23 Abr

La Construcción de San Pedro en el Vaticano: Un Proceso de Siglos

La Basílica de San Pedro en el Vaticano es la suma de diversas etapas y proyectos que han dado lugar a un conjunto monumental formado por los palacios papales, la plaza y la propia basílica. Su construcción representa la materialización de la capital de la Cristiandad. Históricamente, los edificios religiosos eran el nodo central de la vida comunitaria, influyendo en el pensamiento, las relaciones sociales y las peregrinaciones. La evolución de San Pedro refleja también las intenciones y ambiciones de los sucesivos pontífices.

Contexto Histórico y Político

En la época de inicio del proyecto, figuras como el Papa Borgia, junto con españoles y franceses, se encontraban en un período de conflictos por el control de Italia y la hegemonía en la península. En este contexto, la construcción de una nueva basílica para San Pedro buscaba representar los ideales de Roma, situándose por encima de las disputas políticas y reafirmando la autoridad moral y política del Papa.

Fases Constructivas y Transformaciones

El edificio actual de San Pedro es el resultado de reconstrucciones sobre estructuras previas, expuesto a constantes cambios y transformaciones a lo largo de varias etapas. Algunas fases fueron sumatorias, añadiendo elementos, mientras que otras implicaron modificaciones significativas. Los arquitectos clave que intervinieron fueron: Bramante, Rafael, Antonio Sangallo el Joven, Miguel Ángel y Carlo Maderno (este último ya en el período Barroco). La forma final de San Pedro es el resultado de la suma de sus acciones, superando numerosos problemas constructivos, económicos e históricos, dado que su ejecución se extendió por más de un siglo.

La Antigua Basílica Constantiniana

La basílica original se erigió sobre el lugar de enterramiento de San Pedro, en las afueras de Roma, cerca del antiguo complejo de Nerón. Esta primitiva basílica, construida en el siglo IV bajo el emperador Constantino, seguía el modelo de la basílica civil romana, cuyo uso original era como tribunal de justicia y espacio mercantil. Tenía una estructura de tres naves, con la nave central cubierta por una armadura de madera plana, y la división entre naves se realizaba mediante pilares y columnas. Este fue el modelo predominante para las iglesias cristianas hasta ese momento. Sobre sus ruinas se levanta la actual basílica, destacando el carácter superpuesto de elementos que constituyen una suma de etapas históricas y arquitectónicas.

Intervenciones Clave en el Renacimiento y Barroco

La Propuesta de Bramante (1506)

El proyecto inicial de Donato Bramante (1506) proponía un diseño equilibrado y estructurado, basado en principios geométricos y de proporción, reflejando la idea renacentista de que la arquitectura debe someterse a leyes armónicas. Su esquema general era una planta de cruz griega inscrita en un cuadrado, presidida por una gran cúpula central como elemento generador del espacio. La cúpula tenía una escala monumentalizada y el conjunto se concebía como una suma de partes interrelacionadas. Bramante murió en 1514, lo que generó dificultades significativas para la continuación de su proyecto original.

La Propuesta de Rafael Sanzio

Tras Bramante, Rafael Sanzio (Urbino, 1483 – Roma, 1520) asumió la dirección. Rafael, conocido por su interés en conciliar la tradición cristiana con la clásica y por su labor en la protección de las ruinas romanas, propuso modificar el plan centralizado añadiendo un cuerpo longitudinal que terminaba en un ábside. Sin embargo, esta propuesta fue efímera y no llegó a ejecutarse.

El Impacto del Saco de Roma (1527)

La muerte de Bramante y Rafael marcó el final del Alto Renacimiento. En 1527, las tropas de Carlos V invadieron y saquearon Roma durante tres días (el «Saco de Roma«), un evento que señaló el punto álgido del poder español en Italia y supuso una catástrofe social. En ese momento, las obras de San Pedro se encontraban en un estado de considerable abandono.

El Proyecto de Antonio Sangallo el Joven

Antonio Sangallo el Joven (Florencia, 1483 – Terni, 1546) intentó compatibilizar los proyectos de Bramante y Rafael. Diseñó una maqueta que incluía dos altas torres en la fachada y una cúpula más achatada, acompañada de una profusión de elementos decorativos y estructurales.

El Proyecto Definitivo de Miguel Ángel

El impulso decisivo llegó con Miguel Ángel Buonarroti, quien ya había trabajado en el Vaticano como escultor y pintor. Considerado un genio complejo y rebelde, asumió la dirección de las obras sin buscar recompensa económica, sino moral. Su intervención se enmarca en la segunda mitad del siglo XVI, un período de mayor libertad creativa y de interpretación libre del clasicismo conocido como Manierismo. A diferencia del Alto Renacimiento, caracterizado por el estricto cumplimiento de las normas clásicas, el Manierismo exploraba nuevas formas y llevaba al límite lo conocido, anticipando la ruptura que supondría el Barroco en el siglo siguiente. Esta libre interpretación varió en cada artista (Miguel Ángel, Palladio, Vignola).

Miguel Ángel retomó la idea de la planta de cruz griega centralizada, pero con un enfoque diferente al de Bramante. Mientras que el proyecto de Bramante se concebía como un equilibrio de partes sumadas, el de Miguel Ángel subordinaba todas las partes a la grandiosidad de la cúpula central. Diseñó una única entrada principal monumentalizada con un pórtico decástilo (diez columnas) precedido por otro tetrástilo (cuatro columnas), alineado con el eje litúrgico, y un sistema de escalinatas de acceso.

La Cúpula de Miguel Ángel

La cúpula diseñada por Miguel Ángel se convirtió en el tema central y dominante del edificio, con una fuerza expresiva que superaba la propuesta de Bramante. Los demás elementos quedan subordinados a ella, emergiendo majestuosamente y confiriendo singularidad al conjunto. Para apreciar el diseño original de Miguel Ángel, es necesario observarlo desde la parte trasera, aislándolo visualmente de la fachada y la plaza añadidas posteriormente.

Se trata de una cúpula peraltada que se alza sobre un imponente tambor, realzando su verticalidad. Miguel Ángel diseñó un tambor con contrafuertes robustos (decorados exteriormente con columnas pareadas) que alternan con grandes vanos rematados por frontones curvos y triangulares, permitiendo la entrada de luz. Estos contrafuertes sirven de arranque para los nervios de la cúpula. Un segundo tambor superior, más pequeño, se decora con guirnaldas. La cúpula fue terminada después de la muerte de Miguel Ángel por Giacomo della Porta y Domenico Fontana, quienes la remataron con una linterna unos 40 años más tarde, siguiendo de cerca los diseños del maestro pero aumentando ligeramente su altura.

Tratamiento Exterior e Interior

Miguel Ángel fue el único arquitecto que se atrevió a demoler partes previamente construidas, a diferencia de sus predecesores. El tratamiento del cuerpo inferior del edificio es robusto y coherente: un zócalo sobre el que se levanta un orden gigante de pilastras corintias (no dóricas como a veces se menciona erróneamente en descripciones simplificadas), rematado por un potente entablamento corrido. Un orden secundario de menor escala enmarca los huecos (ventanas y hornacinas ciegas en los intercolumnios). El resultado es un basamento sólido y continuo sobre el que descansa la gran cúpula.

Interiormente, el orden apilastrado se refleja, y la cúpula se apoya sobre cuatro enormes pilares y un sistema de pechinas. La cúpula está formada por un doble cascarón (una cúpula interior semiesférica y otra exterior más apuntada), lo que permite el acceso a la linterna a través de un espacio intermedio. La grandiosidad del espacio interior, bañado por la luz que penetra a través de los vanos del tambor, buscaba representar la magnificencia del cristianismo. La fuerza arquitectónica de este edificio es inmensa.

La Finalización por Carlo Maderno

Carlo Maderno (Capolago, 1556 – Roma, 1629) fue el encargado de terminar el edificio a principios del siglo XVII, ya en pleno Barroco. Retomó parte de la idea original de una planta longitudinal, añadiendo tres tramos a la nave principal diseñada por Miguel Ángel. Esta extensión transformó la planta de cruz griega en una planta de cruz latina, más basilical, creando un largo paseo litúrgico. Maderno también diseñó la fachada principal, que se abre a la plaza posteriormente realizada por Bernini. Con esta actuación, destinada a acoger a un mayor número de fieles, la basílica adquirió su morfología final, combinando la grandiosidad centralizada de Miguel Ángel con una disposición longitudinal más tradicional.

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