17 May

Desarrollo Institucional y Luchas Internas por el Poder

Las dos últimas leyes fundamentales que pretendían consolidar definitivamente el Régimen franquista fueron:

  • La Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958): En ella se establecía el monopartidismo y se mantenía la vigencia de algunos principios falangistas, por los cuales la familia, el municipio y el sindicato eran los únicos sistemas de participación política. La misma ley declaraba que estos principios eran permanentes e inalterables.

  • La Ley Orgánica del Estado (1967): Se trataba de una especie de constitución franquista, con la que se quería asegurar la pervivencia del régimen después de la muerte del dictador. Separaba la función del Jefe del Estado de la del Jefe del Gobierno. Se establecía la forma de Estado como reino y la fidelidad a los principios del Movimiento Nacional. Como esta ley era considerada especialmente importante, fue sometida a referéndum del pueblo español, que la aprobó mayoritariamente. De acuerdo con esta ley, Franco designó como sucesor a Don Juan Carlos de Borbón, que aceptó la sucesión y juró ser fiel al franquismo en julio de 1969, recibiendo el título de Príncipe de España. Se trataba de instaurar una monarquía franquista, aunque con la misma dinastía de Borbón. El franquismo continuaría, pues, con un rey a la cabeza. Franco pretendía dejar su Régimen «atado y bien atado» para que perviviera en las instituciones después de su muerte.

Las Luchas Internas por el Poder

En torno a Franco se establecieron desde siempre fuerzas diferentes: falangistas, católicos, monárquicos y, después de 1957, los tecnócratas del Opus Dei. Cada una de estas «familias» aportó diferentes elementos al Estado franquista; así, por ejemplo, los católicos y los monárquicos incorporaron el ultracatolicismo, mientras que los falangistas trajeron consigo todo el aparato simbólico y la organización sindical y de masas. Ya en los años cuarenta se produce un enfrentamiento entre los militares monárquicos y los falangistas. Esta pugna culmina cuando unos falangistas radicales tiraron unas bombas en el Santuario de la Virgen de Begoña en Bilbao, ante el general Varela (que representaba al Ejército). Franco dirimió el conflicto alejando del poder a su cuñado Serrano Súñer (destacado dirigente falangista). La victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial hizo que Franco abandonara sus actitudes fascistas y remarcara su catolicismo y, sobre todo, su anticomunismo.

Sin embargo, a partir de 1956 (una vez aceptado el Régimen internacionalmente), el ministro de Educación Ruiz Jiménez (destacado católico) fue destituido de su puesto a raíz de las huelgas estudiantiles que comenzaban por esos años. Franco siempre procuró mantener un equilibrio en sus gobiernos entre las diferentes fuerzas que le apoyaban, sin permitir que ninguna se hiciese más importante que otra. Cuando los falangistas creían que su fuerza era importante, o como Girón pasaba a dar su apoyo a otra fuerza política, se producían ajustes. A finales de la década de los sesenta, se empezó a notar en sus gobiernos la importancia del almirante Luis Carrero Blanco, que se convertiría en la mano derecha del dictador. La necesidad de una nueva política económica llevó a Franco a apoyarse en los tecnócratas del Opus Dei. Así se produce un equilibrio entre los católicos y el Opus por una parte, y los falangistas por otra. En 1965, Manuel Fraga accede a la cartera de Información y Turismo y promulga una Ley (1966) que suprimía la censura previa y establecía una tímida libertad de expresión, aunque con numerosos controles y continuas sanciones a las publicaciones no oficiales. Pero Fraga tuvo que dejar su cartera en 1969 por su enfrentamiento con los tecnócratas a raíz del escándalo de MATESA (empresa textil que, amparada por miembros del gobierno, cometió una serie de irregularidades financieras). Franco zanjó la cuestión del enfrentamiento entre sus ministros destituyéndolos a todos y formando un nuevo gobierno. A partir de entonces, se apoyó cada vez más en Carrero Blanco, al que terminó nombrando Jefe del Gobierno en 1973, reservándose para sí la Jefatura del Estado.

En ese año de 1953, el régimen de Franco se apunta dos importantes triunfos en su política exterior:

  1. La firma de un Concordato con la Santa Sede que afianzaba la alianza del franquismo con la Iglesia: se consagraba la enseñanza religiosa en todos los centros educativos, se consideraba el matrimonio canónico el único válido, etc. Gracias a estas concesiones, el Estado español obtuvo el reconocimiento definitivo del Régimen por parte del Vaticano.
  2. La firma del Tratado de Amistad con los EE.UU., por el que España cedía bases militares en su territorio a cambio de ayuda militar y económica (créditos bancarios). Las bases militares supusieron un riesgo (un ejemplo es el caso de Palomares, donde cayeron cuatro bombas atómicas procedentes de un reactor norteamericano que no llegaron a estallar). Pero, sobre todo, el apoyo de los Estados Unidos aseguró al régimen su tranquilidad internacional en el futuro.

Las Relaciones Internacionales

Desde 1947 y, en especial, tras el bloqueo de Berlín por parte de la URSS en junio de 1948, Estados Unidos alteró su posición frente al Régimen de Franco.

Cuando la «guerra fría» entre la Unión Soviética y los Estados Unidos se hizo patente (en 1949, los soviéticos hicieron estallar su primera bomba atómica), los norteamericanos vieron en Franco un aliado incondicional contra el comunismo. Así, el régimen franquista comenzó a ser aceptado en Occidente y se le permitió la entrada en organismos internacionales como la FAO (1950) y la UNESCO (1953). A partir de 1955, la ONU recomendó la vuelta de los embajadores a Madrid y, al año siguiente (1956), España ingresa en la ONU como miembro de pleno derecho. Es el fin del aislamiento internacional. Pero la alianza con los EE.UU. no significó su apoyo en las reivindicaciones españolas sobre Gibraltar. Los norteamericanos apoyaron a Gran Bretaña y el Peñón siguió siendo inaccesible por la vía diplomática. El sueño de Franco no llegó a materializarse. Por otra parte, España tampoco es incluida en la OTAN (aunque, al tener bases norteamericanas en suelo español, en caso de conflicto, estábamos en riesgo de ataque nuclear soviético, sin poder contar con la ayuda militar de la OTAN).

Relaciones con la Comunidad Económica Europea

Durante la década de los sesenta, España intentó reiteradamente abrir negociaciones con vistas a nuestra entrada en el Mercado Común europeo. Sin embargo, la Comunidad europea bloqueó todo intento de negociación. En 1970, España firmó un Tratado Preferencial con concesiones arancelarias por ambas partes, pero los europeos dejaron muy claro que la entrada de España en Europa no era una cuestión económica, sino política; mientras hubiera una dictadura, no podría formar parte de una Comunidad de países democráticos. Así pues, mientras no cambiara el régimen político, no habría ninguna posibilidad de incorporarnos al mercado europeo.

Relaciones con el Norte de África

En 1956, siguiendo la política de descolonización, España concederá la independencia a su protectorado del Rif, que se incorporará al reino de Marruecos (que, a su vez, había sido descolonizado por Francia). Más tarde, también se independizará Guinea Ecuatorial (1960). En cuanto al Sahara, frente a las pretensiones de Marruecos y, en menor grado, de Mauritania de incorporar esta colonia a sus territorios, España era partidaria de la autodeterminación de la población saharaui (que decidieran por sí mismos). Sin embargo, no se llevó a cabo el referéndum de autodeterminación (ya que Marruecos se oponía) y este problema no se solucionaría hasta los últimos días de la vida de Franco.

El Fortalecimiento de la Oposición

Durante los primeros años del régimen franquista, la represión contra los movimientos democráticos y de izquierda se articuló mediante leyes como la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940). Según estas leyes, los delitos políticos quedaban sometidos a la jurisdicción militar. El franquismo aplicó la pena de muerte a sus opositores políticos hasta el final. En 1963, se creó el Tribunal de Orden Público para juzgar especialmente este tipo de delitos.

Durante los años cuarenta y cincuenta, la oposición quedó reducida a la actividad clandestina de pequeños grupos del PCE, del PSOE y de la CNT, a la actividad de los grupos monárquicos (partidarios de Don Juan de Borbón) y al maquis o guerrilla formados a partir de núcleos de resistentes que sobrevivían diseminados por zonas de montaña. Esta guerrilla perduró hasta 1948, en que el PCE renunció a la lucha armada.

Las actividades de la oposición quedaron reducidas a convocatorias de huelgas en las que se reivindicaban mejoras económicas. La huelga que tuvo más eco fue la de los tranvías de Barcelona de 1951. Frente a estas acciones, el régimen franquista endureció la represión mediante la Ley de Orden Público (1959) y, por otra parte, aceptó cierta flexibilidad respecto a las demandas salariales con la Ley de Convenios Colectivos (1958). Será a partir de los años sesenta cuando la oposición comenzó a renovarse. El cambio social que se estaba operando en el país dio lugar a la aparición de una oposición obrera, una nueva burguesía no relacionada con el régimen que se unía a la oposición del mundo universitario, cada vez más agresiva.

De los clásicos sindicatos de anteguerra, la UGT y la CNT, solo el primero tenía una cierta actividad clandestina. Mientras tanto, en la Universidad aparecieron organizaciones estudiantiles que se enfrentaron al SEU (Sindicato Español Universitario). También surgieron nuevos movimientos sociales como asociaciones de vecinos, agrupaciones culturales e incluso en la Iglesia, los curas jóvenes plantearon demandas de derechos y libertades. Los años sesenta presenciaron las primeras manifestaciones masivas en las calles y un aumento extraordinario de la conflictividad laboral.

Una de las acciones que más repercusión tuvo fue la que los periódicos franquistas llamaron «El Contubernio de Múnich». En el IV Congreso del Movimiento Federal Europeo (1962), coincidieron la oposición española del exilio y la oposición interior y, conjuntamente, pidieron la desaparición del franquismo y el paso a un régimen democrático. Los asistentes a la reunión que regresaron a España fueron detenidos, encarcelados o desterrados.

Los grupos más importantes de la oposición política al final del franquismo fueron:

  • El PCE, cuyo máximo dirigente, Santiago Carrillo, vivía en el exilio.
  • El PSOE, que en 1974, en el Congreso de Suresnes, se renovó completamente y los dirigentes del exilio fueron sustituidos por jóvenes socialistas del interior.
  • El PSP del profesor Tierno Galván (que en la democracia terminaría integrándose en el PSOE).
  • Los partidos nacionalistas históricos como el PNV o Esquerra Republicana de Catalunya.
  • Convergència Democràtica de Catalunya, nacida en 1974 y dirigida por Jordi Pujol, es el partido continuador del nacionalismo catalán de origen burgués.
  • La oposición de derechas (liberales, socialdemócratas y democristianos), muchos de ellos implicados en el «Contubernio de Múnich».
  • Los sindicatos UGT y Comisiones Obreras; la CNT estaba muy debilitada.
  • Los grupos de nueva izquierda como ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores) o LCR (Liga Comunista Revolucionaria), de tendencias trotskistas o maoístas.
  • También aparecieron grupos terroristas como ETA (escisión de los jóvenes del PNV), cuyo primer atentado se produjo en el año 1967, o el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota).

Deja un comentario