28 May

EL TEATRO DE LA GENERACION DEL 27:LORCA


El teatro comercial a fines de los años veinte y durante la Segunda República no difiere en gran medida del de las décadas anteriores; por lo que está basado en la capacidad de atracción de un público sin inquietudes estéticas ni intelectuales. Siguen predominando comedias al estilo de Benavente, el teatro poético, las piezas cómicas y los espectáculos musicales.

Aun así se llevaron a cabo intentos de renovación dramática, que propiciaron, de forma aislada, un teatro distinto al convencional. Dentro de estos grupos innovadores destacaría la figura de Valle-Inclán. Y algunas de estas agrupaciones fueron: “Escuela Nueva”, “El mirlo blanco”, “El Caracol” etc.

Con la llegada de la Segunda República se propició un acercamiento a la cultura, incluso desde el mundo rural, de lo que se encargaron las Misiones
Pedagógicas (grupos universitarios) con sus campañas de alfabetización. Y el grupo Teatro ambulante es el que se encarga de representar obras, que frecuentemente eran de Calderón, Cervantes, Lope de Vega… Dentro de estas compañías teatrales universitarias merecen destacarse El Búho y La Barraca, impulsada por Federico García Lorca.

La generación del 27, no es únicamente un grupo poético, sino que también contará con importantes dramaturgos, entre los que la figura más destacada será la de Federico García Lorca.
Aunque no fue el único que depuró el teatro poético; que incorporó nuevas formas de vanguardia; ni el único que quería acercar el teatro al pueblo.

Pedro Salinas del que citaremos sus dos obras largas Judith y el tirano y El dictador.
Rafael Albertí seguirá cultivando un teatro político, cuya obra más importante sería la posterior Noche de guerra en el Museo del Prado.

Miguel

Hernández que cultiva un teatro social con ecos de Lope, del que destacaríamos El labrador de más aire.
Max Aub con Crimen o con la tragedia El celoso y su enamorada. Su primer teatro se centrará en el conflicto entre la verdad objetiva y subjetiva.
Alejandro Casona que se consagró como dramaturgo con La sirena varada, una obra lírica y simbolista que escenifica el conflicto entre realidad y fantasía.

Por lo demás, en los teatros comerciales de España siguen representándose comedias de salón, teatro histórico en verso y obras cómicas. Y dentro de este género cómico está Miguel Mihura quién escribió Tres sombreros de copa en 1932; y a Enrique Jardiel Poncela que fundió en sus obras el humor de la comedia convencional con los rasgos propios del arte vanguardista:
El uso de imágenes.

La Guerra Civil no supuso la interrupción de la producción teatral, sino que se promovió un tipo de teatro que estuviera a servicio de la República, más concretamente una sección teatral denominada Nueva Escena;
Además del Teatro del Arte y Propaganda.
Se creó incluso un organismo, el Consejo
Nacional del Teatro, presidido por Antonio Machado para promover el teatro. Por otra parte se pretende traer a la escena española las innovaciones y adelantos técnicos.

En cuanto al más representativo, Federico García Lorca, debemos decir que su temática asombra por su unidad. Lorca lleva a escena destinos trágicos, pasiones condenadas a la soledad o a la muerte, amores marcados por la esterilidad. Todo marcado por un doble plano, metafísico (tiempo y muerte como fuerzas enemigas) y el social ( prejuicios sociales, convenciones…) que muchas veces se entrecruzan.

En cuanto a su estilo, merece atención el uso de verso y prosa. Poco a poco el uso del verso irá reduciéndose a momentos de especial intensidad, escenas líricas entre varios personajes o canciones de tipo popular; por lo que poco a poco la prosa irá ganando terreno e irá creciendo también el arte del diálogo. En cuanto al lenguaje encontraremos una convivencia entre poesía y realidad, un habla de claro sabor popular y un poderoso aliento poético. Habrá una densa presencia de símbolos, de metáforas etc.; por lo tanto fuertes connotaciones emotivas, sensoriales, imaginativas….

Durante su trayectoria dramática, ha pasado por tres etapas; la primera, en los Años 20:
Que comienza con un ensayo juvenil de 1920, El maleficio de la mariposa, de raíz simbolista, y donde ya podemos observar el tema medular de su teatro: el amor imposible y la frustración. En esta etapa también muestra una nostalgia hacia su inocencia perdida. Su primer éxito llegará con Mariana Pineda (1925), un drama de amor trágico, en verso, con resabios del teatro histórico modernista. También encontramos Amor de don Perlimplín con Belisa, con aires de farsa, mostrando otro caso de amor trágico. Podemos decir que esta época sirve de experimento con el teatro simbolista y modernista, el drama y farsa, lo popular, lo guiñolesco etc.

Entraríamos en la etapa vanguardista, donde partimos de una crisis doble – vital y estética- que sufre Lorca tras el éxito de Romancero Gitano (1928). Fruto de eso surgirá por un lado Poeta en Nueva York, y por otro obras que llamará “comedias imposibles” que se encuentran bajo el influjo surrealista. Aquí encontramos El público y Así que pasen cinco años. Algo destacable de estas dos obras es que resultarán esenciales como testimonios para calar en la psicología profunda del autor; y que son lo más audaz que podía hacerse en teatro en esos momentos.

Por último la etapa de plenitud, donde Lorca dará un giro decisivo hacia un camino propio, con un rigor estético y a la vez un alcance popular. Son los años de La Barraca, donde Lorca declara su ansia de una comunicación más amplia. Encontrará la plenitud de su arte dramático y un éxito multitudinario. A esta etapa corresponden obras en las que la mujer y su condición tendrán un puesto central, presentándolas como criaturas marginales. Por ejemplo en Bodas de sangre (1933), que se trata de una pasión que desborda barreras sociales y morales, pero que desemboca en la muerte. En Yerma (1934) se muestra el drama de la mujer condenada a la infecundidad, con todo su alcance simbólico. En Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores tenemos un drama sobre la espera inútil del amor. Y por último, culminaría esta etapa con La casa de Bernarda Alba de 1936.

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