12 May

Poesía

En julio de 1936 comenzó la Guerra Civil Española tras la sublevación de parte del ejército contra la República, interrumpiendo una etapa brillante de la literatura española, considerada por algunos como un segundo Siglo de Oro. En poesía, junto a grandes nombres como Unamuno, Machado o Juan Ramón Jiménez, destacaban los poetas de la Generación del 27 y una nueva promoción con figuras como Miguel Hernández. En los años 30 se iniciaba una tendencia hacia una poesía más comprometida y menos «pura», influida por Pablo Neruda y la revista Caballo Verde para la poesía. La guerra dividió al país y convirtió la poesía en un instrumento de propaganda, aunque su calidad fue limitada. Tras 1939, con el final de la guerra, la poesía quedó marcada por el exilio, la censura y la represión. Muchos poetas murieron, fueron encarcelados o se exiliaron, como Machado, Hernández, Salinas o Cernuda. En este contexto surgieron nuevas obras tanto en el exilio como en la España franquista, como Hijos de la ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre.

Contexto de Posguerra y la «Generación del 36»

Tras el final de la Guerra Civil en 1939, la situación cultural en España quedó marcada por un fuerte control ideológico del nuevo régimen, que intervino activamente en la vida cultural a través de la censura, la creación de organismos como el cuerpo de inspectores de traducción (1942) y la exclusión de intelectuales republicanos y miembros de la Institución Libre de Enseñanza. En este contexto se sitúa la llamada «generación del 36» o primera generación de posguerra, surgida en la década de los 40. Esta generación incluye a poetas que comenzaron su carrera justo antes o durante la Guerra Civil, como Miguel Hernández, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Luis Felipe Vivanco, Carmen Conde o Gabriel Celaya. Sin embargo, muchos críticos cuestionan el uso del término «generación» por excluir a los poetas exiliados, prefiriendo hablar de «grupos» literarios vinculados a revistas o distinguir entre la poesía del interior y la del exilio, o por afinidades temáticas o estéticas.

Miguel Hernández: Poeta Puente

Dentro de esta generación destaca la figura de Miguel Hernández, considerado un poeta puente entre la Generación del 27 y la poesía de posguerra. Su trayectoria poética puede dividirse en tres etapas:

  • En la primera etapa, de estilo culto y complejo, escribe Perito en lunas, obra con influencias barrocas y vanguardistas. En 1936 publica El rayo que no cesa, un libro fundamental que aborda el amor no correspondido mediante símbolos como el rayo, el cuchillo o elementos minerales, con un fuerte componente surrealista.
  • Con el estallido de la guerra comienza su segunda etapa, de poesía comprometida, al servicio de la causa republicana. En esta fase escribe Viento del pueblo, donde el poeta se presenta como fuerza de salvación para el pueblo oprimido, y El hombre acecha (1939), donde aparece un tono más pesimista ante los horrores de la guerra.
  • Tras el conflicto, es encarcelado y escribe, desde prisión, los poemas que conforman su tercera etapa, reunidos en Cancionero y romancero de ausencias. En esta última obra retoma el tema amoroso desde el dolor por la ausencia de su esposa y su hijo, y por la falta de libertad, utilizando un estilo más depurado y cercano al Neopopularismo.

En su poesía confluyen temas como la pena, el amor (ligado a la pasión, el erotismo y la maternidad), la muerte, la ausencia y el compromiso social. También reflexiona sobre la crueldad del ser humano, a la que opone el amor, la solidaridad y la esperanza. Muere en la cárcel en 1942, a los treinta y un años, víctima de tuberculosis.

Corrientes Poéticas de los Años Cuarenta

Durante los años cuarenta, la poesía española se divide fundamentalmente en dos corrientes:

  • La poesía desarraigada, definida por Dámaso Alonso, se caracteriza por una visión angustiada del mundo, el conflicto interior del poeta con su entorno y un lenguaje directo, tenso y a menudo desgarrado.
  • La poesía arraigada muestra una actitud más conformista y busca transmitir una visión armónica, idealizada y tradicional de la vida, con una fuerte presencia del sentimiento religioso, el orden clásico y el formalismo estético.

Ambas corrientes se articulan a través de diversas revistas literarias. La poesía arraigada se vincula especialmente a las revistas Escorial y Garcilaso. Escorial, fundada en 1940, aglutinó a escritores vinculados al régimen, como Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero y Luis Felipe Vivanco. En sus textos se aprecia un resurgimiento del clasicismo renacentista, una búsqueda de equilibrio formal y una exaltación de valores como el amor, la amistad o la felicidad, evitando cualquier alusión a las miserias de la posguerra. No obstante, a pesar de su vinculación con autores falangistas, Escorial también publicó textos de diversa procedencia ideológica.

Por su parte, los autores de Garcilaso, como José García Nieto, Jesús Revuelta o Jesús Juan Garcés, comparten una orientación estética basada en el neopopularismo, el neoplatonismo amoroso de raíz renacentista y una clara preferencia por el paisaje castellano y por la tradición literaria clásica, especialmente autores como el Marqués de Santillana, Quevedo o Garcilaso de la Vega. Su visión del mundo es positiva y serena.

En definitiva, la poesía de los años cuarenta en España refleja una profunda fractura entre la expresión individual y el contexto político, con un campo literario dividido entre la poesía oficialista y evasiva del interior y las voces exiliadas o silenciadas que, desde dentro o fuera del país, trataban de reconstruir una tradición lírica basada en el compromiso, la memoria y la dignidad.

La Reacción Desarraigada: Espadaña e Hijos de la Ira

Durante la década de los 40, surge en España una nueva corriente poética que reacciona contra la poesía arraigada: la poesía desarraigada. Este cambio se manifiesta en dos elementos clave: la publicación de la revista Espadaña (1944), fundada en León por Eugenio de Nora y Victoriano Crémer, y la aparición del poemario Hijos de la ira (1944) de Dámaso Alonso, obra central que marca una transformación radical en el panorama lírico. La revista Espadaña nace con la intención de contrarrestar el garcilasismo dominante y descentralizar la cultura. Aunque conserva una dimensión religiosa, sus poemas adoptan un tono de desesperanza y duda, con una fuerte carga existencialista y a menudo tremendista. Este enfoque se convierte en el germen de la poesía social de los años 50.

Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, representa una visión amarga del mundo, con un estilo áspero y un lenguaje prosaico, que rechaza la evasión estética de la poesía anterior. Esta poesía desarraigada se caracteriza por el uso del verso libre, el compromiso con el presente, una fuerte carga emocional y una voluntad de ser comprendida por todos, como respuesta al contexto de posguerra y a la Segunda Guerra Mundial.

La Poesía Social de los Años Cincuenta

En los años 50 se consolida la poesía social, vinculada al realismo social. Poetas como Blas de Otero (Pido la paz y la palabra), Gabriel Celaya (Cantos Íberos), José Hierro y Ángel González abordan los problemas sociales desde una perspectiva colectiva. Frente a la angustia existencial, ahora los temas se enmarcan en un contexto social y político: el trabajo, la injusticia, el deseo de libertad. Se produce así un tránsito del «yo» al «nosotros». El estilo es sencillo y claro, al servicio de una poesía concebida como arte de urgencia y herramienta de transformación. La preocupación por España se convierte en un tema central, más aún que en la Generación del 98, con un enfoque abiertamente político.

Blas de Otero: Del Existencialismo al Compromiso

Blas de Otero es un poeta clave en este contexto. En su primera etapa, dominada por la religiosidad existencialista (Ángel fieramente humano, Redoble de conciencia), ya se insinúa un interés por los otros. Pero será en Pido la paz y la palabra y En castellano donde abandone su angustia personal para volcarse en la denuncia de la opresión y en la solidaridad con los más desfavorecidos. Inspirado en el existencialismo de Sartre, Otero apuesta por una poesía útil, clara y comprometida. En su etapa final, con obras como Historias fingidas y Hojas de Madrid, reaparecen los temas íntimos y se produce una renovación formal: verso libre, imágenes insólitas y un lenguaje más elaborado.

La Generación del Medio Siglo (Años Sesenta)

A finales de los años 50 surge la llamada segunda generación de posguerra o generación del medio siglo, activa principalmente en los años 60. La integran poetas como Ángel González, José Manuel Caballero Bonald, J. Agustín Goytisolo, Carlos Barral, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, J. Gil de Biedma o Carlos Bousoño. Estos autores no vivieron la Guerra Civil como adultos y desarrollan una poesía más personal, centrada en la experiencia individual, sin abandonar una actitud crítica, aunque más escéptica respecto a la poesía social.

En su obra se observa un retorno al «yo», con temas como el amor, la amistad, el erotismo, la infancia y la memoria. Consideran que la poesía es una vía de conocimiento, por lo que las experiencias personales (como la posguerra) se transforman en materia poética. Rechazan el tono prosaico y militante de la poesía social, buscando una expresión más cuidada, depurada y reflexiva. La forma del poema cobra gran importancia, con una tendencia hacia el verso libre y un lenguaje natural pero denso.

Jaime Gil de Biedma: Experiencia y Memoria

Uno de los autores más representativos es Jaime Gil de Biedma. Su obra gira en torno al paso del tiempo, la memoria y la experiencia personal. En Las personas del verbo se recogen poemas de tres libros: Compañeros de viaje (donde aparecen temas como la infancia, la amistad y el dolor histórico), Moralidades (reflexión sobre el pasado, la Guerra Civil y la sociedad burguesa) y Poemas póstumos (centrado en la madurez, la desilusión y la tristeza). Gil de Biedma emplea un estilo coloquial, irónico y dialogado, con elementos narrativos y frecuentes referencias intertextuales.

Gloria Fuertes: Una Voz Singular

Finalmente, merece destacarse la figura singular de Gloria Fuertes. Comenzó su trayectoria en los años 40 dentro del movimiento Postista, y fundó el grupo «Versos con faldas», ofreciendo recitales por Madrid. En los años 50 publica obras como Poemas del suburbio y Aconsejo beber hilo. En los 60 obtiene premios importantes (Ni tiro, ni veneno, ni navaja y Cangura para todo) y, tras recibir la Beca March, se dedica plenamente a la literatura. Su poesía, cargada de ironía, aborda temas universales como el amor, la soledad, el dolor y la muerte. Emplea juegos de lenguaje, metáforas originales y un tono fresco, próximo al habla cotidiana, lo que la convierte en una de las voces más personales de la lírica contemporánea.

Teatro

Evolución del Teatro Español: De la Posguerra a la Transición Democrática

El teatro español posterior a la Guerra Civil se ve marcado por un empobrecimiento generalizado, tanto por la pérdida de los grandes renovadores anteriores al conflicto (como Valle-Inclán o Lorca) como por el exilio forzoso de muchos autores destacados (Max Aub, Casona, Alberti), que desarrollan su obra fuera de España. Este vacío se ve acentuado por dos factores clave: la férrea censura franquista y el enfoque marcadamente comercial de los empresarios teatrales, lo que relega la experimentación y el compromiso a un segundo plano.

El Teatro de los Años Cuarenta: Evasión y Comienzos Críticos

Durante la década de los 40, dominan formas teatrales escapistas como la alta comedia burguesa, caracterizada por su tono amable, diálogos ingeniosos y temáticas banales (amor, fidelidad, honradez). En este estilo sobresalen autores como Luca de Tena, Claudio de la Torre o Edgar Neville. Coexiste con un teatro de propaganda histórica, que exalta valores patrióticos y nacionales.

En contraposición, surge un teatro cómico de vanguardia, que introduce la crítica social a través del humor y lo absurdo. Es el caso de Jardiel Poncela, cuyo estilo se basa en situaciones inverosímiles, diálogos disparatados y una lógica interna que roza lo surreal. Su crítica se dirige más al sinsentido de la vida burguesa que a la política directa. Obras destacadas suyas son Usted tiene ojos de mujer fatal o Eloísa está debajo de un almendro. Miguel Mihura, con Tres sombreros de copa, retrasa el estreno de su obra más emblemática hasta los años 50, anticipando un teatro que se alinea con las corrientes del absurdo europeo, como el de Beckett o Ionesco.

El Nuevo Drama Español (Años Cincuenta)

A finales de los 40 y ya en los años 50, surge una reacción contra el teatro escapista, con propuestas más comprometidas. El grupo universitario Arte Nuevo, con autores como Alfonso Paso o Alfonso Sastre, apuesta por un teatro crítico, aunque su impacto se ve limitado por la censura y el desinterés comercial.

Este impulso cristaliza con el estreno de Historia de una escalera (1949) de Antonio Buero Vallejo, que inaugura el llamado nuevo drama español, un teatro comprometido con la realidad, que busca remover la conciencia del espectador sin caer en la propaganda explícita ni en el tremendismo. Buero inaugura una relación nueva entre el escenario y el público, que ya no es un mero observador, sino un «coro silencioso» implicado en la acción dramática.

Antonio Buero Vallejo: Realismo y Símbolo

La evolución de Buero se organiza en tres etapas:

  • Etapa realista: obras como Historia de una escalera presentan conflictos cotidianos en entornos verosímiles, con un realismo simbólico influido por Ibsen.
  • Etapa histórica: a partir de Un soñador para un pueblo (1958), adopta una estructura más fragmentada y simbólica, utilizando personajes narradores e introduciendo discontinuidades espacio-temporales.
  • Etapa de inmersión: en obras como El sueño de la razón o La fundación, el espectador ve el mundo a través de la percepción alterada de los personajes, integrando lo sensorial como recurso dramático para provocar empatía.
Alfonso Sastre: Compromiso y Radicalidad

Junto a él, Alfonso Sastre representa el ala más radical y política del nuevo teatro. Escuadra hacia la muerte (1953), obra influida por el existencialismo, fue prohibida tras su tercera representación. En ella se plantea la tensión entre autoridad y libertad, y el conflicto individual tras la conquista de esta última. Posteriormente, Sastre desarrolla una obra más politizada y combativa, como La mordaza o La taberna fantástica, en la que denuncia la represión social y el abandono de los márgenes urbanos. Su enfrentamiento con la censura y su escaso encaje en el sistema teatral lo convierten en un autor maldito. Sastre teorizó también su distancia con Buero, llamando posibilismo a la táctica de este para sortear la censura, frente a su propio imposibilismo más frontal.

Años Sesenta y Setenta: Teatro Social y Experimental

Durante los años 60 y 70, el teatro social convive con propuestas experimentales que, aunque a menudo centradas en lo inmediato, buscan formas nuevas de expresión. Destaca en este ámbito Fernando Arrabal, creador del llamado teatro pánico, donde convergen violencia, erotismo y surrealismo. Por su contenido, su obra solo será estrenada en España a partir de los años 80.

Otros autores como Antonio Gala o Francisco Nieva también se integran en este panorama con obras que, desde distintas sensibilidades, dialogan con la tradición y la renovación.

El Teatro en la Transición y la Renovación Escénica

Tras la muerte de Franco, se produce un resurgimiento del teatro crítico y se reestrenan obras prohibidas (Lorca, Valle-Inclán). Sin embargo, el auge del teatro comercial, dominante desde los años 60 con autores como Alfonso Paso, relega a un segundo plano a muchos nuevos autores.

Frente a ello, surgen en Cataluña importantes compañías independientes que exploran nuevas formas escénicas:

  • Els Joglars: se centran en la crítica social con humor y provocación, asumiendo el papel de juglares contemporáneos.
  • Els Comediants: apuestan por una estética interdisciplinar, colectiva y sin directores, con gran influencia del circo, el audiovisual y las artes visuales.
  • La Fura dels Baus: introduce una escena dinámica, participativa e inmersiva, con espacios no convencionales.

Estas compañías rechazan la centralidad de la palabra y potencian lo visual, lo corporal y lo interactivo, lo que marca una renovación total del lenguaje teatral.

Narrativa

El Giro Narrativo desde 1975: La verdad sobre el caso Savolta

A partir de 1975 puede considerarse concluida la etapa de narrativa experimental que había caracterizado la literatura española de los años sesenta. Este cambio de rumbo se ejemplifica claramente con la publicación de La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, una obra clave que anuncia el giro que tomará la narrativa durante la transición democrática. En ella, Mendoza recupera el placer por contar historias y construye una trama de carácter policíaco ambientada en la Barcelona de los años previos a la Guerra Civil, en un contexto marcado por el anarquismo obrero y la violencia patronal. Esta obra representa una vuelta al argumento como eje estructural, sin renunciar a ciertas técnicas formales propias del experimentalismo anterior.

Características de la Narrativa Contemporánea

En lo formal, los narradores contemporáneos hallan un equilibrio entre innovación y tradición. Se clarifica la expresión, se prioriza la anécdota y se cuida con esmero tanto el lenguaje como el estilo, pero sin renunciar al desarrollo argumental. Dos rasgos sobresalen en la novela española actual: el eclecticismo —es decir, la fusión de diversas influencias estéticas— y la posmodernidad, entendida como la renuncia a una visión totalizadora del mundo. Esta nueva sensibilidad se caracteriza por el escepticismo ideológico, el gusto por lo íntimo y cotidiano, y una tendencia a lo leve y fragmentario.

Además, en las últimas décadas conviven autores de muy distintas generaciones. Desde los escritores surgidos en la posguerra hasta aquellos que comienzan a publicar en los años setenta —como Javier Marías, Juan José Millás o Luis Landero—, junto a nuevos autores más jóvenes e incluso provenientes del ámbito digital. Cabe destacar también el creciente protagonismo de las escritoras desde los años setenta, con nombres relevantes como Rosa Montero, Soledad Puértolas, Rosa Regàs o Almudena Grandes, que han enriquecido notablemente el panorama narrativo español.

Rasgos Generales

  • Claridad expresiva, atención al estilo, recuperación del argumento.
  • Presencia del escepticismo ideológico y enfoque en lo íntimo.
  • Convivencia de varias generaciones: desde autores de la posguerra a escritores de la generación X y actuales.
  • Aumento significativo de la narrativa escrita por mujeres desde los años 70.
  • Aparición de nuevas editoriales y proliferación de premios literarios a partir de los años 80.

Principales Tendencias Temáticas y Genéricas

  • Novela policíaca y detectivesca: Mendoza, Vázquez Montalbán (detective Carvalho), Muñoz Molina (Plenilunio), Javier Marías, Lorenzo Silva.
  • Novela histórica: Eslava Galán, Antonio Gala, Delibes, Pérez-Reverte, Almudena Grandes (El corazón helado).
  • Autobiografismo: Laín Entralgo, Semprún, Umbral, Cela, Pombo, Luis Mateo Díez, Muñoz Molina.
  • Narrativa sobre la Guerra Civil y la posguerra: Marsé, Delibes, Muñoz Molina, Javier Cercas (Soldados de Salamina).
  • Neocostumbrismo juvenil o «generación X»: José Ángel Mañas (Historias del Kronen), Lucía Etxebarria, Daniel Múgica.
  • Novela metaficcional: protagonismo del proceso creativo literario; Juan José Millás, José María Merino, Luis Goytisolo.
  • Novela de aventuras: Pérez-Reverte (La tabla de Flandes), Ruiz Zafón (La sombra del viento).

Autores Destacados

Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943)

  • Punto de partida: La verdad sobre el caso Savolta (1975), con técnicas experimentales al servicio de una trama policíaca.
  • Obra destacada: La ciudad de los prodigios (1986), crónica de Barcelona entre 1888 y 1929.
  • Estilo humorístico y paródico: Sin noticias de Gurb, El laberinto de las aceitunas, El misterio de la cripta embrujada.
  • Lenguaje irónico y personajes marginales.
  • Premio Cervantes (2016).

Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956)

  • Narrativa de gran calidad formal, con estructuras ambiciosas y dominio del lenguaje.
  • Creación del universo de Mágina como espacio simbólico.
  • Obras clave: Beatus Ille (1986), El invierno en Lisboa, El jinete polaco (Premio Nacional de Narrativa 1992), Plenilunio, Sefarad, Tus pasos en la escalera (2019).
  • Miembro de la RAE desde 1996, Premio Príncipe de Asturias (2013).

Almudena Grandes (Madrid, 1960–2021)

  • Debut con Las edades de Lulú (1989), marcada por la transgresión sexual.
  • Realismo social e introspección psicológica en obras como Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles.
  • Episodios de una guerra interminable: serie de seis novelas sobre la resistencia antifranquista (Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Los pacientes del doctor García).
  • Técnica galdosiana y compromiso político.
  • Premio Nacional de Narrativa (2018).

Rosa Montero (Madrid, 1951)

  • Periodista y escritora, Premio Nacional de las Letras (2017).
  • Narrativa marcada por temas como la identidad, la memoria y el paso del tiempo.
  • Obras destacadas: Crónica del desamor, La hija del caníbal, Te trataré como a una reina, Historia del Rey Transparente, Lágrimas en la lluvia (ciencia ficción y novela negra).
  • Estilo fluido, con gran sensibilidad social y enfoque feminista.

Conclusión de la Narrativa

Desde 1975, la narrativa peninsular se ha caracterizado por su diversidad formal y temática, su apertura a nuevos géneros, el equilibrio entre tradición y modernidad, y la consolidación de autores de gran proyección nacional e internacional. Esta etapa representa una de las más ricas y variadas de la historia literaria española.

Un Caso Emblemático: Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez (1927–2014)

Gabriel García Márquez (1927–2014) fue un escritor, periodista y Nobel colombiano, considerado uno de los máximos exponentes del realismo mágico. Su obra más conocida es Cien años de soledad, pero también cultivó el periodismo narrativo, el cuento y la novela corta. Con un estilo inconfundible, combinó la realidad latinoamericana con elementos míticos y poéticos.

Introducción a la Obra: Crónica de una muerte anunciada (1981)

Crónica de una muerte anunciada fue publicada en 1981. La novela está basada en un hecho real ocurrido en la juventud del autor. Es una obra breve, construida como una crónica periodística que reconstruye un asesinato anunciado por todos, menos evitado por nadie. La historia mezcla elementos del periodismo investigativo, la novela policíaca y la narrativa testimonial, desafiando las convenciones del tiempo lineal y de la omnisciencia narrativa.

Resumen y Temas Clave

La novela narra el asesinato de Santiago Nasar, un joven de ascendencia árabe, a manos de los hermanos Vicario. Todo comienza la mañana después de la boda de Ángela Vicario, quien ha sido devuelta por su esposo, Bayardo San Román, al descubrir que no era virgen. Obligada a revelar el nombre del presunto responsable, Ángela acusa a Santiago Nasar.

Los hermanos Pedro y Pablo Vicario, determinados a restaurar el honor familiar, anuncian públicamente su intención de matarlo. A pesar de que muchos miembros del pueblo conocen esta amenaza, nadie hace lo suficiente para evitar el crimen, en parte por incredulidad, confusión o apatía.

La narración está a cargo de un narrador que años después regresa al pueblo para reconstruir los hechos, entrevistando a los involucrados. La historia avanza mediante saltos temporales, testimonios fragmentados y contradicciones, generando una atmósfera de fatalismo y frustración.

La obra explora temas como el honor, la culpa colectiva, la fatalidad y la indiferencia social. A pesar de que el crimen era «anunciado», la comunidad entera permite que ocurra, lo que pone en tela de juicio la responsabilidad individual y colectiva.

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