14 Ago
Antonio Buero Vallejo: Un Dramaturgo en Nuestro Siglo
A) Un Dramaturgo Atraviesa Nuestro Siglo: Antonio Buero Vallejo
Vida
Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916 – Madrid, 2000) manifestó desde su juventud un profundo interés por las artes y el teatro, estudiando en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. En 1936 se alistó en el ejército republicano. Tras el fin de la Guerra Civil, fue condenado a muerte y estuvo en prisión desde 1939 hasta 1946, periodo durante el cual entabló una fuerte amistad con Miguel Hernández.
Tras ser indultado y liberado, se dedicó exclusivamente al teatro. Su obra Historia de una escalera (1949), galardonada con el Premio Lope de Vega, le supuso un gran éxito de público. Paulatinamente, su labor como dramaturgo se amplió, publicando y estrenando de forma constante en diversos teatros madrileños. La década de los 50 intensificó su producción con obras como La tejedora de sueños y La señal que se espera…. Con el estreno de Las Meninas el 9 de diciembre de 1960, bajo la dirección de José Tamayo, alcanzó su mayor éxito de público hasta entonces, consolidándose como autor teatral y extendiendo su obra por Europa y América. Es considerado el autor más relevante de la posguerra, y para muchos críticos, La fundación (1974) es su obra cumbre.
Ideas sobre el Teatro
Buero Vallejo definió las características de su teatro, concibiéndolo como un revulsivo social, atento a la realidad pero sin un planteamiento exclusivamente didáctico y sin desdeñar la imaginación. El teatro, para él, era un medio de expresión y comunicación centrado en temas recurrentes como el ser humano y sus preocupaciones, las injusticias sociales y la historia, siempre con una marcada preocupación por lo formal.
Inauguró en la dramaturgia moderna una corriente teatral que plantea problemas sin imponer soluciones, invitando al espectador a una reflexión continua tras el fin de la obra. Buscaba la lucidez, animando al público a cuestionar el mundo que le rodea.
Buero Vallejo eligió la tragedia como fórmula teatral, considerándola el medio para el conocimiento del ser humano y para otorgar al individuo una razón de existir. Su teatro es, por tanto, un teatro de esperanza ante los conflictos vitales, que invita a la superación personal y colectiva, a la lucha contra las fuerzas destructoras del hombre y a la apuesta por la justicia y la libertad.
Según Buero Vallejo, la tragedia debe desempeñar una función de purificación, conmoviendo al individuo. La misión del dramaturgo es incitar a la lucha para superar errores y dolor, construyendo libremente el propio destino. Para lograrlo, el ser humano debe asumir su realidad, superar sus limitaciones y tomar conciencia de ellas. Por ello, el tema predominante en sus obras no es el pesimismo o la fatalidad de las tragedias clásicas, sino la búsqueda de la verdad, la esperanza perdida o la ilusión olvidada en el ser humano.
Su importancia histórica radica en que su teatro retorna a una realidad problemática concreta, un realismo temático crítico, serio y hondo.
B) La Crítica Social
Frente al teatro evasivo e intrascendente de los años 40, Buero Vallejo optó por un teatro comprometido con la realidad española del momento, abordando problemas sociales trascendentes. Aunque sus proyectos escénicos chocaron con los gustos del público mayoritario, que prefería el entretenimiento, Buero nunca se sometió a él. Impuso su concepción del teatro, iniciando así una labor de revolución del teatro español de posguerra, con la pretensión de preocupar, inquietar y hacer reflexionar al público.
Historia de una escalera (1949), su primera obra, inicia el nuevo drama español, basado en la necesidad del compromiso con la realidad, la búsqueda de la verdad y el deseo de perturbar conciencias. Su finalidad es inquietar y remover al espectador, despertando su espíritu crítico para que abandone la pasividad y se convierta en un nuevo ser humano capaz de transformar el mundo.
Para Buero, la función del teatro era eminentemente social, exigiendo al dramaturgo la capacidad de revelar las cobardías y los egoísmos del hombre y la sociedad. Eligió la tragedia como género idóneo. Buero no escribía “en contra de algo”, sino “a favor de algo”; su teatro no era de condena o ataque, sino de actuación y salvación, una visión optimista. Presentaba una doble función: inquietar, planteando problemas sin detallar soluciones, y curar.
C) La Ética y el Compromiso con el Ser Humano
El aspecto ético es fundamental en la obra de Buero Vallejo, tanto en su realidad personal y familiar como en el contexto socio-político y cultural de su tiempo. Sus obras son, ante todo, una profunda preocupación por la dignidad del ser humano, al que define como un animal de esperanzas.
Sus obras giran en torno a las posibilidades humanas de actuación en el mundo y a sus profundas incapacidades. La búsqueda de la felicidad, la verdad y la libertad se ve dificultada, e incluso imposibilitada, por el mundo concreto en el que el ser humano vive y por sus propias debilidades internas, constituyendo este el motor trágico de sus obras.
Esta temática se aborda de doble manera:
- Plano existencial: meditaciones sobre el sentido de la vida y la condición humana, a veces mezcladas con ilusiones, fracasos y soledad.
- Plano social y político: denuncia de las injusticias, los privilegios, la violencia y los desprecios que anidan en las estructuras sociales.
En ambos planos se manifiesta siempre una lección ética. La búsqueda de la verdad, la defensa de la honradez consigo mismo y con los demás, y el amor a la justicia son elementos constantes en su obra.
Es fundamental la idea de responsabilidad, que nace de nuestra libertad de elegir. La tragedia se pone en marcha por la transgresión moral (irresponsabilidad, egoísmo) de un personaje, que ha cometido libremente y de la que es responsable.
D) La Técnica Dramática
Buero Vallejo prestaba atención a todos los aspectos formales de su obra, acorde con el perfeccionismo que siempre lo movió. Su maestría se manifiesta en una doble vertiente: por un lado, la calculadísima escritura de movimientos y palabra, y la estudiada preparación de los efectos destinados a sacudir al público para que vibre con las emociones deseadas; por otro, la disposición interna de la obra.
En cada obra se plantea una nueva investigación, pero sus novedades se presentan con mucha naturalidad, esforzándose en hacerlas compatibles con los gustos del teatro mayoritario de la época. No rompe totalmente con las formas comerciales anteriores, sino que intenta incluirlas, avanzando con ellas en una dirección nueva y sorprendente para el público. Esta es la clave de su buena acogida: renovación sin ruptura con los estilos teatrales ya consolidados.
Buero aportó numerosas novedades, siendo especialmente llamativos los recursos destinados a potenciar la participación del público. El “efecto de inmersión” consiste en presentar la realidad al espectador tal como la percibe el personaje, para que, compartiendo su punto de vista, pueda identificarse con él. Para Buero, la reflexión solo puede darse desde la identificación; un ejemplo es el obsesivo ruido del tren que ocupa el cerebro del padre en El Tragaluz.
La puesta en escena se enriquece con otros muchos recursos plásticos y sonoros: el uso de máscaras en La detonación, o la presencia de la música, que permite crear atmósferas y posee una importante función simbólica.
Una de sus innovaciones más notables es la utilización dramática del tiempo, introduciendo varios momentos temporales que se relacionan e influyen mutuamente, creando un juego de perspectivas. Este recurso consigue que el distanciamiento ayude al personaje y al espectador en la superación o comprensión del conflicto. A menudo, esto está relacionado con el tratamiento del espacio: la utilización de un escenario múltiple permite presentar varios escenarios simultáneamente, que se van actualizando mediante el uso de la luz y el sonido.
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