18 Abr
Impacto de la Primera Guerra Mundial en España (1914-1918)
Los efectos políticos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la posterior Crisis de 1917 constituyeron un punto de inflexión en el régimen de la Restauración. Su impacto fue decisivo en la crisis final del sistema.
Neutralidad y División Interna
El estallido de la Primera Guerra Mundial fue seguido de una declaración de neutralidad por parte del Gobierno español de Eduardo Dato, que obtuvo un respaldo generalizado. Sin embargo, la opinión pública se dividió profundamente entre aliadófilos (partidarios de los Aliados) y germanófilos (partidarios de las Potencias Centrales).
Consecuencias Económicas y Sociales
Superado el impacto negativo inicial, la Gran Guerra desencadenó un auténtico boom económico en España:
- Crecimiento significativo de la producción industrial y las exportaciones.
- Espectacular desarrollo de la construcción naval y el transporte marítimo.
- Expansión del crédito y la actividad financiera.
No obstante, la guerra también trajo consecuencias negativas. Las exportaciones masivas generaron escasez de alimentos y de materias primas en el interior del país, lo que se tradujo en una inflación altísima. Los enormes beneficios empresariales no repercutieron en aumentos salariales equivalentes, sino que ocasionaron el empobrecimiento general de los trabajadores. Ante esta situación, comenzaron las protestas populares: motines, disturbios y huelgas organizadas principalmente por la UGT (Unión General de Trabajadores) y la CNT (Confederación Nacional del Trabajo).
La Crisis Española de 1917
La Crisis de 1917 fue el reflejo de un profundo descontento generalizado que se manifestó en tres vertientes simultáneas: militar, política y social.
Crisis Militar: Las Juntas de Defensa
El descontento en el ejército surgió por la precaria situación económica de los militares y por la política de ascensos del gobierno, que favorecía a los militares combatientes en África (africanistas). En 1916 se crearon las Juntas Militares de Defensa, asociaciones de oficiales peninsulares que exigían al Gobierno mejoras profesionales y salariales. El Gobierno intentó disolver las juntas, pero ante la presión militar, tuvo que reconocerlas legalmente en junio de 1917 y promulgar la Ley del Ejército en 1918, cediendo a sus demandas.
Crisis Política: La Asamblea de Parlamentarios
La oposición política, muy crítica con el sistema turnista de la Restauración, decidió actuar. Impulsada por la Lliga Regionalista de Cambó, se convocó una Asamblea Nacional de Parlamentarios en Barcelona en julio de 1917, en la que participaron catalanistas, republicanos y socialistas (liderados por Pablo Iglesias). Exigieron la autonomía para Cataluña y la convocatoria de unas Cortes Constituyentes que elaboraran una nueva constitución para regenerar el país. Esta iniciativa fue disuelta por orden gubernamental y no tuvo continuidad.
Crisis Social: La Huelga General Revolucionaria
Tomando como referencia el ejemplo revolucionario de Rusia, la CNT y la UGT convocaron una huelga general indefinida el 13 de agosto de 1917. Tuvo un seguimiento bastante importante en Madrid, Barcelona y otras capitales, así como en las zonas industriales y mineras. La huelga adquirió un carácter revolucionario que pretendía derrocar al régimen monárquico. El conflicto duró unos cinco días en la mayoría de los lugares, excepto en Asturias, donde fue más violenta y se prolongó durante dos semanas.
Consecuencias de la Crisis de 1917
La triple crisis de 1917 dejó gravemente debilitado al régimen de la Restauración. El ejército se alineó finalmente con el Gobierno para reprimir duramente a los huelguistas. Por su parte, los parlamentarios reunidos en Barcelona, asustados por la radicalización y la amenaza de revolución social proletaria, depusieron su actitud y la asamblea se disolvió. A finales de agosto, la huelga estaba acabada, con un trágico saldo de aproximadamente setenta muertos y dos mil detenidos.
Agonía del Régimen y Conflictividad Social (1917-1923)
A partir de la crisis de 1917 y hasta el golpe de Estado de 1923, el régimen de la Restauración entró en una fase de agonía. La inestabilidad política crónica llevó a la formación de gobiernos de concentración nacional, que resultaron ser cada vez más inestables e incapaces de abordar los graves problemas del país. Estos gobiernos tuvieron que afrontar la creciente radicalización del movimiento obrero, especialmente virulenta en Barcelona.
El Auge del Sindicalismo y el Pistolerismo en Barcelona
La fuerte implantación de la CNT en Barcelona permitió al sindicato anarcosindicalista organizar una exitosa huelga de los trabajadores de La Canadiense (febrero-marzo de 1919), la compañía que suministraba electricidad a la ciudad. La huelga dejó paralizada y sin luz a Barcelona durante semanas. El conflicto desembocó en una huelga general que finalmente fue sofocada por la intervención militar y la intransigencia de la patronal.
Se entró en una espiral de violencia. Los empresarios respondieron con cierres de empresas (lock-out) y la contratación de pistoleros a sueldo para asesinar a líderes obreros. A su vez, algunos sectores anarquistas respondieron con atentados, mientras la policía aplicaba con frecuencia la llamada “ley de fugas” (ejecución extrajudicial de detenidos simulando un intento de huida). El clima de violencia alcanzó cotas extraordinarias en Barcelona, con un saldo de cerca de 300 muertos entre 1919 y 1923.
El «Trienio Bolchevique» en Andalucía
La conflictividad social llegó también con fuerza a la Andalucía rural. Los campesinos (jornaleros, aparceros y pequeños propietarios) denunciaban continuamente el injusto sistema de propiedad latifundista y sus miserables condiciones de vida y trabajo. Influenciados por la Revolución Rusa, entre 1918 y 1920 tuvo lugar el llamado “Trienio Bolchevique”, especialmente intenso en las provincias de Sevilla y Córdoba. Durante este periodo, se crearon sindicatos únicos que agrupaban a todos los oficios e industrias de cada localidad. Muchos municipios andaluces y extremeños llegaron a estar controlados por los comités de huelga, y se procedió a la ocupación y el reparto de tierras. El gobierno actuó con extrema dureza, declarando el estado de guerra y ejerciendo una fuerte represión para sofocar las revueltas campesinas.
La Intervención en Marruecos y el Desastre de Annual
Uno de los problemas más graves y persistentes durante la monarquía de Alfonso XIII fue la Guerra de Marruecos (con diversas fases entre 1909 y 1927). Su origen se remonta al reparto del Protectorado de Marruecos entre Francia y España, acordado en la Conferencia Internacional de Algeciras (1906).
Resistencia Rifeña y Primeros Conflictos
Las kabilas o tribus bereberes del Rif ofrecieron una gran resistencia a la ocupación española. Las tropas españolas, a menudo formadas por reclutas de reemplazo inexpertos y mal equipados, desconocían el terreno montañoso y tuvieron que enfrentarse a líderes nacionalistas carismáticos como Abd-el-Krim el Jatabi. La intervención militar a gran escala se inició en 1909, cuando los rifeños atacaron a los obreros españoles que construían un ferrocarril minero entre Melilla y las minas del Rif. La decisión del gobierno de Maura de enviar reservistas catalanes a Marruecos provocó el estallido de la Semana Trágica en Barcelona. Ese mismo año, el ejército español sufrió una dura derrota en el Barranco del Lobo, incidente que ocasionó numerosas bajas.
El Desastre de Annual (1921)
La penetración española en Marruecos continuó lentamente, estableciéndose formalmente el Protectorado en 1913. La Primera Guerra Mundial frenó temporalmente este avance, que se reanudó con más fuerza en 1919. El Alto Comisario, el General Dámaso Berenguer, emprendió una acción lenta y sistemática de control y expansión del territorio asignado a España. Sin embargo, en el verano de 1921 (julio-agosto), sucedió el Desastre de Annual. El general Manuel Fernández Silvestre, Comandante General de Melilla, inició una ofensiva precipitada para ocupar la región central del Rif. Se aventuró excesivamente, alejándose de sus bases de aprovisionamiento en Melilla. Sus tropas fueron cercadas por las fuerzas de Abd-el-Krim en la posición de Annual y, tras el colapso de las líneas, los soldados españoles emprendieron una caótica huida en desbandada hacia Melilla. Se perdieron alrededor de 13.000 vidas, incluyendo la del propio general Silvestre.
Consecuencias del Desastre y el Golpe de Estado
Los sucesos de Annual tuvieron importantísimas consecuencias políticas y militares:
- Aumentaron las críticas a la presencia española en Marruecos, haciendo la guerra aún más impopular.
- Acentuaron la división dentro del Ejército, enfrentando a los militares «africanistas» (partidarios de continuar la guerra) y los «peninsulares» (partidarios de abandonar Marruecos).
- Se abrió un intenso debate parlamentario sobre las responsabilidades del desastre. Se elaboró un informe oficial, conocido como el Expediente Picasso (por el general que lo dirigió), que investigaba las causas y señalaba negligencias a altos mandos militares e incluso insinuaba responsabilidades que salpicaban al propio rey Alfonso XIII.
Días antes de que el informe Picasso llegase a las Cortes para su debate, el Capitán General de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, dio un golpe de Estado (13 de septiembre de 1923) por el que se imponía una dictadura militar, poniendo fin al régimen constitucional de la Restauración.
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