03 Ene

Argentina

Anahí o la leyenda de la flor del ceibo

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Había en la tribu Guayaquí una indiecita que amaba su tierra natal al extremo de recorrer sola los bosques conversando con las aves, con las flores, con los animales que poblaban el bosque. Cuando ella cantaba, hasta el río rumoroso parecía callar para escucharla.
La tribu de Anahí decidió defender la tierra nativa superando el terror que los embargaba ante aquellos monstruos desconocidos que más que hombres parecían creación del mismo Añangá.
Pero iban siendo echados poco a poco de sus bosques, de sus ríos, de sus sierras. Anahí, pese a su juventud luchaba como los más valientes. Pero un día aciago cayó prisionera. Llevada al campamento español, logró en la noche zafar sus ligaduras y golpeando malamente a
Su voz se elevó al cielo, y al nacer el día, el cuerpo carbonizado de Anahí se había convertido en un robusto tronco de un árbol hermoso del que pendían racimos de rojas flores.

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Bolivia

El lago Titicaca

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Hace mucho tiempo, el lago Titicaca era un valle fértil poblado de hombres que vivían felices y tranquilos.
Sobre esta tierra no se conocía ni la muerte, ni el odio, ni la ambición. Durante largo tiempo, los hombres no pensaron en infringir esta orden de los dioses. Pero el diablo, espíritu maligno condenado a vivir en la oscuridad, no soportaba ver a los hombres vivir tan tranquilamente en el valle.
Él se ingenió para dividir a los hombres sembrando la discordia.
Entonces un buen día, al alba, los hombres comenzaron a escalar la cima de las montañas, pero a medio camino fueron sorprendidos por los Apus.
Éstos comprendieron que los hombres habían desobedecido y decidieron exterminarlos. Pero éste permanecía insensible a sus súplicas.
Un hombre y una mujer solamente llegaron a salvarse sobre una barca de junco.
Cuando el sol brilló de nuevo, el hombre y la mujer no creían a sus ojos: bajo el cielo azul y puro, estaban en medio de un lago inmenso. Llamaron entonces al lago Titicaca, el lago de los pumas de piedra.

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Brasil

Las lágrimas de Potira

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Mucho antes de que los blancos llegaran a las tierras menos pobladas del interior de Brasil, ya vivían allí muchas tribus indígenas, en paz o en guerra, cada una siguiendo sus costumbres.
De una de estas tribus, en paz con sus vecinos desde hacía tiempo, formaban parte Potira, una hermosa india agraciada por Tupá con la hermosura de las flores, e Itagibá, joven fuerte y valiente.
Era costumbre de la tribu que las mujeres se casasen pronto y que los hombres lo hicieran al convertirse en guerreros. Eran tiempos tranquilos y la felicidad les acompañaba. La alegría de cada reencuentro compensaba las noches a solas. Llegó un día, sin embargo, en el que el territorio de la tribu fue amenazado por vecinos que codiciaban la abundante caza que había en él, e Itagibá partió con sus hombres para la guerra. Potira vio alejarse las canoas río abajo, preparadas para el enfrentamiento, sin saber qué sentía exactamente, aparte de la tristeza de separarse de su amado. Pero no lloró como las ancianas de la tribu, quizá porque nunca había visto ninguna otra guerra.
Fueron muchas tardes iguales, una tras otra, y el dolor de la nostalgia se iba imponiendo. Porque todos saben que el canto melancólico de la araponga solo anuncia acontecimientos tristes, y nuestra india, bella como una flor, codiciada por tantos hombres supo que eso ya no importaba, que nada importaba, porque el araponga había anunciado la muerte de Itagibá. Sin decir palabras, como no habría de decirlas nunca más. pero olvidando su origen.

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Chile

Pincoya

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Su esposo, el Millalobo, los enviaba para sus suegros. Los abuelos quisieron conocer a su nieta pero estaba cubierta con mantas.
Huenchula les describió cada una de sus gracias, les hizo escuchar sus ruiditos pero no los dejó verla pues
sobre su hija no podían posarse los ojos de ningún mortal.
Pero cuando su hija salió a buscar los regalos y los dejó solos con la bebé, por un ratito nomás, los viejitos se tentaron.
Se acercaron a la lapa que servía de cuna de su nieta y levantaron apenas la puntita de las mantas para espiar. Luego se zambulló y nadó entre lágrimas y olas hasta donde estaba su marido, que la esperaba calmo y profundamente amoroso.
Ahí estaba la Pincoya, su hija. Cuando alguien naufraga, lo rescata la Pincoya.
Pero a veces, hasta ellos tres llegan tarde.
Entonces, toman los cuerpos sin vida y los llevan suavemente hasta el Caleuche, el buque fantasma habitado por los hombres que nunca abandonarán el mar.
Las noches de luna llena, son noches de promesa.
Y si alguien tiene la suerte de verla bailar, esa persona tendrá magia en su vida.

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Colombia

El Dorado

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En el hermoso país de los Muiscas, hace mucho tiempo, todo estaba listo para un acontecimiento: la coronación del nuevo Zipa, gobernador y cacique.
La laguna de Guatavita, escenario natural y sagrado del acontecimiento lucía su superficie tranquila y cristalina como una gigantesca esmeralda, engastada entre hermosos cerros. Las laderas, con tupidos helechos, mostraban botones dorados de chisacá, chusques trenzados como arcos triunfales, sietecueros y fragantes moras. El digital, como un hermoso racimo de campanitas, matizaba de morado el paisaje; el diente de león, cual frágil burbuja, arrojaba al viento sus diminutos paracaídas para perpetuar el milagro de su conservación y los abutilones de colores rojos y amarillos sumaban al concierto de belleza natural, el diminuto y tornasolado colibrí, su comensal permanente.
Gran agitación reinaba en Bacatá, vivienda del Zipa; la población entera asistiría al singular acontecimiento en alborozada procesión hasta la laguna sagrada portando relucientes joyas de oro, esmeraldas, primorosas vasijas y mantas artísticamente tejidas, para ofrendar a Chibchacum, su dios supremo, a la diosa de las aguas, Badini y a su nuevo soberano.

Por fin, llegó el gran día. Sereno y majestuoso, su cuerpo de armoniosas proporciones se mostraba fuerte para la guerra; su piel color canela tenía una cierta palidez, resultado del riguroso ayuno que había realizado para purificar su cuerpo y su alma y así implorar a los dioses justicia, bondad y sabiduría para gobernar a su pueblo.
Lentamente, se iban alejando de los cerros y del cercado de los Zipas, para aproximarse a la espléndida laguna de Guatavita. Allí, con alegres cantos, la muchedumbre se congregó para presenciar el magnífico espectáculo.

El futuro Zipa fue despojado de las ropas y su cuerpo untado con trementina, sustancia pegajosa, para que se fijara el oro en polvo con que lo recubrían constantemente.
No se escuchaba un solo sonido; era tal la solemnidad del momento, que sólo se oía el croar de las ranas, animales sagrados para ellos, los gorjeos de los pájaros y el veloz correr de los venados.
Cuando hubo terminado el recubrimiento, subió con los principales de la corte sobre una gran balsa oval, hecha íntegramente en oro por los orfebres de Guatavita.
Fue allí cuando, después de invocar a la diosa de las aguas y a los dioses protectores, el heredero se zambulló en las profundidades; pasaron unos segundos en los que solamente se veían los círculos del agua donde se había hundido; todo el pueblo contuvo la respiración, el tiempo pareció detenerse; por fin, emergió triunfal y solemne el nuevo monarca; el baño ritual lo consagraba como cacique.
El cacique, a su vez, junto con su séquito, realizó abundantes ofrecimientos de los mismos materiales, pero en mayor cantidad.



Así, en este orden y placidez transcurrirían los días, hasta que una guerra, una enfermedad o la vejez, los privara de su monarca y fuera necesario realizar de nuevo la ceremonia del Dorado para ungir un nuevo cacique. Este debería continuar gobernando con prudencia y sabiduría al pueblo y su fértil y verde país, rodeado de hermosa vegetación y de cristalinas corrientes de agua.

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Costa Rica

Eskameca y Tenori

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Cuando el monstruo aparecía entre las aguas serenas, empañando el cristal del agua, emergían como suspiros que se remontaban al cielo, las bandadas de aves y quedaba el vidrio roto del espejismo del agua, convertido en lodo negro con olores nauseabundos.
Esto produjo pánico en la belleza nativa Eskameca, que casi pierde la vida a la visión del monstruo, una tarde de oro y zafir, cuando bañaba su cuerpo de curio, brillante como las mieles del carao.
Sus guerreros lo iban dejando solo, presos del pánico cuando escucharon ruidos en el agua.
Sólo se supo que al final, al aparecer de nuevo el monstruo de la laguna, el indio agotó sus flechas con certera puntería y para rematarlo se lanzó a las ondas. Es cierto que la alimaña jamás volvió a sembrar terror en la comarca, pero nadie supo tampoco el destino que corrió el valiente indio Tenorí, que los libró de la amenaza.

Y quien se acerca a la orilla para indagar el misterio, sólo logra ver como una cruz de fuego surcando el espacio… una enorme garza rosada y un galán sin ventura que se remontan al cielo y se van a perder en el cono del Volcán Tenorio, en el confín de la llanura.

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Cuba

El Indio Bravo

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Todos le llamaban el «Indio bravo». Tampoco era un salteador de caminos, con el trabuco terciado, listo para despojar de sus cuartos a algún opulento hacendado que se cruzara en su camino.
Pronto los rumores subieron de tono, se comentaba que el asaltador era un caníbal y que se robaba los niños para alimentarse con ellos o simplemente para devorar su corazón y beber su sangre. Muchos que en los corrillos y tertulias presumían de valientes no se sentían ya seguros para recorrer el camino hasta sus fincas. En la ciudad las mujeres recogían a los niños antes del oscurecer y las trancas y pestillos parecían pocos para protegerse del fantasmal bandolero. Comenzaron a decaer las visitas y fiestas y según los viejos, aún los festejos del San Juan comenzaron a suspenderse pues no estaba el ánimo para diversiones.
Los intentos para capturar al Indio bravo parecían vanos, fuera que este resultara muy hábil para eludir a quienes le buscaban o bien que quienes decían hacerlo no ponían demasiado empeño en propiciar tal encuentro, tan sobrenaturales eran la fuerza y perversidad que atribuían al personaje.
La instrucción pública estaba en estado crítico, escaseaban las escuelas de primeras letras y sólo a partir de la tercera década del siglo XIX ciertas congregaciones religiosas como los Escolapios y las Ursulinas se harán cargo de la enseñanza para los hijos de las familias principales que hasta entonces tenían que ser enviados a La Habana o al extranjero. Por otra parte, una atmósfera tan cerrada provocaba con facilidad hechos brutales: cada cierto tiempo, las luchas entre bandos políticos se dirimían en la vía pública a tiros y a cuchilladas, las rebeliones de esclavos eran castigadas con espantosos suplicios y hasta 1827 los vecinos acostumbraban a reunirse en la Plaza de Armas para ver ahorcar a los reos como si fuera una diversión pública. En resumen, el Indio bravo no era lo más feroz de esos tiempos…pero sobre él recaía por entonces toda la atención.
Pero había pocas esperanzas. En mayo de 1804, Juan de Dios Betancourt Agüero, miembro del Cabildo, somete a éste un proyecto para la captura del criminal que operaba por entonces entre el Camino Real de Nuevitas y la zona de Magarabomba, allí hace alusión al secuestro de una niña que pudo ser rescatada de inmediato, pero sin aprehender al autor de las fechorías. En junio de 1804, el bandido secuestró al niño José María Alvarez González, hijo de un vecino principal de la Villa, posiblemente para reclamar un rescate, pero todos dijeron que era para devorarlo… y esto, unido a la fuerte recompensa, sirvió para apresurar la persecución del criminal. Como puede apreciarse, la injusticia quedó intacta.
Según la tradición, el cadáver del Indio llegó a la Villa en medio de la noche, pero las campanas fueron echadas al vuelo y de inmediato comenzaron espontáneamente las fiestas del San Juan, suspendidas desde hacía años.
Nadie supo jamás cuál era el nombre real del Indio, ni de donde procedía, pero su romántica condición de rebelde solitario fue asociada décadas después con el enfrentamiento de los patriotas contra la metrópoli española, de ahí que el periódico clandestino que un grupo de jóvenes, encabezados por Raúl Acosta León, fundara en Puerto Príncipe en 1893, preparándose para la nueva etapa de lucha independentista, tuviera por nombre El Indio Bravo.

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Ecuador

La Leyenda del Padre Almeida

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Cuenta la leyenda que Manuel de Almeida Capilla, hijo de don Tomas de Almeida y doña Sebastiana Capilla, ingreso a los 17 años de edad a la Orden de los Franciscanos. Sus devaneos temporales tuvieron un punto final, cuando el Cristo de la Sacristía del Convento de San Diego, sobre el que se encaramaba para alcanzar la ventana por la cual escapaba a sus juergas nocturnas, puso fin con su famosa frase: ¡Hasta cuando Padre Almeida!.

Sin embargo, el encierro y la oración hicieron poco para vencer sus ímpetus juveniles. Pronto la tentación llamo a su celda en la forma de un compañero de encierro que le converso sobre sus evasiones nocturnas para visitar a unas damiselas de la vida alegre que se prestaban a compartir sus encantos con los buscadores de aventuras.


Sorprendidos, los novicios franciscanos se miraron unos a otros sin saber que hacer, cuando de pronto, de atrás de unos biombos que dividían la sala, saltaron sobre ellos un grupo de frailes dominicanos tomados de las manos de las señoritas de la casa que vestían sus mejores galas, burlándose de ellos por la cara de susto que pusieron ante semejante recibimiento.
Y es así como empezó una sucesión de noches en las que la libido del joven aspirante a cura franciscano despertó, hasta convertirse en una fuerza incontenible que lo obligaba a escaparse del convento todas las veces que era posible, con o sin la compañía de sus primeros compañeros de juerga.
Pero, para alcanzarla debía utilizar la escultura de un Cristo Crucificado a manera de escalera hasta alcanzar sus hombros y saltar a la plazoleta fuera del convento. Pues bien, hecho el intento, logro conseguir su camino a la libertad y repitió la salida e ingreso en muchas ocasiones, hasta que, cansado el Cristo de servir de vía de escape al pecador, una noche, al sentir el peso del cuerpo del novicio sobre sus hombros, abrió sus labios y recriminó: ¡HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA!
y continuo su camino para volver a la madrugada, cuando los gallos empezaban a cantar en los patios del convento.’La noche siguiente se repitió la escena y el Cristo volvió e recriminar a Manuel Almeida ¡HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA!
Sin embargo, cuenta la leyenda, que una madrugada en la que se había pasado de tragos, el padre Almeida regresada al convento, cuando en el camino se encontró con un funeral que subía hacia el Cementerio y curioso pregunto a uno de los acompañantes quien era el difunto y la respuesta fue: «Es el Padre Almeida» al que llevamos a sepultar.
Apresuro su paso, llego a la muralla del convento, la trepo con la agilidad que le había dado la practica; y, cuando se deslizaba abrazado al Cristo, este pronuncio su acostumbrada frase: ¡HASTA CUANDO PADRE ALMEIDA! pero no recibió la respuesta acostumbrada.
Sin embargo, los quiteños insisten que entre las muchas obras que dejo para la posteridad, esta el villancico que se suele cantar en la época navideña y que dice:

Dulce Jesús mío
mi niño adorado
ven a nuestras almas
ven no tardes tanto.

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El Salvador

La Flor de Ámate

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Se dice que tiene que ser una lucha a muerte; si el Demonio gana, se lleva el alma de aquel hombre, pero si el hombre gana tendrá todo lo que él quiera.
Se cuenta que las únicas personas que ven a este árbol florecer en cualquier época del año son los MUDOS, ya que se sabe que nunca dirán nada de esta flor encantada.

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Guatemala

La Leyenda del jilguerillo

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Entre ellos había un guerrero muy cruel llamado Batsu.
Un buen día Batsu decidió buscar esposa y escogió a Jilgue, una hermosa joven que acostumbraba pasear por el bosque cantando como un pajarillo.
Al poco andar escucharon el canto de Jilgue. Pero cada vez que se acercaban al sitio de dónde venía el canto, Jilgue había desapareció. De pronto vieron como Jilgue cayó al cuelo u agonizó. Pero un pajarillo color ceniza, con el pico y las patas rojas, comenzó a cantar sobre sus cabezas. No era el canto de un pájaro, era la voz de Jilgue, que desde entonces se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los bosques de nuestras tierras.

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Honduras

El Cadejo

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La leyenda dice que tras observar todos los males que aquejaban al pueblo, Dios decidió crear una figura que atemorizara al ser humano, pero con el fin de protegerle. De allí surgió un ser con morfología de perro, con ojos rojos y de color blanco como las nubes, que se encargaría de protegerle. El demonio, enojado por la acción del Padre, formó una copia idéntica pero de color negro, que provoca pavor en aquel que lo observa.
De este animal se cuenta mucho. El Cadejo se le aparecía a los viajeros nocturnos, algunas veces acostumbraba a acompañar a los hombres, pero solo a los solteros. Así como defendía a su acompañante, le molestaba que éste no hiciera su voluntad, y cuando se enojaba era muy peligroso porque se convertía en un animal de inmenso tamaño.
El Cadejo en su mayoría no ha sido visto como susto, sino como un ser nocturno y de propiedades sobrenaturales, los que lo vieron dicen que era del tamaño de un cachorro, nariz puntuda y al caminar provoca un sonido como el que producen los casquitos de una cabra. A menudo el Cadejo luchaba con otros espíritus, inclusive hasta con hombres para defender a su acompañante, muchos quisieron alguna vez tocarlo pero nadie ha dicho haber podido hacerlo.

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Mexico

El sol y la luna

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Antes de que hubiera luz en el mundo, los dioses de Teotihuacán hablaron entre sí para decidir quiénes iban a dar luz al mundo. Todos los dioses estaban en un salón grande de uno de los muchos templos. Preguntaron:

Luego uno de los más jóvenes de los dioses, Tecuciztécatl, habló y dijo en voz alta:

Todos a una voz dijeron: -¡El dios Tecuciztécatl es un gran dios! Todos te felicitamos.
Pero necesitaban dos dioses y no había otro dios lo suficientemente valiente para acompañar a Tecuciztécatl. Él se burló de los otros diciendo:
-¿Dónde hay un dios tan valiente como yo en toda la región? ¿Nadie se atreve a ofrecer su vida para dar luz al mundo?
Nadie contestó. Todos guardaron silencio por unos minutos y luego comenzaron a discutir entre sí.



-No tenemos tiempo para los viejitos ahora-dijeron los más jóvenes.

Pero el viejito, levantando la mano, pidiendo silencio, dijo:
Como no hay otros voluntarios, quiero ofrecer lo que queda de mi vida para dar luz al mundo.

Luego todos se pusieron a hacer la ropa necesaria para la ceremonia.
Durante toda una semana nadie comió. Todos estaban en estado de meditación porque dar luz al mundo era muy importante.
Cuando llegó el día, encendieron una gran hoguera en el centro del salón.
Tecuciztécatl fue el primero que se acercó al fuego, pero el calor era tanto que él se retiró. Cuatro veces trató de entrar, pero él no se atrevía.
-¡Ay!-dijeron todos con mucha reverencia. Y en voz baja todos repitieron: -¡Grande es Nanoatzín!

Todos los dioses esperaron y, cuando ya no había fuego, todos se levantaron y salieron del salón para esperar las luces.
Era muy brillante y todos sabían que era Nanoatzín porque él entró en el fuego primero.
Después de algún tiempo, salió también otra luz. Era la luna, y era tan brillante como el sol.
Uno de los dioses luego dijo:

Hasta el día de hoy, el sol es más brillante que la luna; y si uno se fija bien en la luna, puede ver las huellas del conejo.

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Nicaragua

Ometepetl y Nagrando

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Ometepetl era la admiración de todos los indios mancebos. Su silueta era bien delineada y su hablar dulce y sonoro

Ometeptl pertenecía a la tribu de los indios Niquiranos y Nagrando a los Nagrandanos. Ella era la
admiración de todos los indios mancebos.


Ehécatl hizo caer sereno y todos los teotes desparramaron bendiciones sobre aquel nuevo amor.
Ambos jóvenes se juraron amor, pero el gran cacique Niquirano mandó a buscarlos para apresar a Ometepetl y matar a Nagrando. Estos buscaron apoyo en sus amigos íntimos para huir. Es así que el gran Lago Cocibolca no es más que la sangre emanada de los jóvenes, los dos volcanes de la isla son los pechos de Ometepetl y la Isla de Zapatera es el cuerpo sin vida de Nagrando, que no avanzó mucho en la fatalidad de su muerte.

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Panamá

La Tepesa

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Por mitad de camino María Dolores se quitó los zapatos y se arrolló el vestido para cruzar el río, éste estaba bastante seco y lleno de cascajo (hojarascas) debido al verano, así que con cuidado fue pasando poco a poco. A María Dolores le dio una especie de remordimiento y dolor al recordar a su hijo y su abuela pero aún así siguió cruzando.
En esos momentos un fuerte dolor le atravesó el cuerpo: era como millones de agujas clavándose en su piel. Horrorizada se revuelca en el agua, intenta escapar pero lo que hace es sumergirse en las profundidades de las riveras oscuras; trata de salir de agua pero sólo logra arrastrarse.
«maldita serás entre las criaturas que habitan la tierra y deberás esconderte entre las sombras, por tu error no andarás de pie sino arrastrada y sólo de tu boca saldrán lamentos por la pérdida de tu hijo y así vagarás por la eternidad hasta que hayas pagado tu crimen.»

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Paraguay

La Leyenda de la Yerba Mate

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El viejo indio las invitó a su cabaña para recibir la hospitalidad de su familia. Comieron panes de maíz que hizo la vieja india con el resto de maíz que le quedaba a la familia para alimentarse, ofreciéndoles su pobreza en demostración de amistad y cariño.
Cuando quedaron solas las dos, Aria preguntó:
Y, si no logramos que nos lo digan, nuestro poder no es suficiente para adivinarlo. Apenas se habían apartado del claro del bosque donde estaba la cabaña, cuando Así, con toda su fría astucia, intentó que su acompañante les dijera lo que tanto deseaba. Pero el viejo había intuido el deseo de la joven, y, atribuyéndolo a curiosidad propia de mujer, se decidió a satisfacerlo, y le dijo:
Y luego escucharon el relato del anciano indio, que les confió que estaban viviendo alejados del poblado, para apartar a su inocente hija de los peligros que le podría acarrear su increíble belleza e inocencia.
Durante su vida juvenil había vivido junto a los de su tribu, una tribu como las muchas que estaban en las proximidades de los grandes ríos, dedicadas a la caza y a la lucha. Poco a poco, el desasosiego, la inquietud y el temor invadieron el espíritu del indio hasta que determinó alejarse de la comunidad en que vivía para que en la soledad pudiese su hija guardar aquellas virtudes con que Tupa la había enriquecido.
– Abandoné todo lo que no me era necesario para vivir en el bosque – dijo el viejo – y, sin decir a nadie hacia dónde iba, huí como un venado perseguido, hacia la soledad. Desde entonces vivo allí. Pero soy feliz, vivo tranquilo.
Y como fue tan hospitalario, y sabes que Tupa se alegra de que los hombres sean de ese modo, tendremos también que demostrárselo.
Para ello, una noche infundieron a los tres seres de la cabaña un sueño profundo, y, mientras dormían, Así en forma de blanca doncella fue sembrando, en el claro del bosque que delante de la choza se extendía, una semilla celeste. Llegó la mañana, Así quedó oculta bajo el sol radiante, pero su obra estaba concluida. Cuando el viejo indio despertó de su profundo sueño y salió para ir al bosque, quedó maravillado del prodigio que ante la puerta de su choza se extendía. Por fin, llamó a su mujer y a su hija, y, cuando los tres estaban extáticos mirando lo que para ellos era un prodigio, otro mayor acaeció ante sus ojos y les hizo caer de rodillas sobre la húmeda tierra. Esta nueva planta que veis es la yerba mate, y desde ahora para siempre constituirá para vosotros y para todos los hombres de esta región el símbolo de la amistad y el alimento caliente que beberán. Después, cuando la hija hubo cumplido sus deberes rituales, desapareció de la tierra. Y, desde entonces suele dejarse ver de vez en vez entre los yerbatales misioneros como una joven hermosa en cuyos ojos se reflejan la inocencia y el candor de su alma.

El Mito de Cuniraya Huiracocha

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Cuentan que en tiempos muy antiguos, Cuniraya Huiracocha se convirtió en un hombre muy pobre, y andaba paseando con su ropa hecha arapos, y sin reconocerlo algunos hombres lo trataban de mendigo piojoso. Pero Cuniraya Huiracocha era el dios del campo. Con solo decirlo preparaba las chacras para el cultivo y reparaba los andenes. Así, por su gran poder, humillaba a los demás dioses (huacas) de la región.
Había una vez una mujer llamada Cahuillaca, quien también era huaca, que por ser tan hermosa todos los demás huacas la pretendían. Pero ella siempre los rechazaba. Sucedió que esta mujer, que nunca se había dejado tocar por un hombre, se encontraba tejiendo debajo de un árbol de Lúcumo. A los nueve meses, como era de esperarse, Cahuillaca dio a luz. Durante más de un año crió sola a su hijo, pero siempre se interrogaba sobre quién sería el padre. Llamó a todos los Huacas y Huillcas a una reunión para dar respuesta a su pregunta. Cuando supieron de la reunión todos los huacas se alegraron mucho, asistieron muy finamente vestidos y arreglados, convencidos de ser a los que la bella Cahuillaca elegiría. Esta reunión tuvo lugar en un pueblo llamado Anchicocha. Pero nadie reconoció al niño. Cuniraya Huiracocha también había asistido, pero como estaba vestido como mendigo Cahuillaca no le preguntó a él pues le parecía imposible que su hijo hubiese sido engendrado por aquel hombre pobre.
Ante la negativa de todos los preguntados de reconocer al niño, Cahuillaca ideó posar en el piso al niño, dejando que ande a gatas solo hasta donde se encuentre su padre. ¨Cómo habría podido yo dar a luz el hijo de un hombre tan miserable?». Pero Cahuillaca no volvió para mirarlo, siguió corriendo con la intención de arrojarse al mar por dar a luz el hijo de un hombre tan «horrible y sarnoso».
Como Cuniraya pensaba que Cahuillaca voltearía a verlo, la seguía a distancia llamándola y gritándole continuamente. Por darle esa respuesta Cuniraya le dijo al cóndor: -«Siempre vivirás alimentándote con todos los animales de la puna, y cuando mueran tú sólo te los comerás, y si alguien te mata, él también morirá»
-«Hermana» le preguntó, «¨En donde te has encontrado con esa mujer?»
-«Ella todavía anda por aquí; ya te estás acercando» le dijo el puma
Por darle tan buenas noticias Cuniraya le respondió: -«Comerás las llamas del hombre culpable, y si alguien te mata te hará bailar primero en una gran fiesta, y todos los años te sacará sacrificándote una llama» (De este modo Cuniraya le confiere al puma categoría para ser adorado, y manda además que todos los años se celebre una fiesta en su honor, en la que se bailará y se sacrificará una llama en su honor) También se encontró con un zorro.
Y cuando te maten te botarán a tí y a tu piel como algo sin valor». Por ello le contestó el huaca: -«Tendrás mucha suerte, y cuando comas primero almorzarás picaflores. El hombre que te mate llorará tu muerte, y sacrificará una llama en tu honor, y bailará poniéndote sobre su cabeza para que resplandescas allí».
De este modo llegó hasta el mar donde se encontraban dos hijas de Pachacamac custodiadas por una serpiente. Pero poco antes, la madre de éstas: Urpayhuachac, había entrado al mar a visitar a Cahuillaca.
Cuando quiso hacer lo mismo con la otra, ésta se transformó en paloma y voló. Cuniraya, enfadado porque había ido a visitar a Cahuillaca arrojó todos los peces del estanque al mar. Para ello tramó un astuto plan. Este aceptó. Pero al mismo tiempo hacía crecer una gran peña para que le callera encima al huaca y lo aplastara.
Pero éste, con gran astucia, se dio cuenta de las verdaderas intenciones de Urpayhuachac, y huyó del lugar.
Desde entonces Cuniraya Huiracocha anda por el mundo engañando a huacas y hombres.

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República Dominicana

Las Ciguapas

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Todos sostienen sin embargo que tienen el rostro hermoso y que son muy ariscas.
Al decir de las leyendas las ciguapas tienen malas costumbres; estas salen de sus moradas a robar manteca y carne cruda de las cocinas, aunque afirman que les gusta el maíz y otros granos que se siembran en los conucos.
Si usted ve a una ciguapa, nunca la mire a los ojos para que no le embruje con su poder.

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Uruguay

La Flor del Irupé

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Blanca como la pureza, roja como la sangre. Todos los jóvenes de la tribu suspiraban por ella. Pero su corazón pertenecía a Pitá, el guerrero. Ofendido por la coquetería de Morotí, decidió castigarla para que diese ejemplo a las otras jovencitas de la tribu, y le inspiró una idea de la que pronto se arrepentiría…
Como guerrero guaraní era un nadador excelente. Zambullirse en las tranquilas aguas y recobrar la joya le llevaría unos segundos. Tomándolo como un juego, se lanzó a buscar el brazalete en el punto donde se había hundido.
Todos reían. Pero Pitá no regresaba, y poco a poco las risas se transformaron en preocupación y luego en terror. Sus acompañantes no reaccionaron a tiempo para impedírselo. El gran hechicero de la tribu practicó un exorcismo sobre las aguas para vencer las fuerzas misteriosas que operaban allí. Pero pasó la noche, y el amanecer los encontró en la orilla llorando la muerte de sus amigos. Era una flor fragante, de hojas redondas que flotaban sobre el agua, tan grandes que las aves y algunos mamíferos podían pararse sobre ellas sin hundirse. Los pétalos del centro eran de un blanco deslumbrante, como la pureza de Morotí, y los envolvían amorosamente unos pétalos rojos, como el corazón del valiente Pitá. Irupé, aquella flor, nacida del arrepentimiento y del amor, había sido creada por el dios Tupá como encarnación del alma de los enamorados.

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Venezuela

La leyenda del dios blanco Amalivaca

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En cierta ocasión, el gran río comenzó a rugir, como si en su fondo estallasen los truenos y rayos de una tormenta. Cuando ya pensaban que su fin estaba próximo, sobre la gran roca apareció de pronto una extraña canoa que avanzaba por encima del oleaje. De estas semillas nacieron los hombres y las mujeres que pueblan el planeta.

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Puerto Rico

Taina de Guanina y Sotomayor

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Guanina era una india taina.

Los españoles haciendo caso omiso al pacto, se repartieron a los indios como siervos. Ya desesperados los indios anhelaban volver a ser libres. Una noche, celebraron un areito (reuniones para celebrar sus fiestas, recordar tradiciones, y tomar decisiones sobre todo cuando era necesario tomar una decisión sobre una guerra). Esa noche Agüeybaná y los taínos decidieron que los españoles tenían que morir para ellos poder ser libres otra vez.

Sotomayor se fue con sus soldados a La Villa de Caparra para


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