16 Jun

La Filosofía de Nietzsche en Contraste con Descartes

Descartes: El Racionalismo y la Duda Sensorial

René Descartes es considerado el padre del racionalismo. Para él, la razón es el único instrumento fiable para alcanzar el conocimiento verdadero. Es universal, autónoma y capaz de guiarnos hacia la verdad si se utiliza mediante un método adecuado. Desconfía profundamente de los sentidos, ya que pueden engañarnos, y por ello desprecia el cuerpo que los alberga. La sustancia pensante (el alma o el «yo») es lo que verdaderamente define al ser humano. El cuerpo, en cambio, es solo una máquina. Desde el punto de vista epistemológico, Descartes propone un método inspirado en las matemáticas, basado en la intuición (captación directa de ideas claras y distintas) y la deducción (encadenamiento lógico de ideas), que nos conducirá al conocimiento riguroso y verdadero.

Nietzsche: Crítica al Racionalismo y Afirmación de la Vida

Friedrich Nietzsche, por el contrario, critica profundamente esta visión racionalista. Reivindica los sentidos y los instintos vitales que, según él, no nos engañan, sino que nos muestran la realidad tal como es: cambiante, múltiple y en constante devenir. Para Nietzsche, la que nos engaña es la razón, porque impone estructuras fijas y conceptos que suplantan la riqueza de la experiencia vital. Además, rechaza el dualismo alma-cuerpo heredado de Platón y reforzado por Descartes, y propone una nueva antropología, centrada en la unidad del ser humano y en la afirmación de la vida.

Nietzsche propone una transvaloración de todos los valores tradicionales, que considera decadentes y contrarios a la vida. Plantea la necesidad de ir más allá del bien y del mal para preparar el camino hacia un nuevo tipo de ser humano: el superhombre, símbolo de la superación del hombre actual y de la afirmación plena de la existencia. En el plano del conocimiento, considera que no existe una verdad absoluta, como creían Platón o Descartes. La razón impone conceptos como unidad, duración o esencia, que distorsionan la realidad. En su lugar, Nietzsche propone el uso de la metáfora, como forma más fiel de expresar la experiencia del mundo. El lenguaje, al propagar los conceptos racionales, se convierte en un medio de engaño, y por eso Nietzsche lo cuestiona profundamente.

Conceptos Clave en la Obra de Nietzsche

La Gaya Ciencia: Un Saber Gozoso

La Gaya Ciencia está formada por cinco libros y un epílogo poético. Los cuatro primeros vieron la luz en 1882. Cinco años después, cuando las intuiciones del proyecto filosófico de Nietzsche, tales como la crítica a la metafísica occidental o la afirmación de lo real como voluntad de poder, estaban ya desarrolladas en otros textos, se hizo una segunda edición que incorporaba un quinto libro y las “Canciones del príncipe Vogelfrei”. La obra de 1882 (libros I-IV) funciona como puente que comunica su segundo periodo filosófico, el llamado periodo ilustrado (la obra más famosa de este periodo es Humano, demasiado humano, de 1878), con el de plena madurez, iniciado con la obra Así habló Zaratustra (1884), que culmina con el gran proyecto de La voluntad de poder. En todas las obras de este periodo ilustrado expone su filosofía como afirmación de la vida, su crítica a la moral tradicional y su nueva propuesta moral, la moral del superhombre, así como su teoría acerca de la verdad. «Gaya» significa algo así como alegre. De este modo, la Gaya Ciencia viene a ser el saber (o la ciencia) alegre. Intencionalmente, Nietzsche ha querido unir dos conceptos que se han tomado como antagónicos: el saber (la ciencia) y la alegría, afirmando una nueva forma de saber: el saber gozoso y jovial. Esta nueva forma de saber es la de quienes afirman la vida y la aman con todas sus consecuencias. En esta obra presenta su idea de la muerte de Dios y desarrolla sus consecuencias, tanto en la moral y en los valores que encarna en relación con el ser humano concreto y real, como también en la ciencia y el conocimiento (el concepto de verdad y su relación de dependencia con la voluntad). Para Nietzsche, ni historiadores ni psicólogos han analizado el verdadero origen de la moral (genealogía de la moral). Para hacer un análisis preciso de la moral hay que asumir el nihilismo como punto de partida, no como punto de llegada.

La Muerte de Dios: Un Vacío y una Oportunidad

Este concepto, que adopta un estilo claramente religioso, comienza cuando Zaratustra (un personaje histórico al que Nietzsche utiliza como símbolo de la inversión de valores, ya que Zaratustra fue precisamente el fundador del mazdeísmo, la primera religión que hablaba de un bien y un mal absolutos) baja de la montaña para predicar entre los hombres lo que ha descubierto: que Dios ha muerto, y que somos nosotros quienes lo hemos matado. «Dios ha muerto» no significa simplemente que Dios no existe. En esta frase, Dios representa cualquier tipo de realidad suprasensible y fija, contraria al devenir. «Dios» no es solo «Dios», sino también las ideas platónicas, el orden finalista del mundo, el positivismo científico, el deber, la moral objetiva, etc. «Dios» es la verdad fija y definitiva que Nietzsche ya ha rechazado anteriormente.

Nietzsche intenta ir más allá del simple ateísmo. Cuando un ateo dice «Dios no existe», está rechazando la creencia en un ser supremo sobrenatural, pero su afirmación sigue estando dentro de la metafísica tradicional, ya que cree que es objetiva y definitivamente «verdad» que Dios no existe. Está negando a Dios pero, según Nietzsche, continúa afirmando el lugar que este ocupaba, de manera que este lugar puede ser ocupado por otro concepto metafísico.

Nietzsche dice que Dios existía y ha muerto: en un momento de la historia los hombres débiles inventaron a Dios para justificar sus decisiones morales. De esa forma comenzó el nihilismo, que, como hemos dicho, lleva en sí el germen de su propio suicidio. Esa autodestrucción culmina cuando a la cultura occidental ya no le es posible creer en mundos ideales y suprasensibles ni en verdades definitivas. Entonces es cuando eliminamos a Dios, lo matamos porque ya no nos es necesario. Al desaparecer Dios, el mundo se queda sin guía, sin orden. El mundo deja de tener sentido, no se encamina hacia ninguna parte, sino que se limita a cambiar sin rumbo, en un simple y constante devenir. Esta situación es angustiante, reconoce Nietzsche, pero al tiempo implica una gran esperanza, ya que si el mundo no tiene sentido, eso significa que yo puedo darle el sentido que quiera.

El Superhombre y las Tres Transformaciones

Ante la «muerte de Dios» caben varias reacciones, que Nietzsche representa por medio de las tres transformaciones: el camello, el león y el niño que juega.

El Camello: Nihilismo Pasivo

El camello representa el nihilismo pasivo, es la persona que se siente feliz cargando con los valores ajenos (con el «deber» objetivo, con los mandamientos divinos, etc.). Cuando esos valores desaparecen, cuando ya no es posible creer en ellos, el camello se desespera, porque ya no encuentra sentido a su vida. El camello se da cuenta de que esos valores han desaparecido, pero no es capaz de renunciar a los sentidos absolutos.

El León: Nihilismo Activo

La segunda transformación, el león, representa el nihilismo activo. El león se alegra de que desaparezcan los valores tradicionales, y por eso contribuye a su destrucción. El león realiza la labor crítica imprescindible para que puedan postularse valores nuevos, pero él mismo no es capaz de crearlos, sino que se limita a negar (con lo cual, está todavía atrapado en el nihilismo histórico, pues niega en base a que dichos valores no son «verdaderos»).

El Niño que Juega: La Creación de Valores

La labor creadora se reserva para la tercera transformación, el niño que juega. Este niño sabe que no existen valores fijos ni sentidos absolutos, y en lugar de entristecerse por ello, aprovecha para postular sus propios valores, de una manera espontánea, ligera, fácil: igual que un niño inventa los personajes de sus juegos y disfruta siendo esos personajes sin creer que el juego sea «verdad», así el hombre que se encuentre en esta tercera etapa postulará valores, experimentará con la vida, sin caer en las trampas de la «verdad» y la metafísica. Este niño es el superhombre.

La Voluntad de Poder: Esencia de la Vida y Creación

Nietzsche define la voluntad de poder como la esencia de la vida: la vida se caracteriza por un querer, y lo que la vida quiere es poder. Se trata de un concepto derivado del de «voluntad de vivir» de Schopenhauer. En la versión de Nietzsche, la voluntad de poder es igualmente común a todos los seres y la base que determina la imagen del mundo que tienen estos. Nietzsche concreta este último aspecto afirmando que la realidad es tan solo devenir, pero que las necesidades del ser humano llevan a este a delimitar y organizar su experiencia. Esa delimitación no se fundamenta sobre una realidad objetiva sino sobre los intereses del sujeto, sobre sus valores, como ya hemos visto en un apartado anterior. La voluntad de poder no es, por tanto, sino el mismo impulso ordenador que en la primera época estaba representado por lo apolíneo. La voluntad de igualdad es así definida como la impotente voluntad de poder de los esclavos, de los desafortunados. Aquí puede constatarse que el sentido de la voluntad de poder no es la voluntad de dominio. El hombre vitalmente fuerte no precisa dominar a los demás ni imponerles sus valores para afirmarse, sino que le basta conocer el modo en que realmente actúa (dirigido por su voluntad de poder, y no por valores eternos inventados por voluntades débiles).

En la expresión «voluntad de poder», el término «poder» debe entenderse como desarrollo de las propias capacidades, como deseo y adquisición de lo que todavía no se es, y no como poder político o dominio sobre los demás. La voluntad de poder es la voluntad de crear, y en este sentido el artista que crea nuevas realidades sin atenerse a los convencionalismos es la expresión más plena de esa voluntad de poder. Nietzsche utilizó a menudo ejemplos de hombres superiores que lograron expresar su voluntad de poder, como Napoleón, Alejandro Magno o César Borgia, que parecen contradecir lo que acabamos de decir. Sin embargo, Nietzsche no destaca de estos personajes su éxito político o militar, sino fundamentalmente el haber planteado nuevas visiones acerca de la sociedad y el mundo, y el haberlo hecho basándose en su propia opinión, y no en justificaciones metafísicas. Por el contrario, Nietzsche no muestra sino desprecio por aquellos que acumulan poder gracias a su aceptación del orden convencional.

El Eterno Retorno: Una Actitud Vital

El eterno retorno es, según Nietzsche, la consecuencia lógica de la negación del concepto de «creación». Si el mundo no ha sido creado, entonces tiene necesariamente que ser eterno: no tiene ni principio ni fin. Pero, al tiempo, el mundo es finito, y en consecuencia tiene que haber un número finito de estados de cosas posibles. Ahora bien, si el mundo es infinito en el tiempo (eterno) pero los sucesos posibles son finitos, entonces estos tienen que repetirse una y otra vez. En eso consiste el eterno retorno: todo lo que sucede se repite eternamente. La vida que hemos vivido, volveremos a vivirla exactamente igual infinitas veces. No pretende ser una descripción de lo que realmente ocurre en el mundo (una intención que estaría muy alejada de las posturas generales de Nietzsche), sino que debe ser interpretada desde un punto de vista valorativo, como una actitud ante la vida.

El Eterno Retorno Griego vs. Nietzscheano

Para oponerse a la visión cristiana de la historia, Nietzsche no encontró nada mejor que el viejo modelo de la religión griega: el eterno retorno. Pero este modelo circular no es el mismo que plantea Nietzsche. El eterno retorno griego no suponía que se repitieran los mismos sucesos, sino las mismas fases, como todos los años se suceden en el mismo orden las estaciones, y eso no supone que todos los inviernos sean exactamente iguales. ¿Por qué alteró Nietzsche el concepto griego de eterno retorno? En realidad, porque no le servía para lo que pretendía decir. El eterno retorno griego también supone un orden abstracto, universal, distinto de las particularidades. Y lo que Nietzsche pretendía era un orden meramente particular, puro devenir, sin sentido ni orden predeterminado de ningún tipo. El eterno retorno así interpretado no sería propiamente la afirmación de que todo se repite, sino la afirmación de que no existe un sentido pasado-futuro, y por tanto que todo instante presente es eterno, entendiendo esto como que tiene sentido únicamente en sí mismo, y no dentro de una serie finalista (sea esta única o cíclica). Es, por tanto, la más radical negación del sentido trascendente. Y tiene un carácter más moral que cosmológico.

Ejemplo Práctico: El Parágrafo 125 de La Gaya Ciencia

Interpretación del Parágrafo 125

Este parágrafo de La Gaya Ciencia de Nietzsche aborda la temática central de la muerte de Dios.

La Búsqueda de Dios

El relato inicia con un personaje que busca a Dios en la plaza, armado con una linterna encendida en pleno día. Este símbolo representa la búsqueda desesperada de sentido y verdad en un mundo que ha perdido sus certezas trascendentales. Su búsqueda provoca burla entre los oyentes, quienes ironizan sobre la supuesta desaparición de Dios. Este detalle refleja la incredulidad y el escepticismo propios de la modernidad.

La Proclamación de la Muerte de Dios

El hombre loco afirma que «Dios ha muerto» y que los responsables de este acto son los propios seres humanos.

La Pérdida de la Moral

El texto describe el vacío que sigue a la muerte de Dios mediante imágenes de desorientación. Estas preguntas aluden a la ausencia de un eje moral, cósmico y existencial que oriente a la humanidad. La humanidad queda sumida en un estado de nihilismo, enfrentándose a la falta de sentido y propósito que antes otorgaba la religión.

La Incomprensión del Presente

Finalmente, el loco admite haber llegado demasiado pronto: el mensaje de la muerte de Dios no ha sido comprendido por sus contemporáneos. Esto subraya la dificultad de aceptar y afrontar las consecuencias de un cambio tan radical en la forma de entender la vida y el mundo.

Así, la temática central del texto explora el impacto del nihilismo y la desorientación cultural tras la pérdida de los valores absolutos encarnados por la idea de Dios. Nietzsche muestra que este fenómeno no solo genera una crisis de sentido, sino que también plantea un desafío monumental: la necesidad de reconfigurar la existencia y los valores humanos desde nuevas bases. La muerte de Dios no es una mera pérdida, sino una oportunidad y un desafío. La humanidad debe asumir su papel como creadora de significado, enfrentándose al abismo del nihilismo y al vacío dejado por la ausencia de certezas trascendentales. Sin embargo, Nietzsche advierte que este proceso requiere tiempo y que el verdadero alcance de este cambio aún no ha sido comprendido en su totalidad.

Críticas Fundamentales de Nietzsche

La Crítica a la Moral del Rebaño

Friedrich Nietzsche, uno de los filósofos más radicales del siglo XIX, realiza una profunda crítica a lo que él llama la «moral del rebaño», un sistema ético basado en la obediencia, la sumisión y el conformismo. Según Nietzsche, esta moral ha sido impuesta históricamente por los débiles y resentidos para protegerse del poder y la vitalidad de los fuertes, suprimiendo así la afirmación de la vida. En lugar de celebrar la individualidad, la diferencia y la fuerza creadora, la moral del rebaño exalta valores como la humildad, la obediencia, la compasión y la resignación, lo que, para Nietzsche, representa una decadencia cultural y espiritual.

Desde mi punto de vista, esta crítica nietzscheana es provocadora, pero contiene una verdad incómoda: en muchas ocasiones, las sociedades han construido sus valores sobre el miedo a lo distinto y a lo superior. El deseo de igualdad mal entendido ha desembocado en una nivelación que castiga el talento, la ambición y la excelencia. La moral del rebaño no solo limita al individuo, sino que lo castra simbólicamente, impidiéndole desplegar su verdadero potencial. Nietzsche no está en contra de la compasión o la justicia en sí, sino de cuando estos valores se convierten en mecanismos de control, en excusas para la mediocridad o en obstáculos a la grandeza.

Sin embargo, también hay que reconocer que una sociedad no puede sostenerse únicamente desde la perspectiva del «superhombre» nietzscheano. La convivencia requiere ciertos consensos morales que limiten el egoísmo desenfrenado. La clave, quizás, está en no absolutizar ni una ni otra postura: evitar el sometimiento del individuo a normas que lo asfixian, pero también evitar el desprecio elitista de toda moral comunitaria.

En definitiva, Nietzsche nos invita a cuestionar la raíz de nuestros valores, a no aceptar como «bueno» aquello que simplemente ha sido útil para controlar. Propone una transvaloración: sustituir los valores de la debilidad por valores que emanen de la fuerza, la vida y la creación. En este sentido, su crítica a la moral del rebaño sigue siendo vigente y necesaria, especialmente en un mundo que, muchas veces, premia la obediencia por encima del pensamiento crítico.

Lo Apolíneo y lo Dionisíaco: Crítica a la Modernidad

Friedrich Nietzsche es uno de los filósofos más radicales y provocadores de la historia de la filosofía moderna. Su crítica a la modernidad, particularmente a los valores que la acompañan, constituye un tema central en su obra. Para Nietzsche, la modernidad representa un proceso de decadencia, una negación de las fuerzas vitales que conforman la esencia humana. En este sentido, su pensamiento está marcado por una lucha constante contra lo que percibe como el dominio de la razón instrumental y el ascetismo moral, valores que considera propios de la cultura cristiana y que, a lo largo del tiempo, han penetrado en la sociedad moderna.

Nietzsche contrapone dos fuerzas primordiales que, según él, constituyen la esencia de la vida: lo apolíneo y lo dionisíaco. Lo apolíneo, asociado con la razón, el orden y la moderación, es un principio que domina gran parte de la cultura occidental desde la Grecia clásica. En contraste, lo dionisíaco representa lo irracional, lo instintivo, la vitalidad y el caos creador. Para Nietzsche, la verdadera grandeza humana se alcanza cuando estos dos principios se equilibran, lo que lleva a una vida más auténtica y rica en experiencias.

La modernidad, según Nietzsche, es la época en la que lo dionisíaco ha sido suprimido. En su lugar, la razón se ha elevado como el principio dominante, favoreciendo la lógica, la moralidad y la ciencia a costa de la emoción, el impulso vital y la transgresión. La creciente valorización de la racionalidad técnica y el progreso, bajo la influencia de la Ilustración y el cristianismo, ha sofocado la expresión de los impulsos más profundos y desbordantes de la humanidad. Nietzsche veía esta transformación como una pérdida crucial para la humanidad, que se había vuelto más racional y calculadora, pero también más distante de su naturaleza auténtica.

Desde esta perspectiva, la crítica de Nietzsche a la modernidad se basa en la denuncia de su tendencia a negar lo dionisíaco, a subordinar la vida y la experiencia a un modelo rígido y ordenado. La crítica nietzscheana no debe ser vista como una condena absoluta de la modernidad, sino como una invitación a recuperar lo dionisíaco. Nietzsche nos insta a rechazar los valores morales que limitan nuestra libertad y creatividad, y a abrazar un enfoque más vital y caótico de la existencia, que permita a cada individuo alcanzar su máximo potencial. Así, la recuperación de lo dionisíaco es, en última instancia, una afirmación de la vida misma, en toda su complejidad y contradicción.

La Muerte de Dios y la Secularización

Friedrich Nietzsche, en su famosa declaración sobre la «muerte de Dios», señala un cambio radical en los cimientos morales y espirituales de la civilización occidental. Esta afirmación no debe entenderse de manera literal, sino como una metáfora de la desaparición de los valores absolutos que la religión, especialmente el cristianismo, proporcionaba durante siglos. Nietzsche argumenta que la modernidad, con su impulso hacia la razón y la ciencia, ha llevado a la sociedad a la conclusión de que Dios ya no tiene cabida, generando un vacío existencial y moral.

La secularización, es decir, el proceso de alejamiento de la religión en la vida pública y privada, es crucial en la crítica de Nietzsche. A medida que la ciencia y el pensamiento racional ganaron terreno, la religión perdió su autoridad. Este proceso culminó en la Revolución Francesa, un claro ejemplo de ruptura con la Iglesia y la monarquía. La Revolución promovió principios como la libertad y la igualdad, pero también marcó el declive del orden divino que antes estructuraba la sociedad. Este es un ejemplo claro de la «muerte» de los valores que habían dado sentido a la vida.

Nietzsche no celebra la muerte de Dios de manera ingenua; la ve como una crisis existencial. En La Gaya Ciencia, dice que «hemos matado a Dios», pero subraya que esta desaparición no solo plantea un problema filosófico, sino también una amenaza para la estabilidad moral de la sociedad.

Hoy, la secularización sigue siendo evidente. En muchos países occidentales, la religión ha perdido influencia, lo que deja a las personas buscando significado en otras áreas, como la filosofía, la política y el consumo. Sin embargo, Nietzsche sugiere que este vacío no necesariamente debe llevar al nihilismo. La muerte de Dios ofrece, en su visión, la oportunidad de que los individuos creen sus propios valores, libres de las restricciones de la moral religiosa. Esta creación de nuevos valores debe verse como una afirmación radical de la vida, una oportunidad para que los seres humanos tomen responsabilidad plena por sus vidas, sin depender de una autoridad trascendental.

En resumen, la crítica de Nietzsche a la secularización y la muerte de Dios no es un lamento por la pérdida de lo divino, sino una invitación a la humanidad para que, enfrentada a la ausencia de un sentido predeterminado, se convierta en la creadora de sus propios valores y significados.

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