente a las iglesias, sus fieles y sus integrantes, ya sea con los incendios a iglesias o con los fusilamientos a clérigos y monjas.

La prensa y propaganda de ambos bandos tuvieron un papel muy importante en este periodo al informar de los acontecimientos a todo el país, lo que aceleró los acontecimientos.

La obsesión por acabar con todos los símbolos llevó a los revolucionarios a cometer toda clase de actos violentos.

Por desgracia, España perdió a gran parte de sus intelectuales, que, o se mantuvieron neutrales, o fueron perseguidos, encarcelados, fusilados o exiliados por su ideología. Muchos de estos intelectuales se vieron forzados a cambiar su ideología con el fin de sobrevivir.

El antimilitarismo también estuvo muy presente entre los españoles durante el periodo que precedió a la Guerra Civil por diversos motivos, como su ineficacia respecto a sus funciones (pérdida de las últimas colonias españolas en 1898), su abuso de poder, su identificación como símbolo de coacción y defensa de la unidad nacional y legalidad vigente (frente al antipatriotismo predominante y las constantes rebeliones). Dentro del propio ejército surgió una división entre militares republicanos antifascistas y la UME (Unión Militar Española). La obligación del ejército por mantener el orden llevó a constantes enfrentamientos, que fueron aumentando el ambiente de crispación entre la población hasta llegar a un punto en el que era insostenible.

La política reformista presente durante la II República pretendió cambiar las estructuras y el reparto de la propiedad en España, pero fracasó debido a la escasez de tiempo y a la brusquedad a la hora de ejecutar lo planeado. El descontento de gran parte de la población fue en aumento, aumentando simultáneamente la violencia. En España reinaban la anarquía y el desgobierno debidos a la mala gestión del gobierno republicano, que no supo cubrir todas las necesidades de la población, entre las que destacaban el paro, el hambre, el analfabetismo y la inexistencia de una revolución agraria.

Todos estos hechos, sumados a los intentos regionalistas vasco y catalán y las revoluciones de diversa índole extendidas por todo el país, dieron lugar a una inestabilidad total, que motivaría una conspiración militar para acabar con la república.

La República se había hundido, arrastrando con ella al país a la ruina económica, política, ideológica y social.

La necesidad de un cambio radical era indispensable, siendo imprescindible la erradicación del sistema de gobierno español y su sustitución por uno capaz de cambiar la situación.

Esta idea de cambio fue cogiendo fuerza entre los españoles, que comenzaron a inclinarse hacia un gobierno totalitarista.

El 18 de julio de 1936, tras un largo periodo de conspiración por parte de la derecha, se produjo un golpe de estado, que únicamente tuvo éxito en algunas ciudades y en el Norte de África. La resistencia de la población impidió la caída de las principales ciudades (Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia) y centros industriales. El fracaso del golpe fue evidente, pero el apoyo de gran parte de la población provocó el estallido de la Guerra Civil entre republicanos y nacionalistas.

La Conspiración Civil y Militar

El miedo o el odio en los sectores conservadores: monárquicos y cedistas, clases medias liberales y los grupos antirrepublicanos, Comunidad Tradicionalista (carlistas) y falangistas, hicieron posible la conspiración civil desde marzo.

Dentro del Ejército, Emilio Mola Vidal, capitán general de Navarra, llevó la coordinación y negociación con los carlistas de Álava, Navarra y Burgos, además de coordinar el golpe o pronunciamiento en las distintas capitales de provincia, así como en Marruecos y las islas Canarias y Baleares. Recibiría el apoyo de su secretario Félix Maíz y del teniente Galarza (apoyado el Técnico).

El asesinato de José Calvo Sotelo, en la noche del 13 al 14 de julio, adelantó el golpe al día 17 de julio.

El jefe militar designado para llevar a cabo el golpe sería el general José Sanjurjo, el más veterano, carlista y autor del fallido golpe del 2 de agosto de 1932. Moría al poco de atravesar en avión la frontera con Portugal, de donde venía a hacerse cargo del Movimiento Nacional.

El Fracaso del Golpe y el Estallido de la Guerra

El sustituto de Sanjurjo sería el general más joven y preparado del Ejército español y del ejército colonial o africanista, Francisco Franco Bahamonde. Franco fue el último en sumarse a la conspiración y alzamiento; se decidió al conocer el asesinato del jefe de la oposición, José Calvo Sotelo.

El golpe triunfó en las capitales de provincia, y fracasó en las grandes ciudades y núcleos industriales: el miedo, la indecisión y la ambigüedad en las órdenes hicieron fracasar el golpe en Madrid, donde las turbas asaltaron el Cuartel de la Montaña, originando una gran matanza.

En Barcelona, Goded tuvo que rendirse. En ambos casos, Fanjul en Madrid y Goded, fueron fusilados. También Ortiz de Zárate en Guadalajara y otros pagaron con la vida su fracaso.

El fracaso del golpe hizo estallar la guerra, ya que geográficamente, había nacionales en territorio republicano e igualmente rojos o republicanos en territorio franquista o nacional. La lucha de clases y el odio acumulado hizo estallar un conflicto que supuestamente o de forma oficial no quería nadie.

La Revolución en la Zona Republicana

La sublevación del 17 y del 18 en África y la Península hizo caer un gobierno tras otro. El poder estaba en la calle.

Los partidos y sindicatos del Frente Popular (UGT, CNT-FAI, UHP) crearon comités de Salud Pública y Tribunales Populares.

El gobierno era una sombra frente al poder de la calle, donde se crearon milicias, que controlaban la seguridad, las vías públicas y el abastecimiento.

Se incautaron comercios, medios de comunicación y transporte. Todo quedó en poder de las milicias.

Muy pronto hubo discrepancias entre anarquistas y comunistas, que tenían objetivos e ideologías muy distintas o enfrentadas, sobre hacer la revolución primero y la guerra después (anarquistas) o al revés (comunistas). Estos, por su parte, eran muy obedientes a Moscú, más que cualquier otro partido comunista europeo.

De inmediato se persiguió al sacerdote o al religioso, al faccioso, al contrarrevolucionario, al calificado como “fascista” o al “santurrón”. En Barcelona, las fábricas cayeron bajo la dirección de los comités de autogestión de obreros. En el campo se ocuparon las tierras, se fusiló a los dueños o estos tuvieron que huir.

La Guerra: Cruzada Ideológica y Conflicto Internacional

La guerra no era del Ejército contra el pueblo, ni del pueblo contra el fascismo, ni entre democracia y fascismo, dado que la democracia había dejado de existir en España. A los comunistas les interesaba apoderarse de la idea de ser ellos los buenos, los defensores de la libertad, pero era falso, si bien esa falsedad prosperó ante la ignorancia del mundo, que se vio atraído por lo que pasaba en España.

Lo cierto es que, sí se declaró desde Salamanca, la guerra como una cruzada ideológica, dado que la Iglesia apoyó la causa Nacional habida cuenta de la feroz persecución de los miembros de la Iglesia.

Desde el punto de vista europeo o mundial era una lucha entre fascismo y comunismo.

Franco pudo pasar de Canarias a hacerse cargo del ejército en Tetuán, el 19 de julio. Es falso que Franco dictara la muerte del general Balmes o que aquel tuviese que ver en el asunto, como quiere exponer Ángel Viñas.

Desde África y habida cuenta que la marina estaba en poder de la República (la marinería fusiló a los jefes y oficiales y se hizo con el mando de los buques de guerra) así como la aviación.

Franco debía trasladar sus unidades a la Península y para eso tuvo unidades menores, algunos destructores y los primeros aviones alemanes. Así se produjo el Paso del Estrecho, el día de la Virgen de África, el 5 de agosto, sin que el gobierno supiese cómo y dónde frenar el desembarco. Fue el Primer Puente Aéreo de la Historia.

Fuerzas Beligerantes

Efectivos Nacionales: Los efectivos del Ejército de África eran unos 37.000, a los que se sumaron otros 40.000 marroquíes, gracias a la ayuda del Gran Visir que declaró la Guerra Santa a la “república atea y materialista”. Los requetés en el Norte sumaron otros 45.000, y voluntarios falangistas unos 75.000. La mitad de los generales, un tercio largo de la oficialidad y otro de tropas subalternas se sumaron. Otros treinta mil…

El Gobierno Republicano: Tenía a su disposición el resto de los efectivos militares. Unos cincuenta mil pertenecían a la república, si bien, su fidelidad era forzada o relativa. Las milicias aportaron masas ingentes (unos 100.000), pero indisciplinadas, sin preparación militar. Creían que la guerra era un acto festivo y que podían ir o no cuando les apetecía.

Solo a partir de 1937 la creación de las Brigadas Mixtas o la creación del Quinto Regimiento dieron alguna preparación y disciplina, desde el PCE, sobre todo.

La Intervención Extranjera

La Guerra Civil constituyó un campo de pruebas de las grandes potencias que se iban a enfrentar en la Segunda Guerra Mundial. Pero nadie quiso participar de una forma abierta o trató de extender la guerra en Europa. Todo lo contrario, se trató de limitarla. El recuerdo de la Primera Guerra Mundial fue terrible, pero el deseo de lucha era mayor, al menos cuando el rearme en algunos países hubiese alcanzado cotas adecuadas.

Gran Bretaña y Londres crearon el Comité de No Intervención en la capital británica, pero los intelectuales ingleses, franceses y estadounidenses se vieron atraídos por una lucha romántica. Los traficantes de armas vieron una gran ocasión, al margen de los gobiernos.

Bando Nacional: Alemania envió a través de una Sociedad fantasma, una tapadera, municiones, armas y un grupo muy selecto de técnicos: La Legión Cóndor. Algunos carros de combate y potentes cañones. El personal no pasó de 6.000 hombres y por etapas, se iban relevando, no había nunca más de 3.000 individuos al mismo tiempo.

Italia dio una ayuda más generosa desde el principio, unos 55.000 hombres, no de mucha calidad, con muchos expresidiarios, que fueron liberados para combatir a mando de los generales Roatta o Bergonzoli. Mussolini también envió algunas tanquetas, bastante ineficaces. Por último, envió una importante aviación legionaria.

El Portugal de Oliveira Salazar aportó una importante colaboración logística, territorial y una legión de 8.000 voluntarios. Rumanía envió voluntarios, vinieron rusos blancos huidos de la URSS o europeos, así como de otros países centroeuropeos, en total unos 6.000 más aproximadamente.

Bando Republicano: La URSS de Stalin, considerado el mejor amigo de la República española, envió técnicos, unos 12.000 entre pilotos de aviones, de carros de combate o asesores de gobierno e instructores.

Desde noviembre de 1937, gracias al llamamiento de Moscú, desde Praga se preparó la llegada de las Brigadas Internacionales. Unos 40.000 al mando de André Martí. Se destacaron en el frente de Madrid, luego sucumbieron en el Jarama o en Brunete…

México y Cuba enviaron armamento muy pobre, excedentes de la revolución mexicana y algunos voluntarios. Francia envió armas y municiones de contrabando (aviones Bleriot).

Fases de las Operaciones Militares

  1. Fase Agosto a Diciembre de 1936: Fue una guerra de pocos efectivos, guerra de columnas desde el Norte (Mola) y desde el Sur, de Sevilla a Mérida, Badajoz, hasta contactar en Ávila hacia Madrid. Solo quedó libre la carretera de Valencia. En noviembre, el Gobierno republicano huyó a Valencia y quedó una Junta de Defensa al mando del general Miaja.

Destacaron los primeros grandes asedios como el del cuartel de Simancas que sucumbió ante la superioridad republicana en Oviedo, el Santuario de Santa María de la Cabeza en Jaén, donde el capitán de la Guardia Civil sucumbió al frente de sus hombres, mujeres y niños allí cobijados. El gran triunfo nacional fue la liberación del Alcázar de Toledo, el 27 de septiembre, tras 79 días de asedio, a cargo de los cadetes y guardias civiles.

Madrid resistió a pesar de los ataques sucesivos en la Casa de Campo y Ciudad Universitaria. Desde diciembre empezó un cerco por hambre, siendo bombardeada por la aviación y la artillería nacionales hasta el final de la guerra.

  1. 1937. Fue la segunda fase y donde se dieron las grandes ofensivas para desbloquear Madrid.

A) No solo en torno a Madrid: El Jarama, Guadalajara, Brunete. Esta última, muy bien concebida, no se supo culminar, a pesar de los éxitos iniciales. La resistencia en Villanueva de la Cañada y en Quijorna fue tal que el cuartel general de Franco en Salamanca pudo reaccionar enviando efectivos que operaban desde Santander a Brunete.

B) El resto de las grandes ofensivas se saldó con el triunfo nacional en Santander, Asturias y la caída del Cinturón de Hierro de Bilbao. El frente norte había caído en cuestión de semanas. También Málaga cayó en el Sur a favor de la causa nacional.

C) Aragón. Los republicanos intentaron una gran ofensiva primero sobre Belchite (agosto-septiembre de 1937), que conquistaron tras semanas de terribles combates, y luego sobre Teruel (noviembre de 1937 – enero de 1938), donde el coronel Rey-D’Harcourt tuvo que rendirse, y fue fusilado con sus oficiales.

Los nacionales se reorganizaron y reconquistaron Aragón. Los ejércitos nacionales reconquistaron Teruel. Los republicanos igualmente se batieron metro a metro en el cementerio. Belchite fue recuperada para la causa nacional y en abril de 1939 las tropas de Franco llegaban a Vinaroz, partiendo a la II República en dos mitades.

  1. 1938-1939 El Final.

Para junio-julio, la República, que huiría de Valencia a Barcelona, pudo reunir un Ejército de 150.000 hombres que pasaría a la ofensiva en el Ebro, el paso por Mequinenza, y capturaron algunas unidades de regulares, ganando unos 24 km, el 25 de julio. Pero el bando nacional reaccionó y se pudo tapar la brecha. Comenzó una gran batalla de desgaste, que se prolongó hasta mediados de noviembre.

Fue llamada el Verdún español. Murieron cerca de cien mil hombres, unos cincuenta mil por bando, pero la República agotó sus reservas, mientras que Franco disponía de un cuarto de millón de hombres entre Aragón y el Maestrazgo. Los ejércitos republicanos tuvieron que escapar hacia Barcelona. Cataluña cayó en enero de 1939 y quedaron dos grandes bolsas: una en torno a Alicante, Albacete, Ciudad Real, donde fueron copados medio millón de hombres, y en torno a Extremadura y Sur de Toledo.

Por el Perthus hacia Francia, desde Cataluña huyó el gobierno republicano al país galo. Otros huyeron desde Alicante a Mers-El Kebir, en Argelia. Madrid, que había quedado aislado, sufrió como en Cartagena una sublevación de efectivos anarquistas contra el comunista Negrín, que ordenó la resistencia a ultranza con idea de que prolongando la guerra podían conectar con la guerra mundial que se preparaba.

En Cartagena, los mandos comunistas vencieron a los rebeldes anarquistas, pero en Madrid la Junta de Defensa capituló y el 28, los ejércitos de Franco entraron en Madrid. El 1 de abril Franco firmó el último parte de guerra que sería radiado desde Burgos.

En septiembre de 1938 tuvo lugar el Pacto de Múnich por el que Hitler garantizó a Inglaterra y Francia la paz en Europa a condición de que Alemania recibiera los Sudetes checos. Se apremiaba a que se terminara la guerra en España, así que a los sectores de derechas e incluso pacifistas les vendría bien aislar el problema de España respecto de la guerra mundial que se preparaba. Los comunistas pensaban lo contrario: resistir significaba prolongar la guerra, aun a costa de los terribles sufrimientos de la población civil con persecuciones, bombardeos, hambre, etc.

Divisiones en el Bando Republicano

  1. La guerra civil entre comunistas del PSUC y anarquistas o mencheviques del POUM en Barcelona, en mayo de 1937, que se saldó con persecuciones y fusilamientos de los perdedores.

El final de la guerra en Cartagena o Madrid, en parte vino por estas divisiones. Igualmente no existía un mando único ni disciplina, mientras que en el bando nacional reinó la unidad y la disciplina en todo momento.

Pérdidas Humanas y Represión

Desde un primer momento se produjeron fusilamientos y depuraciones en los dos bandos. Los republicanos habían empezado antes de la guerra persiguiendo a la Iglesia, desde 1935 la caza del fascista. En 1936 se llevaron a cabo las matanzas de forma simultánea en cada bando.

a) En la zona nacional, depuraciones de elementos republicanos: maestros, miembros de casas del pueblo, casinos, alcaldes, gobiernos regionales. Una cifra sin determinar, unos 10.000. La victoria nacional trajo consigo, por la Ley de Responsabilidades Políticas, y desde 1939 a 1943, otros 60.000. A partir de 1944 cesó la persecución, con una serie de amnistías a excepción de los delitos de sangre. Si bien se conmutaban muchas penas de muerte por otras de presidio.

Fueron asesinados Julián Zugazagoitia, periodista, García Lorca. Machado murió envejecido prematuramente, enfermo y de pena. Pío Baroja se exilió a Francia. Ortega y Gasset a Argentina. Unamuno y Valle Inclán morirían, pero de viejos en 1937.

b) En la zona roja o republicana: fueron los sacerdotes y monjas, hasta 8.000 fusilados, torturados, estudiantes o seminaristas; falangistas o de la Comunidad Tradicionalista, militares, nobles y cualquier desafecto al régimen de terror comunista o sospechoso de ser contrarrevolucionario. En Paracuellos, las sacas de presos hallados en fosas comunes oscilan en torno a 6.000 ejecutados entre octubre a diciembre de 1936, también en Torrejón, Alcalá de Henares, Aravaca. El terror rojo se saldó con unas 75.000 víctimas. Tuvieron un papel destacado las checas, a imitación de las de Moscú, o cárceles improvisadas de interrogatorios y tortura.

Fueron asesinados intelectuales considerados de derechas.

Marcharon 500.000 de españoles al exilio. Muchos miles murieron en los campos de concentración franceses, ante la inoperancia del gobierno, que no supo qué hacer ante semejante avalancha de gente, si bien volvieron varios cientos de miles, escalonadamente, en años sucesivos.

Los fallecidos en la guerra oscilan entre 300.000 y 400.000. La Causa General (CSIC, 4 volúmenes) denunciaba la barbarie roja. Según el estudio de Serrano Suñer, en julio de 1940, primer documento que testimonia los crímenes, pero solo de la parte republicana.

El Nacimiento del Estado Franquista

Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia reconocieron el gobierno de Burgos desde marzo a abril, también muchos países hispanos: Uruguay, Argentina, Nicaragua…

Una serie de decretos construyeron el nuevo estado durante la guerra y después de ella.

Lo primero que se planteó fue el mando unificado, bajo una sola persona, pero con carácter temporal, solo con idea de dirigir la guerra con éxito en todos sus aspectos militares, políticos y administrativos. Tras la toma del Alcázar de Toledo, el 27 de septiembre, Nicolás Franco, hermanos del general, Queipo de Llano, Yagüe, Kindelán y otros mandos se reunieron en Salamanca para elegir al candidato. Mola no, porque había fracasado en su aplicación del pronunciamiento dado que había degenerado en la guerra. Así fue posible crear un gobierno, a la sombra de la Junta Nacional Militar que dirigía la guerra. El 30 de septiembre, Miguel Cabanellas dio el mando supremo de las fuerzas de mar, tierra y aire a Franco, le nombraba jefe del Gobierno y del Estado español en Salamanca. El 1 de octubre se hizo patente en Burgos. Franco no solo era el caudillo designado por la Historia sino también el generalísimo, con un poder total.

El primero fue el decreto de abril de 1937, por el que Franco ordenó:

  1. La derogación de los partidos políticos y sindicatos republicanos.
  2. Se creó un partido único, uniendo a la Falange Española y las JONS con la Comunión Tradicionalista.
  3. Por último, había una coletilla que daba a entender que esta situación momentánea ponía las bases para un futuro en que “España volvería a recobrar aquel sistema que históricamente le dio sus mejores laureles”.

En 1938 tuvo lugar la creación de la I Ley Fundamental del reino: el Fuero del Trabajo, por el que se exponía el derecho y obligación del trabajo no solo para reconstruir el país sino por constituir fuente de riqueza colectiva y bienestar social.

En 1942 tuvo lugar la II Ley Fundamental o Ley de Apertura de Cortes, monocamerales (una sola cámara). Sería un órgano consultivo, formado por Procuradores y comisiones de trabajo, pero sin decisión.

En 1945 se decretaron:

  1. III Ley Fundamental: El Fuero de los Españoles o especie de catálogo de derechos y obligaciones de los españoles dirigidos a la convivencia pacífica.
  1. IV Ley Fundamental: Ley de Referéndum Nacional. No existían elecciones y el referéndum era una consulta al pueblo o plebiscito, con un supuesto carácter vinculante. La única vez que se aplicó fue a los 25 años de paz y en 1966 con objeto de aprobar la Ley Orgánica del Estado, aplicable en 1967.

En 1947:

V Ley Fundamental: Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado. Franco dispuso su sucesión el 20 de julio de 1969 en la persona de Don Juan Carlos de Borbón, hijo del legítimo heredero al trono de España, Don Juan.

En 1958:

VI. Ley Fundamental: Ley de Principios del Movimiento Nacional, reiteración de los principios de un Estado corporativo, con una estructura de Democracia Orgánica, según expusiera Serrano Suñer en 1942: Estado, Municipio, Familia.

1966:

VII. Ley Orgánica del Estado. Aprobada por Referéndum, aplicable en 1967, que anunciaba cierta liberación política.

Algunos principios y libertades, acorde con la supresión de censura previa en la iniciativa privada, discos, ediciones de libros, pero no en la pública (cine), y la Ley Fraga.

Hacia la Transición Española y la Monarquía Democrática

20 de noviembre de 1975: muerte de Francisco Franco.

1976: dimisión de Arias Navarro, Adolfo Suárez presidente.

Última Ley Fundamental:

1977. Por referéndum se aprueba la Ley de Reforma Política por Suárez. Surgen las libertades democráticas, partidos políticos, regresan los comunistas y socialistas desde el exilio. Preparación de la Constitución aprobada el 6 de diciembre de 1978 y refrendada por el rey.

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