16 Sep
El Liberalismo y los Partidos Políticos en la España de Isabel II
El Liberalismo Radical: Orígenes y Características
A partir de los debates generados sobre la Constitución de 1837, se fue consolidando poco a poco un liberalismo radical, opuesto a la revisión de la Constitución de 1812.
A pesar de su heterogeneidad, es posible identificar algunos rasgos comunes:
- Defendían la soberanía nacional plena y el ejercicio de la misma a través de una ampliación sustancial del sufragio que podía llegar hasta el sufragio universal masculino.
- Desconfiaban de la Corona, lo que llevó a algunos liberales radicales hasta los límites mismos del republicanismo.
- Eran defensores de la aplicación radical del decreto de abolición de señoríos a favor de los pueblos, de la Milicia Nacional y de la autonomía y participación populares en el poder local y provincial.
Su peso fue indudable entre las clases populares urbanas de artesanos, pequeños comerciantes y profesionales, grados bajos de la Milicia y el ejército, así como entre los primeros obreros fabriles.
Los Partidos Políticos durante el Reinado de Isabel II
Los Moderados: Tendencias y Hegemonía
La división interna del moderantismo se puso de relieve desde el debate constitucional en las Cortes. Se distinguen tres tendencias:
- Una derecha, la Unión Nacional: constituyeron el ala más reaccionaria del régimen moderado. Deseaban retroceder a la época de las cartas otorgadas por la Corona (Estatuto Real) y defendían el matrimonio de Isabel II con el hijo de don Carlos y la reconciliación con los carlistas.
- Una izquierda, Los Puritanos: abogaban por la permanencia de la Constitución de 1837 y por la reconciliación con los progresistas.
- Un centro moderado, encabezado por Narváez, partidario de reformar la Constitución de 1837. Ocuparon la mayor parte del tiempo la jefatura del gobierno.
Los Excluidos del Sistema: Progresistas y Demócratas
Los Progresistas
El sistema moderado trató de convertir al progresismo en una presencia meramente testimonial en la prensa y en las Cortes, que nunca pudiera ser una alternativa de poder.
Los Demócratas: Radicalización del Liberalismo
En abril de 1849, un grupo de diputados progresistas lanzó un manifiesto contra su propio partido, acusándolo de debilidad ante la política dictatorial de Narváez. Fue el acta de nacimiento del Partido Demócrata.
Este partido defendió la radicalización de los supuestos políticos del progresismo. Sus principales demandas fueron las siguientes:
- La soberanía nacional
- La enseñanza primaria gratuita
- La abolición de los fueros
- Un sistema fiscal proporcionado a la riqueza
- Tolerancia religiosa
- El sufragio universal masculino
El Partido Demócrata reorganizó y aglutinó el liberalismo radical de la década anterior, recabando apoyos entre la pequeña burguesía y las clases populares urbanas.
Su programa contenía la promesa de una reforma social, y no solo política, del régimen surgido de la revolución. En su seno se fueron definiendo los primeros grupos consistentes de republicanos e, incluso, de socialistas.
La Unión Liberal: El Centro Político
La Unión Liberal (bajo la jefatura del general O’Donnell), por su composición e ideología, era en esencia una formación híbrida de moderados puritanos y de progresistas templados, que pretendía ocupar el centro liberal armonizando los principios de orden social y de libertad. Entre sus objetivos destacan:
- La urgencia de estabilizar el régimen liberal, frente al peligro de la revolución social y las posiciones democráticas y republicanas.
- El intento de renovar el sistema existente, limitando la intervención de la Corona y atrayendo a los progresistas mediante una política reformista.
En sus filas se alinearon la mayor parte de la alta y media burguesía, un sector importante de abogados y profesionales y contó con el apoyo de la plana mayor del ejército.
La Independencia de las Colonias Americanas: Un Proceso Irreversible
Durante la guerra con Francia, las colonias americanas también crearon sus propias Juntas de Gobierno, y algunas, como las de Buenos Aires y Caracas, se radicalizaron y pidieron la independencia. Fue la burguesía criolla (los descendientes de españoles nacidos en las colonias) la que empezó la lucha por su independencia, aprovechando que España estaba defendiendo la suya frente a los franceses. Buscaban sobre todo el poder político de los territorios que estaba en manos de los peninsulares y la libertad de comercio con otros países. Por otra parte, el ejemplo de Estados Unidos era muy alentador para los independentistas. Un hacendado criollo, Simón Bolívar, que sería después conocido como “El Libertador”, encabezó en Venezuela una sublevación que proclamó la guerra a muerte a los españoles. Sus primeros éxitos incomodaron tanto al Estado como a la burguesía española, que veían peligrar la fuente principal de sus ingresos.
El rey Fernando VII envió desde España en 1815 un ejército de unos 10.000 hombres que, de momento, consiguió detener la insurrección. A partir de 1817, la situación en las colonias americanas volvió a empeorar. La intransigencia de Fernando VII ante cualquier fórmula de autonomía encendió de nuevo la mecha de la independencia.
Bolívar reorganizó sus tropas y, después de liberar Venezuela, atravesó los Andes y venció a los ejércitos realistas en la batalla de Boyacá (1819, Colombia), consiguiendo la independencia de Colombia. Simultáneamente, otro gran líder independentista, el argentino José de San Martín (hijo de españoles), después de proclamar la independencia de Argentina (1816), también cruzó los Andes y liberó Chile (1818). Prácticamente solo quedaba por caer Perú, el gran centro del poder español en Sudamérica.
Con la instauración de la monarquía liberal tras el pronunciamiento de Riego en 1820, se suspendió el envío de tropas a las colonias americanas y el proceso de independencia en América se aceleró. En México, un militar realista, el criollo Agustín de Iturbide, dio un golpe de mano y proclamó la independencia (1821) en el antiguo virreinato español (que incluía México, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y Honduras). En América del Sur, la independencia se culminó en la decisiva batalla de Ayacucho, en Perú (1824). Con esta derrota, quedó liquidado el poder español en Sudamérica. De lo que había sido un poderoso imperio, solo quedaban Cuba, Puerto Rico y Filipinas. España pasó a ser definitivamente una nación de segundo orden.
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