11 May
El Pensamiento de Friedrich Nietzsche: Crítica a la Tradición y Afirmación de la Vida
El Ser Humano y la Deconstrucción Filosófica
El pensamiento de Nietzsche constituye, ante todo, una deconstrucción de la tradición filosófica occidental, una tradición que se inaugura con Sócrates y que con el propio Nietzsche llega a su fin. Así, Nietzsche interpreta que la tradición filosófica occidental, ya desde Sócrates, se ha caracterizado por una oposición a la vida, una voluntad o una aspiración a la nada, un nihilismo (del latín nihil: “nada”), que tiene su expresión en el plano metafísico, epistemológico y moral.
La Crítica a la Moral Platónico-Cristiana
Para Nietzsche, la tradición platónico-cristiana ha promovido valores que negaban la vida: todo lo que era un signo de vitalidad (el instinto, el deseo, la fuerza, la sexualidad) ha sido considerado inmoral y rechazado. En su lugar, se ha promovido el ideal ascético, en el que se santifica todo aquello que sea signo de debilidad: el sacrificio, la abnegación, la resignación, la castidad, la compasión. Nietzsche interpreta que este ideal es la expresión de individuos decadentes, cansados, enfermos, que, por resentimiento hacia la vida, niegan todo aquello que sea una expresión de vida y plenitud. Son, para Nietzsche, “predicadores de la muerte”: “Atacar las pasiones es —dice Nietzsche— atacar la vida misma”. El mismo Sócrates, queriendo sacrificar un gallo a Asclepio antes de morir, parece sugerir que la vida es una enfermedad que se cura con la muerte.
La Muerte de Dios y sus Implicaciones
En La gaya ciencia, Nietzsche presenta la idea de la muerte de Dios, una idea central en el pensamiento del filósofo alemán, que será desarrollada profusamente en Así habló Zaratustra. Nietzsche presenta este acontecimiento como un suceso gravísimo, cuyas profundas implicaciones apenas comienzan a entreverse. Sus consecuencias se manifiestan en varios planos:
- Plano metafísico: La muerte de Dios significa la disolución de la oposición Mundo Real – Mundo aparente; el fin de la creencia en una realidad trascendente y la reducción de la realidad al mundo aparente que conocemos a través de los sentidos, sujeto al cambio, al devenir, a la transformación.
- Plano epistemológico: Este acontecimiento supone la crisis de la concepción de una Verdad absoluta y el auge del perspectivismo.
- Plano moral: La muerte de Dios implica el fin de los valores morales absolutos y el inmoralismo: la ausencia de valores y de sentido.
En definitiva, la muerte de Dios es la expresión del fin de todo aquello que daba sentido a la tradición filosófica europea, el fin de la concepción de una Realidad trascendente, de una Verdad absoluta y de un Bien absoluto: el “crepúsculo de los ídolos”.
Del Nihilismo Negativo al Nihilismo Positivo: El Superhombre
Ahora bien, esta ausencia de valores y de sentido, esta “nada” a la que se enfrenta el ser humano tras la muerte de Dios, no es el nihilismo negativo que ha caracterizado a la tradición occidental, sino un nihilismo positivo, una “nada” que posibilita una nueva creación, en la que el propio hombre debe ser superado. “El hombre es un puente y no un fin”, “una cuerda tendida entre el animal y el superhombre”. Así, Zaratustra anuncia la llegada del superhombre (Übermensch) quien, situándose más allá del bien y del mal, rechaza las ilusiones de un mundo trascendente y los viejos valores y, en ausencia de un Dios creador, crea él mismo nuevos valores, valores que por fin afirman la vida. El superhombre es, para Nietzsche, la máxima expresión de la voluntad de poder: fuerte, libre, independiente, creador. En el capítulo “De las tres transformaciones” de Así habló Zaratustra, el superhombre se ve personificado en la tercera y última transformación del espíritu: el niño, símbolo de un nuevo comienzo, de la inocencia, del querer, de la ligereza, del juego, de la afirmación de la vida.
El Eterno Retorno y el Amor Fati
Este “santo decir sí” que representa el superhombre encuentra su máxima expresión en la afirmación del eterno retorno: ama la vida hasta el punto de querer que cada instante, cada placer, cada alegría, cada dolor y cada tristeza se repitan infinitamente. “Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati: el no querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad”.
La Ética y Política en Platón: En Busca de la Justicia
Platón confiesa en algunas obras autobiográficas, como la Carta VII, que se dedicó a la filosofía por la terrible impresión que le produjo en su juventud la muerte de Sócrates, su maestro, condenado injustamente por un tribunal ateniense. Este acontecimiento hizo que Platón se planteara durante el resto de su vida el problema fundamental de la política: cómo conseguir que la sociedad esté gobernada con justicia. Este problema constituye el asunto central de su diálogo La República.
La Interdependencia de Ética y Política
Según Platón, un individuo solo podrá ser justo si vive en una sociedad donde reine la justicia. Por lo tanto, la Ética, que se ocupa de la virtud del individuo, es inseparable de la Política, que se ocupa de la virtud del Estado. La reflexión sobre la justicia conduce a una reflexión sobre las causas por las que las sociedades existentes son injustas.
Crítica a los Regímenes Políticos y la Democracia
Platón considera que todos los regímenes políticos existentes están enfermos, particularmente la democracia, que algunos consideran el gobierno del pueblo cuando en realidad es, según Platón, el gobierno de una minoría de demagogos que logran ganarse el favor del pueblo a costa de halagos y engaños. El hecho de que en la democracia ateniense los ciudadanos fuesen elegidos para desempeñar los cargos públicos por sorteo es visto por Platón como otro de los defectos del sistema, pues es absurdo dejar que personas sin la educación y los conocimientos apropiados dirijan los asuntos del Estado.
La Justicia en el Individuo: Las Partes del Alma y sus Virtudes
La Justicia sería para Platón el equilibrio o armonía de los tres aspectos que distingue en el ser humano:
- La razón (alma racional): Su función es gobernar, ordenarnos lo que debemos hacer. Su virtud propia es la sabiduría.
- El apetito (alma concupiscible): Su virtud propia será la moderación o templanza.
- El ánimo (alma irascible): Su virtud propia es la fortaleza o valor.
Un individuo será justo cuando cada una de estas partes del alma cumpla la función que le es propia.
La Justicia en el Estado: Las Clases Sociales y su Función
Según Platón, una sociedad solo podría ser justa si todos los ciudadanos fuesen educados por el Estado con el fin de descubrir qué aptitudes poseen y asignarles la función más adecuada a dichas aptitudes. Esto da lugar a tres clases sociales:
- Productores: Aquellos en los que predomina el apetito. Forman la clase más numerosa, dedicada a las actividades económicas.
- Guardianes auxiliares: Individuos en los que predomina el valor y la fortaleza. Constituyen una clase militar encargada de hacer cumplir las órdenes de los gobernantes.
- Gobernantes-filósofos (Guardianes perfectos): Una minoría que destaca por su sabiduría y prudencia, en quienes predomina el elemento racional del alma.
El Estado será justo cuando cada una de estas tres clases cumpla la función que le es propia. La Justicia en el Estado consiste en la armonía de las clases que lo forman.
El Mito de la Caverna y la Educación
El proceso de educación del ser humano es descrito de forma alegórica en el mito de la caverna. Platón sostiene que la educación no proporciona ciencia, sino que solo activa el saber implícito en el alma, “reorientándola” hacia sus verdaderos objetos (las Formas o Ideas). El filósofo es representado en el mito como el esclavo liberado que aprende a distinguir las sombras de la caverna de la verdadera realidad del mundo exterior. El mundo exterior representa la realidad inteligible de las Ideas, y el sol que ilumina los objetos del mundo visible representa el Bien, del cual proceden la perfección e inteligibilidad de las Ideas.
La Realidad y el Conocimiento en Descartes: El Giro Subjetivista
A partir de Descartes, y a lo largo de toda la modernidad filosófica, la filosofía experimenta un claro giro subjetivista. En contraste con el carácter realista de la metafísica griega y medieval, la especulación acerca de la realidad va a estar mediada en la modernidad por el problema del conocimiento. Así, y en esto consiste precisamente el denominado “giro cartesiano”, la filosofía moderna adquiere un marcado carácter epistemológico.
La Búsqueda de una Verdad Indubitable: La Duda Metódica
El pensamiento de Descartes está orientado a la búsqueda de una verdad indubitable que actúe como fundamento de todo conocimiento, un conocimiento que concibe integrado en una única ciencia universal. Con el objetivo de hallar una evidencia, y siguiendo un método inspirado en el método matemático, Descartes pone en práctica la duda metódica, cuestionando la validez de todo conocimiento. Este proceso incluye varias etapas:
- Cuestionamiento de la validez del conocimiento sensible, dado que a menudo los sentidos nos engañan.
- Dificultad de diferenciar la vigilia y el sueño, considerando que lo que percibimos podría no ser más que una especie de ilusión o sueño.
- Posibilidad de un Dios engañador que nos haya creado de tal forma que erremos al razonar.
- Hipótesis del genio maligno, que podría hacernos equivocar cuando razonamos.
El Cogito y la Primera Evidencia
Tras aplicar la duda metódica, Descartes halla una primera evidencia: “pienso, luego existo” (cogito, ergo sum). Descartes concluye la evidencia de su propia existencia como ser pensante, como cosa que piensa (res cogitans). Pese a que los sentidos le puedan engañar, pueda estar soñando, o llevado a equivocarse por Dios o un genio maligno, es necesario que exista un sujeto de pensamiento, algo que dude, que sea engañado, que se equivoque o que sueñe.
El Problema del Solipsismo y la Existencia de Dios
Ahora bien, en la primera evidencia de Descartes está ya dado, implícitamente, el problema del solipsismo (del latín solus ipse: solo yo), que obligará a Descartes a intentar probar la existencia real e independiente del mundo y a desechar la posibilidad de que la realidad no sea más que una producción de su propia mente. En la tercera de sus Meditaciones metafísicas, Descartes expone su solución al problema del solipsismo. Entre las ideas es especialmente significativa, para Descartes, la idea de Dios. Para Descartes, la idea de Dios es una idea innata, es decir, una idea que existe en la mente desde el momento de nacer. Argumenta que la idea de una sustancia infinita no ha podido ser causada sino por un ser infinito, lo que apunta a que tal ser existe. Además, un ser infinito no puede carecer de ninguna perfección y, dado que la existencia es una perfección, el ser infinito necesariamente existe. Un ser infinito, que reúna en sí todas las perfecciones, no podría engañar, puesto que el engaño es propio de seres imperfectos. Dios no podría hacerme creer en la existencia de una realidad externa e independiente de mi propia mente si esta no existiera realmente. Así, Descartes puede afirmar la existencia real e independiente del mundo externo, superando el problema del solipsismo.
Las Tres Sustancias y el Dualismo Cartesiano
La realidad, para Descartes, está constituida por tres sustancias de diferente naturaleza, entendiéndose por sustancia todo aquello que existe por sí mismo:
- La sustancia divina (Dios).
- La sustancia pensante (res cogitans o mente).
- La sustancia extensa (res extensa o cuerpo).
Para Descartes, la mente, a diferencia de los cuerpos, es inextensa —puesto que no se da en el espacio y no es posible comprenderla en términos espaciales— y no está sometida a las leyes mecánicas, siendo así libre. Por el contrario, el atributo esencial de los cuerpos es la extensión, dado que los cuerpos se dan en el espacio, viéndose así sometidos a las leyes mecánicas y constituyendo de esta forma la res extensa un sistema determinista. Descartes presenta al ser humano como un compuesto de mente y cuerpo, lo que se conoce como “dualismo cartesiano”.
Santo Tomás de Aquino: La Demostración Racional de la Existencia de Dios
El Argumento del Primer Motor Inmóvil
En este texto, Santo Tomás de Aquino aborda el problema de si es posible demostrar racionalmente la existencia de Dios. Frente a quienes podrían pensar que la existencia divina es solo un asunto de fe, el autor plantea una vía basada en la experiencia del mundo: el movimiento. Observa que todo lo que se mueve es movido por otro, y que este proceso no puede retroceder hasta el infinito, pues no habría un primer motor que origine el resto. Por ello, concluye que debe existir un primer motor inmóvil, que no es movido por nada y que causa el movimiento de todo lo demás. Esa causa primera es lo que todos llaman Dios.
Reflexión Personal sobre el Argumento
Personalmente, considero muy interesante cómo Santo Tomás intenta conciliar la razón filosófica con la fe religiosa. La idea de que todo lo que se mueve es movido por otro, y que no puede existir una cadena infinita de motores, me parece lógicamente consistente dentro de su marco metafísico. Sin embargo, creo que esta visión está muy condicionada por la física aristotélica, donde todo cambio implica un motor exterior. Hoy sabemos, gracias a la ciencia moderna (como la inercia en física), que algunos movimientos no necesitan un motor continuo, lo cual podría debilitar este argumento desde una perspectiva contemporánea. Aun así, entiendo que el objetivo de Santo Tomás no era describir el movimiento físico moderno, sino usar el cambio como una huella ontológica que apunta a un ser necesario que da sentido y existencia al resto. En ese sentido, veo su propuesta como una forma coherente dentro de la filosofía medieval de mostrar que la razón también puede llegar a Dios, no solo la fe.
Hannah Arendt: La Condición Humana y el Mundo
La Existencia Condicionada del Ser Humano
En este texto, Hannah Arendt plantea el problema de la relación entre el ser humano y el mundo que lo rodea, preguntándose en qué medida nuestra existencia está determinada por las condiciones externas. La autora sostiene que la vida humana está siempre condicionada, ya que todo lo que entra en contacto con ella —objetos, recuerdos, acciones— se transforma en parte de su existencia. De este modo, Arendt ofrece como solución la idea de que el ser humano no puede existir al margen del mundo, y que este mundo, compuesto de «cosas», no es solo un conjunto de objetos, sino el conjunto de condiciones que hacen posible nuestra existencia. La realidad objetiva y la existencia humana se necesitan mutuamente: no puede haber humanidad sin mundo, ni mundo humano sin seres que lo vivan y lo comprendan.
Reflexión Personal sobre la Interdependencia Humano-Mundo
Estoy de acuerdo con Arendt en que el ser humano no puede existir al margen del mundo. Hoy más que nunca, todo lo que hacemos —desde usar tecnología hasta convivir en sociedad— nos muestra que estamos condicionados por nuestro entorno. Lejos de ser algo negativo, creo que esto nos da la oportunidad de construir sentido en lo compartido, de formar identidad y memoria. Arendt nos hace ver que no somos individuos aislados, sino seres que necesitamos del mundo y de los demás para realizarnos plenamente.
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