26 Dic

La Historia del Arte: una breve panorámica

El arte en Occidente ha experimentado una evolución significativa a lo largo de los siglos. Winckelmann, considerado el fundador de la Historia del Arte Moderna, asimiló el desarrollo de cada periodo cultural al de un organismo vivo: formación, madurez y decadencia. Por otra parte, autores como Eugenio D’Ors han defendido la existencia de ciertas pulsiones a lo largo de la historia que harían que los movimientos o períodos artísticos oscilasen alternativamente entre dos extremos: uno de estabilidad y otro de experimentación.

Arte Prehistórico (2,6 millones de años – 3.000 a. C.)

El arte prehistórico surge mucho antes de la invención de la escritura, cuando las primeras comunidades humanas desarrollaron manifestaciones estéticas con funciones prácticas y simbólicas. Estas expresiones servían como medios de comunicación y transmisión de conocimientos sobre aspectos esenciales de la vida cotidiana, la caza y la religión. Debido a la ausencia de escritura y a las limitaciones tecnológicas, estas creaciones fueron fundamentales para preservar y comprender las creencias y formas de vida de nuestros antepasados.

Durante el Paleolítico, que comprende la mayor parte de la Prehistoria, predominan las pinturas rupestres realizadas en cuevas como Lascaux, Altamira y La Pileta. Estas representaciones de animales, escenas de caza y símbolos abstractos han sido interpretadas como posibles rituales chamánicos destinados a atraer el alma de los animales que se deseaba cazar. Junto a estas pinturas destacan pequeñas esculturas de hueso o marfil, como la Venus de Willendorf, asociada a la fertilidad por sus formas corporales exageradas. La sociedad era politeísta, lo que se refleja en diversos objetos rituales como los ídolos placa o las figuras itifálicas.

En el Neolítico, con el inicio de la agricultura y el sedentarismo, surgen nuevas necesidades que impulsan la creación de cerámica para almacenar alimentos, tejidos y una arquitectura más compleja. Destacan las construcciones megalíticas, realizadas con grandes piedras, como Stonehenge en Inglaterra o el Dolmen de Menga en la península ibérica. Esta etapa marca la transición de sociedades nómadas cazadoras a comunidades sedentarias y agricultoras.

Protohistoria

Entre la Prehistoria y la Historia se encuentra la Protohistoria, periodo en el que existieron pueblos sin escritura propia, pero conocidos gracias a sus restos materiales o a las referencias de otros pueblos que sí escribían. En la península ibérica sobresalen culturas como Tartessos, considerada por los griegos como la primera civilización de Occidente y representada por hallazgos como el Tesoro del Carambolo, realizado en oro y plomo y relacionado con contactos fenicios. También destacan los sarcófagos fenicios de Cádiz y obras del arte íbero, como la célebre Dama de Elche.

Arte Griego (ss. XIII – II a. C.)

El arte de la Antigua Grecia, considerado la cuna de la civilización occidental, desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la filosofía, la democracia y la cultura. En este periodo se valoraba profundamente la expresión estética en diversas manifestaciones —escultura, arquitectura, pintura y cerámica— guiadas por principios de armonía, proporción y búsqueda de los ideales platónicos de verdad, bondad y belleza. Aunque el término tekné no equivalía exactamente al concepto moderno de arte, sí hacía referencia a un conocimiento práctico capaz de producir belleza, como defendía Platón.

La escultura griega se caracteriza por la idealización de la forma humana y la búsqueda del equilibrio perfecto entre las partes. Entre las obras más representativas se encuentran el Discóbolo de Mirón, el Apoxiomeno de Lisipo, la Venus de Milo, el Hermes con el Niño, el Laocoonte y sus hijos y el Hércules Farnesio. También destacan escultores de enorme influencia como Policleto, Fidias, Praxíteles y Lisipo, algunos de ellos vinculados al esplendor cultural de la Atenas del siglo V a. C., durante el gobierno de Pericles, gran impulsor del arte.

La arquitectura griega alcanzó una expresión sobresaliente en la construcción de templos sustentados por los tres grandes órdenes arquitectónicos: dórico, jónico y corintio, adoptados más tarde por los romanos. El ejemplo más significativo es el Partenón, templo dedicado a Atenea en la Acrópolis, el recinto sagrado situado en lo alto de Atenas. Fidias participó en su decoración, incluyendo la monumental estatua de Atenea Partenos, realizada en oro y marfil.

Otro elemento clave del arte griego fue la cerámica, especialmente las piezas decoradas con figuras negras y rojas, que constituían no solo un recurso artístico relevante, sino también una valiosa fuente de información sobre la mitología, las creencias y la vida cotidiana de los griegos, representadas en ánforas y otros recipientes.

Arte Romano (ss. VIII a. C. – V d. C.)

El arte romano se caracteriza por su pragmatismo y por la fuerte influencia griega y etrusca, aunque desarrolló rasgos propios que lo diferencian, especialmente en el ámbito del retrato, la arquitectura y las artes decorativas. Mientras que los griegos se centraban en representar divinidades idealizadas, los romanos buscaron combinar ese estilo con una mayor individualización de los rasgos humanos.

Uno de los aspectos más distintivos es la retratística romana, que adquirió una función conmemorativa y familiar. Los patricios solían tener en sus villas retratos realistas de sus antepasados, donde se aprecia un detallado trabajo en elementos como la barba o el cabello. Entre las obras más representativas se encuentran la Loba capitolina, el Augusto de Prima Porta, los retratos de los emperadores Trajano y Adriano, así como numerosos retratos funerarios de estética marcadamente realista. El Augusto de Prima Porta destaca por su realismo idealizado y por su función propagandística, al exaltar la autoridad imperial.

En cuanto a las artes pictóricas, la pintura mural romana decoraba las paredes de casas y edificios públicos mediante la técnica del fresco, aplicando los pigmentos sobre el yeso húmedo para lograr una mejor fijación. Estas pinturas representaban escenas mitológicas, paisajes, motivos decorativos y episodios de la vida cotidiana, como los célebres frescos de Pompeya, algunos incluso de carácter erótico. Complementando estas decoraciones, los mosaicos romanos eran habituales en suelos de villas y termas, con diseños geométricos o figurativos; destacan los mosaicos de Itálica, entre ellos el célebre Cave canem (“Cuidado con el perro”).

La arquitectura romana alcanzó un desarrollo monumental gracias a su dominio de la ingeniería. Construyeron edificios destinados al entretenimiento como los anfiteatros, formados por dos teatros enfrentados y utilizados para combates de gladiadores y cacerías. Los ejemplos más notables son el Coliseo de Roma y el anfiteatro de Itálica. También erigieron grandes monumentos conmemorativos, como el Ara Pacis, dedicado a la paz augustea, o el Arco de Tito, que celebraba victorias militares. Entre los edificios más emblemáticos se encuentra el Panteón de Agripa, célebre por su cúpula y su perfección arquitectónica.

Tras el periodo romano, se omiten los visigodos para centrarse en el arte hispanomusulmán, desarrollado más tarde en la península ibérica durante Al-Ándalus, que constituye una etapa esencial en la historia artística peninsular.

Arte Hispanomusulmán (ss. VIII – XV)

El arte hispanomusulmán se desarrolló en la península ibérica durante el periodo islámico de Al-Ándalus y se caracteriza por la fusión de influencias arábigas, romanas, visigodas y bizantinas. Los artistas musulmanes reutilizaron materiales y elementos estéticos de civilizaciones anteriores, como los ladrillos y dovelas procedentes de antiguos acueductos romanos que se incorporaron a los arcos de la Mezquita de Córdoba.

La arquitectura hispanomusulmana se distingue por el uso de arcos de herradura, minaretes, patios interiores y una sofisticada arquitectura palaciega. Entre sus edificaciones más emblemáticas destacan la Mezquita de Córdoba, el Alcázar de Sevilla, Medina Azahara y la Alhambra de Granada, todas ellas caracterizadas por sus espacios armoniosos, jardines y una decoración minuciosa.

La decoración islámica, basada en principios de simetría y repetición, evita las representaciones figurativas en la mayoría de los contextos religiosos y se organiza en tres grandes categorías:

  • Atáurique: motivos vegetales y orgánicos dispuestos de forma simétrica.
  • Epigrafía: inscripciones con caligrafía árabe decorativa.
  • Geometría: patrones entrelazados y formas geométricas repetitivas.

A estos elementos se suma el uso de cerámica vidriada y azulejos geométricos, muy presentes en palacios y mezquitas. Aunque la representación figurativa estaba teóricamente prohibida, hubo excepciones en el ámbito cortesano, como la cerámica nazarí, donde aparecían motivos figurativos.

Entre otras manifestaciones artísticas destaca el cervatillo de Medina Azahara, una pequeña escultura de bronce que funcionaba como surtidor de agua en una fuente, ejemplo de cómo también se producían piezas escultóricas de carácter funcional.

Arte Románico (ss. XI – XIII)

El arte románico, desarrollado en los siglos XI al XIII en plena Edad Media, surgió en un contexto social y político dominado por la Iglesia Católica, que ejercía una enorme autoridad. Tanto en el románico como en el posterior gótico, el arte tenía un propósito esencialmente religioso, destinado a transmitir la fe, enseñar a los fieles y glorificar a Dios. Por ello, la iconografía medieval es casi exclusivamente religiosa y muchas obras tienen funciones didácticas.

La arquitectura románica se caracteriza por su aspecto macizo y sólido: muros gruesos, contrafuertes, arcos de medio punto, bóvedas de piedra y ventanas pequeñas, que proporcionan poca iluminación interior. Un ejemplo paradigmático es la Iglesia de San Martín de Frómista en Palencia. Este estilo convivió en la península ibérica con el arte mudéjar, ya que ambos se desarrollaron durante la época de la presencia y conquista musulmana.

La escultura románica se integra estrechamente en la arquitectura, especialmente en tímpanos, capiteles y portadas, como se aprecia en el claustro del Monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos). Las figuras muestran falta de realismo, proporciones rígidas y expresividad simbólica, pues lo importante no era la representación naturalista, sino el mensaje espiritual. También es relevante el bestiario medieval, conjunto de animales reales y fantásticos cargados de significado moral o religioso.

La pintura románica, generalmente realizada al fresco, presenta figuras esquemáticas, frontales y poco realistas, reforzando la función pedagógica del arte. Entre las obras más destacadas figuran los frescos de San Clemente de Tahull, la Virgen de Ger, el Panteón de los Reyes de San Isidoro de León y el Crufijo de Don Fernando y Doña Sancha.

En conjunto, el arte románico es un lenguaje visual destinado a instruir y emocionar al creyente mediante formas sencillas, símbolos claros y una fuerte carga espiritual.

Arte Gótico (ss. XII – XV)

El arte gótico se desarrolló en los siglos XII al XV, de forma paralela al románico, y nació en la Basílica de Saint-Denis en París. Este estilo se caracteriza por una arquitectura elevada, luminosa y espiritual, cuyo objetivo era llegar a Dios mediante la luz. Frente a los muros pesados del románico, el gótico abrió los paramentos mediante grandes ventanales y una ingeniería más compleja.

La arquitectura gótica introdujo elementos clave como:

  • Arcos apuntados: más altos y esbeltos.
  • Contrafuertes y arbotantes: que descargan el peso hacia el exterior, permitiendo colocar amplias vidrieras.
  • Grandes rosetones: y estructuras verticales que elevan visualmente el edificio.

Estas innovaciones permitieron construir catedrales majestuosas como Notre Dame de París, Sevilla, León, Burgos, o la propia Sainte-Chapelle, célebre por sus impresionantes vidrieras. La luz coloreada que entraba por ellas simbolizaba la presencia divina.

En pintura y escultura, el gótico avanzó hacia un mayor naturalismo y una representación más realista de las figuras, aunque el propósito seguía siendo esencialmente religioso y didáctico. Los artistas representaban escenas bíblicas en manuscritos iluminados, frescos, retablos y esculturas. Estas obras buscaban instruir a la población, en gran parte analfabeta, mediante imágenes claras que narraran las verdades de la fe cristiana.

Un elemento característico de la arquitectura gótica son las gárgolas, figuras grotescas que funcionaban como caños de agua, alejando la lluvia de los muros. Su nombre procede del sonido del agua al salir por ellas. Aunque funcionales, también tenían una dimensión simbólica dentro del imaginario medieval.

Durante este periodo, los artistas trabajaban dentro de gremios profesionales (de pintores, orfebres, alfareros, etc.), siguiendo un sistema formativo basado en la imitación del maestro, lo que aseguraba la continuidad de las técnicas y estilos.

El Renacimiento (ss. XIV – XVI)

El Renacimiento fue un movimiento cultural y artístico que se desarrolló en Europa durante la Edad Moderna, con un foco especialmente intenso en Italia. Su rasgo distintivo fue el redescubrimiento y admiración por la Antigüedad clásica, es decir, por Grecia y Roma. Este retorno a los valores clásicos coincidió con el auge del Humanismo y el Antropocentrismo, que situaban al ser humano en el centro de la reflexión intelectual y artística, promoviendo un profundo interés por el estudio realista de la anatomía, la proporción y la belleza ideal.

La invención de la imprenta por Johannes Gutenberg facilitó enormemente la difusión del conocimiento y la literatura, favoreciendo la expansión de las ideas humanistas. Además, el arte comenzó a considerarse un símbolo de prestigio social, lo que impulsó el mecenazgo, el coleccionismo y la mejora del estatus de los artistas, quienes empezaron a reivindicar la dimensión intelectual de su trabajo y un mayor reconocimiento profesional.

En escultura, el Renacimiento buscó capturar la armonía, la gracia y la perfección corporal inspiradas en los modelos clásicos. Uno de los grandes maestros fue Miguel Ángel, autor del célebre David, ejemplo magistral del ideal humano renacentista.

La arquitectura renacentista, fuertemente influida por los elementos y proporciones de la arquitectura grecorromana, se caracterizó por la claridad estructural, la simetría y el equilibrio. Obras emblemáticas de este periodo son la catedral de Santa María del Fiore, con la famosa cúpula de Brunelleschi, y la iglesia de Santa María Novella, de Alberti, ambas en Florencia. En España destacan el Palacio de Carlos V en Granada y el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

En pintura, el Renacimiento alcanzó cotas extraordinarias gracias al dominio de la perspectiva, la proporción, el estudio de la luz y la técnica del sfumato. Figuras como Leonardo da Vinci (autor de La Gioconda y El Hombre de Vitruvio), Miguel Ángel (pintor de la Capilla Sixtina), Rafael y Botticelli (autor de El nacimiento de Venus) representan la cima del arte renacentista italiano. También destacaron los pintores de la escuela veneciana, como Tiziano y Tintoretto, y, fuera de Italia, artistas tan influyentes como El Bosco, Durero o El Greco, que combinaron la temática religiosa con la filosofía y los valores humanistas.

El Renacimiento, en conjunto, supuso una época de innovación, creatividad y revalorización del conocimiento clásico, cuyos efectos transformaron de forma duradera la historia del arte y la cultura occidental.

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