13 Abr


Su intervención ha de estar orientada a dar estímulo y ánimo al entrevistado, mostrando interés por las opiniones e informaciones que éste ofrece, a las que someterá a una evaluación crítica que le permitirá indagar para obtener respuestas más exhaustivas y concisas. Esta actitud es expresada magistralmente por Jesús Ibáñez cuando escribe: «Los modos generales de actuación siguen siendo la reformulación e interpretación, pero los tiene que poner en juego con más frecuencia que en el grupo de discusión. El movimiento del entrevistador por la entrevista es tan delicado y problemático como el de un caracol reptando a lo largo del filo de una navaja barbera. Cualquier diseño previo de sus intervenciones -cualquier cuestionario o guía- provocará el corte y el habla del entrevistado se derramará en el discurso del entrevistadon>
Como garantía de la entrevista, se establece entre investigador y entrevistado un acuerdo tácito, un trato 22, dirigido a resolver la contradictoria situación que plantea este intercambio, esto es, cuando el entrevistado produce expresiones de opiniones, situaciones y comportamientos muy personales que están abocadas a ser difundidas, a hacerse públicas. Mediante este pacto se consensua el hecho de que el discurso del entrevistado sea susceptible de ser conocido por otros siempre que sea bajo cierto grado de anonimato (no descubrir nombres, etc.). Aun en el supuesto de que la entrevista no se ubique en el marco de una investigación, sino en el de la acción directa del trabajador social (asesoramiento, gestión de recursos, etc.), también se ha de llevar a cabo el acuerdo, estableciendo los límites del uso de la información que el cliente pueda ofrecer, es decir, los márgenes de su intimidad.
Para que el pacto comunicativo funcione se ha de partir de unas mínimas reglas compartidas (códigos lingüísticos, culturales, de comportamiento social, etc.) a las que habrá que añadir las informaciones imprescindibles que debe aportar el investigador, tales como el tema a tratar, el objeto de la investigación o los motivos y el modo de abordaje de la misma por parte de la persona o institución que la esté llevan do a cabo. A partir de este punto, en el que ha de quedar claro qué es lo que se quiere del entrevistado, se podrán renegociar algunos otros aspectos de ese pacto, pero hay que tener presente que los mismos modificarán la situación de entrevista.

3.2. El papel del entrevistador

Establecidas las reglas del juego, el entrevistador habrá de desplegar todas sus tácticas y estrategias para lograr que la interacción verbal establecida prospere. Deberá hacer uso de diversas tretas o trucos cotidianos para provocar la mayor productividad de la conversación, para conseguir abrir paso a la confidencia y captar las reglas del juego social establecidas con el sujeto observado. El entrevistador deberá avanzar, retroceder, regatear, profundizar e incluso apuntar directamente mediante un juego que llegue finalmente a la meta, que no es otra que un discurso rico y centrado en la temática planteada. En este marco no sólo tiene importancia la conversación, sino la puesta en escena

3.1. La situación de entrevista

Si bien se ha hecho referencia a la flexibilidad del diseño de la investigación cualitativa y a la falta de estructuración de la entrevista en profundidad, esto no quiere decir que no se necesite una preparación previa. Kvale mantiene que «la preparación de antemano es esencial para la interacción y el resultado de la entrevista. Una parte muy importante de la investigación debe haberse llevado a cabo antes de encender la grabadora en la entrevista» El entrevistador ha de partir contextualizando al individuo para poder abrir de forma apropiada un proceso comunicativo en el que el máximo protagonista es el entrevistado, que ha de gozar de total libertad para elaborar su propia interpretación de la realidad. Esta definición de la situación implica que el entrevistador debe ser muy ágil y contar con recursos suficientes para enfrentar las posibles sorpresas que puedan ir surgiendo.
El punto de arranque de la entrevista es crucial. Ante todo, hay que evitar que afecte negativamente la comunicación. El investigador ha de plantearse a sí mismo la pregunta « cómo empiezo?» mucho antes de abordar la situación con el entrevistado. No existen reglas concretas porque cada uno, según su fonnación, sus conocimientos sobre el problema de observación o sus propias habilidades sociales, desplegará diferentes estrategias de acceso al sujeto a entrevistar, así como mecanismos de adaptación al contexto social, espacial o temporal que se impone en ese momento. El objetivo es único: conseguir una buena relación con el entrevistado, alcanzar el rapport que haga posible que la entrevista fluya por los cauces apropia dos. «El entrevistador tiene que actuar para provocar al entrevistado a hablar, evitando canalizar o conducir el habla»

En toda interacción comunicacional, los mensajes que se intercambian van condicionando el proceso y es muy fácil que el entrevistador caiga en la tentación de participar en exceso en el transcurso de la entrevista. Así, podemos llegar a encontrar entrevistas en las que las preguntas sean incluso más amplias que las respuestas, don de se intercalen juicios de valor y hasta identificaciones con las afirmaciones del entrevistado. Con estas malas prácticas se puede producir, adicionalmente, un sesgo sobre el discurso del propio entrevistado, que se verá influido por el referente valora tivo impuesto por la figura del investigador/entrevistador

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