06 Nov
Naturaleza y Cultura: La Condición Humana
La Naturaleza (Natu) se refiere al conjunto, orden y disposición de todos los seres que existen, sujetos a leyes propias. Pero, en sentido general, es el principio de operaciones que hace que un ente concreto se comporte de la manera en que lo hacen los seres que pertenecen a su misma especie.
¿Existe una Naturaleza Común al Ser Humano (SH)?
Si la definición de naturaleza es tan clara, ¿cuál es el problema? El conflicto surge de la condición cultural de la existencia humana. Nos definimos como animales que tenemos logos (razón o lenguaje). Sin embargo, no existe una palabra natural con la que nombrar una realidad; cada idioma es un artificio. También son diferentes las costumbres de cada cultura: lo que en un lugar es excelente, en otro puede ser una ofensa seria.
Esto plantea preguntas fundamentales:
- ¿El ser humano es esencialmente cultural?
- ¿Todo depende de la cultura en la que uno se encuentre?
Si la respuesta fuese afirmativa, se estaría negando la existencia de una naturaleza común a todos los seres humanos.
El Desafío del Relativismo Cultural
Supongamos que sea cierto que no hay naturaleza humana, o que esta viene determinada por la cultura en la que vivimos. Esto parece una apuesta fuerte por la libertad: somos tan libres que podemos decidir lo que somos. En este escenario, habría que afirmar, como en el pensamiento existencialista de Sartre, que el hombre es causa absoluta de sí mismo.
Consecuencias del relativismo radical:
- Se rechazaría la existencia de leyes que determinen al ser humano.
- Toda moral cuyas normas no hayan brotado de uno mismo se consideraría una moral heterónoma y sería rechazada.
Al no haber naturaleza, no existe un principio común ni una medida con la que comparar la propia acción. La bondad o maldad se reducirían a lo que aceptara o no uno mismo o la sociedad. El problema es que el relativismo cultural impide que encontremos un fundamento que permita una argumentación seria frente a legisladores o acciones que han provocado dramas terribles en la historia.
Contenidos Objetivos de la Naturaleza Humana
No todo lo humano es relativo, pero tampoco todo lo humano es natural o absoluto. De este modo, la cuestión filosófica relevante no es si hay naturaleza humana, sino cuáles son los contenidos objetivos de esa naturaleza.
¿Cuáles son estos contenidos? Partimos de la definición del ser humano como animal racional, y de una experiencia subjetiva fundamental: mi condición de ser alguien que no debería ser tratado nunca como medio, sino como fin. De ahí nacen las normas básicas de acción.
En conclusión, la reflexión filosófica no supone tanto la propuesta de una serie de normas que haya que cumplir, como la necesidad de señalar los límites más allá de los cuales la sociedad se vuelve contra sí misma y cae en comportamientos injustos.
Hacer la cultura no significa abolir la naturaleza, sino humanizarla. La cultura nos aparta de la inmediatez irracional del instinto. Naturaleza y cultura no se oponen, sino que se complementan. El arte de lograr esta complementariedad es la educación, que es el más elevado objetivo del filósofo.
La Experiencia de la Persona: Alguien y No Algo
Por una parte, notamos que en nosotros se cumple el modo de ser propio de toda una especie. Pero cada uno sabe que no es simplemente un caso de la clase «ser humano»: cada persona se experimenta como alguien único, no sustituible por otro.
Los individuos humanos no se identifican por completo con su especie ni se subordinan a ella. El ser humano no se experimenta como algo, sino como alguien. Cuando se desea conocer a una persona, no se pregunta por el «qué», sino por el «quién».
Cada uno tiene nombre propio, lo cual refleja el hecho de que se trata de un ser diferente de otros, con una biografía propia. La pregunta por el «quién» no se responde con un concepto. El ser humano es persona: así se convierte en autor y actor de una narración única: su biografía.
Intento de Definición: Etimología de Persona
Etimológicamente, la palabra persona procede de voces latinas: persona (máscara que se pone el actor) y personare (sonar con fuerza), las cuales a su vez se derivan del griego prosopon (máscara).
La máscara, además de su función práctica, tenía una función dramatúrgica: ocultar el rostro del actor y distorsionar la voz, para que el espectador no viera ni oyera al individuo, sino al personaje. La metáfora de la máscara muestra la capacidad del ser humano de distanciarse de sí mismo y, así, ser consciente de sí mismo y conocerse a sí mismo.
Autoconciencia, Libertad e Intimidad
Esta autoconciencia nos permite superar la propia subjetividad. Estamos llamados a desarrollar y a perfeccionar el personaje. Mientras que la existencia de otros seres está marcada por sus instintos, nosotros podemos marcarnos metas. El ser humano es libre.
La razón y la libertad capacitan al ser humano para ser señor de sí mismo. Él es centro de su mundo y, a la vez, excéntrico al mundo. El ser humano tiene la capacidad de cuestionarse a sí mismo y de comportarse con altruismo, pensando en el otro antes que en sí mismo.
La Intimidad y el Corazón (Pascal)
Blaise Pascal expresa la profundidad de la persona cuando señalaba que «el corazón tiene razones que la razón no comprende». Dar cuenta de lo humano no puede limitarse a lo que nuestra mente puede demostrar, como pretendían Descartes y el racionalismo en el siglo XVII.
No somos matemáticos ni frutos de teoremas, sino que hay algo más, como decía Pascal: el corazón, el núcleo personal que es la intimidad. Otra experiencia común es el hecho de que no somos capaces de conocer la profundidad de la intimidad. Cada uno es un misterio, hasta el punto en que quien se considera buen juez de sí mismo, suele acabar cayendo en presunción.

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