08 Ene

XUÑ 2001 OP 2 XUÑ 2004 OP 2 SEPT 2013 OP A

Nos encontramos ante cuatro documentos de carácter político-social que recogen los distintos movimientos surgidos como oposición al franquismo durante la extensión del régimen de 1939  (año de la victoria) a 1975 (muerte de Francisco Franco), desde unas  guerrillas iniciales hasta la articulación de fuerzas políticas contrarias al régimen.

El final de la guerra no trajo la paz a los españoles, sino que fue la aplicación, a lo largo de treinta y seis años, de lo que el propio régimen llamaba victoria. Millones de personas se vieron obligadas a cambiar bruscamente su comportamiento e ideas conforme a las exigencias políticas y sociales del nuevo Estado. Ante el temor a la represión y la necesidad de trabajar se creó una adhesión interesada al régimen que se apoyó en un sistema policial de delaciones, denuncias y venganzas bajo el lema “Franco manda y España obedece”.

La oposición política al franquismo tuvo que manifestarse desde la clandestinidad y estuvo sometida a una fuerte represión policial y judicial como la Ley de Responsabilidades Políticas (1939),  que fue la instrucción de los expedientes de depuración mediante los que fueron encausados todos los que habían permanecido en la zona republicana, o el Tribunal de Orden Público que juzgaría a obreros, profesionales y estudiantes por sus opiniones políticas mediante un proceso arbitrario (1963). Fue constante del franquismo la existencia de presos políticos, censura, control de los medios de comunicación y marginación de los represaliados y enemigos políticos. La oposición política partíó inicialmente de los partidos y sindicatos derrotados en la guerra, pero progresivamente surgieron nuevas formas de oposición, incluso desde dentro del propio régimen, demandando libertades.

En los años cuarenta, la oposición democrática de los partidos obreros se manifestó mediante la lucha armada de los guerrilleros, los “maquis”. Al principio, se trata de simples escapados o huidos de la represión de Franco por los montes como nos dice en el documento 1
Francisco Rey (guerrillero antifranquista gallego) se trataba de “hombres perseguidos que se vieron en la necesidad de huir”, personas de distintas ideologías pero todas enemigas del régimen. Que en un principio actuarían con “acciones de un carácter de huidos” pero que tomando la necesidad de “crear el movimiento guerrillero” haciendo acciones de resistencia desde los montes contando con el apoyo de la población civil (ese “apoyo abnegado, silencioso e incondicional del pueblo” que prefería correr el riesgo a ser descubiertos como simpatizantes republicanos aun sabiendo a lo que se expónían) y la ayuda que les proporcionaba el PCE. Intentaron una penetración por el valle de Arán, en 1944, que resultó un fracaso. Después actuaron, durante varios años en las zonas montañosas (Galicia-León-Asturias, Extremadura), esperando la ayuda de los aliados, pero la falta de apoyo internacional y en el país llevó al fracaso de la guerrilla. Los guerrilleros acabaron capturados, muertos o en el exilio (algunos colaborarán en la resistencia francesa durante la 2ª Guerra Mundial). En Galicia destacaron las acciones de Benigno Andrade (Foucellas) y de José Veiga Castro (Piloto).


En los años cuarenta, Franco también tuvo que enfrentarse con la oposición monárquica: aristócratas y generales que defendían la vuelta a la monarquía, a la que se sumó D. Juan de Borbón en 1945 con el Manifiesto de Lausana. Franco, logró desarmarla colocando a los generales opositores en destinos sin importancia y proponiendo la Ley de Sucesión de 1947, por la que España se constituía en reino y a Franco se le confirmaba como jefe vitalicio del Estado y se le reservaba el derecho a nombrar sucesor.

En los años cincuenta aparece  un movimiento de oposición al franquismo dentro de la Universidad. Gente de clase media de tendencia liberal o democristiana coincide con los intentos aperturistas de Joaquín Ruiz Jiménez en la Universidad y con enfrentamientos con los falangistas. El malestar universitario culminó en los incidentes de la Universidad Complutense de Madrid en 1956  con enfrentamientos entre los estudiantes y los falangistas del SEU. Suceso relatado en el documento 2 por el Mundo Obrero (órgano oficial de comunicación del PCE). Unos “potentes gritos de valientes pechos juveniles” que el gobierno no se atrevíó a frenar con la fuerza armada. Estos enfrentamientos que “el público acogía con gran alegría” demostraban el desgaste de la Falange y el nacimiento de una oposición no vinculada a la guerra, formada esencialmente por los hijos de los vencedores, que iniciaba su oposición a la dictadura. Estos incidentes, que provocaron la dimisión del ministro de Educación Ruiz-Giménez, mostraron la aparición de una nueva generación y de Raimundo Fernández Cuesta (Falange).  En los años siguientes las protestas contra el SEU (sindicato único universitario) continuaron y a partir de 1964 casi ningún distrito universitario reconocía al SEU. En 1965 las manifestaciones estudiantiles aumentaron por la destitución por el Gobierno de prestigiosos catedráticos (Tierno Galván, Aranguren, García Calvo, etc.) y continúan en los años posteriores, sobre todo bajo la influencia del Mayo del 68, siendo duramente reprimidas por la policía.

Por otra parte, el movimiento obrero tuvo poca importancia en los años cuarenta y principios de los cincuenta (huelga de tranvías de Barcelona de 1951  por la subida de tarifas). Pero podemos ver como se incrementó a partir de esa fecha en el documento 3 narrado por el líder de CC.OO. Marcelino Camacho, comenzando por las  primeras manifestaciones a partir de 1956 debido a la economía española que estaba ahogada por el modelo autárquico del franquismo que contribuía a crear dificultades en el régimen que no podía detener la inflación ni el descontento de los obreros por la pérdida del poder adquisitivo. En la zona minera de Asturias surgíó entre 1956 y 1957 una comisión “La Camocha” para “defender una asignación de carbón a los mineros” y posteriormente en zonas industrializadas como el País Vasco o Cataluña pero eran fugaces, débiles a las que el régimen respondería por un lado con un aumento en la represión y por otro con mayor flexibilidad respecto a los salarios.

Es en estas huelgas donde comienzan a formarse las futuras Comisiones Obreras (Madrid, 1962), estas  “comisiones” se fueron consolidando como alternativa a las centrales clásicas (CNT, UGT: estructuras muy débiles y escasa implantación), y con el apoyo del PCE consiguieron una fuerte implantación entre los trabajadores. Trabajaban desde la clandestinidad y también infiltrados en los sindicatos verticales y se ayudan de la Escuela Sindical de Enlaces para difundir su mensaje reivindicativo. Este movimiento obrero se fortalecíó al amparo de la liberalización de las relaciones laborales que supuso la Ley de Convenios Colectivos de 1958.


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Por otro lado, desde el nacionalismo también renace un movimiento de oposición. En el País Vasco una escisión de jóvenes del PNV fundaron, en 1959, la organización Euskadi ta Askatasuna (Euskadi y Libertad, ETA) que reaccionaban contra la pérdida de identidad del pueblo vasco y contra la represión franquista.

En los años 60, el Concilio Vaticano II favorecíó la extensión de movimientos católicos de base críticos con el franquismo que colaboraban con los partidos de oposición y el movimiento obrero. Incluso, sectores influyentes de la Iglesia Católica mostraron una creciente lejanía respecto a la dictadura.

En cuanto a la oposición política en los años 50 y 60, se encontraba muy fragmentada y tenía muy pocos militantes.
Con motivo del IV Congreso del Movimiento Federal Europeo se reunieron en Múnich representantes de los movimientos de oposición del interior y del exilio. En la reuníón, no estuvo el Partido Comunista de España debido a la hostilidad de los otros participantes (contexto internacional de rechazo al comunismo) pese a ser el partido con más implantación (CC.OO) y mejor estructurado en el interior de España.

El régimen reacciónó con una gran campaña de prensa contra lo que denominó el “contubernio de Múnich” y con represalias con los asistentes.

Ya al en el último año del Régimen el PCE aconsejó la formación de una Junta Democrática de España (documento 4)
Que buscaba formar una coalición de fuerzas políticas, sindicales y sociales de oposición a la dictadura franquista, incluyendo al Partido Comunista de España liderado por Santiago Carrillo y personalidades independientes vinculadas a don Juan De Borbón que aprobaron: “la formación de un gobierno provisional” que reemplazara al actual régimen franquista; volver a legalizar los partidos políticos que Franco prohibiera; establecer los sindicatos libre y abolir el sindicato vertical (único admitido en el régimen que pretendía reprimir los movimientos obreros); admitir el derecho a la huelga y las reivindicaciones pacíficas; la libertad de prensa; limitar la intervención del mundo militar a la defensa exterior del país; reconocer la autonomía del pueblo gallego, catalán y vasco así como de las regiones que lo decidan democráticamente ; y volver a ser un Estado aconfesional. Esta Junta tuvo una gran repercusión por promover la oposición política sin pertenecer a ningún partido. 

Estos objetivos, se harán más fuertes con la  creación de la Plataforma de Convergencia Democrática, liderada por el PSOE. Las dos formaciones decidieron luchar conjuntamente contra el franquismo y consiguieron un primer acuerdo ya en 1975 (Franco enfermo): liberalización de presos, libre ejercicio derechos humanos, libertades políticas y ruptura democrática. 

En definitiva, sin poder derrumbar al régimen franquista, los movimientos de oposición consiguieron crear una amplia red social de contestación a la dictadura que aflorará tras la muerte de Franco y que fue clave para la transición a la democracia. 

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