16 Nov

Nos situamos en El poema “me busco y no me encuentro” que corresponde al género lírico por el tema expresado de la poetisa:
Ésta se encuentra en un momento inquietud y tristeza, en el que se busca y no encuentra  la paz ni la satisfacción personal de ella misma.

Este poema forma parte de su tercer poemario Marzo incompleto (1968), que incluye poemas escritos entre 1930 y 1936. Se trata de un libro íntimo, aunque con un tono más trágico que los anteriores. Se plantean en él temas como el paso del tiempo, la memoria, la vida, la soledad y el desasosiego.

El tema del poema expresa el desarraigo de sí misma. La autora busca un sentido a la vida y se siente perdida, rodeada de oscuridad; se interroga constantemente y no halla la respuesta. Un sentimiento que la impulsa a expresar de un modo tan trágico su estado. El tema viene expresado, de forma reiterativa, en el título y en los versos uno y cinco. El momento vital que experimenta la poetisa en la época de este poema y de este libro es cuando siente frustrados sus deseos maternales. No pudo tener hijos y este hecho marcó un momento decisivo en su creación, que llegó a ser una constante en este Marzo incompleto.

Esta frustración personal la vemos reflejada en versos como “Rondo por las oscuras paredes de mí misma”; o en los versos 8 y 9: “yo no pude ser tierra, ni esencia, ni armónía,/ que son fruto, sonido, creación, universo”. Se trata de una preocupación de carácter existencial, pues la poetisa se siente frustrada por su incapacidad de ser mujer, entendida como portadora de vida o creadora de vida. Y este tema lo continúa hasta el final, de forma obsesiva, dando a ver su angustia y anhelo en esa etapa.

En cuanto a la estructura del texto, ésta no presenta una división clara y contundente. La autora presenta el tema en los cinco primeros versos (la búsqueda de sí misma), y va repitiendo la misma idea a lo largo del poema. Vemos, eso sí, a partir de ahí una distribución en pareados, marcados por el uso del punto. La autora parte de una situación de presente (“ahora”), con un paréntesis de mirada al pasado (“y no pude ser tierra”) para volver al presente, y así hasta el final, a la espera de su propio descubrimiento.

Métricamente, se trata de un poema de 13 versos, en los que se combinan versos de 7 (heptasílabos) con versos de catorce sílabas (alejandrinos). Los heptasílabos sólo son dos versos (1 y 5); el resto responde al verso alejandrino. La rima es consonante en los versos 2 y 5, y asonante en aquellos versos que tienen rima, pues hay cinco versos que aparecen sueltos dentro del conjunto. El esquema métrico es el siguiente: 7a, 14B, 14-, 14- 7b, 14-, 14B, 14B, 14ª, 14-, 14B, 14B, 14-. Vemos, por tanto, que el poema no responde a ninguna estrofa conocida, aunque los cinco primeros versos nos recuerdan a la lira, por su combinación de heptasílabos con endecasílabos (en este caso se trata de alejandrinos).

El tono enigmático es evidente en este poema de Josefina. Por un lado, gracias al apoyo de los versos alejandrinos y por otro lado, con la ayuda del empleo reiterativo de algunos recursos estilísticos.

El espacio es una constante intrínseca en el poema, pero se trata de un espacio interior, metafísico. La autora realiza una búsqueda metafórica de su yo más íntimo por las esquinas, las paredes de su ser, rondando entre la oscuridad, sin hallar aquello que busca. Se trata de un espacio vacío, que pudo ser real y contundente como la tierra y sus frutos, lo cual evidencia su profundo anhelo y consecuente frustración.

El carácter literario del texto es notorio. El poema viene marcado por numerosos recursos estilísticos que potencian en el poema la desconcertante y desmedida situación vital de la poetisa. El paralelismo, las repeticiones y las enumeraciones confieren un carácter compacto al poema. Así, el empleo paralelístico e hiperbólico de los presentes de indicativo, dispuestos siempre al inicio de los versos y en sutil crescendo: “me busco”, “rondo”, “interrogo”, “no acierto”, “no me encuentro”. La aliteración de la consonante r dota de especial sonoridad estos versos iniciales. El empleo del adverbio ahora (v. 6), con los gerundios: tanteando (v.6), esperando (v.13) y con el verbo en pasado no pude (v.8) que abre la enumeración polisindética (y metafórica) tierra, ni esencia, ni armónía que, junto con la 6 respectiva –pero ahora asindética- del verso siguiente: fruto, sonido, creación, universo parecen evocar la reivindicación del hijo anhelado.

En el aspecto morfo-sintáctico, hay uso destacado del estilo verbal, lo que contribuye a una marcada acción de búsqueda de sí misma. Los sustantivos son de carácter abstracto, los cuales ayudan a Josefina a potenciar el desasosiego que le supone su mundo interior. El orden de los elementos de la oración es lógico; sólo hace uso de un encabalgamiento de tipo oracional (versos 10-11) muy expresivo: “no este desalentado y lento desgranarse/que convierte en preguntas…”. La autora se pregunta continuamente el porqué de su dolor, lo cual hace crecer la pena que la rodea. El tipo de oración que se utiliza en el poema es simple hay, además, coordinadas copulativas y dos oraciones subordinadas adjetivas. Tienen estas estructuras oracionales una finalidad reiterativa, obsesiva por parte de Josefina de alcanzar su objetivo, que es la serenidad, la paz, el sosiego de su “yo” más íntimo. En este plano podemos observar el uso de sugerentes epítetos: “oscuras paredes”, “torpe vacío”, “desalentado y lento desgranarse”, “sordas paredes”. Todos ellos con claras connotaciones de soledad, frustración y tristeza. Frecuentes son también las anáforas: “y” (v. 4, 6, 8, 12), “no” (v. 5, 10), “que” (v. 9, 11), realzando de nuevo la búsqueda incesante de sí misma.

En cuanto al plano léxico-semántico, podemos decir que no se trata de un léxico sencillo que se sitúa en un nivel estándar de la lengua pero no quiere decir que sea pobre y carente de riqueza estética, pues el valor literario del texto reside, sobre todo, en la combinación de sus elementos y en el uso abundante de las figuras retóricas, entre otros recursos. El valor connotativo del lenguaje es alto; el léxico fluye cargado de significaciones metafóricas que giran en torno a un mundo de pesadumbre, dolor y angustia. Son recurrentes figuras estilísticas como la personificación, “interrogo al silencio” , “tanteando la noche”; la metáfora, “oscuras paredes”, “torpe vacío”, “eco de mis incertidumbres”, “la noche de todas las esquinas”, “sordas paredes”, “sombra”, “herida”; o el símil, “…voy como dormida en las tinieblas”.

Este poema es un ejemplo de lo que significó para las letras hispánicas la figura de la canaria Josefina de la Torre. Marzo incompleto supuso un cambio más trágico en el tono de sus libros anteriores. Esta composición marca un momento especialmente dramático en la vida de la autora: su frustrada maternidad. Este hecho conduce a la poetisa a preguntarse constantemente sobre sí misma, pues la vida para ella parece que ha perdido todo sentido: le pregunta al silencio y emprende su búsqueda entre tinieblas y a ciegas; ilusoriamente creemos que a la poetisa le queda al final un hálito de esperanza, pues sigue esperando ese momento mágico que ilumine su vida, pero se trata sólo de un espejismo de su sombra.

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