05 Jul
La Crítica de la Causalidad en Hume
Es lo más famoso de la filosofía de Hume. ¿Qué se entiende por causalidad? La conexión necesaria entre dos sucesos. ¿Qué importancia tiene la causalidad? Es la base del conocimiento científico. También es importante por ser lo único que nos permite ir más allá de la experiencia inmediata que estamos teniendo.
El vínculo causal: sin demostración de su existencia, nos encontramos con la idea de impresión. Precisamos la idea de conexión necesaria, que es imprescindible. Buscamos la idea de impresión en la experiencia; al no haber impresión, no hay idea, y por tanto, no hay causalidad, no existe.
¿De dónde surge entonces la idea de causalidad? Es un producto del hábito, es decir, es puramente psicológico. Nuestra mente se acostumbra a que después de A venga B. Por lo tanto, la gravedad tampoco existe, ya que se convierte en un producto del hábito de soltar un cuerpo y verlo caer hacia abajo.
Generalizar, a no ser que se trate de una inducción total, nunca nos permite demostrar nada totalmente. El prejuicio de creer que la naturaleza es regular, es decir, creer que mañana el universo se comportará igual que hoy. No tenemos experiencia del mañana. No podemos asegurar que mañana saldrá el sol.
El conocimiento se fundamenta en un conjunto de hábitos. Creer no es saber. El Pavo Inductivista.
La Crítica de las Ideas Abstractas
Las ideas abstractas, según Hume, no existen, ya que las ideas son copias exactas de las impresiones. Al ser una idea abstracta, no es concreta. Pensar en un perro sin color, raza o posición es imposible; por lo tanto, las ideas abstractas no son posibles, no es posible pensar en abstracto. ¿Cómo hemos llegado a pensar ideas abstractas? Por pura economía del lenguaje.
La Crítica de la Idea de ‘Sustancia’
Para Hume, la idea de sustancia es una ilusión, y para demostrarlo, utiliza nuevamente el principio de copia. ¿Qué cosas tengo ante mí? ¿Qué percibo? Un terrón de azúcar. Percibo lo blanco, lo dulce, lo cúbico: los accidentes, no la sustancia.
¿De qué impresión proviene la idea de sustancia? En Aristóteles, sin sustancia no hay accidentes. Para Hume, esto es incompatible con un empirismo estricto.
La justificación de la idea de sustancia es la unión de dos accidentes: dulce más blanco, igual a azúcar.
La Crítica de la Idea de ‘Dios’
Debemos buscar la impresión que ha dado lugar a la idea de Dios. Como no hay impresión, no puede haber idea. Hume despacha rápidamente el argumento ontológico (que únicamente utiliza a Dios como el ser perfecto al que no le puede faltar la existencia).
Para Hume, la lógica no es más que un juego de símbolos (A es igual a A). Sin embargo, existen otros argumentos basados en la experiencia, como el del orden del mundo, usado por Santo Tomás (y que, curiosamente, también ha sido utilizado por los darwinistas para explicar la complejidad de la vida: la posición perfecta de la Tierra, su inclinación, la capa de la atmósfera, etc.). Parece que debe haber existido algún tipo de diseño, lo que ‘prueba’ que Dios existe.
Este último argumento, el del orden del mundo: puedo suponer que hay un diseñador cuando me encuentro con un artilugio análogo a los que fabricamos los humanos; en ese caso, puedo inferir que existe un ser que lo ordena todo. Pero cuando se trata del universo, no podemos establecer esa relación, ya que no tenemos experiencia alguna de cómo se ‘hace’ un universo. Por lo tanto, comparar el universo con un artilugio humano es usar inadecuadamente una analogía.
Una vez ‘despachado’ el argumento con más credibilidad para Hume, queda claro que no se puede demostrar la existencia de Dios.
En el caso de la existencia de Dios, Hume sugiere que la razón por la que se ha hablado tanto de Él es por miedo y por ignorancia. Esto lo aborda en su obra Historia natural de la religión (un estudio histórico del hecho religioso).
Hume vivió en una época en la que estaba de moda el deísmo, una postura que defiende a Dios como el ingeniero del universo. Aunque los historiadores sitúan a Hume en el agnosticismo, que es la creencia de que es imposible conocer o probar la existencia de Dios.
La Crítica de la Idea de ‘Mundo’
Con esta crítica, ponemos en duda la existencia del mundo material. Descartes, por ejemplo, demuestra la existencia de Dios para, a partir de ahí, demostrar la existencia del mundo. No podemos demostrar la idea del mundo, ya que:
- Tenemos acceso a nuestras impresiones, pero no a los supuestos objetos que las causan. ¿Está realmente el molino ahí fuera?
La constancia y coherencia de nuestras percepciones son las claves que nos llevan a creer que hay un mundo. Las montañas son siempre iguales. En cambio, si cada día nos despertásemos con unas montañas distintas, no creeríamos en la existencia del mundo o de las propias montañas. Esto se aplica también a que, si cada día llegásemos al instituto y tuviese un aspecto distinto…
Esto es lo que ocurre con los sueños: nada es real. Pasamos de hablar con alguien a que se convierta en otra persona, y así constantemente. Por lo tanto, creemos que no es real. Si el mundo real se comportara así, tampoco lo consideraríamos real.
La constancia del mundo nos hace creer en su existencia. A esto se le suma la coherencia, ya que los cambios suceden de manera ordenada, no de cualquier manera. Ejemplos:
- Encender una vela y que se vaya haciendo cada vez más pequeña.
- Plantar una semilla y que salga una planta.
Coherencia y constancia nos llevan a pensar que hay un mundo más allá de nuestras impresiones. Pero no podemos demostrarlo. Para saberlo, deberíamos poder ‘salir’ de nuestras impresiones. Por lo tanto, nadie puede demostrar la existencia del mundo.
La Crítica de la Idea de ‘Yo’
El yo es la identidad, lo que permanece invariable a lo largo de toda nuestra vida. Además, el yo es aquello que consideramos propietario de todas nuestras experiencias mentales.
Ejemplo: Yo siento frío, imagino una casa, pienso en un problema matemático.
Aplicando el principio de copia: ¿Dónde está la impresión del yo? Cuando tengamos una idea ‘sospechosa’, pregúntate de qué impresión proviene; si no la encuentras, es una idea falsa.
Hume compara la mente con un escenario de teatro, ya que los ‘actores’ (percepciones) siempre están renovándose en la escena. En definitiva, la mente es como un escenario en el que siempre están desfilando nuestros pensamientos. Nada es permanente y, por lo tanto, si no hay impresión, no hay idea (del yo).
Confundimos la idea de sucesión con la idea de identidad. Un ejemplo es la luz en las máquinas tragaperras que, en teoría, ‘sube’, pero en realidad no se mueve; solo se enciende otra luz diferente. Es una ilusión óptica.
La idea del yo es una ilusión de que hay un sujeto, pues la mente, según Hume, se reduce a un ‘haz’ o colección de percepciones diferentes. Esto conlleva a dejar de creer en un alma inmortal.
Hume cree que la creencia en el yo juega un papel fundamental en la memoria.
Hume llega a una postura escéptica que él mismo considera un escepticismo moderado. Cree haber razonado bien al concluir que no hay seguridad filosófica de que el mundo exista, pero luego, al realizar actividades cotidianas como pasear o comer, no tiene duda de que el mundo existe.
Por lo tanto, este escepticismo moderado es lo que nos permite vivir de manera tranquila, ajenos a las complejidades de la filosofía. Esta dimensión instintiva es la que domina sobre la filosofía; el cerebro está diseñado para conseguir sobrevivir. Hume nos reduce a una ‘máquina’ cuyo objetivo es vivir. Si algo no forma parte de los conocimientos empíricos de Hume, lo considera mera ‘palabrería’.
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