30 May

Evolución de la Población Española en el Siglo XIX

Las características de la evolución demográfica española a lo largo del siglo XIX fueron:

  1. Débil Aumento Demográfico

    Mientras que los países desarrollados de Europa duplicaban su población a lo largo del siglo XIX, España solo pasó de 10,5 a 18,5 millones de habitantes. Las causas principales de este menor aumento fueron:

    • Régimen demográfico antiguo: El crecimiento natural de la población era muy escaso debido a una elevada mortalidad (29‰) que neutralizaba los efectos de la también alta tasa de natalidad (34‰). Resulta muy significativa la tasa de mortalidad infantil, que casi duplicaba la europea. Toda esta mortalidad se explica por las crisis de subsistencia (doce a lo largo del siglo), las epidemias periódicas (fiebre amarilla, tifus, cólera) y las enfermedades endémicas (tuberculosis, viruela, sarampión), que actuaban sobre una población mal alimentada y falta de atención sanitaria e higiene. Por todo ello, la esperanza de vida no llegaba a los 35 años.
    • Intensa emigración exterior: Hasta 1853 estuvo prohibido emigrar al extranjero. A finales de siglo, más de un millón de personas emigró al extranjero: gallegos, asturianos, vascos y canarios marcharon a Iberoamérica, y andaluces y murcianos a la Argelia francesa. Finalmente, 200.000 españoles se exiliaron entre 1814 y 1876 por conflictos y persecuciones políticas.
  2. Redistribución Territorial de la Población

    La migración interior (éxodo rural) trajo importantes consecuencias:

    • Aumento de la población urbana: Especialmente de las capitales de provincia y las áreas industriales y mineras (fundamentalmente Cataluña y el País Vasco).
    • Desequilibrio territorial: Las regiones del interior perdieron población, excepto Madrid, en favor de las costeras (Cataluña, Valencia, Vizcaya y Asturias).
  3. Arcaica Estructura Laboral de la Población

    La distribución de la población por actividad económica mantuvo el predominio del sector primario, que en 1900 todavía empleaba al 68 % de la población activa frente al 14 % del sector secundario y al 18 % del sector terciario. Esta situación se debía a la abundancia de mano de obra barata (jornaleros), la insuficiente mecanización de las labores agrarias y la lenta industrialización del país.

Evolución de las Ciudades Españolas en el Siglo XIX

Durante el siglo XIX, la población urbana española creció, aunque a un ritmo más lento que en otros países europeos como Gran Bretaña o Francia. A finales del siglo, solo el 35 % de la población vivía en municipios de más de 10.000 habitantes, y únicamente Barcelona y Madrid superaban el medio millón. Para acoger al creciente número de vecinos, las ciudades derribaron sus murallas y se expandieron con ensanches de trazado ordenado, como los de Cerdà en Barcelona y Carlos María de Castro en Madrid. También surgieron proyectos innovadores como la Ciudad Lineal de Arturo Soria y zonas comerciales como la Gran Vía madrileña. Mientras los nuevos barrios crecían de forma planificada, los cascos históricos se degradaban y en las periferias aparecían barrios obreros sin servicios. Aun así, las ciudades fueron mejorando sus infraestructuras básicas, lo que ayudó a reducir la mortalidad, y el transporte colectivo como el tranvía facilitó su expansión. El crecimiento urbano se concentró en ciudades industriales y portuarias como Bilbao, Santander, A Coruña, Vigo, Cádiz, Barcelona, Valencia y Málaga. En el interior, solo Madrid destacó como gran centro poblacional por ser la capital.

De la Sociedad Estamental a la Sociedad de Clases en España

Durante el reinado de Isabel II, España experimentó una transición de la sociedad estamental del Antiguo Régimen a una sociedad de clases liberal, basada en la igualdad ante la ley, donde se eliminaron los privilegios jurídicos, económicos y políticos de los antiguos estamentos. Las nuevas categorías sociales se definían por la capacidad económica, y la movilidad social permitió que una persona pudiera ascender de clase según su mérito y capacidad. La sociedad se dividió en tres clases principales:

  • La clase alta, que incluía a la aristocracia y la alta burguesía, concentraba el poder político y económico.
  • La clase media, formada por profesionales, funcionarios y pequeños empresarios, creció pero no alcanzó una gran influencia social.
  • Las clases populares, que constituían la mayoría, vieron su situación empeorar, especialmente tras las desamortizaciones. Aunque el proletariado industrial creció en zonas como Barcelona, la mayoría de las clases populares vivían en condiciones precarias.

El cambio hacia una sociedad de clases también afectó a las élites institucionales. La Iglesia perdió parte de su poder y riqueza debido a las desamortizaciones, pero se benefició del Concordato de 1851, lo que le permitió mantener influencia a través de la educación. Por su parte, el ejército adquirió una gran relevancia política, especialmente debido a los conflictos bélicos y su participación en pronunciamientos y la dirección de partidos políticos.

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