10 Jul

El Sexenio Democrático (1868-1874): Un Periodo de Cambios y Conflictos

Orígenes y Revolución de 1868: «La Gloriosa»

El Sexenio Democrático (1868-1874) es un lapso clave en la historia de España, caracterizado por intentos de democratización y una inestabilidad política notable. Comienza con la Revolución de 1868, también conocida como «La Gloriosa«, impulsada por varias crisis económicas y políticas. Las causas económicas incluyeron crisis industrial, financiera y de subsistencias. Políticamente, el desgaste del gobierno moderado y la organización de la oposición, que se consolidó en el Pacto de Ostende de 1866, unieron a progresistas y demócratas contra Isabel II. El pronunciamiento de Cádiz en septiembre de 1868, dirigido por el almirante Juan Bautista Topete, y la victoria en la Batalla de Alcolea forzaron el exilio de Isabel II, dando paso a un Gobierno Provisional.

El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869

Este Gobierno Provisional (1868-1870), liderado por Juan Prim y Francisco Serrano, promulgó la Constitución de 1869, una de las más progresistas del siglo, que declaraba la soberanía nacional y el sufragio universal masculino, y garantizaba derechos fundamentales. Sin embargo, el gobierno se enfrentó a desafíos importantes, como la búsqueda de un monarca adecuado, que se resolvió con la elección de Amadeo I de Saboya en 1871.

El Reinado de Amadeo I: Desafíos y Abdicación

El reinado de Amadeo I (1871-1873) estuvo marcado por intentos de modernización en medio de una fuerte oposición y conflictos internos, incluyendo la Tercera Guerra Carlista, la guerra de independencia en Cuba y las protestas obreras y republicanas. La incapacidad de Amadeo para consolidar su poder, exacerbada por el asesinato de Prim, lo llevó a abdicar en 1873, dando paso a la Primera República.

La Primera República Española: Intentos Federales y Caos

La Primera República (1873-1874) trató de implementar un modelo federal bajo líderes como Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Sin embargo, se caracterizó por insurrecciones cantonales y divisiones internas que impidieron la estabilidad. La crisis culminó con el golpe de Estado de Pavía en 1874 y la posterior restauración de la monarquía con el pronunciamiento de Martínez Campos, devolviendo la corona a Alfonso XII y cerrando el Sexenio Democrático. Este periodo es notable por sus intentos democratizadores, aunque fallidos, y su impacto duradero en la estructura política de España.

La Restauración Borbónica (1874-1931): Estabilidad y Crisis

Fundamentos del Sistema Canovista y la Constitución de 1876

La Restauración Borbónica en España, que abarca desde 1874 hasta 1931, fue una etapa caracterizada por la restauración de la monarquía y el establecimiento de un sistema político conocido como el Sistema Canovista, ideado por Antonio Cánovas del Castillo. Este sistema tenía como meta estabilizar la nación tras la agitación del Sexenio Democrático.

El regreso de la monarquía fue posibilitado por el pronunciamiento de Martínez Campos en diciembre de 1874, que llevó al trono a Alfonso XII. La Constitución de 1876 se convirtió en la base legal del nuevo régimen, estableciendo una monarquía constitucional con soberanía compartida entre el Rey y las Cortes. Aunque proclamaba derechos y libertades, el régimen mantenía una estructura conservadora con sufragio censitario y confesionalidad estatal.

El Turno Pacífico: Alternancia y Fraude Electoral

El sistema político de la Restauración se fundamentaba en la alternancia de poder entre el Partido Conservador, liderado por Cánovas, y el Partido Liberal, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta, conocido como el Turno Pacífico. Esta alternancia se sustentaba en mecanismos fraudulentos como el encasillado y el caciquismo, donde los caciques locales manipulaban los resultados electorales para asegurar una rotación pacífica del poder. Este mecanismo buscaba proyectar una imagen de estabilidad política en un país dividido.

Retos Internos y la Crisis de 1898

Durante el reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina (1885-1902), el sistema enfrentó varios retos, incluyendo la Tercera Guerra Carlista y la crisis de 1898. Esta última, resultante de la pérdida de las últimas colonias españolas tras la Guerra Hispano-Estadounidense, fue un desastre nacional. La firma del Tratado de París en 1898, que significó la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, tuvo un impacto profundo en la moral nacional y fomentó el movimiento regeneracionista, liderado por intelectuales como Joaquín Costa, que exigían reformas profundas para modernizar el país y superar su decadencia.

La Guerra Colonial y el Desastre del 98: El Fin del Imperio

Contexto de la Insurrección Cubana y el Pacto de Zanjón

La Guerra Colonial y la crisis del 98 representan un punto de inflexión en la historia de España, marcando la pérdida de sus últimas colonias y una profunda crisis nacional. La situación comenzó con la insurrección en Cuba, donde el descontento por el dominio español, exacerbado por la explotación económica y la centralización administrativa, llevó a la Guerra de Independencia Cubana. A pesar del Pacto de Zanjón firmado en 1878, que puso fin a la primera guerra de independencia cubana, las promesas de autonomía no se cumplieron, alimentando el descontento y las aspiraciones independentistas. La frustración en Cuba llevó a la formación de partidos políticos que buscaban mayores libertades y eventualmente la independencia, siendo el Partido Revolucionario Cubano, fundado por José Martí, uno de los más influyentes.

La Intervención de Estados Unidos y el USS Maine

El conflicto se intensificó con la intervención de Estados Unidos en 1898, tras la explosión del USS Maine en el puerto de La Habana, un incidente que sirvió de pretexto para la guerra. Estados Unidos tenía intereses económicos y estratégicos en Cuba y la intervención fue vista como una oportunidad para expandir su influencia.

Consecuencias de la Guerra Hispano-Estadounidense y el Tratado de París

La Guerra Hispano-Estadounidense fue breve pero decisiva, con importantes derrotas españolas en la batalla de Santiago de Cuba y la caída de Manila en las Filipinas. Las fuerzas estadounidenses lograron victorias rápidas, mostrando la obsolescencia y debilidad militar de España. El Tratado de París, firmado a finales de 1898, puso fin a la guerra, obligando a España a ceder Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos, marcando el fin del imperio colonial español. Esta pérdida no solo significó una derrota militar y territorial sino también un trauma nacional, intensificando la sensación de decadencia y crisis.

Impacto Interno y el Auge del Regeneracionismo

Internamente, la derrota llevó a una crisis política y económica profunda, afectando la legitimidad del régimen de la Restauración. La pérdida de las colonias exacerbó una crisis económica y política, aumentando el descontento popular y cuestionando la legitimidad del régimen. La derrota generó una profunda introspección nacional sobre las causas del fracaso y la necesidad de reformas. El movimiento regeneracionista ganó prominencia, con figuras como Joaquín Costa abogando por reformas estructurales en la política, la educación y la economía para superar la decadencia percibida. Aunque hubo algunos intentos de modernización, la crisis de 1898 dejó una huella duradera en la sociedad española.

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