01 Jun

8.1.- EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS EN EL Siglo XIX. EL DESARROLLO URBANO La población española crecíó de forma continuada durante el siglo XIX debido a la disminución de la

mortalidad gracias a la mejora de la alimentación y a ligeros avances médicos. Sin embargo, el crecimiento demográfico español fue uno de los más bajos del continente. Como la mayor parte de la sociedad española dependía de la agricultura, una mala cosecha era suficiente para provocar el hambre, la desnutrición y el aumento del número de muertes. Hay que señalar que a lo largo del Siglo XIX aumentó el crecimiento demográfico de la periferia de España en detrimento de la España interior que, a excepción de Madrid, estuvo muy limitado debido a la migración interior hacia los núcleos urbanos e industriales. La población española crecíó en el último tercio del Siglo XIX de dieciocho a dieciséis millones de habitantes. Un crecimiento lento caracterizado por altas tasas de natalidad y mortalidad y por epidemias masivas, principalmente, de cólera. En cuanto a las migraciones internas, el éxodo rural se aceleró en la segunda mitad del Siglo XIX. Los campesinos abandonaron sus pueblos, donde el nivel de vida era miserable, y se trasladaron a localidades mayores, fundamentalmente del litoral mediterráneo. Los principales países de destino fueron: Argentina, Brasil, México y Venezuela. La Constitución de 1869 reconocíó el derecho a emigrar y la primera ley que reguló la emigración data de 1907, la cual estimuló un trasvase masivo de población española hacia América Latina. Crecieron espectacularmente ciudades como Bilbao, Barcelona y Valencia, mientras que otras, como Madrid, Zaragoza, lo hicieron de manera más pausada. Los ensanches de Barcelona y Madrid supusieron grandes desafíos urbanísticos, a los cuales hicieron frente los grandes arquitectos de la época. Surgieron así el ensanche de Barcelona, de Ildefonso Cerdá; o la Ciudad Lineal, proyectada para Madrid por Arturo Soria. Concretamente, el crecimiento de la ciudad de Barcelona se convirtió, a finales de siglo, en un modelo urbano europeo industrial porque, en primer lugar, se hizo con unos barrios salidos de un ensanche precipitado por la incesante llegada de inmigrantes, que tenían unos rasgos comunes y donde confluían viviendas, talleres y fábricas con vías y estaciones de ferrocarril.
El éxodo rural, potenció la urbanización, aunque lentamente, pues en 1900 solo Madrid y Barcelona tenían más de 500.000 habitantes, cuando en Europa había 25 ciudades con esa población y siete superaban el millón. A pesar de ello, España continuaba siendo un país rural.

8.2.- LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN LA ESPAÑA DEL S XIX. EL SISTEMA DE COMUNICACIONES: EL FERROCARRIL. PROTECCIONISMO Y LIBERALISMO. LA APARICIÓN DE LA BANCA MODERNA. La economía del Siglo XIX estuvo caracterizada por un crecimiento lento y un atraso respecto a países europeos. En todos los países avanzados de Europa, la Revolución industrial requirió previamente una revolución agrícola, que en España no se produjo: los excedentes de la agricultura eran insuficientes para garantizar un crecimiento elevado de la población, la demanda campesina de bienes industriales fue muy reducida, y la transferencia de población de la agricultura a la industria fue insignificante. España pretendíó impulsar, como otros países europeos, el proceso de Revolución industrial, para transformar la vieja estructura económica, esencialmente agrícola, en otra nueva, basada en el desarrollo de la industria y el comercio. La industrialización española fue tardía e incompleta, hasta mediados del XIX era artesanal y local. Otras industrias: agroalimentaria, química, papelera y minera. Esta última se impulsó a través de la Ley de Minas (1868) liberalizando el sector, desde 1870 crecíó enormemente: La Carolina, Riotinto, Almadén… Un sector deficiente fue la energía. Comenzó el desarrollo de nuevas fuentes de energía (petróleo y electricidad), aunque con escasos efectos sobre la economía española al ser explotados por sociedades extranjeras y exportadas. España quedó relegada a uno de los últimos puestos europeos debido a: inexistencia de un mercado nacional y escasez de capitales españoles. Las consecuencias: predominio de capital extranjero, limitada a la industria periférica (catalana y vasca) y poco competitiva, lo que obligaba al proteccionismo. Era necesario modernizar los transportes y comunicaciones para impulsar la economía. Hasta finales del XVIII el transporte era caro y lento. Durante el Bienio progresista se impulsó el ferrocarril, con la Ley General de Ferrocarriles (1855), apoyado con la Desamortización de Madoz y la Ley de Bancos y Sociedades de Crédito; posibilitando la entrada de capital extranjero (francés), desgravando la importación de materiales y dando subvenciones. Las consecuencias de la ley: concesiones a compañías extranjeras, el escaso capital privado invirtió en ferrocarril y no en industria, al final había ferrocarril y pocos productos que transportar, acarreando una crisis que paralizó el avance hasta 1876. Como efectos negativos del ferrocarril, se pueden señalar el diferente ancho de vía y el estar centrado en Madrid. Otros avances en el sector: extensión de la navegación a vapor y modernización de correos y telégrafos. En el comercio, el mercado interior, hasta mediados de siglo, hacía frente a obstáculos geográficos y trabas legales (gremios, portazgos, pontazgos y peajes), su abolición y mejora en los transportes, facilitó la unificación del mercado nacional. El comercio exterior, a pesar de la pérdida de la América continental, aumentó; pero la balanza comercial fue deficitaria (exportaban materias primas y productos semielaborados e importaban industriales). Frente a la primacía industrial británica, los países europeos trataron de proteger sus nacientes industrias. España practicó una política proteccionista (fabricantes de algodón catalanes, cerealistas castellanos e industriales siderúrgicos vascos). España pasó de un alto proteccionismo (Arancel de 1826), a una reducción a mediados de siglo, a una política relativamente librecambista (Arancel Figuerola- 1869), volviendo al proteccionismo en la Restauración. El sector financiero jugó un papel básico en la industrialización y economía. Con Fernando VII se creó el Banco de San Fernando (1829) y la Bolsa de Madrid (1831). La Ley de Bancos y Sociedades de Crédito (1856) inició la modernización del sistema bancario; nace el Banco de España (1856) y entidades como el Banco de Santander (1857), Banco de Bilbao (1857) y Banco Hipotecario (1872). En 1868 se instauró la peseta como moneda oficial, logrando la unidad monetaria.

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