21 May
Platón (427-347 a.C.) vivió en el contexto de la Atenas clásica, en un periodo de profundos cambios políticos y culturales tras la Guerra del Peloponeso. Su pensamiento estuvo marcado por la crisis de la polis griega, la ejecución de Sócrates y la búsqueda de un orden ideal basado en la razón. Platón desarrolló su filosofía en la Academia, donde formuló su Teoría de las Ideas, el Mito de la Caverna y su concepción de la justicia y la política, con una marcada influencia socrática y pitagórica. Creía en un mundo inteligible superior, eterno e inmutable, en contraposición al mundo sensible, imperfecto y engañoso.
Nietzsche (1844-1900), en cambio, vivió en un contexto europeo dominado por el positivismo, la secularización y el auge del racionalismo científico. Su pensamiento se caracteriza por ser un vitalismo irracionalista, por tanto, nos parece interesante compararlo con un pensador que representa un modo completamente distinto de concebir la realidad, como es el caso del idealismo racional de Platón. Nietzsche, como catedrático de griego que fue en la Universidad de Basilea, es un gran conocedor del pensamiento griego, del que se convertirá en un gran crítico, por considerarlo el origen y fundamento de los grandes males que han aquejado a la civilización occidental. Fue testigo de la crisis de los valores tradicionales y de la creciente influencia del nihilismo. Influido por Schopenhauer y Wagner en sus primeros años, evolucionó hacia una crítica radical de la moral cristiana, la metafísica occidental y la racionalidad ilustrada.
Su pensamiento se caracteriza por el vitalismo y la afirmación de la vida a través de conceptos como la voluntad de poder, el superhombre y el eterno retorno. Desde esta perspectiva histórica, se puede entender la oposición entre sus filosofías.
La Distinción entre lo Apolíneo y lo Dionisíaco
Nietzsche, en El nacimiento de la tragedia, establece una distinción fundamental entre el espíritu apolíneo y el dionisíaco como fuerzas que rigen la expresión artística y cultural de los griegos. Para él, la tragedia nace de la tensión entre estos dos principios: lo apolíneo, que representa el orden, la racionalidad y la medida, y lo dionisíaco, que simboliza el caos, la pasión y la afirmación de la vida. En este sentido, Nietzsche critica la influencia de Sócrates y Platón en la destrucción del espíritu dionisíaco, al imponer una racionalidad estricta que sofoca la vitalidad de la existencia.
Desde esta perspectiva, la metafísica platónica representa, según Nietzsche, una negación del devenir. Su concepción de la realidad parte de la distinción entre el ‘mundo verdadero’ y el ‘mundo aparente’, una dicotomía que Nietzsche denuncia como una construcción ficticia destinada a despreciar la existencia terrenal. En su famosa crítica al ‘mundo verdadero’, muestra cómo la filosofía occidental ha pasado de considerar el mundo ideal como real y el sensible como falso, hasta finalmente reconocer que la única realidad es la inmediata y cambiante, destruyendo así el dualismo platónico.
Crítica a la Teoría de las Ideas
La Teoría de las Ideas plantea la existencia de un mundo ideal e inmutable, mientras que la realidad sensible es solo una copia imperfecta. Nietzsche rechaza esta visión, considerándola un intento de evadir el sufrimiento inherente a la vida y una traición a la auténtica tragedia griega, que aceptaba el caos y la muerte como partes esenciales de la existencia.
Nietzsche proclama en La gaya ciencia y Así habló Zaratustra la ‘muerte de Dios’, una metáfora que expresa el derrumbe de los valores absolutos que han regido la civilización occidental. Con esta muerte, se hace inevitable la llegada del ‘último hombre’, un ser conformista y decadente, satisfecho con una existencia vacía y carente de ambición. Frente a esta figura mediocre, Nietzsche opone la del artista trágico, quien, en lugar de huir del sufrimiento, lo enfrenta y lo transforma en una afirmación vital.
Crítica a la Moral y la Política Platónica
Esta visión contrasta con lo que Nietzsche denomina ‘egipticismo’, la tendencia filosófica de Occidente a momificar la realidad y rechazar el cambio, actitud que Platón ejemplifica en su teoría de las Ideas. Esta muerte implica el fin de la moral cristiana y del idealismo filosófico, los cuales tienen su origen en Platón. Para Nietzsche, el platonismo crea una realidad trascendente que niega la vida terrenal y fomenta una moral de esclavos, basada en la obediencia y la resignación.
Desde esta perspectiva, el Mito de la Caverna y la Teoría del Conocimiento platónica refuerzan la idea de un mundo superior, perfecto e inmutable. Nietzsche critica esta concepción, afirmando que la búsqueda de verdades absolutas es una ilusión que ha debilitado la humanidad. Esta crítica se extiende a la gramática, a la que Nietzsche llama ‘la gran ramera’, ya que considera que el lenguaje impone categorías fijas y engañosas a una realidad que es, en esencia, fluida y cambiante.
La Voluntad de Poder y la Transmutación de Valores
La voluntad de poder es el principio fundamental de Nietzsche: la vida es una lucha constante por expandirse y afirmarse. No se trata solo de un instinto de supervivencia, sino de una fuerza creativa que impulsa al individuo a superar sus propias limitaciones y a imponerse sobre la realidad. Es el motor de la existencia, la afirmación plena de la vida sin necesidad de verdades absolutas ni fundamentos trascendentes.
Nietzsche ve en la voluntad de poder la verdadera esencia del ser, en oposición a las doctrinas que promueven la resignación y la pasividad. En lugar de someterse a ideales trascendentes, el superhombre impone su propia interpretación del mundo. Nietzsche rechaza la concepción platónica del alma racional como guía suprema, pues considera que subyuga el instinto vital y la espontaneidad creativa.
La transmutación de todos los valores es el proceso por el cual Nietzsche busca destruir la moral tradicional e instaurar una nueva escala de valores basada en la afirmación de la vida. Critica la moral de esclavos, que promueve la humildad, la obediencia y el sacrificio, valores que según él han sido impuestos por los débiles para someter a los fuertes.
El Eterno Retorno y el Amor Fati
Desde esta perspectiva, la ética platónica, basada en la justicia como armonía de las partes del alma, es vista por Nietzsche como una imposición dogmática que limita la expresión de la voluntad de poder. Asimismo, la política platónica, que propone una sociedad jerárquica regida por los sabios, es rechazada por Nietzsche, quien aboga por una aristocracia de creadores y no de intelectuales.
Esta concepción se vincula con su crítica a la genealogía de la moral, donde rastrea el origen de los valores predominantes y demuestra cómo han sido impuestos históricamente por los débiles para someter a los fuertes. Nietzsche desmantela la idea de una moral universal y muestra su carácter histórico y cambiante, situando su origen en la lucha de fuerzas opuestas.
El eterno retorno es una de las ideas centrales de Nietzsche, expuesta en Así habló Zaratustra. Este concepto plantea que la existencia se repite infinitamente en un ciclo eterno. Para Nietzsche, esta idea debe ser asumida como una prueba: solo quien pueda aceptar su vida tal como es, con sus alegrías y sufrimientos, estará preparado para convertirse en superhombre. Sin embargo, el eterno retorno no debe interpretarse de manera literal, sino como un desafío existencial: vivir de tal manera que se desee repetir la vida infinitamente.
Este pensamiento está íntimamente relacionado con el amor fati, la aceptación absoluta del destino sin arrepentimientos ni evasiones. Nietzsche invita a abrazar cada instante de la existencia con la certeza de que todo lo vivido tiene sentido y valor en sí mismo. En contraposición, la doctrina platónica de la reminiscencia sugiere que el conocimiento es un recuerdo de experiencias pasadas en el mundo de las Ideas. Nietzsche rechaza esta visión, pues implica la preexistencia de una verdad absoluta y niega la posibilidad de una creación genuina de valores. Para él, la vida no debe entenderse como el redescubrimiento de una verdad preexistente, sino como un constante devenir en el que el individuo se reinventa a sí mismo.
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