15 Mar

El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

El Sexenio Absolutista (1814-1820)

El Sexenio Absolutista comenzó tras la firma del Tratado de Valençay en 1813, que devolvió el trono a Fernando VII y puso fin a la Guerra de Independencia Española. Al regresar a España, Fernando VII fue recibido con entusiasmo y, apoyado por los absolutistas, proclamó la anulación de la Constitución de 1812, restaurando el absolutismo. Se suprimieron las libertades individuales y los avances del liberalismo, y se restableció el poder de la Iglesia y la aristocracia. El descontento creció debido a la situación económica y la falta de reformas, mientras las colonias americanas iniciaban su proceso de independencia. Este malestar se tradujo en pronunciamientos militares a favor del constitucionalismo, siendo el más destacado el de Rafael del Riego, quien exigió que el rey jurase la Constitución de 1812. A pesar de la oposición de Fernando VII, el ejército y la población, apoyados por revueltas campesinas y la crisis, lograron que el rey cediera. Finalmente, Fernando VII firmó un manifiesto apoyando la Constitución, devolviendo el liberalismo a España.

El Trienio Liberal (1820-1823)

El Trienio Liberal fue un período de reformas liberales tras la restauración de la Constitución de 1812. Las Cortes impulsaron medidas como la defensa de las libertades individuales, la creación de un Código Penal moderno, la Milicia Nacional y la Ley de Instrucción Pública. En el ámbito agrario, se intentaron reformas como la desamortización de tierras, pero no lograron mejorar la situación del campesinado. En la política religiosa, se enfrentaron a la Iglesia, suprimiendo el Tribunal de la Inquisición y la Compañía de Jesús, y disolviendo conventos. El gobierno liberal sufrió divisiones internas entre moderados y exaltados. La intervención de Francia, apoyada por los realistas, restauró el absolutismo en España.

La Década Ominosa (1823-1833)

La Década Ominosa fue un periodo de absolutismo autoritario tras la restauración del poder de Fernando VII. El rey anuló las decisiones del Trienio Liberal y persiguió a los liberales, forzando al exilio a más de 8000 personas. Se crearon la Policía y las Juntas de Fe para reprimir cualquier oposición, y se realizaron ejecuciones de figuras liberales. Fernando VII intentó un reformismo moderado desde 1825 para modernizar el absolutismo, destacando reformas en Hacienda y la creación del Código de Comercio y la Bolsa de Madrid. Sin embargo, la situación económica empeoró y las colonias americanas lograron su independencia.

El reformismo moderado provocó una división entre los absolutistas, con los apostólicos, liderados por el hermano del rey, Carlos María Isidro, enfrentándose al monarca. También surgieron movimientos de protesta, como los malcontents en Cataluña. La revolución liberal en Francia de 1830 avivó la actividad conspiratoria de los liberales, lo que incrementó la represión del gobierno.

El final del reinado y el conflicto sucesorio

Fernando VII se casó con su sobrina María Cristina de Borbón, y pocos meses después ella quedó embarazada, lo que generó un conflicto sucesorio. Cuando nació Isabel, los absolutistas moderados y liberales apoyaron a la niña como posible cambio de régimen, mientras que los absolutistas intransigentes apoyaron a Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, como sucesor, alegando la Ley Sálica. Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción en 1830, que restablecía la sucesión femenina, excluyendo a Carlos y favoreciendo a Isabel. Esto causó tensiones entre los absolutistas, y en 1832, los partidarios de Carlos intentaron, sin éxito, que Fernando VII, gravemente enfermo, revocara la Pragmática Sanción.

La disputa no solo era sobre la sucesión, sino sobre el modelo de sociedad: los carlistas representaban al Antiguo Régimen y se oponían al liberalismo, mientras que María Cristina, buscando salvar el trono para su hija, se alió con los liberales y formó un gobierno reformista.

El Reinado de Isabel II (1833-1868)

La Guerra Carlista

El carlismo surgió tras la muerte de Fernando VII en 1833, cuando su hermano Carlos María Isidro se proclamó rey, defendiendo el absolutismo frente al liberalismo. El movimiento, apoyado por la nobleza rural, el clero y el campesinado, rechazaba las reformas liberales y la desamortización eclesiástica. La regente María Cristina apoyó, por su parte, el liberalismo moderado, pactando con los sectores más conservadores. La guerra carlista tuvo varias fases, con victorias y derrotas, y concluyó con el Convenio de Vergara. A pesar de la derrota, el carlismo continuó con la Segunda Guerra Carlista y la Tercera Guerra Carlista, encabezada por Carlos VII durante el Sexenio Democrático, como oposición al liberalismo y a Isabel II.

La evolución política del reinado

El reinado de Isabel II estuvo marcado por la alternancia entre progresistas y moderados, en un contexto de inestabilidad política. Durante su minoría de edad, su madre María Cristina fue regente y, luego, el general Baldomero Espartero. Durante este tiempo se aprobó el Estatuto Real y la Constitución de 1837, que establecía la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, aunque no se implementó completamente.

Tras la mayoría de edad de Isabel II, los moderados dominaron el gobierno, aprobando la Constitución de 1845, que fortaleció el poder del rey y la Iglesia. Durante este periodo se impulsaron reformas clave, como la Ley de Hacienda y la creación de la Guardia Civil. Sin embargo, la monarquía se volvió más reaccionaria y excluyente, con dos breves periodos de gobierno progresista y centrista.

La construcción del Estado liberal

Durante el reinado de Isabel II, surgieron los primeros partidos políticos:

  • Partido Moderado: Liderado por Ramón María Narváez, apoyaba a la alta burguesía y terratenientes, defendiendo un liberalismo doctrinario con soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
  • Partido Progresista: Encabezado por Espartero, representaba a las clases medias, buscando la soberanía nacional y un mayor protagonismo de las Cortes.
  • Partido Demócrata: Escisión del Progresista, defendía el sufragio universal y un Estado intervencionista, pero no participó en el sistema isabelino.
  • Unión Liberal: Fundado por Leopoldo O’Donnell, buscaba un equilibrio entre progresistas y moderados.

El Estado liberal español fue creado por los moderados, pero su poder fue desafiado por los progresistas.

Las Desamortizaciones

Concepto y antecedentes históricos

Muchas de las tierras en el Antiguo Régimen eran inalienables, como los mayorazgos y propiedades eclesiásticas. La desamortización, inspirada en el liberalismo, comenzó en las Cortes de Cádiz y continuó bajo Isabel II, buscando liberar la propiedad del Antiguo Régimen y fomentar la aparición de pequeños propietarios.

El fenómeno desamortizador no fue nuevo, ya que antes hubo varios intentos, como los propuestos por Pablo de Olavide y Gaspar Melchor de Jovellanos, que buscaban vender tierras baldías y concejiles, pero no de la Iglesia. Durante el reinado de Carlos III se implementaron medidas desamortizadoras limitadas, como arrendar tierras sin perder la propiedad de los municipios. La desamortización de Manuel Godoy fue la primera verdadera, afectando bienes de los Colegios Mayores, jesuitas y entidades benéficas. José I Bonaparte también confiscó propiedades para financiar la guerra, pero estas fueron devueltas. Las Cortes de Cádiz aprobaron decretos de desamortización, aunque su aplicación fue limitada por el retorno de Fernando VII. Durante el Trienio Liberal, se reafirmaron estos decretos y se añadieron los bienes de la Inquisición y propiedades del clero regular, completando la desamortización eclesiástica.

Desamortización de Mendizábal (1836-1837)

Juan Álvarez Mendizábal, presidente del gobierno, buscó consolidar el liberalismo y enfrentar el carlismo. Para ello, impulsó la desamortización de los bienes eclesiásticos, comenzando con la supresión de conventos y congregaciones religiosas. Mediante un decreto, nacionalizó los bienes del clero regular y los vendió para financiar la guerra carlista y la deuda pública, excepto aquellos destinados a servicios públicos o monumentos. Además, con la Ley de 1837, se desamortizaron los bienes del clero secular.

Las consecuencias de estas desamortizaciones fueron las siguientes:

  • Venta de tierras: Las tierras se vendieron en subasta pública, pero fueron adquiridas principalmente por la burguesía, no por los campesinos. Esto aumentó la tierra cultivada y los rendimientos, pero no redujo la deuda estatal, que continuó siendo alta. Además, los pagos podían hacerse con títulos de deuda pública, lo que favoreció a especuladores y grandes propietarios, no a los campesinos.
  • Ruptura con la Iglesia y división pública: Estas medidas causaron la ruptura de relaciones con la Santa Sede y dividieron la opinión pública española. También resultaron en la pérdida del patrimonio histórico y documental de la Iglesia.

La Desamortización de Madoz (1855)

El ministro de Hacienda Pascual Madoz impulsó la segunda desamortización durante el bienio progresista. A pesar de la oposición del clero, la ley permitió vender en subasta pública los bienes eclesiásticos no vendidos previamente, así como los del Estado y municipios. Este proceso se llevó a cabo rápidamente, subastando miles de propiedades y recaudando grandes sumas de dinero. Aunque la ley benefició principalmente a la alta burguesía, la participación de los pequeños propietarios fue mayor que en la desamortización anterior. Sin embargo, no se logró una reforma agraria que favoreciera a los campesinos, y la concentración de tierras aumentó la estructura latifundista. Esto empeoró las condiciones de vida de muchos campesinos, quienes se convirtieron en jornaleros con salarios bajos.

En conjunto, entre ambas desamortizaciones se transfirieron 10 millones de hectáreas, un 20% de la superficie nacional. A pesar de que la desamortización se mantuvo vigente hasta 1895, las subastas disminuyeron después de 1856. Este proceso contribuyó al cambio hacia una sociedad burguesa y a la creación de una nueva élite terrateniente, fusionando la aristocracia feudal con la burguesía urbana. Sin embargo, no se produjo un cambio radical en la estructura de la propiedad, manteniéndose el latifundismo en el sur y el minifundismo en el norte.

El Sexenio Revolucionario (1868-1874)

El gobierno provisional y la Constitución de 1869

El primer Gobierno Provisional, presidido por el general Francisco Serrano e integrado por progresistas y unionistas, excluyó a los demócratas. Este gobierno impulsó reformas liberales como la libertad de expresión, asociación e imprenta. Se optó por una monarquía parlamentaria en lugar de la república, cuya legitimidad se confirmó en las Cortes Constituyentes. Las elecciones a las Cortes se realizaron por sufragio universal masculino, con victoria de la coalición gubernamental, aunque republicanos y carlistas lograron representación.

La Constitución de 1869 desarrolló amplios derechos individuales: sufragio universal masculino y libertad de prensa, además de reconocer la libertad de culto, aunque el Estado seguía sosteniendo económicamente a la Iglesia Católica. El texto proclamaba la soberanía nacional y la monarquía como forma de gobierno. El rey tenía el poder ejecutivo y podía disolver las Cortes. Se fortaleció el papel de las Cortes, encargadas de legislar y supervisar al gobierno, y se garantizó la independencia judicial. Sin embargo, aunque supuso avances en derechos y libertades, la Constitución de 1869 no satisfizo a los republicanos ni al pueblo, ya que el modelo socioeconómico permaneció intacto. Campesinos, jornaleros y obreros no vieron mejoras en sus condiciones de vida.

La monarquía de Amadeo de Saboya (1871-1873)

El breve reinado de Amadeo de Saboya estuvo marcado por una constante inestabilidad social y política, reflejada en tres elecciones generales y seis gobiernos en solo dos años. Los factores que contribuyeron a esta inestabilidad fueron:

  • Asesinato de Juan Prim: Su principal apoyo y líder de la coalición monárquico-democrática, lo que debilitó su respaldo político.
  • División de los partidos políticos: Con la fragmentación de la coalición en constitucionalistas y radicales.
  • Agitación social y fortalecimiento del movimiento obrero: Que aprovechó la libertad de asociación para organizarse mejor.
  • Conflictos armados: Como la Tercera Guerra Carlista (desde mayo de 1872) y la Guerra de los Diez Años en Cuba (1868-1878).
  • Oposición generalizada: Desde los moderados borbónicos que promovían la restauración hasta la Iglesia, la burguesía financiera (por reformas como la abolición de la esclavitud y la regulación del trabajo infantil), republicanos y carlistas.

La crisis final llegó con la desintegración de la coalición gubernamental, dejando al monarca sin apoyo.

La Primera República (1873-1874)

Tras la abdicación del rey, las Cortes proclamaron la Primera República el 11 de febrero de 1873, pero la inestabilidad política impidió su consolidación. A los problemas heredados se sumó el conflicto entre republicanos unitarios y federalistas.

  • Estanislao Figueras: Lideró el primer gobierno de coalición radical-republicana, con el objetivo de mantener el orden.
  • Francisco Pi y Margall: Asumió la presidencia en junio, impulsando una República Federal, pero el auge del movimiento cantonalista desbordó su gobierno.
  • Nicolás Salmerón: Presidente desde julio, priorizó la restauración del orden enviando al ejército contra los cantonalistas.
  • Emilio Castelar: Elegido por las Cortes, giró hacia la derecha y obtuvo poderes especiales para gobernar por decreto.

La Restauración (1874-1902)

El sistema político canovista

Antonio Cánovas del Castillo diseñó un sistema político basado en la estabilidad, inspirándose en el modelo inglés de alternancia entre dos grandes partidos y en la consolidación de las instituciones fundamentales: la monarquía y el parlamento. Su propuesta tenía tres pilares: el rey y las Cortes como instituciones claves, el bipartidismo como sistema de alternancia, y una Constitución moderada. Cánovas logró que Alfonso XII reemplazara a la impopular Isabel II, quien renunció al trono en 1870. El sistema bipartidista se concretó con el Partido Conservador, fundado por Cánovas, y el Partido Liberal, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta. El Partido Conservador integraba a los antiguos moderados, la Unión Católica y los alfonsinos. Los carlistas y republicanos fueron excluidos del sistema político.

La Constitución de 1876

La Constitución de 1876 fue moderada y se basó principalmente en la de 1845, incorporando algunos derechos de la Constitución progresista de 1869. Su articulado, aunque impreciso, permitía gobiernos de diferentes signos políticos. Entre sus principales características destacan:

  • Soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
  • Declaración de derechos similar a la de 1869, pero su ejercicio se regulaba por leyes ordinarias.
  • El catolicismo fue declarado religión oficial del Estado, prohibiéndose manifestaciones públicas de otras religiones, aunque se reconocía la libertad de culto individual.
  • Prerrogativas del rey aumentadas: mantenía el poder ejecutivo, nombraba ministros, sancionaba y promulgaba leyes, y convocaba o disolvía las Cortes.
  • Limitación del poder de las Cortes: estas eran bicamerales, con un Senado elitista y conservador, y un Congreso electivo, pero con un sufragio no definido, permitiendo que se adaptara según los intereses del partido en el poder.

El funcionamiento real del sistema

El modelo bipartidista, inspirado en el sistema británico, se basaba en la alternancia entre el Partido Conservador y el Partido Liberal. Los resultados electorales eran manipulados mediante el caciquismo, donde oligarcas, gobernadores civiles y caciques locales controlaban las elecciones mediante amenazas, favores y manipulaciones, lo que se conocía como “pucherazo”. El Partido Conservador dominó desde 1875 hasta 1881, consolidando el sistema canovista. Luego, el Partido Liberal comenzó a alternar en el poder, implementando reformas clave como la Ley de Asociaciones y el sufragio universal.

Los excluidos del sistema

Los movimientos sociales y los regionalismos fueron excluidos del sistema político de la Restauración, lo que contribuyó a su eventual colapso.

  • Catalanismo: Iniciado con la Renaixença en los años 30, se formalizó en 1910 con la creación de la Lliga Regionalista Catalana.
  • Nacionalismo vasco: Surgió en 1894 con la fundación del Partido Nacionalista Vasco por Sabino Arana, conservador y arraigado en los intereses agrarios.
  • Regionalismo gallego: Se desarrolló con el movimiento de carácter cultural con la creación de la Asociación Regionalista Galega, menos influyente políticamente.
  • Anarquismo: Dominó el movimiento obrero español, rechazando la vía parlamentaria y utilizando la violencia.

El Reinado de Alfonso XII (1874-1885)

El reinado de Alfonso XII consolidó el sistema canovista, con el Partido Conservador gobernando hasta que el Partido Liberal asumió el poder. Este sistema permitió la alternancia pacífica, poniendo fin a los pronunciamientos y al intervencionismo militar. Durante su reinado, se resolvieron las guerras carlista y cubana con la Paz de El Zanjón. Tras la muerte prematura de Alfonso XII, su esposa, María Cristina de Habsburgo-Lorena, asumió la regencia hasta 1902, reafirmando el Pacto del Pardo.

En el «gobierno largo» de Sagasta se aprobaron reformas como la Ley de Asociaciones y la Ley de Sufragio Universal. España sufrió la pérdida de las colonias en 1898, tras la derrota en la guerra con Estados Unidos. Sin embargo, el sistema sufrió con el asesinato de Cánovas. Este desastre de 1898 desencadenó una crisis de la conciencia nacional, impulsando el regeneracionismo y la búsqueda de la modernización de España.

Deja un comentario