09 Jul
El Teatro de la Generación del 27
La Generación del 27, además de incorporar las innovaciones traídas por las vanguardias, intentó acercar el teatro al pueblo, formar al público y sacarlo de su pobreza cultural. Para ello, se crearon compañías teatrales que recorrían los pueblos de España, como «La Barraca» de Lorca o las creadas por Alejandro Casona en las Misiones Pedagógicas de la República.
Alejandro Casona
Nació en Asturias (Besullo). Ejerció como maestro y se preocupó por la renovación pedagógica. Junto con sus alumnos, creó una compañía de teatro aficionado con la que recorrieron pueblos de España representando obras clásicas.
Fue partidario de la República, lo que le llevó al exilio en Argentina, de donde regresó en 1962.
Ideología de Casona
- Persigue un mundo más humanizado, en el que prevalezcan la bondad, el amor, la esperanza, dentro de un espíritu cristiano.
- Es un idealista que rechaza el materialismo y se sitúa al lado de los pobres y los débiles.
Características de su teatro
- Continua relación entre la realidad y la fantasía (situaciones irreales, seres sobrenaturales). La realidad es vista de un modo poético.
- Por ello, algunos lo acusaron de escribir un teatro de evasión, mientras que otros consideraban que era una forma de penetrar mejor en lo profundo de los seres humanos y de plantear conflictos universales y eternos, no solo de una determinada época y lugar.
- Profundo idealismo (fe en la vida, en la bondad) que, en ocasiones, deriva en sentimentalismo.
- Sus personajes favoritos son «sembradores de amor», que transmiten fe en la vida (especial simpatía por los ancianos).
- Utiliza personajes simbólicos, como la Muerte o el Diablo (la Muerte es su tema preferido; relacionado con la muerte, también aparece el tema del suicidio).
La Dama del Alba
Se considera la mejor muestra del teatro poético de Casona.
El tema fundamental es la Muerte, que no resulta terrorífica, sino que está personificada en una bella y delicada Peregrina: consoladora, llena de bondad, amiga de los niños y que siente envidia de los vivos por no poder enamorarse.
Predomina un ambiente de misterio durante toda la obra.
- Casona recrea la vida de la aldea asturiana, sus costumbres, sus canciones…
- Su lenguaje es claro y sencillo, pero está muy trabajado y presenta muchos recursos típicos de la poesía (símbolos, metáforas, símiles, etc.).
Federico García Lorca
Características de su teatro
- Recibe influencias dispares: clásica, vanguardista y popular.
- Es un teatro social y didáctico: recoge el drama de sus gentes y pretende educar al pueblo.
- Realiza una poetización de lo cotidiano: es un teatro poético.
- Principal conflicto planteado: el enfrentamiento entre la realidad opresiva y el deseo.
- Solución al conflicto: la ruptura de las convenciones implica muerte, soledad o frustración, elementos clave del universo lorquiano.
- Sus personajes están condenados a la frustración vital. La mayoría de sus protagonistas son mujeres que simbolizan la libertad y la rebeldía ante los convencionalismos morales, religiosos, sociales y políticos.
- Ambiente rural.
La casa de Bernarda Alba
La casa de Bernarda Alba pertenece a su etapa de plenitud (1933-1936). Son obras marcadas por el protagonismo de la mujer como grupo oprimido.
Es el caso de la mujer estéril de Yerma, la frustración de Rosita en Doña Rosita la soltera, que envejece esperando inútilmente un amor de juventud; la mujer apasionada que escapa con su amante el día de su boda en Bodas de sangre (1933); y el drama del enfrentamiento entre autoridad y rebeldía, entre la fuerza pura del amor y la represión impuesta en La casa de Bernarda Alba (1936), la cima del teatro lorquiano.
Características de La casa de Bernarda Alba
La casa de Bernarda Alba (1936): Culminación del teatro lorquiano.
- Por primera vez, los elementos teatrales (dramáticos) son más importantes que los poéticos.
- Lorca muestra el enfrentamiento entre los principios de autoridad y libertad. La autoridad tiene que ver con las convenciones sociales, con lo artificial, y la libertad se relaciona con seguir los instintos naturales.
- Erotismo: la pasión de las mujeres está limitada por la autoridad de una madre castrante que impide la realización personal de sus hijas.
- La madre es esclava de un anticuado concepto del honor que lo sacrifica todo a la opinión pública y también es esclava de una conciencia de clase superior (por ser propietaria agrícola) que desprecia a los sectores más bajos de la sociedad, impidiendo que se mezclen con su sangre.
- Lorca muestra tres reacciones a ese estado de opresión ambiental:
- Bernarda se integra en el sistema opresor a la muerte de su marido. Es la más encarcelada de todas, ya que sus hijas, aunque no son libres, aspiran a serlo, mientras que ella se resigna a una vida esclavizada por las apariencias y ciega a todo lo demás.
- Adela salta las barreras sociales y se rebela (consecuencia: el suicidio).
- Josefa (la abuela) se defiende a través de la locura.
- Simbolismo de algunos personajes, representado en sus nombres: Bernarda («con fuerza de oso»); Martirio (atormentada y envidiosa del noviazgo de su hermana mayor); Magdalena (propensa al llanto y bondadosa, como María Magdalena en los Evangelios).
José Sanchís Sinisterra (Valencia, 1940-)
Renovador del teatro español contemporáneo, conocido también por su labor docente en el campo teatral (investigador y divulgador).
Fundó Teatro Fronterizo, un grupo de actores, directores y autores preocupados por la experimentación teatral. Posteriormente se trasladó a Madrid, donde fundó Nuevo Teatro Fronterizo.
Características de su obra
- Combina la tradición teatral con la experimentación de nuevas formas teatrales.
- Defiende lo que llama una «teatralidad menor», un tipo de teatro muy distinto del espectacular y comercial.
- Trata temáticas profundas y, a veces dolorosas, con toques de humor.
Características de Ay, Carmela (1987)
- Fusión de géneros: aunque el tema es doloroso, no se queda solo en el drama, sino que lo combina con la comedia, divirtiendo y haciendo reflexionar a la vez al espectador.
- Juego metateatral: se trata de una obra de teatro dentro de una obra de teatro, lo que permite reflexionar sobre qué es el teatro y el juego entre la realidad y la ficción (rasgo experimental).
- Diálogos agudos, frescos y llenos de ironía; resultan muy auténticos.
- Simpatía por los personajes desfavorecidos y anónimos, que luchan por sobrevivir a situaciones que los sobrepasan.
- Los personajes plantean dilemas morales. Sus decisiones en situaciones difíciles (especialmente Carmela) hacen pensar al espectador.
- Humanización: el autor evita el «maniqueísmo» (clara distinción entre buenos y malos). Todos los personajes, tanto los de un bando como los de otro, presentan rasgos humanos (defectos y virtudes).
Temas de Ay, Carmela
- Lo absurdo y terrible de la guerra.
- La lucha contra la opresión y a favor de la libertad.
- La dificultad de mantener la ética y los principios en muchas circunstancias de la vida.
Juan Marsé (Barcelona, 1933-2020)
Novelista español de la llamada Generación del 50, concretamente de la denominada Escuela de Barcelona.
Características generales de su obra
- Sus libros se sitúan en Barcelona, en concreto en el barrio pobre de Guinardó, donde pasó su infancia durante la posguerra española, lo que ha influido en su forma de escribir a lo largo de toda su vida.
- Sus libros transcurren durante la posguerra o el franquismo.
- Analiza la degradación moral y social del mundo que le rodea:
- Diferencias de clase.
- La visión de los vencidos durante la guerra.
- Los enfrentamientos entre trabajadores (jóvenes de clase baja) y burgueses universitarios (jóvenes de clase alta).
- Utiliza las técnicas de la novela social:
- Costumbrismo (reflejar las costumbres y forma de vida de la gente).
- Lenguaje sencillo, que refleja el habla de los barrios. Usa palabras y frases en catalán para dar credibilidad (verosimilitud).
- Narrador en tercera persona.
- Protagonista colectivo (un barrio, una ciudad).
- Crítica social con ironía.
Últimas tardes con Teresa (publicada en 1966)
Ambientada en una Barcelona de ricos burgueses y de marginados, relata la amistad entre una joven universitaria, burguesa y falsamente rebelde, y un seductor ladrón de motos que se hace pasar por obrero militante revolucionario.
Argumento de Últimas tardes con Teresa
La novela narra los amores de Manolo, más conocido como Pijoaparte (alguien que no es pijo, pero que aspira a serlo), un charnego (nombre dado a los catalanes de origen andaluz principalmente), típico exponente de las clases bajas marginadas cuya mayor aspiración es conseguir seducir a Teresa, una bella muchacha rubia, universitaria e hija de la alta burguesía catalana.
La historia empieza cuando Pijoaparte llega al barrio de los ricos, San Gervasio, sobre una moto robada y con un flamante traje bien planchado. Se sienta en un coche estacionado delante de la entrada de una fiesta para jóvenes estudiantes, enciende un pitillo y espera que alguna chica se fije en él. Al ver que esto no ocurre, entra y allí conoce a una chica, Maruja. Tiene una aventura con ella, pero cuando descubre que en su habitación hay colgados delantales, se da cuenta de que no es burguesa, sino una criada. La despierta y abofetea en la cara, sin que ella haga nada para defenderse, como si ya estuviera acostumbrada a ese trato. Pijoaparte piensa que saliendo con ella conseguirá atraer a su dueña, Teresa, una universitaria conflictiva, rubia e hija de padres burgueses y ricos.
Maruja cae enferma, y esto enciende la chispa del amor entre Pijoaparte y Teresa. Ella sustituye como su «líder espiritual» a Luis Trías (líder estudiantil) por Manolo. Maruja muere. En ese momento, podemos comprender cómo realmente ambos personajes han llegado a estar profundamente enamorados el uno del otro y cómo, al mismo tiempo, todo se viene abajo.
Son dos mundos enfrentados, el de Manolo y el de Teresa, y a través de ellos, dos culturas, pues la chica es de origen catalán y el joven es charnego.
Teresa Simmons en bikini, corriendo por las playas de sus sueños, tendida sobre la arena, desperezándose bajo un cielo profundamente azul; el agua en su cintura y los brazos en alto (un áureo resplandor cobijado en sus axilas, oscilando como los reflejos del agua bajo un puente); después, nadando con formidable estilo, surgiendo de las olas espumosas su jubiloso cuerpo de finas caderas ágiles y, finalmente, viniendo desde la orilla hacia él como un bronce vivo, sonoro, su pequeño abdomen palpitando anhelante, cubierta toda ella de rocío y de destellos. Jean Serrat sonriéndole a él, saludando de lejos con el brazo en alto, a él, al tenebroso murciano, a ese elástico, gatuno, apostado montón de pretensiones y deseos y ardores inconfesables, y dolientes temores (la perderé, no puede ser, no es para mí, la perderé antes de que me deis tiempo a ser un catalán como vosotros, ¡caaaabrones!), que ahora yacía al sol sobre una gran toalla de colores que no era suya, como tampoco era suyo el slip que llevaba, ni las gafas de sol, ni los cigarrillos que fumaba, siempre como si viviera provisionalmente en casa ajena: ¿qué haces tú aquí, chaval, qué esperas de esa amistad fugaz y caprichosa entre dos estaciones, como de compartimiento de tren, sino veleidades de niña rica y mimada y luego adiós si te he visto no me acuerdo? Solo por verla así, caminando despacio, semidesnuda y confiada, destacándose sobre un fondo de palmeras y selva inexplorada —¿acaso no era la isla perdida este verano?— valía la pena, y era suya, suya por el momento más que de sus padres o de aquel marido que la esperaba en el futuro, más suya que de cualquiera de los muchos amantes que pudieran adorarla y poseerla mañana. La colección particular de satinados cromos se abrió en su mano como un rutilante abanico: él y ella perdidos en la dorada isla tropical, solos, bronceados, hermosos, libres, venturosos supervivientes de una espantosa guerra nuclear (en la que, desde luego y justamente, hemos muerto todos, lector, esto no podía durar) construyen una cabaña como un nido, corren por la infinita playa, comen cocos, pescan perlas y coral, contemplan atardeceres de fuego y de esmeralda, duermen juntos en lechos de flores y se acarician y aprenden a hacer el amor sin metafísicas angustias posesivas mientras la porquería de la vida prosigue en otra parte, lejos, más allá de esta desvaída soltura de miembros bronceados (Teresa seguía avanzando perezosamente sobre la arena, hacia él) que ahora se arrastra con un ligero retraso respecto a la visión, con una languidez abdominal que se queda atrás: la sugestión de no avanzar en medio del aire caliginoso, una dolorosa promesa que arranca de sus hombros y se enrosca en sus caderas y se prolonga cimbreante a lo largo de sus piernas para fluir, liberada, derramándose como la luz, por sus pies, hasta el último latido de cada pisada. Venía con su sonrisa luminosa y un coco prisionero entre su cintura y el brazo, jadeante y mojada, trayendo consigo algo del verde frío de las regiones marinas, y se dejó caer lentamente a su lado, doblando las hermosas rodillas, y soltó el coco.
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