21 May

El Desarrollismo Industrial en España (1959-1973): Auge y Transformación Económica

El Desarrollismo Industrial (1959-1973) en España se inició tras el abandono de la autarquía en 1959. Este periodo, marcado por el inicio de negociaciones con Estados Unidos (interesados en España en el contexto de la Guerra Fría), propició una notable recuperación económica y un replanteamiento de la política económica, especialmente la industrial. La industria experimentó entonces un fuerte crecimiento, impulsado por diversas causas:

  • Se liberalizaron las importaciones, lo que permitió la entrada de bienes de equipo, tecnología, materias primas y capitales.
  • Aumentó la inversión industrial, ya que la expansión de la economía capitalista mundial atrajo a empresas multinacionales. Estas se beneficiaron de la existencia en España de una demanda en alza, bajos costes de producción, mano de obra abundante, barata y no conflictiva (poco cualificada), e incentivos estatales. Además, se invirtieron en las industrias capitales procedentes del turismo, de las remesas enviadas por los emigrantes y de inversores privados.
  • Crecimiento de la demanda de productos industriales, al elevarse el nivel de vida de la población, las mejoras técnicas y los bajos precios de la energía.
  • La política estatal fomentó la industria mediante el Plan de Estabilización, un sistema de planificación orientativo articulado a través de los Planes de Desarrollo (establecidos para periodos de cuatro años, de 1964 a 1975). Estos planes se dirigieron a la promoción del sector en zonas atrasadas y a la descongestión de las grandes aglomeraciones industriales. El objetivo era corregir los desequilibrios entre las pocas zonas industrializadas (que habían crecido con escasa planificación) y el resto del territorio, casi desindustrializado. Para ello, se seleccionaron ciertas áreas y se ofrecieron incentivos a las empresas que se instalaran en ellas (subvenciones, créditos, bajo precio del suelo, desgravaciones fiscales), buscando generar un proceso de concentración industrial similar al de las regiones más avanzadas:
    • Polos de Desarrollo Industrial: Áreas con cierta base industrial (Sevilla, Valladolid, Vigo, La Coruña, Zaragoza), subvencionadas en un 20%.
    • Polos de Promoción Industrial: Áreas más deprimidas que exigían mayor inversión (Huelva, Burgos), subvencionadas hasta el 50%.

Además, para descongestionar las grandes áreas industriales, se crearon polígonos de descongestión industrial, incentivando el traslado de fábricas desde zonas saturadas a núcleos cercanos (por ejemplo, Toledo o Guadalajara para descongestionar Madrid). Sin embargo, los resultados no respondieron a las expectativas: la industria se concentró en los núcleos con un tejido industrial complejo (País Vasco, Cataluña, Madrid y Valencia), y apenas se lograron avances en las áreas más atrasadas. No obstante, el Plan de Estabilización impulsó un crecimiento sin precedentes en la economía española, transformando a España en un país industrial con un porcentaje ocupacional del 34% a principios de los años setenta. Esta etapa se caracterizó por:

  • La producción se realizaba en grandes fábricas mecanizadas, con alto consumo energético y numerosa mano de obra, siguiendo el modelo de producción fordista, basado en la división del trabajo (producción en cadena).
  • Crecimiento de los sectores básicos (siderurgia, petroquímica, refinerías, producción eléctrica con grandes empresas propiedad del INI), los de bienes de consumo (textil, calzado, alimentario, electrodomésticos, automóvil) gracias al aumento del nivel de vida, y los de bienes de equipo, instalados por multinacionales poseedoras de la tecnología.
  • La tecnología era atrasada y la dependencia externa, elevada, se manifestaba en tres ámbitos: tecnológico, financiero y energético.
  • La concentración de la industria en la franja cantábrica (siderurgia e industrias básicas en Asturias, Cantabria y el País Vasco), el litoral mediterráneo (siderurgia en Sagunto y refinerías en Castellón, Tarragona y Cartagena) y las grandes ciudades como Madrid (industrias de consumo, que aprovechaban la mano de obra, el mercado, los servicios y los equipamientos urbanos).
  • El surgimiento de ejes de difusión industrial a lo largo de las principales vías de transporte entre las regiones más industrializadas, como los incipientes ejes del Ebro y Mediterráneo.

La Crisis Industrial en España (Post-1973): Desafíos y Reconversión

La crisis industrial, que afectó a todos los países industrializados a partir de 1973, incidió duramente sobre la industria española debido a sus debilidades estructurales previas. Las causas externas de esta crisis se derivaron de los profundos cambios en la economía mundial:

  • El encarecimiento de la energía, provocado por la gran subida del precio del petróleo entre 1973 y 1979, que incrementó los costes de producción y redujo la demanda.
  • La Tercera Revolución Industrial, que introdujo innovaciones tecnológicas, nuevos sistemas de producción y nuevos sectores industriales (microelectrónica e informática), dejando obsoleto el sistema anterior.
  • Las nuevas exigencias de la demanda en calidad y diseño, que requerían una innovación permanente y una producción más flexible y diversificada.
  • La globalización de la economía, que favoreció una división internacional del trabajo y provocó un proceso de deslocalización industrial. Así, los Nuevos Países Industrializados (NPI), principalmente asiáticos, se especializaron en industrias tradicionales (siderurgia, construcción naval, textil, confección, calzado) y sectores de montaje, donde son muy competitivos por el bajo coste de su mano de obra, lo que generó una crisis en estos sectores en los países industrializados.

Las causas internas que ahondaron la crisis en España fueron dos:

  • Las deficiencias estructurales de la industria española: una desfavorable especialización en sectores maduros (siderurgia, naval, textil), grandes consumidores de energía y mano de obra, que fueron los más afectados por la crisis y la deslocalización industrial; una insuficiente modernización tecnológica; y una elevada dependencia externa (energética, tecnológica y financiera).
  • La coyuntura histórica, marcada por la muerte de Franco en 1975 y la transición política a la democracia. El clima de incertidumbre paralizó las inversiones empresariales y retrasó la implantación de medidas de ajuste ante la crisis (que ya se estaban adoptando en otros países europeos), por temor a que el descontento social frustrara el proceso de democratización. La atención se centró en las cuestiones políticas, en lugar de abordar la crisis económica.

Las consecuencias de la crisis fueron el cierre de numerosas empresas, el descenso de la producción, la caída de los beneficios, el aumento del endeudamiento empresarial, el paro y el malestar social. La aportación industrial al PIB descendió y se consolidó la posición semiperiférica de España en el contexto mundial. En 1983, el presidente del gobierno español anunció la necesidad de proceder a una reconversión industrial para asegurar la viabilidad a medio plazo de las industrias en crisis. La consecuencia inmediata de esta reconversión fue una desindustrialización, con un marcado carácter geográfico, ya que las empresas especializadas en sectores maduros o tradicionales (las más afectadas) estaban muy concentradas espacialmente. A excepción de núcleos dispersos (Puertollano, Ponferrada, Cádiz, Linares) o áreas metropolitanas (Bajo Llobregat, sur metropolitano de Madrid), la desindustrialización afectó sobre todo a la cornisa cantábrica, donde el cierre de grandes factorías arrastró a miles de pequeñas empresas industriales. Esto generó serios problemas económicos (paro), demográficos (emigración) y ambientales en la zona. Paralelamente a la reconversión, se adoptó una política de reindustrialización con la creación de las Zonas de Urgente Reindustrialización (ZUR). Estas ZUR incentivaron la instalación y ampliación de empresas generadoras de empleo estable para absorber a los desempleados, diversificar la estructura productiva de la zona y fomentar el progreso tecnológico. Los resultados positivos de la reindustrialización incluyeron un crecimiento de la inversión y una mayor diversificación industrial en zonas antes muy especializadas. Sin embargo, generó menos empleo del previsto, benefició principalmente a grandes empresas y sectores con menor capacidad de innovación, y acentuó los desequilibrios regionales, ya que Madrid, Barcelona y el País Vasco concentraron la mayoría de las subvenciones y del empleo debido al escaso atractivo de las demás zonas.

Migraciones Interiores en España: El Éxodo Rural y sus Impactos

Las migraciones interiores tradicionales en España, conocidas como Éxodo Rural, tuvieron lugar entre el último tercio del siglo XIX y la crisis económica de 1975. Fueron impulsadas por los cambios socioeconómicos de la Revolución Industrial y la mejora de los transportes. La motivación principal fue laboral, la búsqueda de mejores condiciones de vida (trabajo e ingresos) en las ciudades, incentivada por la superpoblación del campo y la mecanización agraria. Los protagonistas eran, sobre todo, jóvenes con bajo nivel de cualificación. Las corrientes migratorias fueron mayoritariamente unidireccionales, del campo a las ciudades industriales.

Durante el siglo XIX, las migraciones interiores en España fueron principalmente de carácter estacional y temporal, motivadas por la búsqueda de empleo en la agricultura o el servicio doméstico. Destacan los jornaleros agrícolas que se trasladaban temporalmente a otras regiones para la cosecha (por ejemplo, andaluces y extremeños a Castilla-La Mancha), así como el servicio doméstico y artesanos que se desplazaban a las ciudades en busca de empleo temporal.

En las primeras décadas del siglo XX, España comenzó a experimentar un aumento del éxodo rural, aunque de manera contenida. Este fue impulsado por el inicio de la Revolución Industrial, la superpoblación de las zonas rurales (comienzo de la transición demográfica) y la crisis agraria (baja productividad, filoxera de la vid, inicio de la mecanización). Las migraciones interiores se dirigieron principalmente hacia las grandes ciudades industriales y mineras, con carácter definitivo y permanente, como:

  • Madrid y Barcelona, que concentraban industrias y servicios.
  • País Vasco y Asturias, que atrajeron a muchos trabajadores por su desarrollo minero e industrial.

Sin embargo, la inestabilidad política y económica (crisis de 1929, Guerra Civil, posguerra) limitó la intensidad de estos desplazamientos.

Desde mediados del siglo XX (1950-1975), España vivió un éxodo rural masivo debido a la mecanización del campo y la industrialización de las ciudades, cuyo auge tuvo lugar entre la década de los sesenta y principios de los setenta. Se produjo una gran migración (entre 4 y 6 millones de desplazamientos) desde áreas rurales (zonas atrasadas de Galicia, el interior peninsular como Extremadura y Castilla-La Mancha, y Andalucía oriental) hacia grandes polos urbanos e industriales. Esto se debió al crecimiento demográfico, la búsqueda de mejores condiciones de vida en las ciudades, la mecanización del campo, el auge industrial y el boom turístico que impulsó los servicios y la construcción. Los grandes focos de migración fueron:

  • Madrid (centro administrativo y de servicios), Barcelona (expansión industrial y de servicios) y otros núcleos industriales de Cataluña (textil).
  • Bilbao y el País Vasco (siderurgia e industria naval).
  • Asturias (minería).

Más tarde, también se dirigieron a las nuevas áreas industriales del Mediterráneo y el valle del Ebro (así como los Polos de Desarrollo Industrial planificados: Valladolid, Vigo) y a las zonas turísticas de Levante, Baleares y Canarias (donde en estos años se inició el turismo de masas).

Las consecuencias del éxodo rural fueron:

  • Demográficas: Explican los desequilibrios actuales en la distribución de la población, con un vaciamiento del interior y altas densidades en la periferia y Madrid. Han repercutido en la estructura por edad, causando el envejecimiento de la población del campo y el rejuvenecimiento de la población urbana.
  • Económicas: En las áreas rurales, en un primer momento aumentaron los recursos de la población, pero con el tiempo generaron una bajada de la productividad y del rendimiento. En las ciudades, la inmigración masiva provocó problemas de suelo, vivienda, circulación, congestión de equipamientos y servicios.
  • Sociales: Problemas de asimilación, al pasar de una comunidad rural de valores tradicionales a una sociedad urbana y competitiva.
  • Medioambientales: En las zonas emigratorias quedaron abandonados ecosistemas tradicionales, sobre todo de montaña. En las grandes ciudades, la elevada inmigración creó problemas de contaminación atmosférica, ruido, residuos, etc.

Migraciones Exteriores de España: Destinos Transoceánicos y Europeos (Siglos XIX-XX)

Las migraciones exteriores tradicionales de España tuvieron lugar entre mediados del siglo XIX y la crisis económica de 1975. Durante este periodo, un elevado volumen de emigrantes españoles se dirigió a ultramar y a Europa occidental.

Emigración a América y Norte de África (Siglo XIX – Mediados del XX)

En el siglo XIX, las migraciones exteriores españolas se centraron en el Norte de África y América, impulsadas por razones económicas, políticas y coloniales. Hacia Argelia y Marruecos, la emigración fue motivada por el interés colonial y las oportunidades laborales en agricultura y comercio. Sin embargo, el destino principal fue América. Miles de españoles, especialmente varones jóvenes de zonas rurales minifundistas del norte peninsular (Galicia, Asturias) y Canarias, con baja cualificación, fueron empujados por la mecanización agraria y la sobrepoblación, que no podía ser absorbida por una industria escasa y localizada. Emigraron a países como Cuba y Argentina (para trabajar en plantaciones de azúcar y comercio) y, a partir de los años treinta, a Brasil (plantaciones de café), México, Uruguay y Chile. Estos países necesitaban inmigrantes para poblarse, mano de obra para explotar sus recursos económicos y construir grandes infraestructuras (Canal de Panamá, ferrocarriles y puertos). Las cifras más altas se registraron a comienzos del siglo XX, y aunque la Primera Guerra Mundial (1914-1918) interrumpió el flujo, este se recuperó en la década siguiente. Fue una emigración fundamentalmente permanente y asistida. Desde 1960, la emigración transoceánica descendió, al iniciarse el declive de la economía latinoamericana y entrar en competencia con la emigración a Europa.

Emigración a Europa (A partir de los años 60)

A partir de los años sesenta del siglo XX, España vivió un auge migratorio hacia Europa. Esto se debió a la demanda de mano de obra en los países industrializados tras la Segunda Guerra Mundial y a las difíciles condiciones económicas en España, con un crecimiento demográfico elevado y una industrialización que no fue lo suficientemente rápida ni equilibrada para evitar la salida de cientos de miles de trabajadores. Se trataba, sobre todo, de mano de obra no cualificada (adultos jóvenes) que sobraba en el campo por la mecanización agraria. Alemania, Francia y Suiza fueron los principales destinos para los trabajadores españoles que buscaban empleo en la construcción, industria automovilística y servicios. Aunque ofrecían mejores salarios y condiciones de vida, los emigrantes españoles desempeñaron los trabajos menos cualificados y peor retribuidos en la minería, la construcción, la industria y el servicio doméstico.

Las consecuencias de las migraciones exteriores tradicionales fueron:

  • Demográficas: Disminución de la población española y contribución a los desequilibrios actuales en el reparto espacial de la población, debido a la distinta participación de las regiones en la migración.
  • Económicas: Positivas, ya que aliviaron el fuerte crecimiento natural y el paro. Además, las divisas enviadas por los emigrantes contribuyeron a financiar el desarrollo económico español y a reducir el déficit comercial.
  • Sociales: El desarraigo, al incorporarse a sociedades cuya lengua y costumbres desconocían; las penosas condiciones de vida, alejados de la familia, en viviendas de poca calidad y con salarios más bajos que los de los trabajadores autóctonos. Tras la crisis de 1975, fueron los primeros despedidos sin haber mejorado su cualificación y tuvieron que enfrentarse al paro, el problema de la vivienda y readaptarse a las condiciones de vida de su país.

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