14 May

Juan Mayorga es uno de los dramaturgos más prestigiosos en la actualidad. Recibe multitud de premios y reconocimientos, y sus obras se representan y se reponen de forma vertiginosa. Además desde el año
2018 ocupa en sillón M en la Real Academia Española de la Lengua. Es un fenómeno que no tiene parangón en el teatro español reciente, si exceptuamos, claro está, a Buero Vallejo, dramaturgo que representaba un soplo de aire fresco durante los años sesenta y setenta. 

Hamelin fue estrenada el 12 de Mayo de 2015 en el teatro de La Abadía bajo la dirección de Andrés Lima al frente del grupo Animalario. En ella convierte a los niños en víctimas del abandono de los adultos y de sus abusos, y elige el más repugnante de todos: la pederastia. Se desarrolla en una ciudad cualquiera que bien pudiera llamarse Hamelin, un nombre bello para un lugar idílico si no conocíéramos el final del cuento, que convierte en metáfora. 

En el cuento tradicional los niños de una aldea cargan con el castigo de una culpa cometida por sus progenitores. La ciudad se llena de ratas y un flautista consigue que le sigan mientras toca su flauta y se ahogan en el río. Al eliminar la plaga regresa a la ciudad, pero los adultos se niegan a pagar la recompensa prometida. Como venganza, el flautista regresará pocos días después y serán los niños los que le sigan cuando toque su música. Los niños son encerrados en una cueva y nunca más se sabrá de ellos. 

Para Mayorga, el remoto punto de arranque es el llamado «caso
Raval». Así se etiquetó el descubrimiento de una red de pederastia en el popular barrio barcelonés en 1997. El titular de un periódico («Una pareja alquila a su hijo de diez años los fines de semana por 30.000 pesetas») provocaría en el dramaturgo el impacto que sirvió de acicate inicial para la escritura. Lo que se plantea en Hamelin es un caso de pederastia que es investigado por un juez. Un hombre, Pablo Rivas, ha abusado de un niño, Josemari, que apenas tiene diez años, hijo de una familia con escasos recursos y formada por ocho miembros. Se pone de manifiesto la falta de ética, el poder del dinero, la necesidad de supervivencia y la incultura.


Los niños se convierten en mercancía y perderán muy pronto la inocencia. Por otra parte, el juez, muy preocupado por el destino de la criatura agredida, hace caso omiso a su propio hijo, que cae en un episodio tras otro de violencia. 

El estilo de Juan Mayorga es complejo y denso, aunque realmente algunas de las cuestiones no llegan a desarrollarse, sino que quedan como apuntes necesarios para entender mejor el asunto principal y para decirnos que lo que se nos cuenta es solo la punta de un un iceberg de colosales dimensiones. Además, el formato de investigación judicial elegido lo aleja del peligro de adentrarse en florituras literarias que hubieran llevado la obra por derroteros melodramáticos. Los diálogos son breves, conversaciones que podrían ser absolutamente reales, sin adornos ni florituras. 

En los personajes no existe el maniqueísmo. En cada uno de ellos andan mezcladas la culpabilidad y la inocencia. El espectador debe poner de su parte para interpretar, para imaginar, para rellenar los silencios. Entre ellos destaca la figura del acotador, que hace las veces de cuentacuentos y que, además de definir los espacios, los tonos y los ritmos, permite el ahorro de decorados y la agilización en la presentación de ambientes y situaciones.

Como temas esenciales destacan la pederastia, la libertad, la familia que cargamos como lastre, la violencia en la adolescencia, el acoso escolar y las relaciones por intereses económicos. Todas estas relaciones en la trama entre los personajes hacen que la historia sea completamente realista, un hecho que, desgraciadamente, puede estar sucediendo ahora mismo en cualquier lugar, y donde las víctimas son, en el mejor de los casos, el futuro de una sociedad en la que los ideales y los valores morales, así como la dignidad de las personas y el respeto hacia los demás están en una terrible decadencia. 

En definitiva, Hamelin cumple las expectativas del teatro del Realismo actual. La inclusión de observadores de la historia, la puesta en escena minimalista y una representación comprometida al estilo cinematográfico cumplen con ese estilo teatral contemporáneo, que lejos del clasicismo, intenta innovar tanto en la historia como en la puesta en escena.


En definitiva, Hamelin cumple las expectativas del teatro del Realismo actual. La inclusión de observadores de la historia, la puesta en escena minimalista y una representación comprometida al estilo cinematográfico cumplen con ese estilo teatral contemporáneo, que lejos del clasicismo, intenta innovar tanto en la historia como en la puesta en escena. 

ENTRE VISILLOS

Carmen Martín Gaite recibe por Entre visillos el Premio Nadal en 1957. Esta  novela critica la sociedad de la época en una ciudad de provincias. 

    Entre visillos nos sitúa en una pequeña ciudad de provincia en la década de 1950 en el que un grupo de jóvenes manifiestan su malestar por la falta de libertad para planificar su futuro, la falta de comunicación en sus familias en las que obligatoriamente deben aceptar la opinión del padre. Además han de respetar las normas morales y sociales, muy restrictivas en la España de la posguerra, que llevará a la mayoría de las chicas a aceptar esa tradición y  como salida “encontrar un buen marido aceptado socialmente” en esta clase burguesa. 

Personajes principales: Natalia, la adolescente de dieciséis años que anota en su diario las vivencias e impresiones sobre lo que la rodea, es la narradora en primera persona de múltiples hechos, la protagonista indiscutible de la novela.   Pablo, es el joven educado en el extranjero que llega a la ciudad en la que vivíó de pequeño para dar clases de alemán. Elvira, la hija del director fallecido, es amante de la pintura e incapaz de dar una dirección a su vida. Julia, que es capaz de romper con las normas de su padre y marcharse a Madrid para trabajar y estar con su novio.

Los personajes secundarios desarrollan unas carácterísticas, en la mayoría de los casos, relacionadas con el personaje principal para darle continuidad y desarrollo.


Los temas que recorren la novela Entre visillos son la incomunicación, la situación de la mujer en la sociedad de posguerra,  el matrimonio y la soltería, el cumplimiento religioso, el escaso valor dado a la educación que no fuera institucionalizada tanto para hombres como para mujeres y el sentido de la obediencia ciega en todos los ámbitos. 

El espacio engloba a una capital de provincia que se puede concretizar, perfectamente como Salamanca. Los acontecimientos se desarrollan rápidamente en exteriores y detenidamente en los interiores.  El tiempo de las vivencias ficcionales en la novela corresponde a la década de los cincuenta. Existen indicios en Entre visillos del cambio cultural que se producía en este periodo como ocurría en lo político.  El tiempo narrativo de la historia dura un trimestre, desde las fiestas de Septiembre y la llegada de Pablo Klein hasta su marcha, coincidiendo con las vacaciones de Navidad.

Entre visillos posee un ritmo narrativo ágil, convence en el decir de los personajes, adapta el lenguaje a las circunstancias de la época, alterna el estilo directo e indirecto, utiliza frecuentemente el monólogo , hay alternancia de narradores y el discurso narrativo es lineal como corresponde a este tipo de novela ‘realista’; pero con diferencias en las pinceladas descriptivas  que son breves y oportunas para personajes y ambientes.

El mundo femenino de tipo burgués, reflejado en Entre visillos, enlaza con los nuevos planteamientos de la mujer en el Siglo XXI, hechos que indican que todavía siguen sin resolverse formas de comportamiento y de vivencias en las relaciones personales entre individuos de igual o diferente sexo y las consideraciones de estas entre las diferentes estructuras político-sociales.

El hecho de considerar Entre visillos novela realista no politizada queda patente, sin embargo, supone un gran acierto la inclusión en la novela la forma de presentar a Alicia Sampedro, como representante de otra clase social y afecta a sus propios problemas, tocados  quizá con la sutileza de indicar que otra realidad problemática y callada quedaba oculta y era necesaria para que Entre visillos se completase.

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