14 Jun
La Distensión en la Guerra Fría: El Tratado ABM según Ronald E. Powaski
Este documento se basa en la obra de Ronald E. Powaski, La Guerra Fría (2000), y se enmarca en la etapa de distensión (détente) de la Guerra Fría, especialmente en el año 1972. Fue entonces cuando los líderes Nixon (EE. UU.) y Brézhnev (URSS) firmaron en Moscú dos acuerdos fundamentales para el control de armamentos: el Tratado ABM (misiles antimisiles) y el primer acuerdo SALT (Limitación de Armas Estratégicas).
En este momento, tanto Estados Unidos como la Unión Soviética habían acumulado un gran arsenal nuclear, y la Crisis de los Misiles en Cuba (1962) había demostrado lo cerca que el mundo podía estar del desastre. Esta fase del conflicto buscaba establecer mecanismos para evitar una guerra nuclear y estabilizar la relación entre las superpotencias mediante tratados de control.
La competencia tecnológica, junto con la doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada (MAD), llevó a establecer límites a los sistemas defensivos que pudieran romper ese equilibrio estratégico.
El Tratado ABM: Limitaciones y Estrategias
Powaski explica que el Tratado ABM limitaba a 100 lanzamisiles por país y restringía los emplazamientos a dos zonas (reducidas luego a una). Cita textualmente:
“cada uno de los dos emplazamientos de ABM que le estaban permitidos a cada país”.
Este límite buscaba impedir que una potencia pudiera neutralizar un ataque nuclear del otro, ya que eso rompería el principio de equilibrio.
Estados Unidos instaló su sistema cerca de los silos de misiles ICBM en Dakota del Norte, mientras que la URSS lo situó en defensa de Moscú. Sin embargo, Powaski señala que el tratado
“no descartaba la posibilidad de que ambos bandos tuvieran sistemas ABM en todo el territorio nacional”
, lo que abría la puerta a nuevos desarrollos tecnológicos. También destaca que Reagan reavivó la tensión con su Iniciativa de Defensa Estratégica, conocida popularmente como “guerra de las galaxias”.
El autor subraya una realidad incómoda: aunque los tratados parecían limitar el armamento, en la práctica se seguía investigando y preparando nuevas tecnologías para evadir o contrarrestar los acuerdos.
Impacto y Legado del Tratado ABM
Este tratado supuso un paso adelante en el diálogo bilateral y en la construcción de un marco legal para el control armamentístico. Fue el inicio de una serie de negociaciones que llevarían más adelante a tratados como el START I y II.
Sin embargo, también demostró que, sin mecanismos de verificación eficaces y con desconfianza mutua, estos acuerdos eran frágiles. La competencia tecnológica, lejos de detenerse, se transformó en nuevas formas de armamento estratégico.
Valoración de la Obra de Powaski
El texto de Powaski es claro, didáctico y bien documentado. Aporta una visión crítica sobre la utilidad real del Tratado ABM, señalando sus limitaciones sin caer en el pesimismo absoluto. Es un texto objetivo y riguroso, que permite entender cómo, en plena Guerra Fría, coexistían el diálogo diplomático y la sospecha permanente.
Destaca especialmente la frase:
“se eludió el antiguo objetivo de las inspecciones in situ”
, que refleja el temor constante al engaño entre superpotencias, incluso en momentos de aparente cooperación.
La Crisis de los Misiles: La Carta Clave de Kennedy a Kruschev (Octubre de 1962)
Contexto de la Crisis de los Misiles en Cuba
Este documento se sitúa en el pico de la Guerra Fría, durante la Crisis de los Misiles de Cuba, en octubre de 1962. El mundo estaba al borde de una guerra nuclear, ya que Estados Unidos descubrió que la URSS estaba instalando misiles nucleares en territorio cubano, a apenas 150 kilómetros de la Florida. La respuesta de EE. UU. fue decretar un bloqueo naval a Cuba y exigir la retirada de los misiles. Durante varios días, el mundo vivió en vilo, ante la posibilidad real de un conflicto atómico.
En este contexto, el presidente estadounidense John F. Kennedy y el líder soviético Nikita Kruschev intercambiaron cartas diplomáticas para buscar una salida pacífica. El texto es una respuesta diplomática de Kennedy, en la que muestra disposición al diálogo y al desarme, aunque desde una posición firme.
Análisis de la Carta de Kennedy
En esta carta, Kennedy expone su voluntad de resolver la crisis sin recurrir a la guerra, pero exige condiciones claras. Expresa que su objetivo es
“detener el conflicto y expresar su deseo de buscar una pronta solución al problema”
, lo que transmite una mezcla de presión y diplomacia. Kennedy plantea dos compromisos fundamentales:
Que la URSS retire los misiles de Cuba bajo supervisión internacional.
Que EE. UU., en contrapartida, garantice no invadir Cuba y, además, se comprometa a resolver otros conflictos por medios pacíficos.
Kennedy utiliza un lenguaje cuidadosamente medido, señalando que confía en que otras naciones del hemisferio también actuarán
«de manera exitosa»
. Se trata de una maniobra diplomática para rebajar la tensión sin ceder completamente, evitando así mostrar debilidad ante el bloque soviético.
Resolución y Consecuencias a Largo Plazo
Esta carta formó parte del intercambio final que permitió resolver pacíficamente la crisis: la URSS aceptó retirar los misiles de Cuba y EE. UU. se comprometió a no invadir la isla, además de retirar en secreto sus propios misiles de Turquía. La Crisis de los Misiles supuso un punto de inflexión en la Guerra Fría: ambos bloques entendieron que el riesgo de una guerra nuclear era real y comenzaron a establecer mecanismos de comunicación directa, como el famoso “teléfono rojo” entre Washington y Moscú.
A largo plazo, este momento marcó el inicio de una fase de distensión y de acuerdos bilaterales para el control del armamento nuclear, como el Tratado de No Proliferación Nuclear (1968). Incluso hoy, se sigue estudiando este episodio como un ejemplo paradigmático de diplomacia en tiempos de crisis.
Relevancia Histórica y Diplomática del Documento
Este documento es de enorme valor histórico y político, porque muestra con claridad cómo dos potencias enfrentadas fueron capaces de evitar una guerra a través del diálogo diplomático. La carta de Kennedy refleja una posición firme pero razonable, y su tono es un claro ejemplo de cómo debe conducirse la diplomacia en situaciones de máxima tensión.
El texto es objetivo, preciso y estratégico. Su trascendencia no solo fue inmediata (salvar al mundo de una guerra nuclear), sino también duradera: sirvió como lección sobre los límites de la confrontación ideológica. Como dice el propio Kennedy en otros discursos: “Nunca negociemos por miedo, pero nunca tengamos miedo de negociar”. Esta carta lo demuestra con claridad.
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