22 Jul

Época Antigua: La Educación Tradicional Romana (hasta el siglo II a. C.)

En esta época temprana de la historia de Roma, la educación de los jóvenes se limitaba a la preparación que les proporcionaba su padre. Se trataba de una educación de campesinos, basada fundamentalmente en el respeto a las costumbres de los antepasados (mos maiorum). Desde la más tierna infancia, se les enseñaba que la familia, de la cual eran miembros, constituía una auténtica unidad social y religiosa. Sus poderes estaban concentrados en la figura del paterfamilias, quien era el propietario de todo y poseía derecho de vida y muerte sobre todos los miembros de la familia.

Hasta los siete años, la madre era la encargada de la educación de los hijos. La madre, como maestra en casa, ejercía un papel de suma importancia: no solo daba a luz al hijo, sino que continuaba su obra cuidándolo física y moralmente. Por ello, su influencia en el hijo sería importante durante toda la vida de este.

A partir de los siete años, el padre asumía la responsabilidad de la educación de los hijos. Un padre enseñaba a su hijo —el puer— a leer, escribir, usar las armas y cultivar la tierra, a la vez que le impartía los fundamentos de las buenas maneras, la religión, la moral y el conocimiento de la ley. El niño acompañaba a su padre a todas partes: al campo, a los convites, al foro, etc. Por su parte, la niña —la puella— seguía bajo la dirección y el cuidado de su madre, quien la instruía en el telar y en las labores domésticas.

El perfeccionamiento definitivo de su formación lo proporcionaba el ejército, en el que se ingresaba a la edad de 16 o 17 años. La fuerza del ejército romano residía en su disciplina: el cobarde era azotado hasta morir; el general podía decapitar a cualquiera por la menor desobediencia; a los desertores se les cortaba la mano derecha; y el rancho consistía en pan y legumbres.

La Helenización de la Educación Romana (Siglo II a. C.)

A partir de los siglos III y II a. C., Roma entró en contacto con la cultura griega al conquistar la Magna Grecia. Desde entonces, la superioridad cultural griega marcó la cultura y la educación romana. Maestros y rétores llegaron como esclavos a Roma y se dedicaron a impartir la docencia en las casas de sus dueños e incluso abrieron escuelas una vez obtenida la libertad. La implantación del sistema educativo griego no se hizo esperar. De este modo, la Roma rústica se convirtió en portadora y transmisora del caudal humanístico griego. A partir de entonces, un gran número de pedagogos, gramáticos, retóricos y filósofos invadieron las calles de Roma, y los romanos aceptaron sus enseñanzas (aunque no sin algunas reticencias).

Como en Atenas, la enseñanza en Roma no era obligatoria ni estaba controlada por el Estado. Los padres podían recurrir a profesores particulares o enviar a sus hijos a escuelas abiertas por los maestros.

Influencia Griega en las XII Tablas

El grado de influencia que pudo tener el mundo griego sobre el espíritu y contenido de las XII Tablas se reduce, según los estudiosos, más al aspecto formal que al material, a saber:

  • La adopción de la ley por el pueblo reunido en asamblea, lo que la hace vinculante.
  • La publicación recogida en un texto, para garantizar la idea moderna de seguridad jurídica.
  • La isonomía o igualdad jurídica ante la ley.

Niveles de Enseñanza

Enseñanza Primaria (Litterator)

La enseñanza primaria abarcaba a los niños desde los siete hasta los once o doce años. Esta primera enseñanza podía recibirse en casa, con profesores particulares, pero la mayoría de niños y niñas acudía a la escuela del litterator. El niño acudía a la escuela muy temprano, acompañado del paedagogus, generalmente griego. La jornada solía ser de seis horas, con descanso a mediodía y un día festivo cada nueve días —las nundinae—. El curso comenzaba en el mes de marzo, y había vacaciones estivales (desde julio hasta los idus —el 15— de octubre). Las escuelas eran locales muy humildes, donde había sillas o bancos sin respaldo para los alumnos, quienes escribían con las tablillas apoyadas en las rodillas. En la escuela primaria se aprendía a leer, escribir y contar, bajo una férrea disciplina que castigaba con severidad cualquier falta.

Enseñanza Secundaria (Grammaticus)

La enseñanza secundaria, impartida por el grammaticus, acogía a niños y niñas desde los once o doce años hasta los dieciséis o diecisiete. Se centraba en el estudio de la teoría gramatical, la lectura de autores clásicos griegos y latinos, y el comentario de los textos leídos. A partir del comentario del texto, se enseñaba a los niños geografía, mitología, métrica, física, etc.

Enseñanza Superior (Rhetor)

Finalizada la enseñanza del grammaticus, el joven que decidía dedicarse a la oratoria y a la actividad pública pasaba a la escuela del profesor de retórica (el rhetor), generalmente griego. Después de una serie de ejercicios preparatorios, el alumno se ejercitaba en la declamación, en la que se distinguían dos géneros:

  1. Suasoriae: discursos sobre temas históricos. Eran monólogos en los que personajes famosos de la historia valoraban el pro y el contra antes de tomar una decisión.
  2. Controversiae: discusiones entre dos escolares que defendían puntos de vista contrarios sobre temas judiciales muy variados.

Derechos y Deberes de Profesores y Alumnos

Los Profesores

Asuma ante todo un espíritu de padre con respecto a sus alumnos, y piense que está en el lugar de aquellos que le han confiado a sus hijos. No tenga vicios, ni los tolere. Que su actitud austera no sea desagradable, ni su familiaridad excesiva; no vaya a ser que de la una nazca el odio y de la otra el desprecio. Hable mucho de honestidad y bondad, pues cuantos más avisos dé, menos castigará. No se deje llevar nunca por la ira, pero tampoco deje pasar lo que debe corregirse. Sea sencillo en su enseñanza, paciente en el trabajo, esté siempre cercano, pero no en exceso. Responda gustoso a los que le preguntan; a los que no le preguntan, pregúnteles de repente. En las alabanzas de las exposiciones de sus alumnos, no sea tacaño, pero tampoco exagerado, porque lo uno provoca disgusto con respecto al trabajo, y lo otro, autosuficiencia. Al corregir lo que debe, no sea duro, y mucho menos amenazador, pues a muchos les aleja del propósito de estudiar el que algunos les repriman como si les odiasen. Diga alguna vez, es más, muchas, y diariamente, constantes ejemplos sacados de la lección para su imitación. Sin embargo, según se dice, la viva voz alimenta mucho más y, sobre todo, la del maestro al que sus discípulos, si están bien educados, aman tanto como veneran. No se puede decir cuánto más gustosamente imitamos a quienes apreciamos.

Los Alumnos

Después de hablar bastante de los deberes de los maestros, a los discípulos, entretanto, solo les recomiendo esto: que amen a sus maestros no menos que a los mismos estudios, y crean que son sus padres, no físicamente hablando, sino en el plano intelectual. Este deber hacia el maestro ayudará mucho al estudio, pues los escucharán mejor, creerán en sus palabras y desearán vivamente parecerse a ellos. Finalmente, vendrán contentos y entusiasmados a las reuniones de las escuelas, no se enfadarán cuando se les corrija, se alegrarán cuando se les alabe y se dedicarán al estudio para ser los más queridos. Pues así como el deber de aquellos es enseñar, el deber de estos es mostrarse dóciles. De lo contrario, una cosa no sirve sin la otra. Y así como el hombre nace de la unión de uno y otro progenitor, y en vano se esparce la semilla si no la calienta el surco bien mullido, de la misma manera, la elocuencia no puede desarrollarse si no existe la concordia asociada del que transmite y del que recibe.

La Educación Física en Roma: Ruptura con el Ideal Griego

En Roma se produjo la ruptura completa entre los ejercicios atléticos y los ejercicios higiénicos. En la palestra, los jóvenes romanos practicaban una gimnasia (salvando las distancias) parecida a la sueca. Los juegos atléticos tenían en Roma un carácter de espectáculo. Los jóvenes romanos solo frecuentaban el anfiteatro como espectadores, dejando estas prácticas en manos de profesionales reclutados entre los pueblos bárbaros. El ciudadano romano promedio creía que el ejercicio era solamente necesario para la salud y para el entrenamiento bélico. No se vislumbraba el valor del juego como algo placentero durante el tiempo libre. En los primeros tiempos de Roma, la educación era predominantemente campesina y militar, oponiéndose los viejos romanos a la penetración de las costumbres helénicas. En gimnasia, los romanos no innovaron.

Los romanos nunca se pusieron de acuerdo sobre la educación física. Ni la abandonaron ni tuvo la consideración de la época griega clásica; como ya señalamos, la influencia sobre Roma provino de la época helenística, en la que la importancia de la educación física había disminuido ostensiblemente. El tipo de gimnasia que más proliferó en Roma fue la gimnasia atlética y profesional que se manifestaba en los espectáculos de lucha y que despertaba pasiones muy fuertes entre los espectadores. La educación física romana se puede comparar con la desarrollada en Esparta. Se competía en natación, lucha y atletismo, todo ello orientado hacia un desarrollo físico de los jóvenes romanos con fines militares. En el hogar, los padres les enseñaban destrezas físicas necesarias para la milicia, tales como el uso de la espada, la lanza, el escudo, la jabalina y la monta de caballo. Se enfatizaba desde edades tempranas el desarrollo de aptitudes físicas especializadas (fortaleza, agilidad, resistencia y destrezas motoras particulares) que eran necesarias para desarrollar un eficiente soldado romano. El entrenamiento físico para los niños estaba orientado casi exclusivamente hacia fines militares. Los ciudadanos entre las edades de 17 y 60 años eran responsables de cumplir con el servicio militar. Se consideraba la actividad física importante para el desarrollo de una buena condición física y para servir al Estado cuando así lo solicitara la nación. Los soldados seguían un itinerario de entrenamiento riguroso e inflexible, el cual consistía en una gran variedad de actividades físicas, tales como la marcha, la carrera, los saltos, la natación y los lanzamientos de jabalina y disco. Los romanos no tenían una valoración estética del cuerpo, no buscaban la síntesis entre armonía física y desarrollo mental, sino que el cuerpo era para ellos un instrumento a someter a la razón y a la voluntad, o una fuente de placeres. Los romanos no creían en la belleza y simetría del cuerpo, ni en la armonía o el desarrollo equilibrado del individuo. Se enfatizaba el juego bruto, sucio y sangriento. Sin embargo, era considerado de gran importancia. Los romanos no tenían una filosofía educativa que proyectara el desarrollo integral del individuo. Eran más bien espectadores que participaban en deportes, prefiriendo los profesionales y los de gladiadores. Como espectadores, los romanos demandaban una violencia insaciable. Se aceptaba el profesionalismo en el deporte, haciendo énfasis en carreras de carruajes y combates con gladiadores y hasta con bestias. Estas contiendas deportivas estaban plagadas de violencia, crueldad y brutalidad.

Los romanos veían en este tipo de actividades una manera de pasar el tiempo o de embellecer el cuerpo, aspectos más propios de gentes ociosas que del hombre íntegro. En la época del Imperio, sin embargo, se extendió la preocupación por el cuerpo entre los patricios, de lo que quedan patentes muestras en las monumentales termas romanas, que tenían añejas palestras donde también se practicaba algún tipo de gimnasia que no tenía fines educativos ni estéticos, ya que las termas eran, sobre todo, centros de reunión social y no centros educativos, como podría suceder con los gimnasios y academias en Grecia. La atención al cuerpo entre los romanos cultos tenía más que ver con una vida regalada y de placer que con un fin formativo.

El tipo de gimnasia que más proliferó en Roma fue la gimnasia atlética y profesional que se manifestaba en los espectáculos de lucha y que despertaba pasiones muy fuertes entre los espectadores, quienes buscaban estos espectáculos como contrapunto a su vida ociosa. Esto representó la degeneración de la gimnasia. También el pensamiento filosófico se preocupó en Roma por la educación física. Consideraba que el cuerpo debía estar subordinado al alma y que debíamos conservar las cualidades corporales y todo lo que se encontraba relacionado con nuestra naturaleza, pero que estas eran cosas fugitivas y no debíamos convertirnos en esclavos.

En seis siglos, la inversión de valores se consumó. Después de un período de olimpismo y de culto a la belleza y a la fuerza corporal, el espíritu adquirió cada vez más relieve, desplazando al ejercicio físico, que se atrincheró en su función higiénica, lo cual fue incluso contestado en la Roma imperial. Se puede decir que, «En la época cristiana, la educación física asistió a su bella muerte, sin revolución violenta, como una institución vieja».

Hasta ahora hemos descrito el antagonismo entre el deporte y el entrenamiento deportivo, por una parte, y las preocupaciones de la educación intelectual, por otra. La casi totalidad de los filósofos condenaba la práctica deportiva; el único entrenamiento que preconizaban era una gimnasia higiénica y muy limitada en sus posibilidades.

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