17 Sep

La persistencia de la memoria

Conocido también como Los relojes blandos fue pintado en 1931  Realizado mediante la técnica del óleo sobre lienzo, sus medidas son 24 x 33 cm. Esta obra se conserva en el Museo de Arte
Moderno de Nueva York, donde llegó en 1934.

Es un paisaje simple donde el cielo y el mar se confunden y al fondo aparece una pequeña formación rocosa. La obra representa un paisaje onírico en el que los elementos se asocian de forma insólita. En primer plano a la izquierda, se observa un bloque probablemente de madera, que hace las funciones de una mesa, sobre el que se disponen dos relojes y un árbol incompleto, con una sola rama y sin hojas. El reloj más grande es blando, tiene una mosca sobre él y cae, escurríéndose por el borde de la mesa. El pequeño, parece un reloj de bolsillo cerrado y las hormigas se mueven sobre él. Pende del árbol un tercer reloj, también blando. En el centro de la obra aparece una extraña figura que simula una cabeza blanda, cuyo cuello se diluye en la oscuridad. Llama la atención la enorme nariz, la especie de lengua que sale de ella y el ojo cerrado con largas pestañas. La figura parece dormir sobre la arena.


Dalí, según él mismo dice que una noche tomó un queso camembert  tan maduro que se deshacía en la boca, y que con esa imagen se fue a la cama. Allí lo atrapó el insomnio, y comenzó a reflexionar acerca de la consistencia de las cosas. Dalí al añadir estos relojes blandos quería liberar al tiempo de su cuadricula circular, albergando un tiempo que se deshace suave como el queso, donde cada reloj marca una hora distinta, como si cada objeto en el que se encuentran mantuviera una postura distinta acerca de la hora exacta. Sabemos que Dalí maneja en sus pinturas muchos símbolos y esta obra, el símbolo de los relojes blandos, hace referencia a la teoría de la relatividad de Einstein.


Los relojes, como la memoria, se han reblandecido por el paso del tiempo, son relojes perfectamente verosímiles que siguen marcando la hora. Dalí dijo sobre el cuadro:
«Lo mismo que me sorprende que un oficinista de banco nunca se haya comido un cheque, asimismo me asombra que nunca antes de mí, a ningún otro pintor se le ocurriese pintar un reloj blando«.

Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una Granada un segundo antes de despertar

Realizado en 1944. Está hecho mediante la técnica del óleo sobre tabla, sus medidas son 51 x 41 cm. Se conserva en Madrid.

Siguiendo las teorías de Freud, quiso representar en el cuadro el hecho de que, a veces, se introducen en el sueño estímulos derivados de acontecimientos exteriores. También se ha sugerido que la pintura es «una surrealista interpretación de la Teoría de la evolución”

Este fue uno de los pocos cuadros pintados por Dalí en 1944. En esos momentos se dedicaba a diseñar escaparates, a hacer decorados para películas, y le quedaba poco tiempo para pintar.

A pesar de que por aquel entonces pintaba sobre temas religiosos y había abandonado el Surrealismo ortodoxo, en donde se introducía en el mundo de los sueños, el largo título del lienzo muestra su intención de otorgarle al cuadro un carácter psicoanalítico.

El gran masturbador

Pintado en 1929. Está hecho mediante la técnica del óleo sobre lienzo y sus medidas son 110 x 150 cm.

Este cuadro tiene las carácterísticas de toda su pintura surrealista y posee una unidad equilibrada a pesar del gran número de elementos que presenta. Refleja el malestar del autor que temía, incluso, perder la cordura. Tanto el título, como el motivo central no dejan dudas


sobre las implicaciones sexuales del cuadro; el sexo era una de las obsesiones del pintor.

En la pintura están retratadas todas las obsesiones del autor:

El elemento principal es un busto antropomórfico, mezcla de cabeza humana y rocas de la costa Brava de los alrededores de Cadaqués, que repetirá en muchos otros cuadros como La persistencia de la memoria. Se caracteriza por su color amarillento, su gran nariz apoyada en el suelo y su cara alargada. Las pestañas largas representan la contraposición entre el sueño anodino de una consumación física irremediable y el sueño de que nuestros deseos se cumplan.

El saltamontes, un animal que le provocaba terror desde su infancia y que se encuentra pegado a la boca de su autorretrato. Está en estado de descomposición, lo que atrae muchas hormigas que simbolizan la muerte.

Un anzuelo como atadura a su familia que quería retenerle a su lado y volver a un modo de vida tradicional del que él da muestras de querer desprenderse definitivamente.

El león como deseo sexual, con una lengua rosada.

Unas piedras como su pasado.

Una figura aislada como soledad.

El tema de la masturbación aparece en la mujer que emerge de su retrato y cuyo rostro está cerca de unos genitales masculinos escondidos en unos ceñidos calzoncillos.

Un lirio pegado a la mujer que simboliza la pureza, una enrevesada forma de definir a la masturbación como la relación sexual más pura.

Como es normal desde que la conocíó, Gala aparece representada, en este caso en la pareja que se abraza, donde ella se metamorfosea en una roca, recuerdo de los paseos que dieron por la playa.

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