24 Dic

El Régimen de la Restauración Borbónica (1874-1902)

Tras el final de la Primera República, España entró en una etapa llamada Restauración Borbónica. Este periodo buscó estabilidad política después de años de crisis e inestabilidad. Su objetivo principal fue crear un sistema más ordenado, con normas claras y gobiernos que pudieran mantenerse sin tantos conflictos internos.

El Arquitecto del Sistema: Cánovas del Castillo

El arquitecto principal de la Restauración fue Antonio Cánovas del Castillo. Su plan consistía en construir un sistema político sólido, capaz de evitar golpes militares y continuar sin sobresaltos. Uno de los textos clave de esta etapa fue el Manifiesto de Sandhurst (1874), donde Alfonso XII se presentaba como la mejor opción para recuperar la estabilidad nacional.

Cánovas se inspiró en el modelo bipartidista británico, que permitía garantizar mayorías parlamentarias estables y evitar bloqueos políticos. Para él, la clave era que dos grandes partidos se alternaran en el poder de forma pacífica. El sistema se organizó en tres vértices fundamentales: el Rey, las Cortes y un bipartidismo estable, todo ello definido en la Constitución de 1876.

El Turnismo y el Caciquismo

El bipartidismo se consolidó mediante el Pacto de El Pardo (1885), que estableció la alternancia entre el Partido Conservador, liderado por Cánovas, y el Partido Liberal, encabezado por Sagasta. Este proceso de alternancia controlada recibió el nombre de turnismo. Según este sistema, cuando un gobierno se desgastaba, el rey nombraba al líder del otro partido, se convocaban elecciones y, gracias al control político, ese partido ganaba.

Para sostener todo este mecanismo, se usó el caciquismo, un sistema basado en la manipulación electoral. Dentro de este fenómeno destacaban varias figuras:

  • Encasillados: Permitían controlar previamente los resultados electorales.
  • Cuneros: Eran diputados elegidos por partidos en provincias donde ni siquiera tenían conexión real con los electores.
  • Lázaros: Eran personas que votaban en nombre de fallecidos, lo que aumentaba la corrupción del sistema.

La Constitución de 1876

Un elemento clave de la Restauración fue la Constitución de 1876, una mezcla de las de 1845 y 1869. Era un texto elástico, lo que significaba que permitía cambios sin necesidad de redactar una nueva constitución. Además, ampliaba la declaración de derechos y deberes, establecía una soberanía compartida entre rey y Cortes, y organizaba un sistema de Cortes bicamerales, con Congreso y Senado. También aseguraba un fuerte centralismo y mantenía la confesionalidad católica, aunque reconocía la libertad individual de culto.

El Régimen de la Restauración intentó dar estabilidad a España mediante un sistema político controlado y previsible. Aunque logró cierta paz institucional, dependía del caciquismo y de elecciones manipuladas, lo que limitó su verdadera democracia. Aun así, marcó profundamente la historia política española hasta comienzos del siglo XX.

El Problema Cubano y la Crisis del 98: El Fin del Imperio Español

Tras la pérdida de la América continental a principios del siglo XIX, España conservaba pocas colonias, entre ellas Cuba y Puerto Rico. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX empezaron conflictos que mostraban el descontento colonial. Cuba se convirtió en el centro del problema, generando tensiones internas y presiones internacionales.

El Conflicto en Cuba y la Intervención de EE. UU.

Después de perder la mayor parte de su imperio en América, Cuba quedó como la colonia más valiosa de España, pero también como la más difícil de controlar. El primer gran conflicto fue la Guerra de los Diez Años (1868-1878), donde muchos cubanos lucharon por cambios políticos y más libertad. En esos años, Estados Unidos también tenía interés en el Caribe y vigilaba lo que pasaba en Cuba porque quería aumentar su influencia en la zona.

La guerra terminó con el Pacto de Zanjón (1878). España prometió autogobierno y reformas, pero casi nada de lo acordado se cumplió. Esto provocó mucha frustración entre los cubanos, que vieron cómo sus aspiraciones autonomistas eran ignoradas. Con el tiempo, esa decepción hizo que surgieran nuevos movimientos revolucionarios.

Una figura muy importante fue José Martí, quien organizó el Grito de Baire en 1895. Este acto inició una nueva sublevación en la parte oriental de Cuba, que se extendió rápido por toda la isla. España intentó frenar la rebelión enviando primero a Martínez Campos, pero al no lograrlo, lo sustituyó por Valeriano Weyler, que aplicó una política más dura y construyó líneas fortificadas para intentar cortar el apoyo a los rebeldes.

La Guerra Hispano-Estadounidense y el Tratado de París

Mientras la guerra continuaba, Estados Unidos empezó a implicarse más. La prensa norteamericana lanzó una campaña muy crítica contra España, lo que influyó mucho en la opinión pública. Además, el gobierno estadounidense protestó ante España e incluso ofreció cien millones de dólares para comprar la isla, pero España rechazó la propuesta.

La tensión llegó al máximo cuando el barco estadounidense USS Maine explotó en el puerto de La Habana en 1898. Aunque no quedó claro qué ocurrió, Estados Unidos culpó a España. Poco después llegó un ultimátum, y comenzó la Guerra Hispano-Estadounidense. España fue derrotada rápidamente en Santiago de Cuba y Puerto Rico, ya que la flota estadounidense era mucho más fuerte.

El conflicto terminó con el Tratado de París (1898). España tuvo que reconocer la independencia de Cuba y entregar Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos. Un año después también vendió las Marianas, Palaos y Carolinas a Alemania, perdiendo así casi todas sus colonias.

Consecuencias de la Crisis del 98

Las consecuencias fueron grandes. Estados Unidos ocupó Cuba hasta 1902 y firmó un tratado que aumentó su control económico, marcando el inicio del imperialismo americano. En España surgió la Generación del 98, que pidió regeneración y mostró un fuerte nacionalismo tras la derrota.

El Problema Cubano y la Crisis del 98 marcaron el fin del imperio español y mostraron la debilidad del país. La pérdida de Cuba y otras colonias tuvo consecuencias políticas, económicas y culturales muy profundas. Mientras Estados Unidos iniciaba su expansión imperial, España buscaba reconstruirse y reflexionar sobre su futuro.

El Revisionismo Político Inicial del Reinado de Alfonso XIII: Maura y Canalejas (1902-1914)

Cuando Alfonso XIII comenzó a reinar en 1902, España seguía marcada por la crisis política de finales del siglo XIX. El sistema creado por Cánovas estaba debilitado y muchos pensaban que era necesario cambiarlo. Por eso, desde los primeros años del reinado surgieron intentos de introducir reformas y mejorar el país.

El reinado de Alfonso XIII (1902-1931) empezó en un momento en el que el Sistema Canovista (1875-1902) estaba perdiendo fuerza. Aunque este sistema había funcionado durante la Restauración, ya no respondía a las necesidades de una España que exigía más participación y justicia. Por eso se habló de la Crisis del Sistema Canovista (1902-1931), que mostraba claramente que el turno entre conservadores y liberales tenía cada vez más dificultades para mantenerse.

Frente a esta situación, desde 1902 aparecieron los Intentos de Regeneracionismo, Revisionismo o la llamada “Revolución desde arriba”, que buscaban mejorar el país sin romper el sistema parlamentario. Estos intentos se apoyaron en un cambio importante en el liderazgo de los partidos dinásticos, que marcó una nueva etapa.

Antonio Maura y el Partido Conservador

El primer gran protagonista fue Antonio Maura, del Partido Conservador. Maura quería modernizar España y por eso impulsó medidas destacadas como el Instituto Nacional de Previsión, que pretendía mejorar la seguridad social de los trabajadores. También participó en la Conferencia de Algeciras (1906), relacionada con los intereses europeos en Marruecos.

Uno de sus cambios más importantes fue la Ley de Reforma Electoral (1907), que buscaba reducir el fraude y luchar contra el caciquismo. Además, promovió diversas leyes sociales y laborales para mejorar la vida de los trabajadores. Sin embargo, su etapa estuvo marcada por graves problemas, como el Desastre de Barranco del Lobo (1909) en Marruecos y la Semana Trágica (1909) en Barcelona, que provocaron una fuerte crisis y llevaron a la caída de su gobierno.

José Canalejas y la Oposición Creciente

Tras Maura tomó protagonismo José Canalejas, del Partido Liberal, quien continuó con la política reformista. Mientras todo esto ocurría, crecía la Oposición, formada por movimientos obreros que exigían derechos, por nacionalismos como el catalán, reforzado con la Ley de Mancomunidades de 1913, y por el republicanismo, que ganaba apoyo ante el desgaste del sistema.

Los intentos de Maura y Canalejas, aunque bienintencionados, no lograron frenar la decadencia del sistema de la Restauración.

La Crisis de la Monarquía de Alfonso XIII: Impacto de la Gran Guerra y la Revolución Rusa (1914-1923)

El final del revisionismo de Maura y Canalejas dejó a España sin un proyecto claro de reformas. La monarquía de Alfonso XIII entró en una etapa difícil en la que los problemas sociales, económicos y coloniales crecían sin control. En ese contexto estallaron la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, que influyeron mucho en la situación española.

Efectos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918)

El estallido de la Primera Guerra Mundial afectó a España aunque el país permaneció neutral. Durante los primeros años se produjo una expansión económica porque la industria española vendía productos a los países en guerra. Sin embargo, esta mejora no benefició por igual a toda la población y pronto apareció una fuerte inflación que provocó una pérdida del poder adquisitivo de las clases populares. Esto generó malestar social, protestas, movilización y huelgas. Cuando la guerra terminó, el país pasó de una etapa de beneficios a una crisis económica con paro y un aumento claro de la conflictividad social.

El Trienio Bolchevique y la Conflictividad Social

En este ambiente difícil surgió el Trienio Bolchevique (1918-1921), influido por la Revolución Rusa. Las ideas revolucionarias reforzaron las protestas obreras y campesinas en España. Fue una etapa marcada por el pistolerismo, con violencia entre sindicatos y grupos patronales, especialmente en Barcelona. La situación se agravó tanto que en 1921 tuvo lugar la aplicación de la Ley de Fugas y el asesinato de Dato, lo que mostró la incapacidad del gobierno para controlar el conflicto. Por ello surgieron gobiernos de concentración, formados por distintos partidos que intentaban frenar el desorden, aunque con poco éxito.

El Desastre de Annual y el Golpe de 1923

En 1921 se intentó volver al turno político tradicional, pero el sistema estaba muy debilitado. A la vez, la cuestión marroquí seguía empeorando. En el ejército destacaban los africanistas, defensores de continuar la presencia en Marruecos. Allí se enfrentaban a Abd el Krim, líder de una resistencia organizada y muy eficaz. Todo esto llevó al Desastre de Annual (1921), donde miles de soldados españoles murieron y se perdió gran parte del territorio controlado.

Este desastre provocó un enorme escándalo nacional y llevó a abrir el Expediente Picasso (1923), que investigó las responsabilidades militares y políticas, aumentando todavía más la crisis del sistema.

La combinación de conflicto social, problemas económicos, crisis colonial y desprestigio político creó un clima explosivo. Dentro del ejército crecía el descontento y muchos veían que la monarquía de Alfonso XIII ya no podía garantizar la estabilidad del país. En este contexto se produjo el Golpe de Estado de Primo de Rivera (1923), apoyado por el rey. La dictadura se presentó como una solución al caos, aunque en realidad marcó el final del sistema político de la Restauración.

Entre 1914 y 1923 la monarquía de Alfonso XIII sufrió una crisis profunda provocada por la guerra, la tensión social y la cuestión marroquí. El sistema político no pudo responder a estos problemas y terminó apoyando la dictadura de Primo de Rivera, que mostró la debilidad final del régimen de la Restauración.

La Cuestión Marroquí (1906-1925): Conflicto y Crisis Nacional

Marruecos tuvo una gran importancia en la historia de España del siglo XX. La presencia española en el norte africano provocó conflictos militares, tensiones políticas y fuertes reacciones sociales. A lo largo de estos años, la intervención en Marruecos marcó profundamente al país y se convirtió en un problema central para la monarquía de Alfonso XIII.

La cuestión marroquí comenzó a tomar forma después de la Conferencia de Algeciras (1906), donde las potencias europeas acordaron cómo organizar su presencia en Marruecos. España recibió la responsabilidad de controlar el norte del país, algo que generó grandes desafíos, pues mantener el orden en esa zona requería un esfuerzo militar constante.

Hitos Militares y Repercusiones Sociales

  • En 1909 ocurrió el Desastre del Barranco del Lobo, una derrota muy dura para el ejército español que provocó indignación y críticas.
  • Esta derrota estuvo relacionada con la Semana Trágica de Barcelona (1909), cuando estallaron protestas porque muchos reservistas fueron llamados a luchar en Marruecos mientras quienes tenían dinero podían librarse del servicio. Así, el conflicto africano se convirtió en un problema social dentro de España.

En 1912 se estableció el Protectorado franco-español en Marruecos (1912-1956). España administraba el norte, pero la resistencia marroquí era fuerte, especialmente la dirigida por Abd el Krim, que organizó un movimiento muy eficaz contra las tropas españolas.

En este contexto se produjo el Desastre de Annual (1921), uno de los episodios más graves de la historia militar española. La falta de preparación, los errores de mando y el desconocimiento del terreno provocaron miles de muertos y la pérdida casi total del territorio ocupado. El desastre abrió un debate enorme en España y afectó directamente a la política nacional.

Consecuencias Políticas y el Fin del Conflicto

Dentro del ejército destacaban los africanistas, militares que defendían continuar la guerra y veían en Marruecos una oportunidad de ascenso profesional. Para aclarar lo ocurrido se inició el Expediente Picasso (1923), una investigación oficial que señalaba responsabilidades tanto militares como políticas, lo que aumentó la crisis del sistema de la Restauración.

La situación de desorden, el desprestigio del gobierno y la presión de los militares facilitaron el Golpe de Estado de Primo de Rivera (1923), que contó con el apoyo del rey Alfonso XIII. Primo de Rivera prometió poner fin al caos y resolver el conflicto marroquí.

Finalmente, en 1925 se llevó a cabo el Desembarco de Alhucemas, una operación conjunta entre España y Francia que resultó decisiva para derrotar a Abd el Krim y poner fin a la Guerra del Rif. Con esta victoria, el control del Protectorado quedó asegurado y la dictadura consolidó temporalmente su poder.

La cuestión marroquí fue un problema central para España entre 1906 y 1925. Sus derrotas, investigaciones y conflictos sociales debilitaron la monarquía y favorecieron la llegada de la dictadura de Primo de Rivera. Además, sus consecuencias políticas y militares contribuyeron al clima inestable que años después desembocaría en la Guerra Civil Española.

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