26 Ago

El Método y la Duda Metódica

Método y la duda metódica: Descartes supuso que la razón tiene la capacidad natural de conocer la verdad, pero rara vez se usa bien. Por lo que la reflexión filosófica, según Descartes, exige:

  • Establecer el método más riguroso, semejante al de las matemáticas.
  • Prescindir de los contenidos de la fe.
  • Renunciar a las explicaciones de la filosofía anterior y la experiencia sensible.

Con el método se guía la razón y posibilita su correcto uso. En el «Discurso del método», lo resumió en 4 reglas:

  • La primera regla es la evidencia. Consiste en aceptar únicamente las ideas que nuestra mente posea con claridad y distinción. La evidencia hace referencia a las ideas, de las que Descartes distingue 3 tipos:
    • Adventicias (vienen de la percepción sensible).
    • Facticias (son invenciones de nuestra imaginación).
    • Innatas (emanan de la razón). Solo estas son claras y distintas y, por lo tanto, principio del verdadero conocimiento. Las ideas claras y distintas se obtienen con la intuición intelectual.
  • La segunda regla es la del análisis. Hay que dividir los problemas en tantas partes como sea necesario para reducir lo complejo a sus partes evidentes.
  • La tercera regla es la de la síntesis. Es un complemento de lo anterior; a partir de las ideas más simples y seguras podemos pasar a otras más nuevas y complejas. En esta regla se aplica la deducción.
  • La cuarta regla es el reencuentro. Comprobamos que el análisis ha sido completo, y que la síntesis se ha realizado correctamente. Se asegura así el enlace entre intuición y deducción.

Establecidas las reglas del método, Descartes consideró que para tener éxito en la búsqueda de la certeza absoluta era necesario dudar de todo. No se trata de una duda escéptica, sino metódica y provisional. Esta duda es universal, ya que se extiende a todo el conocimiento o creencia, y voluntaria, porque supone una actitud coherente y deliberada.

Motivos para dudar:

  • Los sentidos proporcionan un conocimiento confuso y engañoso.
  • No es posible distinguir entre la vigilia y el sueño.
  • Podríamos suponer, finalmente, que existe un genio maligno que nos induce a creer que estamos en lo cierto siempre que erramos, y viceversa.

En este caso, podrían ser erróneos incluso nuestros razonamientos matemáticos.

La Primera Certeza: El Cogito

Al dudar de todo, surge una verdad de la que es imposible dudar: la existencia de un yo que duda. Descartes lo expresó en su famoso «pienso, luego existo». Yo pienso, es una primera idea clara y distinta, aunque todos los pensamientos fueran falsos. Descartes estableció esta primera evidencia de razonamiento como principio y fundamento de su sistema. El cogito servirá en adelante como criterio de verdad, ya que para Descartes se trataba de una idea clara y distinta que proviene de una intuición intelectual.

¿Quién Soy? La Sustancia Pensante

Una vez alcanzada la certeza absoluta del «yo pienso», Descartes se preguntó ¿quién soy? Lo único que podemos saber con seguridad, responde, es que el yo tiene que consistir en pensamiento, entonces es una sustancia que piensa.

El pensamiento es toda actividad que sucede en nuestro interior y que puede ser percibida por nosotros. Los cuerpos, por el contrario, carecerían de actividad mental, por lo que Descartes identificó la sustancia pensante como el alma, cuyo atributo esencial es el pensamiento.

Existencia de Dios

La primera verdad indudable es la existencia del yo como sujeto pensante, de la que se ha de partir para demostrar la existencia de la realidad exterior de la mente. Según Descartes, solo Dios hace posible esto. Reflexionando sobre la primera certeza, Descartes descubre que posee una idea innata de Dios. La idea del «yo pienso» manifiesta su imperfección y finitud puesto que en ella advierto mis dudas y carencias. Para él, la idea de imperfección presuponía la de perfección e infinitud, es decir, la idea de Dios, que aparece clara y distinta. Si Dios existe, podrá afirmarse que mis ideas son verdaderamente claras y distintas y que corresponden con algo real. Dios no permitirá que un genio maligno me engañase ni que yo confundiera mis ideas. De este modo, Dios se constituye en la filosofía cartesiana como la garantía y el fundamento del ser y del conocimiento.

Descartes se propuso probar con demostraciones ciertas y evidentes la existencia de Dios fuera de nuestra mente. Para ello usa 3 tipos de argumentos:

  • La idea de Dios no puede proceder del yo, porque, al ser este finito, es inferior, y de lo inferior no puede proceder lo superior. Existe una realidad infinita con anterioridad a nosotros, Dios, que es causa de la idea de Dios que encontramos en nuestro interior.
  • Dios es causa no solo de su idea en mí, sino de mi existencia. El punto de partida es la comprobación de la existencia del yo como un ser imperfecto y contingente que posee la idea de lo perfecto. Un ser imperfecto no puede darse el ser a sí mismo.
  • El argumento ontológico: la idea de un ser sumamente perfecto es clara y distinta. De Dios se deduce necesariamente su existencia, ya que en él se identifican perfección máxima y existencia.

Existencia de Cosas Corpóreas

Antes de corroborar si los cuerpos existen con independencia de nuestro pensamiento, se propuso determinar en qué consisten. Señaló que la primera idea clara y distinta que aparece en nuestra mente referida a los objetos materiales es la de la extensión en el espacio según 3 dimensiones: longitud, anchura y profundidad. De esta idea dependen todas las cualidades de los cuerpos.

Según la hipótesis del genio maligno, podría ocurrir que este genio nos introdujera al error con la inclinación al suponer la existencia de los objetos materiales. Sin embargo, sabemos que esto no puede suceder porque Dios existe y no lo permitiría: es infinitamente bueno y veraz. En consecuencia, Dios es la garantía por la que podemos deducir necesariamente que existen unas sustancias corpóreas, que causan en nosotros ideas sobre cosas extensas.

Para Descartes, por lo tanto, existirían 3 sustancias: la sustancia infinita (que sería Dios), la sustancia pensante (el alma) y la sustancia extensa (cuerpos físicos). Estas dos últimas dependen de la primera, del Dios creador.

Dualismo Antropológico Cartesiano

El cuerpo, en contraste con el alma, cuyo atributo es el pensamiento, lo define Descartes como una sustancia cuyo atributo es la extensión, ocupar un lugar en el espacio. Las características de la sustancia pensante inmaterial contrastan con las del cuerpo, material. Descartes sostiene un estricto dualismo antropológico, pero al mismo tiempo reconoce una unión íntima entre el alma y el cuerpo, que se produce en un punto localizado: la glándula pineal, a través de la cual una sustancia puede influir en otra.

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