17 Jul
El objetivo prioritario o la finalidad de la restauración es la conservación de la materia de la obra de arte.
1. Introducción: Los Orígenes Restauradores
1.1. Intervenciones en el Mundo Antiguo y Medieval
El deseo de que las obras de arte permanecieran puede trazar la línea de arranque de lo que podría llamarse una historia de la conservación y los orígenes de la restauración.
En la Antigüedad, las invasiones, conquistas y los contactos entre diversos países dieron lugar a influencias y mestizajes culturales que motivaron los instintos por conservar, recuperar o anular las manifestaciones de los antecesores, aliados o enemigos.
En la antigüedad grecorromana, los templos que eran demolidos o arrasados, eran reconstruidos con el fin de restablecer el aspecto original del edificio, como ocurrió con la Acrópolis de Atenas. En época helenística, muchos de los relieves de los templos del periodo clásico se “restauraron” por estar gastados.
Roma heredó el concepto platónico de la mímesis para esa primitiva práctica de la restauración. Entre las reconstrucciones más afamadas del mundo romano debe citarse la emprendida en el Panteón de Agripa.
En cuanto a la escultura, se sabe de decretos que obligaban a los artistas a asegurar la conservación y la restauración de la obra. Se restauraron numerosas imágenes sagradas con el deseo de recuperar el aspecto original, como la Atenea Parthenos y el Zeus Olímpico de Fidias.
La Edad Media se inicia con un proceso destructor de las grandes obras del mundo antiguo, pero se reutilizaron otras muchas. Puede decirse que restauración es sinónimo de reutilización. Aunque existió una clara voluntad de conservar, no existió una valoración histórico-artística.
Tanto el Partenón como el Erecteion se convirtieron en iglesias cristianas en el siglo V, cambiándose la disposición y agregándose un ábside.
Las invasiones bárbaras desencadenaron un proceso de expolio, destrucción e inmediato aprovechamiento y reutilización de materiales para otros usos, así como el abandono de numerosos monumentos saqueados.
Uno de los períodos más destructores fue el movimiento iconoclasta bizantino que no toleró las representaciones e imágenes religiosas. El Islam también tuvo una premisa iconoclasta y destructora, pero su capacidad de reabsorber nuevas técnicas y sistemas constructivos renovadores posibilitó la realización de nuevas aljamas con materiales reaprovechados.
La conquista cristiana en la España medieval volverá a repetir el mismo criterio de reutilización, consagrando al culto cristiano numerosas mezquitas de la mitad sur peninsular.
Hubo en el Derecho medieval una regulación jurídica por medio de fueros, franquicias, contribuciones y expropiaciones para la financiación de construcciones. En Roma se promulgaron edictos para proteger los restos romanos.
Durante los últimos siglos medievales se produjeron intervenciones para terminar y actualizar las pinturas trecentistas.
1.2. Prácticas durante el Renacimiento y el Barroco
Durante el Renacimiento se produce una nueva valoración del arte, aunque se carece todavía del concepto primordial: la consideración de la obra de arte como documento histórico. En estos momentos solo interesan las obras de arte de la Antigüedad.
Igualmente, nace entre los cultos y poderosos el gusto por coleccionar objetos del pasado clásico. Un documento excepcional revela una nueva actitud del hombre renacentista en materia de conservación: se trata de la denominada Carta de Rafael al papa León X. Fue el primer artista consciente de tutelar y conservar la herencia de la arquitectura romana.
La alteración de la forma y el tamaño del objeto fue algo habitual, especialmente en las pinturas. En la escultura, las intervenciones fueron igualmente esteticistas.
Al abrigo del gusto por el coleccionismo y de ese incipiente desarrollo de las técnicas de restauración, se inició un mercado o negocio de falsificaciones.
Para la arquitectura, los artistas del Renacimiento mantuvieron una actitud equívoca. Lo normal fue la adaptación de los monumentos al nuevo estilo vigente, aunque muchos edificios que no se adaptaban a las funciones y necesidades del momento, se convirtieron en auténticas canteras, sufriendo un expolio material cuyo ejemplo supremo fueron el Coliseo y el Foro de Roma.
La costumbre de recortar o ampliar los lienzos o de completar las obras escultóricas antiguas continuó durante el Barroco, reavivada por la continuidad del auge del coleccionismo y la proliferación de galerías pictóricas.
Estas galerías y su distribución decorativa obligaron a ajustes y adaptaciones en las dimensiones de las obras pictóricas. En la España de Felipe IV se alteraron numerosos formatos, ampliándose por ejemplo los cuadros de Tiziano: Carlos V en la Batalla de Mühlberg o La Religión Socorrida por España.
La distribución de cuadros en las galerías también originó una serie de prácticas muy relacionadas con la restauración (los arreglos), como la limpieza y el barnizado.
Durante el siglo XVII se incrementaron las falsificaciones y en escultura se continuó con la práctica de las reintegraciones, pero poco a poco se fue definiendo la figura de la profesión de restaurador de esculturas con artífices como Duquesnoy.
En cuanto a los criterios de intervención en la arquitectura, la restauración en el Barroco no fue más que la adaptación al estilo imperante, por lo que se modificaron muchos monumentos del pasado integrándose en una nueva unidad estilística.
1.3. La Ilustración, la Arqueología y la Restauración Neoclásica
Durante el siglo XVIII, la restauración fue ocupando lentamente un lugar destacado, convirtiéndose en una preocupación de los gobernantes. La actividad dejó de estar en manos exclusivas de los artistas para pasar a ser competencia de figuras más expertas.
Siguieron siendo muy habituales el traslado de la pintura de tablas a lienzos y los reentelados que evitaban el deterioro del lienzo. En Francia aparece el que puede considerarse el primer restaurador de pintura, Robert Picault. Fue él quien generalizó el traslado de pintura sobre tabla a tela.
En cuanto a España, la actividad restauradora se produjo a partir del incendio del Alcázar de Madrid en 1734. Para recuperar las pinturas dañadas, se encargó la reparación de obras a pintores al servicio del rey, como Juan García de Miranda.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la restauración arquitectónica en Roma sufrió una importante transformación por las incesantes excavaciones arqueológicas, trabajos que favorecieron las experimentaciones técnicas de conservación.
De enorme trascendencia fueron los descubrimientos de Herculano y Pompeya. Fue decisiva la llegada de viajeros del
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