28 Feb

Terminada la Guerra Civil en 1939 comienza la dictadura franquista,con ella la represión política y la censura. Se
abandonan los experimentos expresionistas y esperpénticos de la G. Del 98 o las novelas de ensayo del
novecentismo. Los escritores entroncan con el Realismo del Siglo XIX. Unicamente Baroja queda en pie de guerra
e incluso ejerce su influjo en los Estados Unidos por medio de Hemingway, perteneciente a la “Generación
perdida”. La novela vuelve a convertirse, como en la segunda mitad del Siglo XIX, en el instrumento para
conservar o cambiar la situación, incluso las bases de la sociedad.
Los autores españoles que partieron al exilio en un primer momento recurren al tema de España, la Guerra Civil, el
enfado por la situación de represión… Poco a poco van adoptando el presente de la tierra que los acoge y al final
de sus vidas se refugian en la nostalgia por la tierra de la que están desterrados, a veces con ribetes de angustia. Se
produce una idealización de la infancia. De los novelistas del exilio destaca
Ramón José Sender con su obra
Réquiem por un campesino español.
En España, en esos mismos años, existen dos tendencias bien marcadas. Desde el bando nacionalista, destacan
Agustín de Foxa con Madrid, de corte y checa y el falangista Rafael García Serrano con Eugenio o La
proclamación de la primavera.
Pero si hay algo significativo en esta década es la aparición de la conocida como “Generación del
36”caracterizada por su admiración a las generaciones anteriores y su desconfianza en que la obra literaria sirva
para cambiar el mundo. Las novelas de este periodo que no se enmarcan en una temática bélica responden a dos
tendencias. La primera de carácter evasivo, tratando de liberarse y olvidarse de las condiciones demasiado duras
con formulas humorísticas, históricas, espirituales… La segunda es l a novela tremendista de carácter
desarraigado e individual. Es una novela realista que hablará de cuestiones sociales, presentando a personajes
marginales en un ambiente de miseria o degradación moral, acompañada de una visión amarga de la existencia
con los aspectos más desagradable, repulsivos y violentos. Comienza la tendencia
Camilo José Cela con La
familia de Pascual Duarte, obra con un lenguaje realista y que presenta hechos verosímiles. Es posible que los
autores tremendistas no tuvieran clara la intencionalidad social, lo que hace que la crítica sea más efectiva. Otros
autores importantes son Carmen Laforet con Nada, Miguel Delibes con La sombra del ciprés es alargada y
Ana María Matute que escribe Los Abel.
En los años 50, aparece un grupo de novelistas que asumen el compromiso de cambiar el mundo. El predominio
de la narrativa social – realista se mantendrá. Se suelen distinguir dos tendencias, una neorrealista a la que
pertenecerán Martín Gaite, Sánchez Ferlosio y Ana María Matute; y otra tendencia social con los hermanos
Goytisolo y Caballero Bonald. Ambos grupos coinciden en sus preocupaciones temáticas y técnicas novelísticas.
Sus protagonistas tienen con frecuencia carácter colectivo y en caso contrario no es infrecuente el modelo
autobiográfico. Unas de las obras más representativas es La Colmena d e Camilo José Cela, ambientada en el
Madrid de la posguerra, que presenta los aspectos más negativos de la sociedad mediante el personaje colectivo.
Miguel Delibes destaca por su obra El Camino, con una estructura desordenada y un lenguaje del ambiente rural.
Aunque llegará al culmen de su crítica con Cinco horas con Mario. Carmen Martín Gaite escribirá Entre
visillos, obra en la que presenta la vida cotidiana de un grupo de personajes mediocres. Por último destaca Rafael
Sánchez Ferlosio con El Jarama, en ella desparece el argumento y casi el tema. Dos grupos, uno de jóvenes
excursionistas y otro de adultos, habituales a unta taberna configuran el personaje colectivo. Con ellos se observa
a unos personajes atrapados en un mundo sin proyecto de cambio.
En la década de los 60, se abre un periodo de transformación hacia un nuevo Realismo dialéctico, que culmina su
nacimiento con la publicación de Tiempo de silencio d e Luis Martín Santos. En esta década se les unirá un
nutrido número de autores que buscan la renovación técnica, los experimentos entorno al tema, el estilo y los
personajes.
En la década de los 70, se recuperan técnicas narrativas que habían triunfado en los años 20 y 30. Se abandona el
narrador omnisciente por uno testigo. Se mezcla la narración y el ensayo con el uso de flashbacks. El lector se
convierte en un elemento activo pero muchas veces desorientado. Destacamos autores como Juan Goytisolo con
Juan sin tierra y Alfonso Grosso que escribe Guarnición de silla. Usando técnicas vanguardistas destaca
Francisco Umbral autor de Mortal y rosa. En esta década con el nombre de Generación del 68 se designará a
una juventud universitaria, que comienza a escribir en este momento y que si bien utiliza técnicas narrativas,
redescubre el placer por la narración, destacando a Eduardo Mendoza y Manuel Vázquez Montalbán.
Podemos terminar reflexionando sobre el periodo narrativo que hemos presentado, periodo marcado por la
prohibición y la censura, pero ello no ha influido en la originalidad, la realidad y dominio de la narración.

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