15 Dic

Los territorios e instituciones de los Estados de la Corona de Aragón y Navarra (S. XIV-XV)

1. La Corona de Aragón hasta la crisis dinástica

A comienzos del siglo XIV, la Corona de Aragón era una unión dinástica integrada por tres territorios con instituciones propias: Cataluña, Aragón y Valencia, unidos bajo un mismo monarca pero sin perder su autonomía. En Cataluña, el Conde de Barcelona ejercía la hegemonía, y su territorio era ya denominado Principado. La Corona se proyectó al Mediterráneo: los almogávares conquistaron los ducados de Atenas y Neopatria, y se incorporaron Cerdeña y las Islas Baleares. Sin embargo, estas campañas y la guerra con Castilla (“de los dos Pedros”, 1356-1365) agotaron la economía.

Durante el reinado de Pedro IV “el Ceremonioso” (1336-1387), se enfrentó a las Uniones aragonesa y valenciana, ligas nobiliarias que limitaron el poder real. Su derrota consolidó la autoridad monárquica, aunque el sistema político siguió siendo pactista, basado en acuerdos entre el rey y los estamentos. Cada reino tenía instituciones propias, cortes separadas y organismos comunes como el Consejo Real, la Audiencia y el Maestre Racional (hacienda). En Cataluña surgió la Diputación del General (Generalitat), que administraba los impuestos entre sesiones de Cortes. La monarquía delegaba su autoridad en gobernadores o lugartenientes, manteniendo así la cohesión de la Corona.

2. Los Trastámara en la Corona de Aragón

La muerte de Martín I el Humano (1410) sin herederos provocó una crisis sucesoria. El Compromiso de Caspe (1412) eligió a Fernando de Antequera, de la casa Trastámara, como rey, uniendo así las coronas de Castilla y Aragón bajo la misma dinastía. Este acuerdo también supuso la anexión definitiva del condado de Urgel a la Corona. Los Trastámara reforzaron el poder central, sin eliminar el pactismo.

Alfonso V “el Magnánimo” (1416-1458) amplió el dominio aragonés con la conquista del Reino de Nápoles y apoyó a las clases populares frente a las oligarquías catalanas. Su hermano Juan II (1458-1479) afrontó la guerra civil catalana, causada por tensiones sociales y por el conflicto con su hijo, el Príncipe de Viana. Aunque el rey venció, respetó las instituciones catalanas. Con Fernando II “el Católico”, las energías de la monarquía se centraron en la unión con Castilla, consolidando un poder más fuerte y una política peninsular unitaria, aunque respetando la autonomía institucional de los reinos aragoneses.

3. El Reino de Navarra

Durante el siglo XIV, Navarra estuvo gobernada por reyes franceses de las casas Capeta y Evreux, manteniendo su tradición pactista entre el monarca y los estamentos. Con Carlos II y Carlos III, el reino se consolidó administrativamente, con división en merindades y una corte con Consejo Real, Cámara de Cuentas y Cortes que representaban a los tres estamentos. El matrimonio de la infanta Blanca de Navarra con Juan de Aragón unió ambos reinos, pero su hijo, el Príncipe de Viana, fue despojado de sus derechos, lo que originó una guerra civil entre beamonteses (partidarios del príncipe) y agramonteses (leales al rey).

Tras la muerte de Juan II, el trono pasó a Catalina de Foix, bajo influencia francesa. Finalmente, Fernando el Católico intervino militarmente y, tras su victoria sobre los Albret y Francia (1512), incorporó Navarra a la Monarquía Hispánica, conservando sus leyes e instituciones propias.

En síntesis, entre los siglos XIV y XV la Corona de Aragón y Navarra mantuvieron un modelo político pactista, con instituciones autónomas y representación estamental, pero avanzaron hacia una mayor centralización monárquica bajo los Trastámara, preludio de la unidad de los Reyes Católicos.

Cambios de ciclo económico y poderes sociales en los siglos XIV y XV

1. Ciclos económicos y demográficos

El siglo XIV estuvo marcado por la Gran Crisis: epidemias como la Peste Negra (1348-1349) y las hambrunas (1302, 1333, etc.) redujeron la población a casi una tercera parte. Hubo contracción económica, caída de rentas nobiliarias y eclesiásticas, y malestar social. En el siglo XV comenzó una recuperación económica y demográfica, aunque desigual. Se mejoró la estructura agraria y los rendimientos agrícolas, creció la ganadería y se impulsó la artesanía y el comercio.

Castilla orientó su comercio al Cantábrico (exportación de alimentos y cueros, creación del Consulado de Burgos en 1494), mientras la Corona de Aragón lo hizo hacia el Mediterráneo, con expansión a África y Oriente. Se desarrollaron centros urbanos especializados, lonjas comerciales y mercados regionales, iniciando un nuevo ciclo de crecimiento a finales del siglo XV.

2. Nobleza, señoríos y campesinado

Durante los siglos XIV y XV, los antiguos dominios feudales dieron paso a los señoríos jurisdiccionales, donde la nobleza ejercía poder político y judicial. Surgió una nueva “nobleza de servicio”, ligada a la monarquía, mientras la vieja aristocracia entró en declive. Los grandes linajes controlaban amplias comarcas, y en el sur castellano destacaron los señoríos de las Órdenes Militares.

En el norte (Vizcaya y Guipúzcoa) predominó una pequeña nobleza rural, que protagonizó luchas banderizas hasta la intervención de los Reyes y Hermandades. En Aragón y Valencia la nobleza mantuvo su peso, reforzada con los Trastámara; en Navarra prosperaron linajes nuevos, tanto locales como franceses. El campesinado vivió situaciones dispares: en Cataluña, los remensas sufrían una fuerte dependencia señorial, resuelta por la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486); en Aragón y Mallorca hubo revueltas antifiscales; en Castilla, donde muchos campesinos eran libres, las protestas fueron menores y centradas en evitar la señorialización de villas.

3. El mundo urbano bajomedieval

Los siglos finales de la Edad Media vieron la consolidación de la red urbana y de los concejos municipales. Las ciudades estaban dominadas por un patriciado urbano —élite de comerciantes y juristas— que controlaba el gobierno local y la economía. Solo ocasionalmente los gremios lograron cierta participación política. La expansión de villas y mercados reforzó el papel urbano como centro económico y administrativo.

4. Las minorías religiosas

En los reinos hispánicos convivían judíos y mudéjares, organizados en aljamas con autonomía judicial y religiosa. Aunque sufrían discriminación fiscal y legal, no hubo persecuciones graves hasta finales del siglo XIV. En 1391 se produjeron pogromos antijudíos en Sevilla y otras ciudades, con miles de muertos y conversiones masivas. Durante el siglo XV, el problema converso sustituyó al antisemitismo tradicional. La Inquisición (1478) persiguió a los conversos acusados de judaizar, y en 1492 los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos de Castilla, Aragón y Navarra, cerrando un largo ciclo de convivencia.

En síntesis, los siglos XIV y XV fueron una etapa de crisis y renovación: la economía se reestructuró, la nobleza se adaptó al poder monárquico, las ciudades se consolidaron como centros de poder, y las tensiones sociales y religiosas anticiparon el nuevo orden político y social del Renacimiento.

La culminación de la Reconquista y la unión dinástica de los Reyes Católicos

1. El Reino Nazarí hasta la caída de Granada

Tras los ataques meriníes a Tarifa, el Reino Nazarí de Granada mantuvo una frágil independencia frente a Castilla, pagando parias y apoyándose en los musulmanes del norte de África. Los castellanos, bajo Alfonso XI, vencieron a meriníes y granadinos en la batalla del Salado (1340) y tomaron Algeciras, controlando el Estrecho. Durante los siglos XIV y XV, Granada vivió su máximo esplendor cultural, pero también una gran inestabilidad interna, con continuas luchas entre los clanes abencerrajes y zegríes, que provocaron constantes cambios de sultanes. Castilla aprovechó esta debilidad con incursiones y conquistas, como las de Zahara y Antequera por Fernando de Antequera. Bajo Enrique IV, se mantuvo la presión fronteriza sin logros decisivos hasta la llegada de los Reyes Católicos.

2. La unión dinástica de Castilla y Aragón

El matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón (1469) unió ambos reinos bajo una única monarquía dinástica, aunque cada Estado conservó sus leyes e instituciones. Esta alianza permitió estabilizar políticamente ambos reinos, reducir el poder nobiliario, fortalecer la monarquía y coordinar una política común. Se impulsó la reforma religiosa con la creación de la Inquisición (1478) y la expulsión de los judíos (1492).

En política exterior, los Reyes Católicos iniciaron una red de alianzas matrimoniales europeas (con los Habsburgo, Inglaterra y Portugal) y expandieron su dominio con la conquista de Canarias, culminada con la incorporación de Gran Canaria, La Palma y Tenerife mediante pactos, evangelización y colonización. El Papado les otorgó el título de Reyes Católicos, reconociendo su papel como defensores de la fe y promotores de la unidad cristiana.

3. La conquista de Granada (1482-1492)

El reino nazarí, debilitado por guerras civiles entre Muley Hacén, su hermano El Zagal y su hijo Boabdil, fue el objetivo principal de Isabel y Fernando. La guerra de Granada fue larga y moderna: implicó grandes ejércitos, asedios prolongados, uso de artillería y una fuerte propaganda religiosa, financiada por nuevos impuestos. Las tropas cristianas fueron conquistando las principales plazas (Ronda, Loja, Málaga, Baza), hasta el asedio final de Granada (1491-1492). Boabdil capituló y se exilió al norte de África, culminando así la Reconquista y la formación territorial de la monarquía hispánica.

Tras la victoria, el territorio granadino fue repoblado por cristianos, pero las presiones religiosas provocaron rebeliones (1499-1500) y la conversión forzosa de los musulmanes en 1502, surgiendo la comunidad de los moriscos.

4. Un nuevo horizonte

El año 1492 marcó el punto culminante del reinado: la toma de Granada, la expulsión de los judíos y el descubrimiento de América transformaron a Castilla y Aragón en una potencia unificada y en el núcleo del futuro Imperio español. Bajo los Reyes Católicos se consolidó la autoridad monárquica, la unidad religiosa y la expansión ultramarina que inauguró la Edad Moderna.

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