20 Nov
La Consolidación del Estado Liberal (1833-1843)
La muerte de Fernando VII en 1833 marcó el inicio de una nueva etapa política en España. La aplicación de la Pragmática Sanción de 1830 permitió que su hija, Isabel II, fuese proclamada reina bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Este hecho provocó la oposición de los absolutistas que apoyaban al hermano del rey, Carlos María Isidro, quien defendió sus derechos sucesorios en el Manifiesto de Abrantes (1833), intentando impedir que su sobrina fuese reina.
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Esta disputa dinástica derivó en la Primera Guerra Carlista (1833–1840), un conflicto civil de gran dureza (véase mapa con los focos del conflicto) que enfrentó a los defensores del absolutismo tradicional con los partidarios del liberalismo.
Ideologías en Conflicto
- El Carlismo (Absolutistas): Representaba el mantenimiento del Antiguo Régimen, el poder de la Iglesia y la defensa de los fueros (su lema apoya estas creencias). Sus apoyos se concentraron en el norte rural —País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña interior y el Maestrazgo—, con bases sociales formadas por el clero, campesinos y pequeña nobleza.
- Los Isabelinos o Liberales: Defendían la monarquía constitucional y contaban con el respaldo de la burguesía, los funcionarios, los militares liberales y las clases urbanas.
La guerra, dirigida inicialmente por Zumalacárregui, se prolongó durante siete años con gran dureza. Pese a algunos éxitos carlistas, su incapacidad para ocupar grandes ciudades debilitó su causa. La radicalización política en el bando liberal llevó al Motín de los Sargentos de La Granja (1836), que obligó a la regente a restablecer la Constitución de 1812 y convocar Cortes Constituyentes. Estas aprobaron la Constitución de 1837, que establecía la soberanía nacional, la división de poderes y un sistema bicameral con sufragio censitario (véase esquema de la Constitución de 1837).
La guerra terminó con el Convenio de Vergara (1839), firmado entre los generales Espartero (liberal) y Maroto (carlista), que supuso la rendición parcial de los carlistas del norte a cambio del respeto de sus grados militares y la promesa de conservar los fueros.
Las Regencias y la Construcción del Estado Liberal
Regencia de María Cristina (1833–1840)
Durante la regencia de María Cristina se inició la construcción del Estado liberal. La regente intentó primero apoyarse en los moderados mediante el Estatuto Real de 1834, una carta otorgada que no reconocía la soberanía nacional. Sin embargo, la presión progresista y las necesidades de la guerra obligaron a adoptar reformas más amplias. En estos años se consolidaron las dos grandes corrientes del liberalismo:
- Los Moderados: Defensores del orden y de un sufragio muy restringido.
- Los Progresistas: Reclamaban una mayor participación política y libertades públicas.
Regencia de Espartero (1840–1843)
Tras la guerra, el enfrentamiento entre María Cristina y los progresistas por la Ley de Ayuntamientos provocó su abdicación en 1840. El general Espartero, héroe liberal del conflicto, asumió la regencia (1840–1843) con el apoyo de los progresistas. Su gobierno, aunque liberal, fue autoritario y aplicó políticas centralizadoras y librecambistas, lo que generó disturbios en varias regiones, especialmente en Cataluña. Finalmente, su impopularidad y la oposición de los moderados desembocaron en un pronunciamiento militar dirigido por Narváez (1843), que lo obligó a dimitir. Ese mismo año se proclamó la mayoría de edad de Isabel II, iniciándose su reinado efectivo.
Reformas Económicas y Sociales
La consolidación del liberalismo se acompañó de una profunda transformación económica y social. Las principales medidas fueron:
- Abolición de los Señoríos Jurisdiccionales y los Mayorazgos: Desmantelando las estructuras de propiedad del Antiguo Régimen.
- Desamortización de Mendizábal (1836): Esta medida expropió y vendió bienes eclesiásticos (disolución de órdenes religiosas y venta de bienes) con el fin de financiar la guerra y fortalecer la base social del régimen liberal. Aunque las tierras fueron adquiridas principalmente por la burguesía y grandes propietarios, debilitó el poder económico de la Iglesia y favoreció la creación de un mercado nacional.
- División Provincial de 1833: Impulsada por Javier de Burgos (véase mapa de la división provincial).
- Reorganización de la Hacienda Pública: Reforzando el Estado centralizado y uniforme.
En conclusión, el período 1833–1843 fue decisivo para la consolidación de la revolución liberal en España. La derrota del carlismo aseguró el trono de Isabel II y el triunfo del liberalismo, mientras que las regencias sentaron las bases del nuevo orden constitucional. Las reformas desmantelaron el Antiguo Régimen y crearon un Estado liberal burgués. Sin embargo, el sistema seguía siendo inestable y dependiente del ejército, preludio de los frecuentes conflictos y pronunciamientos que marcarían el reinado de Isabel II y buena parte del siglo XIX español.
El Programa Progresista: El Manifiesto de Manzanares (1854)
Contexto Histórico
Durante la Década Moderada (1844-1854), el Estado español se organizó bajo la Constitución de 1845, con un poder centralizado, sufragio censitario y fuerte control de la Corona y la Iglesia (Concordato de 1851). Destacó la boda de Isabel II en 1846 con Francisco de Asís. El descontento social por la falta de libertades, la corrupción política y la crisis económica propició el levantamiento de Vicálvaro (1854), que culminó con la publicación del Manifiesto de Manzanares.
Estudio del Documento
El Manifiesto de Manzanares es una fuente circunstancial-narrativa, de carácter político y público. Fue redactado por Antonio Cánovas del Castillo y firmado por el general Leopoldo O’Donnell tras el pronunciamiento militar de Vicálvaro, que puso fin a la Década Moderada y dio comienzo al Bienio Progresista.
El documento resulta de gran interés para comprender la evolución del liberalismo español del siglo XIX, ya que expresa de forma directa el programa político del liberalismo progresista, opuesto al dominio de los moderados y a la corrupción gubernamental. Su valor histórico radica en que muestra el paso de los simples pronunciamientos militares a movimientos con un contenido político más definido, apelando al pueblo y a la nación como fuente de legitimidad.
Idea Principal y Programa Político
La idea principal del Manifiesto de Manzanares es que recoge un conjunto de principios y reivindicaciones que expresan el ideario del liberalismo progresista, justificando el pronunciamiento militar contra el gobierno moderado y proponiendo la “regeneración liberal” de la monarquía isabelina.
Entre las ideas secundarias y reivindicaciones programáticas se encuentran las siguientes:
- Defensa de la Libertad y el Régimen Representativo: Proclama la defensa de las leyes y la libertad frente al “yugo de los tiranos” y reivindica la soberanía nacional y la participación política del pueblo mediante instituciones representativas.
- Mantenimiento de la Monarquía, Rechazo a la Camarilla: Mantiene la monarquía, pero rechaza la “camarilla que la deshonra”, exigiendo una monarquía constitucional con control parlamentario, sin influencias corruptas.
- Reforma de las Leyes Fundamentales: Propone la reforma de la ley electoral y la ley de imprenta, para ampliar la participación política y garantizar la libertad de expresión y de prensa.
- Rebaja de Impuestos y Meritocracia: Reclama la rebaja de los impuestos basada en una administración económica y eficiente, denunciando el despilfarro y la corrupción. Exige que en los empleos civiles y militares se respete la antigüedad y el mérito, sustituyendo el favoritismo por un sistema meritocrático.
- Descentralización Administrativa: Critica la excesiva centralización del Estado, que “devora a los pueblos”, y defiende la independencia local para que municipios y provincias gestionen sus intereses propios.
- Restablecimiento de la Milicia Nacional: Exige restablecer este cuerpo ciudadano encargado de defender los derechos y libertades frente al poder autoritario.
- Compromiso con la Voluntad Nacional: Plantea que las Juntas de Gobierno y las futuras Cortes Generales deben fijar las bases de la regeneración liberal, afirmando el compromiso del Ejército con la voluntad nacional.
Consecuencias: El Bienio Progresista (1854-1856)
El éxito del Manifiesto abrió paso al Bienio Progresista, liderado por Espartero y O’Donnell, que intentó modernizar el país con medidas clave como la Desamortización General de Madoz (1855), la Ley de Ferrocarriles y un proyecto constitucional de 1856 que ampliaba derechos y limitaba el poder real. Sin embargo, las tensiones sociales (huelgas, motines y crisis de subsistencias) y las divisiones políticas provocaron el fin del bienio en 1856 y el regreso del moderantismo.
En conclusión, el Manifiesto de Manzanares simboliza el punto de inflexión del liberalismo español del siglo XIX: expresa la aspiración a una monarquía constitucional moderna, más participativa y menos autoritaria, y refleja el esfuerzo del progresismo por combinar orden y libertad en la España isabelina.

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