06 Sep
Las Monarquías Absolutas
A lo largo de la Edad Moderna, las dinastías reales europeas fueron concentrando cada vez más poder en sus manos. El fortalecimiento de la autoridad real descansaba, en buena medida, en su capacidad para extraer impuestos de la población, obtener hombres y recursos, y mantener un ejército profesional. La burocracia controlaba todo el territorio incluido dentro de las fronteras de cada reino. La soberanía real implicaba la facultad de los reyes para decretar las leyes, administrar justicia y gobernar a todos sus súbditos sin más límites que su voluntad, una facultad sancionada por el origen divino del poder real, por la legitimidad concedida por Dios. La autoridad del rey era absoluta, pero su capacidad para imponerla estaba limitada.
El Absolutismo Ilustrado
En el siglo XVIII, algunos monarcas absolutos europeos empezaron a ser conscientes de la necesidad de introducir cambios sociales y económicos para así mantener su poder. Reyes como Catalina II de Rusia, José II de Austria o Carlos III de España, abrieron sus cortes a consejeros y ministros reformistas que recogían una parte del pensamiento ilustrado. En este contexto, se tomaron medidas para el impulso de la economía. El lema «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo» era la máxima que orientaba la acción política de estos monarcas, llamados déspotas ilustrados.
Los Nuevos Mundos Coloniales y los Conflictos Bélicos en la Europa del Siglo XVIII
Las monarquías absolutas eran muy costosas de mantener, por lo que los distintos países intentaron conseguir más territorios donde fuera y como fuera. Algunos países tenían sus colonias desde el siglo XV, de las que extraían riquezas variadas, y otros países intentaron hacer lo mismo. España poseía un amplio imperio colonial en América y en Asia, de donde sacaba oro, plata y productos de plantación muy apreciados en Europa. Portugal también tenía un imperio colonial en Brasil, África y Asia con productos tan especiales como las especias. Francia, Holanda e Inglaterra empezaron a crear sus propias colonias para beneficiarse del comercio de productos exóticos. Muchas veces esto lo consiguieron por medio de la piratería. La lucha por poseer más territorios que aportaran más impuestos, más negocios y más beneficios llevó a organizar continuas guerras por motivos muy variados. Destacan tres:
Guerras de Sucesión y Conflictos Territoriales
La Guerra de Sucesión Española (1701-1714)
Se produjo entre 1701 y 1714. El rey Carlos II murió sin descendencia y como candidatos al trono había dos: Felipe de Borbón y Carlos de Austria. Los países europeos empezaron a posicionarse a favor de uno u otro, y lo que debería haber sido un problema español se convirtió en uno europeo. Al final, reinó Felipe, pero para terminar la guerra, ciertos países exigieron territorios que España cedió en el Tratado de Utrecht. También la guerra dividió a España, pues Castilla, Navarra y las provincias vascas apoyaron a Felipe, y la Corona de Aragón apoyó a Carlos.
La Guerra de Sucesión Austriaca (1740-1748)
Entre 1740 y 1748, el emperador austriaco Carlos VI murió y dejó como heredera a la archiduquesa María Teresa. La negativa de ciertos países a aceptar a una mujer en el trono desencadenó una guerra que acabaría con un intercambio de territorios.
La Guerra de los Siete Años (1756-1763)
Entre 1756 y 1763, se inició entre Austria y Prusia y se desarrolló principalmente en el mar. Ganó Gran Bretaña, que empezó a dominar los mares y el comercio marítimo internacional.
El Pensamiento Preliberal: La Ilustración
Es la época de la Ilustración, el movimiento cultural e intelectual que apareció en la Europa del siglo XVIII como una reacción crítica frente al pensamiento religioso tradicional, los valores sociales y los principios ideológicos que sostenían el edificio del Antiguo Régimen. Se produjo la renovación de la filosofía, la educación y la ciencia, que marcó, al mismo tiempo, el camino de los cambios políticos impulsados por las revoluciones liberales.
Características de la Ilustración
- Uso de la razón: Había que explicar el mundo de manera racional y denunciar el oscurantismo, la superstición y la tradición.
- Defensa de las ciencias experimentales: Las ciencias naturales podían descubrir las leyes del funcionamiento de la naturaleza.
- Fe en el progreso humano: El auge de la ciencia, el crecimiento económico y las reformas sociales y políticas permitirían a los pueblos alcanzar el bienestar material y la felicidad colectiva. La educación sería el mejor instrumento para conseguir ese objetivo.
- Apuesta por la tolerancia religiosa: Los ilustrados eran creyentes o deístas (reconocían la existencia de un Dios), pero su confesión religiosa no impedía la crítica del teocentrismo. El centro de la vida tenía que ser el ser humano. Denunciaban el peso excesivo de la Iglesia en el Estado y en la sociedad civil, y condenaban la intolerancia y el fanatismo religioso.
- Libertad económica: Proponían eliminar las trabas y barreras que obstaculizaban la libertad de mercado, liberar la tierra y el capital de las manos ociosas de los estamentos privilegiados, y reconocer que el trabajo era una ocupación útil y honrosa, la base de la riqueza.
El Pensamiento Político Ilustrado
- Montesquieu: Uno de los ilustrados franceses, un noble terrateniente que, a partir de su conocimiento del sistema parlamentario inglés, propuso la división de poderes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial, como garantía contra el poder despótico de los reyes.
- Voltaire: Era partidario de la libertad política que sostenían los ilustrados ingleses. Criticó con dureza la sociedad de su tiempo y defendió la libertad de conciencia y la tolerancia religiosa frente a la ignorancia, las supersticiones y el fanatismo.
- Rousseau: Defendió la libertad y la igualdad como componentes inseparables.
- Adam Smith: Analizó elementos como el valor, el precio, el funcionamiento del mercado, etc. El crecimiento de la producción debía basarse en el trabajo de las naciones y en la ambición de los agentes económicos. Para fijar el valor y el precio, elaboró la ley de la oferta y la demanda que debía regir el funcionamiento del mercado.
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