09 May

Explorando la Gnoseología de Immanuel Kant

Introducción al Criticismo Kantiano

El filósofo alemán Immanuel Kant, mediante la crítica (criticismo) de la razón, se propuso hallar los principios y los límites de la razón pura en sus dos usos (teórico y práctico). El objetivo era eliminar los usos desnaturalizados de la misma, permitiéndonos así comprender qué podemos conocer, hasta dónde podemos llegar en las ciencias y qué debemos hacer universalmente, en oposición a las éticas particulares anteriores.

Una vez sentado lo anterior, Kant se pregunta: ¿Qué puedo conocer? A esta interrogante responde en su obra cumbre, la Crítica de la Razón Pura. En ella, intenta señalar los principios que garantizan un conocimiento científico y los límites dentro de los cuales es posible tal conocimiento. Esto nos conduce inevitablemente a cuestionar la posibilidad de la metafísica como ciencia y a contemplar problemas fundamentales como la existencia de Dios o la naturaleza del mundo.

Las Dos Fuentes del Conocimiento

La doctrina kantiana del conocimiento parte de una distinción fundamental entre dos facultades o fuentes de conocimiento: la sensibilidad y el entendimiento. Ambas vías poseen características distintivas y, en cierto modo, opuestas entre sí.

La Sensibilidad

Es la facultad pasiva de nuestro conocimiento. Se limita a recibir las impresiones o intuiciones provenientes del exterior, tales como colores, sonidos, texturas, etc. La sensibilidad nos proporciona el material bruto del conocimiento.

El Entendimiento

A diferencia de la sensibilidad, el entendimiento es una facultad activa. Produce espontáneamente ciertos conceptos e ideas (categorías) sin derivarlos directamente de la experiencia sensible. Ejemplos de estos conceptos puros son los de «sustancia», «causa-efecto», «necesidad» y «existencia».

Condiciones de Posibilidad del Conocimiento

Kant se interroga sobre las condiciones que hacen posible el conocimiento científico, con el fin de determinar qué disciplinas pueden legítimamente considerarse ciencias. Estas condiciones son de dos tipos:

  • Condiciones empíricas: Son aquellas circunstancias fácticas, temporales o instrumentales que permiten la obtención de datos útiles para el conocimiento científico. Un ejemplo sería el color específico de un objeto que se desea percibir. Sin tales condiciones empíricas, el conocimiento científico sería imposible de alcanzar en la práctica.
  • Condiciones a priori (o trascendentales): Existen también condiciones para extraer datos científicamente aprovechables que no son alterables por la experiencia, sino que la preceden y la estructuran. Son estrictamente necesarias y poseen un carácter universal, afectando a cualquier sujeto cognoscente. Por ejemplo, la necesidad de percibir los objetos en un espacio y un tiempo determinados.

Las condiciones a priori son, por tanto, universales y necesarias, y previas a toda experiencia. Aunque no proceden de la experiencia, condicionan la estructura misma de nuestras experiencias y la forma en que el sujeto percibe. Hacen posible la experiencia (observar algo implica necesariamente situarlo en el tiempo y en el espacio) y, por ende, el conocimiento. Kant denomina a estas condiciones «trascendentales».

La Naturaleza de los Juicios Científicos

Para que una disciplina sea considerada científica, debe fundamentarse en juicios que cumplan con las condiciones trascendentales del conocimiento, a saber: el espacio, el tiempo y las categorías del entendimiento (como unidad, sustancia, causalidad, existencia, etc.). Kant se pregunta entonces: ¿cómo son los juicios (proposiciones) de la ciencia, particularmente los de las matemáticas y la física?

Distingue, en primer lugar, según la relación entre el sujeto y el predicado del juicio:

  • Juicios analíticos: Son aquellos en los que el predicado está contenido implícitamente en el concepto del sujeto. Basta con analizar el sujeto para descubrir el predicado. Estos juicios no nos proporcionan información nueva acerca del mundo y, por ello, no amplían nuestro conocimiento. Son meramente explicativos. Ejemplo: «El triángulo tiene tres ángulos».
  • Juicios sintéticos: Son aquellos en los que el predicado no está contenido en el concepto del sujeto, sino que añade información nueva. Son extensivos, es decir, amplían nuestro conocimiento sobre el mundo. Ejemplo: «La mesa del salón es marrón». Para conocer su validez, no basta con analizar el concepto de «mesa», ya que este no incluye el predicado «marrón».

Atendiendo al modo en que podemos conocer la verdad o falsedad de un juicio, Kant establece otra distinción crucial:

  • Juicios a priori: Son aquellos cuya verdad puede ser conocida independientemente de la experiencia. Por esta razón, son universales (válidos en todos los casos) y necesarios (no pueden ser de otra manera). No admiten ninguna excepción posible. Ejemplo: «El todo es mayor que la parte».
  • Juicios a posteriori: Son aquellos cuya verdad solo puede ser conocida a partir de la experiencia, mediante la comprobación empírica de lo afirmado. No son universales ni necesarios, sino contingentes. Ejemplo: «Mi coche es azul».

Los Juicios Sintéticos a Priori: Fundamento de la Ciencia

Tradicionalmente, se consideraba que los juicios analíticos eran siempre a priori y los juicios sintéticos eran siempre a posteriori (ya que no puede haber juicios analíticos a posteriori, pues su verdad se basa en el análisis conceptual, no en la experiencia). Sin embargo, Kant introduce una clase de juicios revolucionaria: los juicios sintéticos a priori.

Un ejemplo paradigmático es: «La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos». Este juicio no puede ser considerado analítico, porque el concepto de «línea recta» (que alude a una cualidad) no incluye por sí mismo la idea de «ser la distancia más corta» (que alude a una cantidad). Es, por tanto, un juicio sintético, ya que amplía nuestro conocimiento sobre las rectas. Pero tampoco puede ser considerado a posteriori, porque conocemos su verdad sin necesidad de realizar mediciones empíricas entre innumerables pares de puntos; su verdad se capta intuitivamente y se considera universal en el marco de la geometría euclidiana. Además, es rigurosamente universal y necesario dentro de este sistema, porque no admite excepción posible. Así, Kant concluye que existen juicios sintéticos a priori. Sostiene que los principios fundamentales de las ciencias, como las matemáticas y la física, son precisamente de este tipo; son los llamados postulados o principios científicos.

La Metafísica y los Límites de la Razón Teórica

Llegados a este punto, Kant se plantea la pregunta crucial: ¿Posee la metafísica juicios sintéticos a priori que puedan fundamentar su pretensión de ser una ciencia? ¿Cumple la metafísica las condiciones trascendentales del conocimiento sensible e inteligible? La respuesta de Kant es un rotundo no.

No existen juicios sintéticos a priori válidos en relación con objetos suprasensibles como Dios, el alma o la totalidad del mundo. Por lo tanto, la metafísica tradicional, en su intento de conocer estos objetos, no puede ser considerada una ciencia ni puede constituir un conocimiento racional en el mismo sentido que la física o las matemáticas. La razón teórica ha encontrado aquí su límite infranqueable: no puede conocer con certeza y objetividad nada que esté más allá de las condiciones de la experiencia posible (el espacio, el tiempo y las categorías aplicadas a las intuiciones sensibles).

Sin embargo, que la metafísica no sea una ciencia no implica que debamos abandonar las preguntas sobre estos temas trascendentales. De hecho, Kant reconoce que el ser humano, por su propia naturaleza racional, no puede evitar plantearse cuestiones sobre el sentido último de la existencia, la libertad, la inmortalidad o Dios. Estas cuestiones, aunque no puedan resolverse mediante el conocimiento teórico (científico), pertenecen al ámbito del noúmeno o «cosa en sí», lo incognoscible para la razón especulativa. No obstante, Kant argumentará que en el terreno de la razón práctica (la moral), la razón sí podrá encontrar un camino para abordar estas cuestiones y afirmar ciertas realidades suprasensibles como postulados necesarios para la vida moral. Con esto, concluye el examen crítico al que hemos sometido a nuestra razón en su uso teórico.

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