06 Abr

EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA Y MOVIMIENTOS MIGRATORIOS EN EL Siglo XIX:


El siglo XIX experimentó importantes transformaciones sociales en la transición del Antiguo Régimen a la Edad Contemporánea. Dichas transformaciones están relacionadas con el desarrollo del nuevo régimen liberal y los cambios económicos que España experimentaría a lo largo del siglo. La evolución demográfica durante el Siglo XIX estuvo marcada por un crecimiento estable de la población, frente al
estancamiento general de siglos anteriores. La población del XIX se caracterizó por:
Crecimiento moderado, lento comparado con países de nuestro entorno de mayor crecimiento económico que llegaron a duplicar su población.
Las causas del escaso crecimiento, estaba en la persistencia de un régimen demográfico antiguo Cataluña que inició la transición al régimen demográfico moderno): altas tasas de natalidad y mortalidad, es decir crecimiento vegetativo bajo. La tasa de natalidad española, al finalizar el siglo era del 34%, de las más altas de Europa. Pero relacionada con la muy elevada mortalidad, era insuficiente para permitir un fuerte crecimiento de la población, como en países desarrollados. Crecimiento moderado (11 mll. En 1800 y 18 mll. En 1900), lento comparado con países de nuestro entorno de mayor crecimiento económico que llegaron a duplicar su población. Las 


causas del escaso crecimiento, estaba en la persistencia de un régimen demográfico antiguo (salvo Cataluña que inició la transición al régimen demográfico moderno): altas tasas de natalidad y mortalidad, es decir crecimiento vegetativo bajo. La tasa de natalidad española, al finalizar el siglo era del 34%, de las más altas de Europa. Pero relacionada con la muy elevada mortalidad, era insuficiente para permitir un fuerte crecimiento de la población, como en países desarrollados. 

Los movimientos migratorios, fueron una variable demográfica del Siglo XIX, relacionados con los cambios económicos y sociales del Siglo XIX. Cabe diferenciar entre:

Migraciones internas


Sobre todo en la segunda mitad de siglo, quizás por el asentamiento de la sociedad liberal, la superpoblación rural provocada por el impacto del proceso desamortizador en el sector agrario, la mejora de los transportes y la búsqueda de una vida mejor en las ciudades. Cabe distinguir entre la migración estacional, sujeta a trabajos esporádicos, y la definitiva en un nuevo espacio. Los destinos principales fueron Barcelona, País Vasco y Madrid. Núcleos relacionados con la industria, que
demandaban proletariado industrial.


La migración exterior.
Se incrementó en este siglo, mayoritariamente a América. Esta migración estaba relacionada con las malas condiciones internas, con la atracción de estos lugares y relación con emigrantes anteriores. Galicia, Asturias y Canarias fueron las regiones de más tasa de emigración. Algunos consiguieron hacer las Américas, formando un gran patrimonio económico. Muchos retornaron, los denominados indianos, tras hacer fortuna y colaborar en el desarrollo de sus lugares de origen.

El desarrollo urbano fue considerable durante el Siglo XIX, pero no alcanzó las cotas de los países industrializados europeos. Entre 1850 y 1900 España duplicó su nivel de urbanización, mientras países como Alemania lo multiplicó por cuatro; España mantuvo unos niveles en la media de los países mediterráneos. El crecimiento urbano estuvo ligado a las transformaciones por el liberalismo, por la industrialización, y sobre todo por las desamortizaciones que favorecieron un trasvase de población del campo a la ciudad. El éxodo rural, provocó que a mediados de siglo, hubiese un desfase entre población y estructuras urbanas. La expansión urbana obligó al desarrollo de las infraestructuras: abastecimiento de agua y alcantarillado, empedrado de calles, iluminación y transporte, cambiando las condiciones de habitabilidad de las mismas.


LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN LA ESPAÑA DEL Siglo XI


X: La economía del s. XIX se caracterizó por un crecimiento lento y un atraso respecto a países europeos. Hasta 1840 estuvo estancada; comenzando una recuperación que llevó a un lento crecimiento en el último tercio del siglo.
En todos los países avanzados de Europa, la Revolución industrial requirió previamente una revolución agrícola, que en España no se produjo: los excedentes de la agricultura eran insuficientes para garantizar un crecimiento elevado de la población, la demanda campesina de bienes industriales fue muy reducida, y la transferencia de población de la agricultura a la industria fue insignificante. España pretendíó impulsar, como otros países europeos, el proceso de Revolución industrial, para transformar la vieja estructura económica, esencialmente agrícola, en otra nueva, basada en el desarrollo de la industria y el comercio. Pero el resultado final quedó lejos de lo que se pretendía. La industrialización española fue tardía e incompleta, hasta mediados del XIX era artesanal y local. El despegue comenzó en la Década moderada, en los cincuenta tuvo un periodo de crisis (desamotizaciones y subida del algodón) y en el último cuarto inició la recuperación hasta 1898. 1839 la industria textil catalana era el único sector que había iniciado la industrialización, gracias al proteccionismo e innovaciones tecnológicas (maquinas de hilar, telares mecánicos a vapor y después selfactinas). La Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas


La industria siderúrgica inició su desarrollo en Málaga (1830-1850), a mediados de siglo se desarrolló en Asturias (La Felguera;) en 1880 se desplazó a Vizcaya (capital mixto y sistema Bessemer), donde aparecieron dos empresas: Altos Hornos de Vizcaya y de Bilbao (fusionadas en 1902), teniendo la primacía del acero. Otras industrias: agroalimentaria, química, papelera y minera. Esta última se impulsó a través de la Ley de Minas (1868) liberalizando el sector, desde 1870 crecíó enormemente: La Carolina, Riotinto, Almadén…

Un sector deficiente fue la energía. Con la Revolución industrial el carbón se empleó masivamente, pero el españo  era escaso, de mala calidad y caro. Comenzó el desarrollo de nuevas fuentes de energía (petróleo y electricidad), aunque con escasos efectos sobre la economía española al ser explotados por sociedades extranjeras y exportadas. España quedó relegada a uno de los últimos puestos europeos debido a: inexistencia de un mercado nacional  escasez de capitales españoles. Las consecuencias: predominio de capital extranjero, limitada a la industria periférica (catalana y vasca) y poco competitiva, lo que obligaba al proteccionismo. Necesario modernizar los transportes y comunicaciones para impulsar la economía. Hasta finales del XVIII el transporte era caro y lento. Durante el Bienio progresista se impulsó el ferrocarril, con la Ley General de Ferrocarriles-1855, 


desgravando la importación de materiales y dando subvenciones. Las consecuencias de la ley: concesiones a compañías extranjeras, el escaso capital privado invirtió en ferrocarril y no en industria, al final había ferrocarril y pocos productos que transportar, acarreando una crisis que paralizó el avance hasta 1876. Como efectos negativos del ferrocarril, se pueden señalar el diferente ancho de vía y el estar centrado en Madrid. Otros avances en el sector: extensión de la navegación a vapor y modernización de correos y telégrafos. En el comercio, el mercado interior, hasta mediados de siglo, hacía frente a obstáculos geográficos y trabas legales (gremios, portazgos, pontazgos y peajes), su abolición y mejora en los transportes, facilitó la unificación del mercado nacional. El comercio exterior, a pesar de la pérdida de la América continental, aumentó; pero la balanza comercial fue deficitaria Frente a la primacía industrial británica, los países europeos trataron de proteger sus nacientes industrias. España practicó una política proteccionista Pero los defensores del librecambismo, querían reducir la intervención del Estado, dejando al mercado libre. España pasó de un alto proteccionismo (Arancel de 1826), a una reducción a mediados de siglo, a una política relativamente librecambista (Arancel Figuerola-1869), volviendo al proteccionismo en la Restauración.

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