20 Sep
Origen del Conocimiento en Hume
Según Hume, todo nuestro conocimiento procede de la experiencia, ya que nuestra mente nace completamente vacía y es como una hoja en blanco (white paper). Todas nuestras ideas proceden, en último término, de la experiencia: son copias de impresiones.
Lo que Hume denomina impresión se corresponde bastante aproximadamente con lo que nosotros llamamos percepción, de modo que todo nuestro conocimiento se origina en las impresiones o percepciones. A partir de aquí, formula lo que se llama principio de copia: una idea es válida si y solo si procede de una impresión determinada.
Según Hume, la idea solo se diferencia de la impresión en que esta última es más vivaz y más intensa que la idea. En efecto, cuando tengo una idea, esta se ha formado por el debilitamiento de una impresión previa. Estas impresiones, las imágenes, se ven en la mente a través de la imaginación, pero ello no significa que la imagen que se ve en la mente sea igual que el objeto que hipotéticamente la hubiera causado. Conocemos, por tanto, el origen de las ideas, pero desconocemos absolutamente el origen de las impresiones que percibimos en nuestra imaginación, ya que estamos encerrados en ella y no podemos comprobar si lo que vemos es igual a lo que hay fuera de nosotros (suponiendo que haya algo).
El Origen Desconocido de las Impresiones
Hume aventura tres posibles causas de las impresiones, sin que podamos determinar cuál o cuáles de entre ellas son las que realmente intervienen:
- Que las impresiones sean producidas por un objeto real;
- Que se deban al autor de la naturaleza (Dios);
- Que sean producto de la propia mente.
Tipos de Impresiones y el Escepticismo Inicial
Hume distingue dos tipos de impresiones, a las que llama impresiones de sensación e impresiones de reflexión. Las impresiones de sensación surgen en nuestra mente a partir de causas desconocidas, y las de reflexión son las que surgen como consecuencia de nuestra propia actividad mental. Como podemos ver, el punto de partida de Hume nos conduce inevitablemente al escepticismo.
Validez del Conocimiento según Hume
Según Hume, nuestra mente tiene un poder asociativo espontáneo. Este dinamismo da lugar a dos modalidades de asociación de ideas, a las que denomina, respectivamente, relaciones filosóficas y relaciones naturales.
Asociación de Ideas: Relaciones Filosóficas y Naturales
En el caso de las relaciones filosóficas, la mente asocia unas ideas con otras de forma voluntaria y, por tanto, artificialmente, como ocurre, por ejemplo, con las matemáticas. En las relaciones naturales, distingue tres mecanismos asociativos: semejanza, contigüidad y causalidad. El primero hace que mi mente asocie espontáneamente una idea con otra semejante; el segundo relaciona ideas que están en contacto espacialmente; y en el mecanismo de causalidad, mi mente asocia dos ideas según una secuencia temporal, de tal modo que a la primera en el tiempo se le llama causa y a la segunda efecto. Este mecanismo asociativo causa-efecto está en la base de todas las ciencias empíricas, es decir, basadas en la experiencia.
La Causalidad: Un Fundamento Psicológico, no Real
Hume analiza el mecanismo asociativo de la causalidad, y el resultado es que, cuando en nuestra experiencia asociamos causalmente dos acontecimientos, la conexión entre ellos la establece nuestra mente, pero no procede de la realidad. La relación de causalidad, clave del conocimiento científico, tiene, pues, un fundamento puramente psicológico y no real, lo cual implica que el valor de verdad —y, por tanto, la validez— del saber científico tiene como único fundamento nuestra psicología.
Consecuencias Epistemológicas: Ciencia como Creencia
La consecuencia es inapelable: si todo nuestro conocimiento se basa únicamente en nuestra psicología (o, lo que es lo mismo, en la mera costumbre), entonces cualquier pronóstico no tiene más valor que el de una mera suposición. De esto, Hume deduce que, si afirmamos que la ciencia se basa en la experiencia, entonces tenemos que concluir que la ciencia pierde su valor epistemológico, ya que pasa de ser saber a ser mera suposición, esto es, opinión o creencia. Dicho de otro modo, Hume viene a corroborar algo que ya dijese Platón: el conocimiento basado en la experiencia está inevitablemente condenado a no poder superar la contingencia (y, por tanto, las demostraciones experimentales están inevitablemente condenadas a no gozar nunca del valor de necesidad del que gozan, por ejemplo, las demostraciones matemáticas).
Dos Tipos de Conocimiento: Hechos vs. Relaciones de Ideas
Todo esto le lleva a Hume a distinguir dos tipos de conocimiento en función de su diferente grado de validez: el conocimiento de hechos (propio de las ciencias, de tipo experimental, sin más valor que el de la mera creencia) y el conocimiento de relaciones entre ideas (propio de las matemáticas, de tipo formal, demostrativo).
El conocimiento de hechos, que se correspondería con la ciencia experimental, no puede alcanzar nunca el rango de saber, sino únicamente el de creencia (belief), y su mayor o menor validez dependerá de las pruebas que lo respalden. El otro tipo de conocimiento, el de relaciones entre ideas, es propio de las matemáticas y de la lógica, y en él sí que hay demostración, siendo por ello el único al que se le puede llamar verdaderamente conocimiento (knowledge), aun cuando este conocimiento no añade información.
La Imposibilidad de la Metafísica
Fuera de ellos no hay otro conocimiento posible, ya que, por definición, solo puedo conocer mis propias ideas y en ningún caso ir más allá de las impresiones que las hayan causado. La ciencia trata de fenómenos (que son los objetos que existen en mi mente), y no nos es posible remontarnos más allá de las impresiones que los originan. No hay, pues, lugar para la metafísica, ya que conocer la realidad en sí misma exigiría poder conocer más allá de mi mente, lo cual, obviamente, es imposible.
Deja un comentario