19 Oct

La Libertad y la Condición Racional del Ser Humano

La condición racional del ser humano lo convierte en un ser capaz de pensar por sí mismo; decimos también que es capaz de decidir frente a las opciones vitales a las que se enfrenta.

Aproximación a la Noción de Libertad

La libertad se define como la ausencia de obstáculos que nos impidan hacer lo que deseamos o la capacidad de elegir o querer una cosa u otra. Distinguimos dos tipos fundamentales:

Libertad Externa (Libertad de Acción)
Ausencia de trabas externas que dificulten la acción. Consiste en poder hacer lo que queremos sin que nada ni nadie nos lo impida. Esta se conoce también como libertad política, ya que son factores sociales y políticos los que permiten o impiden su ejercicio. Aunque puede darse o no su existencia, no resulta problemática.
Libertad Interna (Libertad de Elección o Libre Albedrío)
Capacidad o posibilidad de decidir o querer esto o aquello cuando esta decisión es indeterminada, es decir, no causada. La libertad interna sí resulta problemática, ya que podemos poner en duda su existencia.

Es importante notar que estos dos tipos de libertad no son algo completamente diferente y ajeno; hay una estrecha y mutua relación entre ellos.

El Determinismo o la Ausencia de Libertad

Consideramos la existencia de libertad algo de sentido común y, por tanto, no solemos cuestionarla. Sin embargo, la convicción de que poseemos libertad no deja de ser una creencia y, por muy sólida que nos parezca, podemos ponerla en duda. Creer que somos libres no demuestra que lo seamos.

Concepto de Determinismo

El determinismo es la concepción filosófica que afirma que todo está determinado, es decir, inevitablemente causado, negando la existencia de libertad. Se basa en el principio de causalidad, que dice que las acciones están determinadas por un factor en presencia del cual ocurren inevitablemente.

Podríamos afirmar que este factor somos nosotros mismos: «Yo soy la causa de mis acciones, ya que la decisión que he tomado es la causa de lo que hago». No obstante, el principio de causalidad afirma que todo acontecimiento, incluso los acontecimientos mentales, tienen una causa. También mis decisiones están causadas; hay un factor X que yo no controlo y que hace inevitable que yo tome esta decisión. Según el determinismo, no tenemos libertad de decisión.

Esto puede parecer intuitivo, ya que resulta más o menos fácil determinar las causas de acontecimientos naturales, pero resulta muy difícil establecer las causas de eventos mentales. Para los deterministas, la principal razón por la que la creencia en la existencia de libertad no nos resulte tan evidente no es que sea una creencia verdadera, sino la dificultad que tenemos de establecer las causas de nuestros deseos y elecciones. Insisten en que la dificultad de encontrar la causa de algo no significa que no la tenga.

Tipos de Determinismo

Determinismo Físico

Toda la realidad está determinada y se puede explicar por leyes naturales. El comportamiento de todos los seres del universo, incluso los seres orgánicos, se rige por las leyes fijas y estables de la materia. Se basa en una visión mecanicista del mundo.

El mecanicismo sostiene que la realidad debe entenderse como un gran mecanismo o máquina. Si el Universo entero es comparable a una máquina, entonces funciona de una manera parecida a como lo hacen las máquinas: todos sus estados y acciones siguen patrones fijos.

Uno de los defensores de este determinismo fue el físico y matemático francés Pierre Simon de Laplace (1749-1827). Los éxitos que alcanzó en astronomía aplicando las leyes de la mecánica newtoniana lo condujeron a afirmar que si conociéramos el estado actual de toda la materia y las leyes que la regulan, entonces conoceríamos el pasado y el futuro de todo el universo.

Determinismo Genético

Acostumbra a centrarse en la explicación del comportamiento de los seres orgánicos, especialmente animales y seres humanos, determinado por el código genético que los define. No somos nada más que la manifestación de nuestros genes, los cuales determinan nuestra constitución física, nuestro carácter y nuestras acciones concretas.

Richard Dawkins, zoólogo y etólogo de gran prestigio, ha defendido la hipótesis curiosa y radical: los organismos no somos nada más que la invención de nuestros genes para asegurarse la supervivencia; el comportamiento de los individuos está determinado por sus genes.

Determinismo Ambiental o Educacional

Para esta postura, no son los genes los que determinan nuestra conducta, sino los factores ambientales (sociales, culturales, económicos, familiares…) e incluso factores educacionales y de aprendizaje.

Para los defensores de esta posición, cualquier acción se puede entender como una respuesta a condiciones ambientales. Es posible modificarla cambiando la influencia de las condiciones ambientales mediante el aprendizaje. La manera de hacerlo será potenciando unas determinadas acciones mediante refuerzo positivo e inhibiendo otros comportamientos mediante refuerzo negativo. Debido a que la conducta humana es permeable al aprendizaje y es un efecto de estímulos ambientales, es posible cambiarla manipulándolos.

Determinismo Económico

Para quienes mantienen esta posición, son factores económicos los que determinan nuestra conducta, tanto en el plano social como en el plano individual. Todo se puede comprender si analizamos el funcionamiento de la economía.

Una de las corrientes que defiende la influencia de los factores económicos en la conducta humana es el marxismo. Los seguidores de Marx no dudan en considerar como causas de nuestras acciones ciertos factores económicos.

Determinismo Teológico

Defiende la existencia de algo que está por encima del ser humano y que determina las acciones. Todo lo que hacemos está previsto y fijado de antemano, ya sea por un hado o destino, o bien por una voluntad superior o divina. El hombre no es dueño de sus actos; es una marioneta en manos del hado o la divinidad. Lo único que le queda es representar lo mejor posible un drama que ya está escrito.

Para la teología reformista, si Dios es omnisciente, debe ser porque lo que aún no ha sucedido ya está de alguna manera establecido. Esto hace afirmar a los reformistas que la voluntad humana no es tal, ya que está a disposición de la voluntad divina.

El Indeterminismo o la Existencia de Libertad

A pesar de la consistencia de los argumentos deterministas, muchos pensadores se resisten a aceptar esta concepción filosófica y sus consecuencias. Los defensores de la libertad alegan contra los deterministas que estos han confundido lo que son factores condicionantes con factores determinantes.

Factores Determinantes
Equivalen a las causas de la acción. El comportamiento humano se considera consecuencia inevitable de factores que el ser humano no controla.
Factores Condicionantes
Equivalen a los motivos de la acción. El comportamiento humano está influido por estos factores externos, pero no se considera el resultado inevitable.

La defensa de la libertad suele conllevar una defensa del indeterminismo en el sentido de que nuestras acciones y decisiones no están determinadas, sino condicionadas.

Afirmar el indeterminismo en la actuación humana no significa afirmar en ella la indiferencia. Considerar que nuestras decisiones no están causadas por determinados factores no significa que nos sea indiferente hacer una cosa u otra, es decir, que no haya nada que nos incline en nuestras decisiones. Considerar que nuestra elección es indiferente a cualquier factor representaría pensar que nuestra acción es arbitraria e irracional, ya que decidiríamos sin que nos inclinaran motivos racionales. Defender el indeterminismo no equivale a defender la indiferencia y tampoco significa promover la inacción o la irracionalidad en la conducta.

Argumentos a Favor de la Libertad

La Evidencia de Libertad

Uno de los problemas a los que se enfrentan los defensores de la libertad es cómo demostrar su existencia. Para autores como Descartes, la libertad no necesita demostración. Desde esta perspectiva, la creencia de que actuamos de una manera libre y voluntaria es una verdad evidente por sí misma. Podemos considerarla un axioma: no se demuestra, pero es la base en la que se sustentan muchas de nuestras creencias sobre el hombre.

Indeterminismo Teológico

A diferencia de la teología reformada, la teología católica acepta la omnipresencia divina sin negar la capacidad de elección del ser humano. Que Dios sepa de antemano qué decidirán y cómo actuarán los seres humanos no anula la libertad. Dios conoce toda la realidad, pero esto no quiere decir que sea él quien los determine completamente. Para la religión católica, Dios y la libertad son compatibles.

Santo Tomás de Aquino es uno de los filósofos y teólogos más representativos de la filosofía cristiana. Según este pensador, el ser humano tiene libertad de elección que se basa en un juicio del entendimiento que muestra qué es preferible de acuerdo con el bien que deseamos alcanzar. Es el entendimiento el que mueve la voluntad a elegir una cosa u otra. Existe la posibilidad de equivocarse y, por tanto, de elegir el mal en vez del bien. El único que posee de forma absoluta el conocimiento del bien es Dios, aunque eso no le resta un ápice de libertad al ser humano.

Libertad y Moralidad

La resistencia a aceptar algunas de las consecuencias que tendría la no existencia de la libertad es uno de los motivos que llevan a defender su existencia. Si el ser humano no tiene libertad de elección, entonces no es posible hablar de responsabilidad ni de moralidad.

Solo podemos hacer a alguien responsable de sus actos si realmente lo es, es decir, si ha actuado conscientemente, voluntariamente y libremente. Tener libertad de elección y tener que responsabilizarnos de nuestras acciones nos convierte en el único animal moral que existe.

Kant es uno de los filósofos que ha defendido de una manera más brillante esta idea, expresada de forma kantiana: la libertad es un postulado de la razón práctica (o moral), es decir, aunque la libertad resulta indemostrable, hay que suponerla para que la moral sea posible.

Indeterminismo Físico (Mecánica Cuántica)

Durante los siglos XX y XXI, la física se ha caracterizado por el nacimiento y el desarrollo de la mecánica cuántica, que ha logrado notables éxitos en microfísica y que representa una revolución respecto a la física clásica. Las investigaciones de físicos eminentes como Max Planck, Einstein, Bohr, Heisenberg o Schrödinger, entre otros, hacen que la visión mecanicista que se tenía del mundo se tambalee.

Una de las razones es que esta teoría emplea en sus explicaciones leyes estadísticas y probabilísticas que no cuadran con la concepción tradicional de ley física, es decir, una ley causal que determina precisamente las causas y las consecuencias de los acontecimientos.

La mecánica cuántica ha propiciado el afloramiento de una serie de interpretaciones filosóficas que defienden el indeterminismo de la realidad. Cabe destacar la que lleva a cabo la escuela de Copenhague y su principal representante, Bohr, según los cuales la mecánica cuántica pone al descubierto que en la realidad impera un cierto grado de indeterminación. El determinismo mecanicista, según el cual todo tiene una causa y responde a una ley precisa y estable, sería falso; también hay lugar para la arbitrariedad y el azar. Al menos, esto es así a escala atómica, ya que, como ha demostrado la mecánica cuántica, el comportamiento de los átomos no se puede predecir del todo, puesto que su posición y su movimiento solo pueden ser establecidos aproximadamente.

Otros autores se han opuesto a esta interpretación de la mecánica cuántica. Einstein afirmó: «Dios no juega a los dados».

En este punto es necesario precisar que de que la física cuántica utilice leyes probabilísticas en sus explicaciones no se puede deducir que las leyes objetivas que rigen el mundo también sean probabilísticas. Las teorías físicas no son una fotografía de la realidad, sino una manera de acercarnos a ella para entenderla. La cuestión de si la realidad está determinada o no es algo que, como afirma Popper, no compete a la física; la constitución y la naturaleza última de la realidad es una cuestión que incumbe a la metafísica.

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