13 Sep
De la Caída de Cataluña al Final de la Guerra
El 23 de diciembre de 1938, el ejército nacional se lanzó sobre Cataluña. Las tropas republicanas, a las que no llegaban armas ni materiales rusos debido al constante bombardeo de los puertos por aviones y buques italianos, apenas pudieron resistir unas semanas. La caída de la capital catalana obligó al Gobierno republicano a refugiarse en Gerona y, posteriormente, al exilio. El 5 de febrero cruzó la frontera un ingente número de combatientes y población civil. Entre los que cruzaron, se encontraban Azaña, Martínez Barrio y Negrín (este último regresaría para esperar, junto con el pueblo, la entrada de las tropas franquistas en Madrid).
Tras la caída de Cataluña, Madrid se convirtió en el escenario de una confrontación civil en el seno de la República, ante el dilema de resistir o negociar la rendición. El 5 de marzo de 1939, el general Casado llevó a cabo un golpe de Estado contra Negrín, formando el Consejo Nacional de Defensa. Ordenó la detención y ejecución de comunistas y militares ligados a Negrín, quienes tuvieron que huir de España. Franco no quiso negociación alguna; exigió la rendición incondicional. Sus tropas entraron en Madrid el 28 de marzo de 1939; a continuación, el resto de plazas republicanas también cayeron. El 1 de abril de 1939, el general Francisco Franco firmó el último parte de guerra: «En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares.»
El Bando Republicano: Revolución y Resistencia
Ante las primeras noticias del alzamiento en Marruecos, el Gobierno, presidido por Casares Quiroga, trató de tranquilizar a la opinión pública. En las calles y plazas de las ciudades, los trabajadores pedían armas. Casares dimitió el día 18 y Azaña nombró a Diego Martínez Barrio, quien intentó negociar con los rebeldes, pero la negociación fracasó. Se formó un nuevo Gobierno, presidido por José Giral, que procedió al reparto de armas a las organizaciones del Frente Popular y a los sindicatos obreros. En los lugares donde el alzamiento fue derrotado, su fracaso se debió a la resistencia de la clase obrera armada, la lealtad de la policía, la Guardia Civil y la Guardia de Asalto, quienes derrotaron a las guarniciones sublevadas.
Esta situación propició el desarrollo de la revolución como respuesta al alzamiento militar. La estructura política, militar, judicial y económica del Estado republicano quedó prácticamente desarticulada. Las transformaciones revolucionarias no tuvieron el mismo alcance en todas partes. En Madrid, donde predominaba la UGT, o Valencia, donde tenía la sede el Gobierno, los cambios fueron menores; los más importantes se produjeron en Cataluña, el campo aragonés y La Mancha, zonas donde se llevó a cabo una colectivización de la propiedad.
El Gobierno de Giral, desbordado por la revolución popular y el avance de los nacionales por el sur, dimitió, dando paso a un nuevo Gobierno presidido por Francisco Largo Caballero, socialista proveniente de la UGT. Fue un Gobierno de preponderancia socialista, donde entraron comunistas, republicanos, catalanistas, vascos y miembros de la CNT. Su objetivo fundamental fue la recuperación de la autoridad del Gobierno y la unidad del Estado. Se consiguió un éxito militar con la defensa de Madrid, aunque este fue atribuido a la Junta.
El principal problema que encontró el nuevo Gobierno fue la división interna entre comunistas y anarquistas. El Partido Comunista aumentó su influencia al constatarse que el único país que ayudaba a la República era la Rusia dirigida por Stalin. Largo Caballero se encontró en medio de los enfrentamientos entre anarquistas y comunistas. Tras los acontecimientos de mayo, dos ministros comunistas abandonaron el Gobierno por disconformidad con su política militar y por la oposición a la disolución del POUM; Largo Caballero dimitió.
Un nuevo Gobierno, presidido por Juan Negrín, se formó; los anarquistas y la UGT desestimaron intervenir, rompiéndose la unidad de acción. El nuevo Gobierno procedió a aplicar la política defendida por los comunistas con el apoyo de socialistas, republicanos y nacionalistas vascos y catalanes. Negrín personificó rigurosamente la voluntad de resistencia a ultranza, proponiendo un programa de condiciones mínimas: «Los Trece Puntos». El presidente de la República, Azaña, era cada vez más contrario a Negrín. Después de la pérdida de Cataluña, los gobiernos francés y británico habían dado su reconocimiento oficial a Franco (27 de febrero de 1939), hecho que provocó la dimisión de Manuel Azaña.
Cualquier posibilidad de negociar con Franco una paz con condiciones era nula. El 5 de marzo de 1939, un golpe de Estado destituyó a Negrín, formándose un Consejo Nacional de Defensa, en el que estaban representados socialistas, anarquistas y republicanos que no estaban de acuerdo con los comunistas. Las negociaciones del Consejo de Defensa con Franco para una rendición sin represalias no dieron resultado. Franco declaró el triunfo de sus tropas el 31 de marzo, y el 1 de abril se reunió en París la Diputación Permanente de las Cortes, comenzando así la andadura de la República en el exilio.
El Bando Sublevado: Unificación y Liderazgo de Franco
En el bando franquista también existieron corrientes opuestas, pero en él se consiguió la unidad: el sentimiento católico y antirrevolucionario constituyeron los factores decisivos para aglutinar a los distintos partidos. Una vez que el Gobierno de las diversas localidades quedó en manos de los militares, la dirección política fue asumida el 24 de julio por una Junta de Generales de la Península reunida en Burgos, la denominada Junta de Defensa Nacional, presidida por el general Cabanellas. La muerte del jefe de la conspiración trastocó los planes; a partir de este momento, comenzaron a destacar dos figuras: el general Mola, director de la conspiración y nombrado jefe del Ejército del Norte, y el general Franco, reconocido como jefe del Ejército del Sur. Inmediatamente se procedió a la contrarreforma social, anulando todo el proyecto modernizador republicano.
El general Franco se aprovechó de una serie de circunstancias para acceder a la autoridad suprema, tanto política como militar:
- Consiguió la ayuda de Hitler y Mussolini.
- Su avance hacia Madrid fue más rápido y espectacular que el de Mola.
- Ayudó a los sublevados refugiados en el Alcázar de Toledo, convirtiendo el hecho en una campaña propagandística para imponerse en la Junta de Burgos, que lo reconoció como máxima autoridad militar (Generalísimo del Ejército), además de Jefe de Gobierno del Estado.
El 1 de octubre, la Junta de Defensa Nacional fue sustituida por la Junta Técnica del Estado, trasladando la sede del poder a Salamanca. Para fortalecer su liderazgo, Franco se hizo llamar Caudillo, mientras que los medios de propaganda comenzaron a difundir el lema «Una Patria, un Estado, un Caudillo».
Otro aspecto a tener en cuenta es la adopción por parte de la Iglesia Católica de una postura favorable a los sublevados, lo que ocasionó que la inmensa mayoría de la España católica se alineara con ellos y concibiera la guerra como una auténtica Cruzada.
En el terreno político, subsistían todavía algunos problemas. La situación era favorable a los partidos de extrema derecha: monárquicos alfonsinos, carlistas y falangistas. Hubo en este bando graves disidencias internas que concluyeron en abril con el Decreto de Unificación en un Partido Único, que se llamaría más adelante el Movimiento Nacional. Unía a los dos partidos más importantes de la España sublevada: el carlista y el falangista. La unificación se completó en los meses siguientes con varios decretos sobre el establecimiento de los estatutos del Movimiento Nacional, la creación del Sindicato Español Universitario y el Servicio Social de la Mujer, así como el nombramiento de los miembros del Consejo Nacional y de los demás organismos del partido único.
Deja un comentario