19 Abr

Monasterio Santo Domingo de Silos: Escultura del Claustro

Este conjunto escultórico data de los siglos XI y XII, aunque no conocemos a sus autores. Los paneles están situados en las esquinas del claustro y, al igual que los capiteles de las columnas, presentan motivos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. En ellos se destaca la característica del “horror vacui”, llenando todo el espacio con detalles.

En los paneles del claustro se representan escenas de la vida de Cristo, como Jesús en Emaús y la duda de Santo Tomás. Estas esculturas están organizadas en tres niveles. En el nivel inferior, Jesús está en un ángulo y, con gran expresividad, levanta el brazo para que Santo Tomás pueda comprobar la herida en su costado.

Se aprecia una isocefalia en los dos niveles superiores, donde las cabezas de los apóstoles se alinean a la misma altura, pero todos dirigen su mirada hacia Cristo. La figura de Cristo tiene proporciones superiores a las del resto, lo que jerarquiza su importancia dentro de la escena.

Los escultores intentan dar dinamismo a las figuras, mostrando los pies y disponiendo a las figuras de perfil, lo que les otorga mayor movimiento dentro de la composición.

Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela

El Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela es una obra del Maestro Mateo que data de 1188 y está ubicado en la fachada principal de la catedral de Santiago. Este pórtico cuenta con tres vanos que corresponden a las tres naves de la catedral: el vano central, que corresponde a la nave central, y los laterales, que se relacionan con las naves laterales.

En el parteluz se encuentra la figura de Santiago. La obra recrea fundamentalmente el Apocalipsis, con Cristo en majestad en modo de Pantocrátor y el Tetramorfos, representado por San Marcos, San Lucas, San Juan y Mateo, cada uno con su símbolo. Acompañan a la escena figuras del Nuevo Testamento y, en la arquivolta del tímpano central, hay una representación de los 24 ancianos músicos, que reflejan los instrumentos musicales de la época.

En las jambas del pórtico se representan a los apóstoles en el lado derecho y a los profetas en el lado izquierdo. La obra transmite grandeza y majestad, como si fuera una Biblia abierta.

Aunque es una obra del siglo XII, anticipa lo que será la escultura gótica, creando una interrelación y cierto naturalismo entre las figuras, que se desarrollará más plenamente en el siglo XIII.

Crucifijo de Don Fernando I y Doña Sancha

Es una de las obras más interesantes de la eboraria española, construida en marfil, donada por los reyes en el año de 1063, como testifica una carta-testamento del mismo año, en la que se incluían varias piezas que actualmente se conservan en el Museo Arqueológico Nacional y en el Museo de la Colegiata de San Isidoro de León.

La obra fue ideada para ser una estauroteca (lugar en que se guarda un fragmento del lignum crucis o cruz de Cristo), como han demostrado las restauraciones a las que ha sido sometida. Gracias a ellas se halló una pequeña cavidad en la espalda de Cristo. La cruz se ajusta a la tipología de Cristo románico de cuatro clavos que triunfa sobre la muerte, sin muestras de sufrimiento en su cuerpo; en los ojos se conservan las incrustaciones que brillan dándole un halo de vida muy especial. El faldellín es la ropa que le cubre. A sus pies vemos a Adán en la tumba. Es una figura de bulto redondo, además de ser una escultura hierática. En la parte superior encontramos a Cristo ya resucitado con una inscripción en la que se lee: «Jesucristo nazareno rey de los judíos». La superficie de la cruz está decorada con pequeñas figuras de individuos que salen de la tumba. En la base, una inscripción deja suficientemente claro que esta obra fue mandada realizar por el rey Fernando I y su esposa doña Sancha, lo que, además de reforzar el carácter de donación de esta pieza, subraya la idea de posesión. En el reverso aparece el Cordero apocalíptico y en torno a él los animales que simbolizan a los cuatro evangelistas: el león, el águila, el toro y el hombre. La decoración, en este caso, es de formas vegetales y animalísticas que plagan la superficie llegando al “horror vacui”. Estamos ante una obra preciosista, de gran virtuosismo técnico que ha permitido plantear la posibilidad de que en la ciudad de León existiese una escuela de eboraria similar a la que se estableció en torno a San Millán de la Cogolla.

Pórtico de San Pedro de Moissac

Este pórtico data del año 1115 y se caracteriza por sus arquivoltas decoradas con motivos geométricos y vegetales, los cuales sirven de marco para resaltar la figuración del tímpano sin distraer la atención. Las arquivoltas no incluyen figuras, permitiendo que la escena principal se enfoque completamente en el tímpano. En el tímpano aparece el Pantocrátor, quien sostiene el libro de la ley y levanta el brazo en actitud de bendecir. Junto a él se representa el Tetramorfos, simbolizado por los cuatro evangelistas, y los 24 ancianos del Apocalipsis, que se hallan rodeados por unas ondas de agua, justo encima del dintel. Este dintel, a su vez, presenta una representación circular que muestra las ruedas del infierno, un elemento característico de la iconografía apocalíptica. En el parteluz, en lugar de figuras humanas, se representan las bestias del Apocalipsis. A los lados, en las jambas, se encuentran las representaciones del profeta Isaías a la izquierda y del profeta San Pedro a la derecha. Todo el conjunto sigue el principio del “horror vacui”, evitando los vacíos y llenando el espacio con imágenes que refuerzan el mensaje religioso y apocalíptico.

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