31 Ago

MA 4. Antonio Machado Y Juan RAMÓN JIMÉNEZ.
INTRODUCCIÓN
Mientras en el Modernismo  propiamente dicho hemos de destacar  la poesía lírica por encima de cualquier otro género literario, en la Generación del 98 suele concedérsele  más importancia a la prosa, tanto en su vertiente narrativa como en el ensayo, porque resulta  una fórmula idónea para expresarlas reflexiones  filosóficas, políticas o religiosas propias de los noventayochistas, de su preocupación por España y por el destino del hombre; sin embargo, no debemos olvidar que dos de sus mejores poetas del Siglo XX pertenecen a esta generación:
Miguel de Unamuno y, sobre todo, Antonio Machado, en cuya obra se refleja la evolución del Modernismo a las ideas noventayochistas, del “yo” al “nosotros” como él mismo reconocíó.
Por su parte, la Generación del 14 incluye en sus “filas literarias” a otro de los grandes poetas del Siglo XX, Juan Ramón Jiménez, cuya evolución desde el Modernismo de sus primeros libros hasta una poesía innovadora, profunda y muy personal, lo convierten en un autor difícilmente clasificable.
4.1. Antonio Machado.
Temas de su poesía. Los dos temas más importantes tratados por Antonio Machado son:
España y su paisaje y todo lo relativo a su yo interior, es decir, todo lo que versa sobre su intimidad, sus recuerdos, sus sensaciones, sus angustias y esperanzas…Ambos temas se complementan íntimamente, sin que puedan entenderse el uno sin el otro.
España y su paisaje los siente Machado desde una óptica más cercana a Ortega que sus coetáneos; en concreto, el tema lo aborda desde una perspectiva historicista que le permite reflexionar sobre el pasado de nuestro país, sobre el presente que está viviendo y sobre el futuro de las gentes españolas.
El sevillano vivíó en Soria, Jaén y Segovia, en cafés, pensiones, trenes…Por ello va a describir el paisaje desde una perspectiva rural, como uno de los habitantes sencillos y humildes de cualquier pueblo de la geografía castellana. Para Machado la descripción del paisaje, además de suponer una experiencia estética, significa una vinculación a su tierra, “un estado del alma” que define y caracteriza su idiosincrasia. Sus versos están llenos de matices, de colores, de sensaciones- muchas veces de raíz modernista- sugeridos por esas tierras que tanto le duelen, y a cuyos habitantes espera despertar el poeta de su letargo para que sean merecedores de su entorno.
De ahí que el poeta sienta profundamente el retraso y la ignorancia causados en nuestras tierras por el caciquismo, que denuncia como responsable principal de la España perezosa que bosteza ante el desastre. La España de entonces, la del presente, no dista tanto de aquella otra que no pudo ver la luz del progreso y la libertad de sus derechos. Con este panorama es de esperar que la España del futuro tampoco sea un cúmulo de virtudes; no obstante, Machado no pierde la fe en esa España del mañana; al contrario, se muestra esperanzado hasta el punto de abogar por una España trabajadora, culta y progresista que se rebelará contra las injusticias sociales. Se puede decir que la preocupación patriótica de Machado parte de una conciencia clara y crítica del pasado, de un rechazo del presente y. Por último, se dirige hacia un futuro no tan negro como pudiera parecer en un principio.
Para Machado, la poesía debe estar contextualizada en el tiempo, debe responder a las exigencias de una sociedad que la necesita. Por eso, el poeta relaciona los conceptos de poesía y tiempo: la poesía no es sino “palabra en el tiempo” y el tiempo es el elemento indispensable sin el cual no sería posible poetizar. Este concepto de tiempo alude al presente histórico de España, aunque también se refiere a su sentido más genérico y abstracto. Le preocupa y le angustia el paso del tiempo, pero por ello hay cierto sentido de reposada y meditada urgencia de la palabra, que concibe al servicio del hombre y de la sociedad.
La realidad interior se refleja en tres temas de carácter lírico: la añoranza de la infancia, el paso del tiempo y el sentimiento de la muerte y la “otredad”. Todos ellos están íntimamente unidos por la presencia de una constante en su poesía: el sentido de temporalidad.
En este sentido, la infancia – ya sea la propia o considerada en general- representa uno de los “paraísos perdidos” del poeta. La infancia sabe captar el “alma” de las cosas, comprende lo incomprensible y le da valor. La vuelta a la infancia nos descubre mundos fantásticos en las cosas más cotidianas, otorga eternidad a lo fugaz porque inventa mundos a cada instante.
En cuanto al paso del tiempo y el sentimiento de la muerte son recurrentes y suponen una reflexión sobre el sentido de la vida y su finalidad. En sus versos el poeta dialoga con su tiempo: con la mañana, la tarde, la noche, el agua, la fuente, símbolos de la temporalidad.
La “otredad” sirve para luchar contra la muerte desde la creación poética.
A través del sueño o de los recuerdos, Machado va a intentar crear nuevos caminos que le conduzcan a un estado de serenidad y paz que no tiene cabida en su realidad inmediata; y, al lograrlo, escapa del vacío de la nada y de lo absurdo de su existencia.
4.1.2. Trayectoria poética de Antonio Machado.
En su producción lírica destacan tres libros: Soledades, galerías y otros poemas, Campos de Castilla y Nuevas canciones, además del Cancionero apócrifo y sus Poesías de guerra.
Soledades, galerías y otros poemas. Aparece Soledades en 1903 y en 1907 Soledades, galerías y otros poemas. Entre el primero y el segundo se suprime lo excesivamente sonoro o exterior, que es reemplazado por un sentimiento íntimo y sencillo. En esta obra se percibe la influencia de Verlaine a la hora de elegir ambientes: jardines sombríos, otoño melancólico y puesta de sol.
Aparece un Modernismo intimista, con esa veta ROMántica que recuerda a Bécquer o a Rosalía de Castro, Machado escribe mirando hacia dentro, tratando de apresar en un íntimo monólogo, los sentimientos universales que conciernen a tres temas: el tiempo, la muerte y Dios; esto es, el problema del destino del hombre, de la condición humana.
 Los temas de Soledades son los de toda la producción poética de Machado: el paso del tiempo, los sueños, la juventud perdida. En general, se expresan las reacciones del yo poético ante la naturaleza y el problema de la muerte, que se vincula con el tópico del paso irreparable del tiempo. Existen recuerdos de la infancia teñidos de nostalgia, evocaciones del paisaje y un amor más soñado que vivido. Soledad, melancolía y angustia son los resultados de ese mirar hacia el fondo del alma.
Es destacable de Soledades la forma del diálogo: con las estaciones, el amanecer, la noche…, que aparecen personificados y a los que la voz poética formula preguntas para las cuales a menudo no existe respuesta.
En Soledades, la crítica ha destacado los valores simbolistas. Motivos temáticos tan carácterísticos de Machado como la tarde, el agua, la fuente, el huerto, el jardín, la noria, las galerías…, constituyen símbolos de realidades profundas, de obsesiones íntimas (por ej.: la tarde es símbolo del declive, del decaimiento. Es la hora machadiana, triste, lenta, melancólica; el agua: símbolo de la vida cuando brota, símbolo de la fugacidad cuando corre, símbolo de la muerte cuando está quieta o cuando es el mar, símbolo de la monotonía del tedio de la vida, de la eternidad del dolor; la fuente: símbolo del recuerdo del pasado de pena y tristeza; el huerto: símbolo de la ilusión, vista en el gozo y en el recuerdo infantil, lo que se sueña y por lo que se vive; el jardín: se vincula con la tarde y la fuente; además del jardín encantado de ayer, es también un lugar húmedo, oscuro y triste; los caminos: son, a veces, sendas reales por las que ha transitado el poeta; en otras ocasiones son los caminos de la vida;  también se presentan como las galerías del alma, que no se sabe adónde conducen…)
Su carácter meditativo y trascendente le lleva a emplear un lenguaje contenido y discreto, porque su concepto de la poesía es existencial y espiritual. El poeta debe atender a la expresión de una verdad válida universalmente y al devenir histórico del hombre, pues al poeta solo le es válido pensar dentro del tiempo, fuera de este su vida no es nada.
Hay en él una subjetividad que busca identificarse con los lectores para universalizarse. Un tono nostálgico y melancólico impregna el lenguaje machadiano.
En el lenguaje poético observamos una cuidada adjetivación, con propiedades coloristas y musicales, y claridad sintáctica. En cuanto a la versificación, la polimetría (dodecasílabos, alejandrinos), la alternancia de la rima consonante y asonante, así como la variedad estrófica constituyen la base métrica de esta obra. Es una poesía honda e introspectiva.
CAMPOS DE Castilla. Se publica en 1912 y supone un giro en su trayectoria poética. Se advierte en él un cambio de perspectiva, de temas y de tono. Ahora atiende al mundo exterior: Castilla, España, los españoles y la naturaleza concitan su atención, y la crítica se hace presente en sus versos. Se interesa por el paisaje y por el paisanaje. Las experiencias vividas en Soria y en Baeza y su afinidad con el espíritu noventayochista orientan el nuevo proyecto poético de Machado.
Son variados los temas de sus composiciones: los enigmas del hombre y del mundo le inspiran poemas intimistas en la línea de su poesía anterior, pero lo que aporta de nuevo son los cuadros de paisajes y de gentes de Castilla o las meditaciones sobre la realidad española. El paisaje parece recogido con una objetividad absoluta, pero Machado proyecta sus sentimientos y meditaciones sobre aquellas tierras, escogiendo lo más adusto y acentuando (sobre todo con la adjetivación) lo que sugiere soledad, fugacidad o muerte (sus constantes obsesiones). La preocupación patriótica le inspira poemas sobre el pasado, el presente o el futuro de España; las descripciones se convierten en meditaciones que concluyen con la contraposición del esplendor del pasado castellano o con su presente monótono y gris. Se observa una actitud crítica con una visión histórica y política progresista, animada por la nueva fe en otra España, implacable y redentora (“Del pasado efímero”, “Una España joven”, “El mañana efímero”)
En la versión definitiva de Campos de Castilla, de 1917, que el poeta abre con su “Retrato” en el que alude a su estética y talante moral, incluye:
Poemas descriptivos y reflexivos sobre los hombres y las tierras de Castilla, en los que expresa su preocupación por la grave crisis política y cultural de España.
Campos de Soria. Son nueve poemas de tono íntimo.
La tierra de Alvargonzález. Es un cuento o leyenda en prosa y romance, que tiene por tema el cainismo (enfrentamiento entre hermanos y compatriotas), problema de la sociedad española que aparece como idea reiterativa del pensamiento machadiano.
Poemas finales. Los inspirados en Leonor; poemas de Baeza, con una visión crítica de Andalucía.
Proverbios y cantares. Es una colección de poemas breves con reflexiones de carácter sentencioso.
Elogios. Poemas dedicados a maestros y amigos del poeta y poemas de tema patriótico.
Emplea en Campos de Castilla un lenguaje poético sencillo y austero. A la emoción de su palabra poética, contribuye un estilo caracterizado por la sobriedad y la naturalidad expresiva, ajeno a cualquier exceso retórico. La silva, el romance y la copla popular son las formas estróficas más usadas.
NUEVAS CANCIONES. Publicado en 1924, recoge los últimos poemas que escribíó en Baeza y los de su etapa segoviana. Es un libro breve y heterogéneo cuyos poemas se inspiran en coplas andaluzas. Aunque la evocación del paisaje recuerde a Campos de Castilla, las composiciones de esta obra son más intuitivas y en ellas Machado busca nuevos caminos para su poesía.
Aparecen nuevas composiciones intimistas de valor muy desigual, poesías de circunstancias, como sonetos a amigos suyos, …
Pero lo más carácterístico de este ciclo es el centenar   de nuevos Proverbios y cantares. Después de la muerte de Leonor, empezó a dedicar más tiempo a la expresión de sus reflexiones filosóficas con aforismos. Consisten en sentencias o pensamientos, frecuentemente paradójicos, con primacía de lo conceptual.
ÚLTIMOS POEMAS. El Cancionero apócrifo, cuya autoría atribuye a poetas apócrifos: Abel Martín, Juan de Mairena, Jorge Menéndez…Son poemas de desigual extensión. Con ironía y escepticismo, Machado reflexiona sobre distintos
temas relacionados con la filosofía, la moral, la sociedad, el amor, el ideal poético o la deshumanización de la poesía contemporánea. Cabe destacar las Canciones a Guiomar, testimonio de su nuevo y tardío amor. Estas dos obras se publicaron en Poesías completas (1928, 1933, 1936)
Sus últimos poemas fueron Poesías de guerra una veintena de poemas de tono bélico. Incluyen una elegía a García Lorca, un triste poema sobre el sufrimiento de un niño durante la contienda “El crimen fue en Granada”
En síntesis, su lengua poética se formó en el Modernismo y el Simbolismo. Las huellas de sus principios no desaparecerán nunca de sus poemas. Sin embargo, Machado depuró su estilo hasta la sobriedad y la densidad, más de acuerdo con el carácter antirretórico que caracterizó el lenguaje de la Generación del 98.
4.2. Juan RAMÓN JIMÉNEZ. 
De la poesía modernista pasa a una lírica más reflexiva e incluso intelectual con tendencia a la depuración estilística.
Los rasgos del Novecentismo en poesía se sintetizan en la tendencia hacia una poesía pura, desnuda. Refrena lo sentimental o lo someten al intelecto; selección poética y del lenguaje y prefieren lo clásico, el equilibrio y la serenidad. Se potencia lo intelectual y se produce un distanciamiento del autor respecto de la obra. El arte debe ser puro y propone el placer estético lo que conllevará a la deshumanización del arte. En el estilo se cuida mucho la forma y se huye de lo fácil. Presta un culto excesivo a la consecución de la belleza.
Siguiendo el ideario del Novecentismo, quiso conseguir una obra perfecta, que contuviera la belleza suprema; por este motivo, revisó sus poemas hasta su muerte. Su trayectoria poética ejemplifica la evolución de la lírica española desde el Modernismo al Vanguardismo. Es el prototipo del poeta consagrado a su obra; su vida está unida a la poesía, a la búsqueda incesante de belleza y del conocimiento a través de la palabra. Juan Ramón Jiménez creyó en todo momento que la poesía era un género minoritario, por la dificultad de su lenguaje. A medida que avanzamos en su obra crecen la densidad conceptual y el hermetismo.
Su ideal de la poesía está presidido por una triple sed: sed de belleza, sed de cono cimiento y sed de eternidad.
4.2.1. Trayectoria poética.
En la trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez se observa una evolución. Seguiremos el criterio que establecíó el poeta para su trayectoria literaria, en la cual se distinguen tres etapas:
Época sensitiva (1896-1915)
Época intelectual (1915-1936)
Época suficiente o verdadera (1936-1958)
  Época sensitiva (1896-1915) Los comienzos poéticos juanramonianos están influidos por las tendencias de la literatura de fin de siglo: esteticista, decadentista, simbolista y modernista. Se inicia en la poesía con poemas típicos de un posromanticismo becqueriano y de un tono adolescente. Sin embargo, muy pronto acusa el influjo modernista en Nubes (1896).
Fruto de la inesperada muerte de su padre se agudiza en su obra esa obsesión por la muerte que inspira su mejor poesía, pues tratará de ahuyentarla con la búsqueda apasionada de la belleza y el ansia de identificación con la naturaleza. A la publicación de Ninfeas y Almas de violeta (1900), dos poemarios modernistas de tipo sensorial, sigue una grave crisis psíquica, en cuya recuperación descubre a los poetas simbolistas franceses. Fruto de ese descubrimiento es Rimas de sombra (1901), un poemario que refleja su admiración por Bécquer. La muerte presentida y la tristeza son sus dos grandes temas. Destacan el tono melancólico y la cuidada sonoridad musical de la poesía simbolista.
Los motivos poéticos del amor y del paisaje se hacen presentes en una serie de obras que Juan Ramón Jiménez escribe entre 1903 y 1905, durante el largo periodo de reposo. Así aparecen Arias tristes, Jardines lejanos, Pastorales y Nocturnos. Surge una poesía sencilla de formas, contenida, transparente de emoción. Los sentimientos de soledad, de melancolía, o los temas del paso del tiempo y de la muerte, son propios de ese neorromanticismo que penetra en el espíritu modernista. Después de publicar Baladas de primavera (1905), entre 1908 y 1911, se acentúa en el poeta la nota decadentista. Elejías, La soledad sonora y  Poemas májicos y dolientes adoptan los ropajes del Modernismo, utilizando el color y otros elementos sensoriales, la adjetivación brillante, ciertas imágenes, así como la aparición de ritmos amplios (el alejandrino es frecuente). Con todo, el Modernismo de Juan Ramón Jiménez es de tipo intimista, orientado a la contemplación y la confesión sentimental, con tonos más matizados.
Vive en Madrid desde 1911 hasta 1936, en que parte al exilio tras el estallido de la Guerra Civil. En 1913, se aloja en la Residencia de Estudiantes donde encuentra el clima idóneo para su actividad literaria, y más tarde conoce a Zenobia Camprubí, la mujer que lo acompañará el resto de su vida. Desde 1914, Juan Ramón Jiménez va dejando atrás la estética decadente y modernista. Sonetos espirituales es un poemario nuevo, en el que expresa su amor por Zenobia. En 1915 publica Estío que representa el primer paso claro hacia una nueva sencillez, una emoción sincera, un lenguaje intimista: vuelta al octosílabo, a la asonancia, preferencia por el poema breve, supresión de lo ornamental…con lo que se cierra la época ROMántico-modernista del poeta.
Entre Moguer y Madrid, entre 1906 y 1915, escribe Platero y yo, que publica en 1914, retoca en 1916 y da la versión definitiva en 1917. Son auténticos poemas en prosa, breves relatos escritos con un lenguaje lírico. Juan Ramón Jiménez se vuelve observador del entorno e interesado por las vidas ajenas, lleno de amor, sensible, solidario, generoso…La sensibilidad y ternura del poeta se hacen visibles en el diálogo íntimo con Platero, el asno con corazón humano que le ayuda a vencer la soledad y la tristeza. En Platero y yo encontramos los ecos de la infancia y juventud de Juan Ramón Jiménez.
Época intelectual (1915-1936)
Caracteriza este periodo la poesía pura, la búsqueda de un lenguaje lírico que traslada con la máxima exactitud al poema la esencia y el sentido de las cosas; la expresión natural, sobria, despojada de la retórica modernista; el ansia de belleza y verdad, así como la poetización de los mágicos instantes.
La ruptura definitiva con el Modernismo se produce en 1916. En ese año, durante su viaje a Nueva York con motivo de su boda, Juan Ramón Jiménez escribe Diario de un poeta recién casado (1917) Más tarde lo tituló Diario de poeta y mar. También publicó en este año su Primera antología poética. El autor lo consideraría siempre su mejor libro y la crítica lo calificó como libro clave en la lírica contemporánea por su carácter rupturista. Este diario recoge las impresiones vividas durante el viaje de boda en barco a Nueva York. Destaca por su novedad: ha desaparecido el léxico modernista, la adjetivación sensorial, los ritmos sonoros. Es, en efecto, una poesía desnuda, en la que se elimina lo anecdótico para dejar paso a la concentración conceptual y emotiva. Por eso predominan los poemas breves, densos, en versos escuetos y preferentemente libres, sin rima o con leves asonancias. La mezcla de prosa y de verso libre, el lenguaje preciso, claro y directo y la expresión de lo vivido y lo visto aparecen como rasgos novedosos. Los temas son muy diversos, alternándose los trascendentales y subjetivos, como el amor, el tiempo, la muerte, con otros relativos a su salida de España, el viaje y la vida estadounidense.
Los poemas del mar giran en torno al desasosiego, el temor y la angustia que le produce al poeta su inmensidad, con el consiguiente deseo de ser salvado. El mar es símbolo de la nada, carece de conciencia, es una fuerza ciega.
Nos ofrece sus impresiones sobre la vida en EEUU en la serie de prosas narrativo-descriptivas y poemas que forman la sección tercera del Diario.
En los versos de Eternidades (1918) y Piedra y cielo (1919) se muestra más íntimo, pero vital, orgulloso, seguro y contento de sí mismo. Desea penetrar en el misterio de la belleza y de la eternidad, que entiende que están dentro de él. La poesía, que es conocimiento, consiste en apresar la esencia de las cosas y desvelar el misterio del mundo. De ahí lo complejo y la dificultad creciente de su poesía hecha más para el entendimiento de las minorías.
De 1922 data la Segunda antología poética, donde reúne su mejor poesía escrita entre 1898 y 1918. A diferencia de Eternidades y Piedra y cielo, Poesía y Belleza (1923) aluden a su obra poética y marcan el retorno del obsesivo tema de la muerte. Los versos de estos libros, algo fríos y acaso con excesiva carga intelectual, expresan un aliento místico.
En el exilio publica La estación total (1946) donde recoge poesía que escribíó entre 1923 y 1936. En esta obra expresa su voluntad de ir más allá de sí mismo para fundirse espiritualmente con lo eterno e infinito – dominio de la verdad y de la belleza- y así conseguir la plenitud y armónía interior anhelada (el ansia de eternidad y de belleza). Con esta obra se cierra la época intelectual de la poesía juanramoniana.
Época suficiente y verdadera (1936-1958). Abarca su producción en el exilio americano. Durante esta época, el aislamiento que se impone y la depresión psíquica acentúan en sus versos la nota contemplativa y redobla su esfuerzo en el camino de búsqueda personal de la verdad absoluta. A este periodo pertenecen En el otro costado y Dios deseado y deseante. En
el otro costado está formado por un conjunto de poemas escritos entre 1936 y 1942, entre los que destacan “Espacio” y “Tiempo” escritos en prosa. “Espacio” se considera su obra cumbre porque representa la síntesis definitiva de una visión panteísta de la naturaleza, con la que acaba fundíéndose. En sus páginas, de gran riqueza rítmica y metafórica, nos revela en clave simbólica cómo la oquedad del cangrejo le muestra la de su propia existencia. La plenitud del hombre equivale a ser sucesivamente lo vivido hasta la muerte. Y reafirma serenamente que hay un camino en la vida, el que conduce a la nada.
En 1953 termina Dios deseado y deseante. Llevado de la nostalgia y del temor a la muerte, Juan Ramón (Dios deseante) evoca su infancia en Moguer y al Dios primero y perdido (Dios deseado) de sus primeros años. Su Dios no es el Dios cristiano, sino el creado y el recreado por su conciencia.
Cree que su fin es su origen. La sed de eternidad le ha llevado al contacto o a la posesión de un Dios que se identifica con la Naturaleza, con la Belleza o con la propia conciencia creadora. El absoluto dominio del verso libre y el lenguaje acendrado, profundo, de un hermetismo sustancial, dan fe de una tensión creadora que Juan Ramón no abandona hasta el final.

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