15 Ago

Sesión N° 2: Percepción y Atribuciones Sociales

Contenidos de la Unidad

  • Percepción y Atribuciones Sociales: Definición y Componentes
  • Procesos Psicológicos
  • Atribuciones Sociales
  • Aplicaciones Prácticas

Considera las siguientes situaciones:

  • Estás en una fiesta; una persona atractiva te mira y sonríe. ¿Es esto una invitación para acercarse e iniciar una conversación? ¿O está sonriendo porque acaba de escuchar algo divertido?
  • Estás comprando un coche de segunda mano. Preguntas al propietario si tiene algo estropeado. Te mira a los ojos y dice: «¡Qué va! Este coche está en perfecto estado». ¿Le creerías?
  • Imagina que eres profesor. El día después de haber pasado a tu clase un examen parcial, uno de los estudiantes viene a verte y, con una apariencia de lo más inocente, dice: «Lo siento, me perdí el examen porque estaba en una excursión de otra de mis clases, y volvimos mucho más tarde de lo que esperaba. ¿Puedo hacer un nuevo examen?». ¿Aceptarías esta historia?

A primera vista, estas situaciones parecen estar completamente desvinculadas. Pero si reflexionamos un momento sobre ellas, pronto veremos un rasgo común que las une: en todas ellas, nos enfrentamos a la tarea de comprender a otras personas (decidiendo si creer en lo que dicen y, en un nivel más básico, intentando imaginar sus intenciones y sus motivaciones). Como debes saber por experiencia propia, esta es una tarea compleja. A pesar de toda nuestra experiencia con los demás, a veces representan uno de los misterios de la vida: la gente dice y hace cosas que no esperamos, tiene intenciones que no conocemos y parece ver el mundo a través de unos ojos muy diferentes a los nuestros. Dado que otras personas juegan un papel importante en nuestras vidas, no podemos permitirnos no resolver estos misterios. Este es un proceso básico en el que a menudo nos involucramos y es lo que los psicólogos sociales denominan percepción social.

¿Qué es la Percepción Social?

Es un proceso activo, o conjunto de procesos, mediante el cual pretendemos conocer y comprender a los demás.

La percepción social es uno de los aspectos más básicos e importantes de la vida social. Los esfuerzos por comprender a las personas que nos rodean forman parte de nuestra vida cotidiana y adoptan formas muy distintas. Entre esta variedad de formas, dos destacan sobre el resto:

  1. Intentamos comprender los sentimientos, las emociones y el estado de ánimo de los demás (cómo se están sintiendo en ese momento). Esta información a menudo nos la proporcionan las señales no verbales, incluyendo la expresión facial, el contacto visual, la postura corporal y los movimientos.
  2. Nos esforzamos por conocer las causas subyacentes del comportamiento de los demás (por qué se actúa de un modo determinado). Esto generalmente incluye esfuerzos para comprender sus motivaciones, intenciones y rasgos o tendencias. La información relativa a esta segunda tarea se adquiere a través de la atribución.

¿En qué Consiste la Atribución?

Es un proceso complejo de observación de la conducta de los demás que busca inferir las causas subyacentes a esta información básica.

En esta sesión abordaremos la atribución, dejando la comunicación no verbal para la tercera sesión.

La percepción social incluye los esfuerzos para formar impresiones unificadas de otras personas. El sentido común sugiere que estas primeras impresiones son muy importantes y así lo demuestran las investigaciones realizadas al respecto. Estas investigaciones también se han centrado en la otra cara de la moneda de la formación de impresiones: cómo nosotros mismos intentamos causar una buena impresión a los demás.

A esta formación de impresiones se le llama manejo de impresiones o autopresentación.

La Atribución: Comprensión de las Causas de la Conducta de los Demás

Conocer el estado de ánimo o los sentimientos que experimentan los demás puede sernos útil en muchos sentidos. Sin embargo, en las áreas en las que la psicología social está interesada, este conocimiento es solo el primer paso. Además, normalmente queremos saber más: comprender los rasgos últimos de los demás y conocer las causas que hay tras su conducta. Los psicólogos sociales creen que nuestro interés en estos aspectos es consecuencia, en gran medida, de nuestro deseo básico de conocer las relaciones causa-efecto en el entorno social. Es decir, no solo queremos saber cómo han actuado los demás, sino también comprender por qué lo han hecho así. El proceso mediante el cual buscamos esta información es conocido como atribución.

De manera más formal, la atribución se refiere a nuestros esfuerzos por comprender las causas subyacentes a la conducta de los demás y, en algunas ocasiones, también a nuestra propia conducta.

Teoría de la Atribución: Marcos para Comprender Cómo Intentamos Dar Sentido al Entorno Social

Debido a la complejidad de las atribuciones, se han propuesto muchas teorías para explicar su funcionamiento. En esta ocasión, nos centraremos en dos de ellas que han tenido una influencia especial.

De los Actos a las Tendencias: La Conducta de los Demás como Indicativa de sus Tendencias Estables

La primera de estas teorías, la teoría de la inferencia correspondiente de Jones y Davis (1965), examina cómo utilizamos la información sobre el comportamiento de los demás como base para inferir que poseen diversas tendencias o rasgos. En otras palabras, la teoría trata de cómo decidimos, basándonos en las acciones observables de los demás, que estos poseen tendencias o disposiciones específicas que se extrapolan de una situación a otra y que permanecen bastante estables a lo largo del tiempo.

A primera vista, esto parecería ser una tarea simple. La conducta de los demás representa una importante fuente de información a la que recurrir; si la observamos cuidadosamente, seremos capaces de aprender mucho sobre ellos. Esto es cierto hasta cierto punto. Sin embargo, la tarea se complica por el siguiente hecho: a menudo, las personas actúan de un modo determinado no porque expresen sus preferencias o rasgos, sino más bien porque factores externos les han llevado a tener pocas opciones. Por ejemplo, supongamos que vemos a una mujer chocando apresuradamente con todo el mundo en un aeropuerto y empujando a la gente fuera de su camino. ¿Significa esto que esta persona es impaciente y grosera, siempre con prisa y dispuesta a pisotear a todo el que se cruce con ella? No necesariamente; esta persona simplemente estaría respondiendo al hecho de que su avión estaba a punto de partir sin ella. De hecho, este viajero puede ser habitualmente más lento y educado, y su comportamiento sería la excepción, no la regla. Situaciones como estas son muy comunes, y cuando utilizamos la conducta presente de los demás como guía de rasgos duraderos o de sus motivaciones, podemos llegar a conclusiones muy erróneas.

¿Cómo Afrontamos Estas Complicaciones?

De acuerdo con la teoría de Jones y Davis, llevamos a cabo esta tarea centrando nuestra atención en ciertos tipos de acciones, aquellas que con mayor probabilidad nos proporcionan información:

  1. Solo consideraremos conductas que hayan sido elegidas libremente, mientras que en gran medida ignoraremos aquellas forzadas de alguna manera por la persona observada.
  2. Prestaremos una especial atención a acciones que muestren lo que Jones y Davis llaman efectos poco comunes, efectos que pueden ser provocados por un factor específico, pero no por otros (lo cual no se refiere a que sean infrecuentes). ¿Por qué son estas acciones informativas? Pensemos en el siguiente ejemplo: imaginemos que una de nuestras amigas acaba de comprometerse. Su futuro esposo es regio, tiene una gran personalidad, es profesional de éxito, está locamente enamorado de ella y es muy rico ($). ¿Qué podríamos aprender de esta amiga a partir de su decisión de casarse con este hombre? Obviamente no demasiado. Hay tantas buenas razones que no podríamos elegir entre ellas. Por el contrario, imaginemos que el novio de nuestra amiga la trata con indiferencia y se sabe que es extremadamente aburrido; además, el chico no tiene medios para mantenerse y tiene intención de vivir del sueldo de nuestra amiga. ¿El hecho de que ella vaya a casarse con él nos dice algo sobre sus características personales? Ahora sí; de hecho, probablemente podamos llegar a la conclusión de que ella se ha basado más en el atractivo físico de su marido que en su personalidad, en su consideración o en su nivel económico. Por tanto, como podemos ver, normalmente aprendemos más sobre los demás a partir de las acciones que por su parte producen efectos insólitos que de aquellas que no lo hacen.
  3. Prestar una mayor atención a las acciones de los demás que implican una baja deseabilidad social que a aquellas que son elevadas en esta dimensión. Es decir, aprendemos más sobre las tendencias de otras personas a partir de sus acciones que de algún modo se desvían de la norma que de aquellas que son mucho más parecidas a las llevadas a cabo por la mayoría de personas.

Recursos Atencionales y Atribución de Rasgos: Qué Aprendemos —y No Aprendemos— de las Conductas Encubiertas

La teoría de Jones y Davis ofrece un marco útil para comprender cómo utilizamos la conducta de los demás para identificar sus rasgos clave. De cualquier modo, las investigaciones que siguieron a esta teoría la extendieron en diversas direcciones. Quizás la más importante de estas extensiones es la que se esfuerza en comprender el papel de los recursos de atención conscientes en la atribución de rasgos. Las concepciones modernas del pensamiento social asumen que tenemos recursos cognitivos limitados, una capacidad limitada para procesar información social. Por lo tanto, si dedicamos atención a una tarea cognitiva, tendremos menos recursos disponibles para otras tareas.

¿Qué es lo Relevante de Este Principio de la Teoría de Jones y Davis?

La respuesta radica en el hecho de que cuando inferimos rasgos de alguien a partir de su conducta, en realidad llevamos a cabo tres tareas distintas:

  1. Categorizamos una conducta individual, es decir, decidimos qué tipo de acción es.
  2. Caracterizamos la conducta, utilizándola para inferir rasgos específicos.
  3. Corregimos nuestra inferencia a la luz de la información sobre la situación en la cual esta ha tenido lugar. Por ejemplo, supongamos que vemos a un motorista hablando con un carabinero de tránsito que está de pie junto a él. Reconocemos esta situación como un tipo específico de interacción: una entre un oficial y un conductor al que acaban de parar. Imaginemos que también observamos que la persona está siendo muy humillada —prácticamente se está humillando ante el carabinero—. A primera vista, podríamos usar esta información para inferir que el conductor es una persona muy sumisa (caracterización). Sin embargo, desde el momento en que nos damos cuenta de que el conductor está intentando evitar una multa, rápidamente corregimos esta inferencia y evitamos saltar precipitadamente a esta conclusión.

En circunstancias normales, tenemos suficientes recursos cognitivos disponibles para dedicarnos completamente a las tres tareas. Pero en algunos casos no: la conducta de los demás puede ser encubierta, de modo que es difícil precisar qué están haciendo, o simplemente no tenemos suficiente tiempo para hacer las correcciones necesarias. En estas situaciones, agotamos nuestros limitados recursos en las dos primeras tareas —categorización y caracterización— y no tenemos suficientes recursos restantes para corregir nuestras inferencias iniciales.

La Teoría de Kelley de las Atribuciones Causales: Cómo Respondemos a la Pregunta ¿Por Qué?

Pensemos en los siguientes ejemplos:

  • En una fiesta conocemos a una persona atractiva, y esta promete llamarte al día siguiente, pero no lo hace.
  • En un examen recibes una nota mucho más baja de lo que esperabas.
  • Quedas con uno de tus amigos a las cinco. Tú estás allí a la hora, pero quince minutos más tarde, tu amigo aún no ha llegado.

¿Qué pregunta surgiría en nuestra mente en cada una de estas situaciones? La respuesta es clara: ¿por qué? Querríamos saber por qué aquella persona no te llamó, por qué obtuviste una nota más baja de lo que esperabas y por qué tu amigo llega tarde. En muchas situaciones, nos enfrentamos a la tarea central de la atribución. Queremos saber por qué los demás han actuado como lo han hecho o por qué los acontecimientos se han producido de una manera específica. Este aspecto es crucial, porque solo si comprendemos las causas que hay detrás de las acciones de los demás podemos esperar dar un sentido al mundo social. Obviamente, el número de causas específicas subyacentes a la conducta de los demás es muy grande. Por tanto, para hacer la tarea más manejable, a menudo empezamos con una pregunta preliminar: ¿La conducta de los demás es principalmente consecuencia de causas internas (sus rasgos, motivos, intenciones), o de causas externas (algunos aspectos del mundo físico o social), o de una combinación de ambas? Por ejemplo, quizás te preguntes si has recibido una nota más baja de la que esperabas porque no estudiaste suficiente (una causa interna), porque las preguntas eran demasiado difíciles (una causa externa), o tal vez a causa de ambos factores. Los resultados reveladores de cómo llevamos a cabo esta tarea inicial de atribución son proporcionados por la teoría propuesta por Kelley.

De acuerdo con Kelley, en nuestros intentos por responder a la pregunta por qué sobre el comportamiento de los demás, nos centramos en información relativa a tres dimensiones principales:

  1. Consenso: El grado en el cual los demás reaccionan a ciertos estímulos o hechos de la misma manera que la persona que estamos considerando. Cuanta más gente reaccione de la misma manera, mayor consenso.
  2. Consistencia: El grado en el cual la persona en cuestión reacciona a estímulos o eventos de la misma manera que en otras ocasiones, es decir, a través del tiempo.
  3. Diferenciación: El grado en el cual la persona reacciona de la misma manera ante estímulos o eventos diferentes, o si su reacción es específica a un estímulo particular.

¿Cómo Utilizamos Esta Información?

De acuerdo con la teoría de Kelley, es más probable que atribuyamos la conducta de los demás a causas internas en condiciones en las que el consenso y la diferenciación son bajos, pero la consistencia es alta. Por el contrario, es más probable que atribuyamos la conducta de otras personas a causas externas bajo condiciones en las que tanto el consenso como la consistencia y la diferenciación son elevados. En definitiva, normalmente atribuimos la conducta de otras personas a una combinación de factores internos y externos en condiciones en las que el consenso es bajo, pero la consistencia y la diferenciación son elevadas.

Por ejemplo, imaginemos que un estudiante en una clase de repente se levanta, grita enfadado al profesor, y entonces le lanza un tomate maduro. ¿Por qué el estudiante actuó de esa manera? ¿Debido a causas internas o a causas externas? ¿Es el estudiante una persona con un temperamento violento? ¿O esta persona estaba respondiendo a una causa externa (algo que el profesor hizo o dijo)? De acuerdo con la teoría de Kelley, nuestra decisión como observadores de esta escena dependerá de la información relativa a los tres factores mencionados anteriormente.

Supongamos:

  1. Ningún otro estudiante grita o lanza tomates (el consenso es bajo).
  2. Has visto a este estudiante enfadarse en otras ocasiones en esta misma clase (la consistencia es alta).
  3. Has visto a este estudiante enfadarse fuera de clase, por ejemplo, en respuesta a camareros lentos y en atascos de tráfico (la diferenciación es baja).

En este caso, la teoría de Kelley sugiere que el estudiante estalló debido a causas internas: ¡Es una persona violenta!

En contraste, imagina que se dan las siguientes condiciones:

  1. Algunos otros estudiantes también gritan al profesor (el consenso es alto).
  2. Has visto a este estudiante enfadarse en esta misma clase en diferentes ocasiones (la consistencia es alta).
  3. No has visto a este estudiante enfadarse fuera de clase (la diferenciación es alta).

Bajo tales condiciones, probablemente atribuirías la conducta del estudiante a causas externas, quizás a un comportamiento arrogante o irrazonable por parte del profesor.

Esta teoría, sin embargo, sugiere algunas modificaciones:

¿Cuándo Efectuamos una Atribución Causal? El Camino del Mínimo Esfuerzo

El tipo de análisis causal propuesto por Kelley exige un esfuerzo considerable: exige que prestemos minuciosa atención a la conducta de los demás para adquirir información sobre el consenso, la consistencia y la diferenciación. Dado este hecho, no es sorprendente que las personas tiendan a evitar este esfuerzo cognitivo siempre que puedan. Con frecuencia, atribuimos ciertas conductas, de acuerdo con nuestra experiencia previa, a factores internos o externos, según cómo hayamos experimentado estas conductas en ocasiones anteriores.

Por lo tanto, ¿cuándo exactamente tiene lugar el tipo de análisis cuidadoso descrito por Kelley? Principalmente bajo dos condiciones:

  1. Cuando las personas se enfrentan a sucesos inesperados que no pueden explicar fácilmente en términos de lo que saben sobre una persona o situación específica.
  2. Cuando se encuentran ante situaciones o hechos desagradables.

En resumen, la teoría de Kelley parece ser una descripción exacta de la atribución causal cuando esta ocurre. Sin embargo, puede no describir el comportamiento de las personas en muchas ocasiones, debido a que no quieren molestarse en pensar.

Aumento y Disminución: Cómo Manejamos las Múltiples Causas Potenciales

Principios importantes de la atribución:

  • Principio de la Disminución (en ocasiones conocido como la regla de la sustracción): En pocas palabras, esta afirmación establece que reducimos (descontamos) la importancia de alguna determinada causa posible de la conducta de una persona en la medida en que también existen otras causas.
  • Principio del Aumento: Este principio afirma que cuando un factor podría facilitar una determinada conducta y otro factor que podría inhibirla están ambos presentes y la conducta aún ocurre, asignamos un peso mayor al factor posibilitador. Hacemos esto porque ese factor ha tenido éxito al producir la conducta aun en presencia de una barrera importante (el factor inhibidor).

Acciones Afirmativas

Esfuerzos activos para contratar y promover a mujeres y minorías, a veces tienden a disminuir la contribución de sus capacidades a estos resultados.

Atribución: Algunas Fuentes Básicas de Error

La atribución también está sujeta a diversas formas de errores, tendencias que nos pueden llevar a cometer graves errores relativos a las causas subyacentes de la conducta de los demás.

  • El error fundamental de la atribución: sobreestimación del papel de las causas disposicionales: Se manifiesta al subestimar el papel de los factores externos en las causas de comportamientos ajenos. Es decir, nuestra fuerte tendencia a explicar el comportamiento de los demás en términos de causas disposicionales (internas) más que situacionales (externas). En pocas palabras, tendemos a percibir que los demás actúan como lo hacen porque son ese tipo de persona, más que debido a los muchos factores que pueden influir en su comportamiento.

Esta tendencia a sobreenfatizar las causas disposicionales mientras infravaloramos el impacto de las situacionales parece derivar del hecho de que cuando observamos el comportamiento de otra persona, tendemos a centrarnos en su conducta; el contexto en el cual estas ocurren a menudo se desvanece en el fondo.

  • El efecto del actor-observador: Tú te caíste; a mí me empujaron: Otro tipo de sesgo atribucional muy relacionado con el anterior es el constituido por nuestra tendencia a atribuir nuestra propia conducta a factores situacionales, pero la de las otras personas a causas disposicionales (internas). Así, cuando vemos a otra persona tropezar y caer, tendemos a atribuir este suceso a su torpeza. Por el contrario, si somos nosotros quienes caemos, es más probable que lo atribuyamos a causas situacionales como el agua en la acera o zapatos resbaladizos. Esta inclinación en nuestra atribución es conocida como el efecto del actor-observador. ¿Por qué ocurre el efecto del actor-observador? En parte es debido a que somos bastante conscientes de los muchos factores situacionales que afectan nuestras acciones, pero somos menos conscientes de estos cuando centramos nuestra atención en las acciones de otras personas. Por lo tanto, tendemos a percibir nuestra conducta como provocada en mayor medida por causas situacionales, mientras que la de los demás deriva principalmente de sus rasgos o disposiciones.
  • El sesgo de autocumplimiento (Self-serving bias): Yo no puedo equivocarme, pero tú puedes no acertar: Supongamos que escribes un trabajo cuatrimestral para una asignatura. Cuando te lo devuelven, encuentras el siguiente comentario en la primera página: «Un trabajo excepcional, uno de los mejores que he visto en muchos años. Sobresaliente». ¿A qué atribuirás este éxito? Si eres como la mayoría de la gente, lo explicarás en términos de factores internos: tu gran talento, el esfuerzo que dedicaste a escribir el trabajo, etc.

Ahora, por el contrario, imagina que cuando te devuelven el trabajo, aparecen estos comentarios: «Un trabajo horrible, uno de los peores que he visto en muchos años. Muy deficiente». ¿Cómo interpretarás este resultado? Lo más probable es que te inclines a centrarte principalmente en factores externos (situacionales): la dificultad de la tarea, la incapacidad de tu profesor para comprender lo que estabas intentando decir, el hecho de que tu profesor tiene prejuicios en contra de los miembros de tu género, etc.

Esta tendencia a atribuir nuestros resultados positivos a causas internas, pero los negativos a factores externos, es conocida como el sesgo de autocumplimiento. ¿Por qué sucede esta inclinación? Se han sugerido varias posibilidades, pero la mayoría de estas pueden clasificarse en dos categorías:

  1. Explicaciones cognitivas: Sugieren que este sesgo es principalmente consecuencia de ciertas tendencias en el modo en el cual procesamos la información social.
  2. Explicaciones motivacionales: Sugieren que este sesgo es consecuencia de nuestra necesidad de proteger y mejorar nuestra autoestima, o del deseo de parecer bien ante los demás.

Aplicaciones Prácticas de la Teoría de la Atribución: Perspectivas e Intervenciones

Esta teoría ha servido como marco útil para comprender temas tan diversos como la insatisfacción matrimonial, las reacciones de las mujeres ante el aborto y las causas del conflicto interpersonal. Pero las más reconocidas han sido las contribuciones en el estudio de la depresión y la culpabilización de las víctimas de violaciones.

La Atribución y la Depresión

La depresión es el trastorno psicológico más común. Aunque muchos factores juegan un papel importante en la depresión, en los últimos años uno ha recibido una atención cada vez mayor; es lo que podría llamarse un patrón de autoengaño en las atribuciones. A diferencia de la mayoría de las personas, que muestran el sesgo de autocumplimiento descrito anteriormente, las personas deprimidas tienden a adoptar un patrón opuesto: atribuyen los resultados negativos a factores internos duraderos como sus propios rasgos o su falta de habilidad, pero atribuyen los resultados positivos a causas temporales o externas, tales como un golpe de buena suerte o favores especiales de los demás. Afortunadamente, se han desarrollado y puesto en práctica de manera efectiva muchas formas de terapia que buscan cambiar estas atribuciones: adquirir confianza personal para obtener resultados positivos, dejar de culparse a sí mismo por los negativos y, al menos, considerar algunos fracasos como consecuencia de factores externos.

Atribución y Violencia Sexual: La Culpabilización de Víctimas Inocentes

Existe una fuerte tendencia en muchas personas a culpar a las víctimas de violencia sexual por este delito. ¿Qué explicaciones hay para esta tendencia? Una posibilidad consiste en lo que se ha llamado creencia en un mundo justo, nuestro deseo de asumir que el mundo es fundamentalmente un lugar justo. En otro sentido, creer que personas totalmente inocentes pueden sufrir tal degradación es muy amenazante, por lo que algunas personas encuentran consuelo a estos pensamientos sacando la conclusión de que la víctima de la violencia sexual no es inocente y de alguna manera debe haberse buscado el ataque. En un estudio se encontró que la mayoría de los participantes en la investigación atribuían mayor culpabilidad a la mujer cuando esta conocía al agresor que cuando esta persona era desconocida. Además, mientras que los hombres atribuyeron mayor culpa a las mujeres, ambos sexos parecieron culparlas, en algún grado, por el ataque.

Estos hallazgos, y los de muchos otros estudios, tienen implicaciones importantes con respecto a la prevención de la violencia sexual. En primer lugar, sugieren que las víctimas de violencia sexual en una cita, un suceso alarmantemente común, son especialmente propensas a ser culpadas por otras personas. En segundo lugar, el hecho de que los hombres tienden a culpar a las víctimas en mayor grado que las mujeres es coherente con resultados que indican que los hombres, especialmente aquellos que se dedican a la violencia sexual, a menudo malinterpretan la comunicación femenina. Concretamente, sospechan y desconfían de la comunicación de la mujer sobre su interés sexual, por lo que no se lo creen cuando una mujer dice no. Los programas que se centran en mejorar la comunicación entre hombres y mujeres con respecto a aspectos sexuales podrían resultar bastante efectivos.

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