29 Jun

Trabajos como los de Salovey y Mayer (1990), Gardner (1983, 1993) y Sternberg (1990,
2000) son representativos de los avances en la reformulación del concepto de inteligencia.
En ellos se observa cómo el constructo
de inteligencia ha experimentado una ampliación conceptual muy importante, especialmente a partir de la teoría de las inteligencias
múltiples de Gardner (1993), la cual ha tenido una gran repercusión en la atención a la diversidad en el contexto educativo.

Dicha teoría actualmente distingue nueve inteligencias, de entre las que destacamos la inteligencia interpersonal y la intrapersonal, que
confieren al concepto de inteligencia una mayor proximidad a la dimensión personal y emocional.

La inteligencia intrapersonal se relaciona con la capacidad de formarse un modelo preciso de sí mismo y utilizarlo apropiadamente,
el cual es preeminente en el momento de tomar decisiones esenciales a lo largo de la vida.
La inteligencia intrapersonal puede
equipararse al concepto de inteligencia personal de Sternberg (2000). Paralelamente, la inteligencia interpersonal —también
denominada competencia social por autores como Rose-Krasnor (1997), Cherniss (2000), Topping, Bremmer y Holmes (2000)
y Zirkel, (2000), entre otros— se concibe como la capacidad de comprender a los demás y relacionarse con ellos de forma
mutuamente beneficiosa.

Salovey y Mayer (1990) desarrollaron el concepto de inteligencia emocional, que definían entonces como la habilidad para manejar
los sentimientos y emociones, discriminar entre ellos y utilizar esta información para distinguir entre los propios pensamientos y
acciones. 

Hasta concebirse como la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, acceder y generar sentimientos que faciliten
el pensamiento, comprender emociones y regularlas para permitir el crecimiento emocional e intelectual (Mayer & Salovey, 1997).

Así, bajo la denominación de inteligencia emocional se encuentran diversas concepciones que, tal como señalán Mayer et al. (2000),
permiten entender la inteligencia emocional como mínimo de tres formas: como movimiento cultural, como rasgo de personalidad y
como capacidad mental.

acuerdo: la existencia de un conjunto de competencias emocionales, con un elevado valor para la vida, que pueden ser aprendidas

hablar de educación emocional y se pone el énfasis en la interacción entre la persona y el ambiente y, como consecuencia, se confiere
gran importancia al aprendizaje y progreso. La educación emocional tiene como objetivo contribuir a este desarrollo.

Entre los aspectos que se ven favorecidos por el desarrollo de las competencias emocionales están los procesos de aprendizaje, las relaciones interpersonales, la
resolución de problemas y la consecución y mantenimiento de un puesto de trabajo.

El desafío no es sencillo: la adquisición y utilización de competencias apropiadas en el momento oportuno no es comparable con el
aprendizaje de conocimientos, conceptos o procedimientos, sino que implica una complejidad mucho mayor


Como señaló Gagné (1965), la adquisición de habilidades y competencias requiere de mucho más tiempo para alcanzar su dominio. Es preciso ofrecer
múltiples oportunidades en las que poner las competencias en práctica y propiciar su uso en contextos diferentes. Además del
entorno escolar, la familia y, por extensión, cualquier situación vital se convierten en escenarios oportunos para el desarrollo de
competencias emocionales.

Entendemos la educación emocional, en los términos de Bisquerra (2009b), como un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo de las competencias emocionales como elemento esencial del desarrollo integral de la persona, con objeto de capacitarla para la vida. El concepto de educación emocional es más amplio que el de inteligencia emocional.

La educación emocional adopta un enfoque de ciclo vital, por lo que es preciso que forme parte del currículo académico a lo largo de todas las etapas educativas, desde la educación infantil hasta
la edad adulta y se extienda a la formación permanente durante toda la vida.

La educación emocional es una forma de prevención primaria inespecífica que pretende minimizar la vulnerabilidad de la persona a determinadas disfunciones, o prevenir su ocurrencia
(Bisquerra, 2009a, 2011, 2016)

as competencias emocionales son el conjunto de conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes necesarias para comprender, expresar y regular de forma apropiada los fenómenos emocionales.
En Bisquerra y Pérez-Escoda (2007) puede encontrarse una revisión de las principales propuestas de clasificación de las competencias emocionales a partir de la cual se establece
un modelo propio (figura 1), que las agrupa en cinco bloques: conciencia emocional, regulación emocional, autonomía personal, competencia social y competencias para la vida y el bienestar.



El primero de los bloques, conciencia emocional, alude a la capacidad para tomar conciencia de las propias emociones y de las emociones de los demás, incluyendo la habilidad para captar el
clima emocional de un contexto determinado.

La autoconciencia se refiere a la capacidad de los individuos para comprender y reconocer emociones, metas y valores personales; conocer sus fortalezas y debilidades;
poseer un sentido de autoeficacia y optimismo; y mantener una mentalidad de crecimiento. La regulación emocional, por su parte, designa la capacidad para manejar las emociones de forma apropiada. Supone tomar conciencia de la relación entre emoción, cognición y comportamiento
y tener buenas estrategias de afrontamiento, capacidad para autogenerarse emociones positivas, entre otras. La autogestión implica la capacidad para regular los pensamientos, emociones, y comportamientos en función de objetivos valorados; retrasar la gratificación y controlar los impulsos.

La autonomía emocional se puede entender como un concepto amplio que incluye un conjunto de carácterísticas y elementos relacionados con la autogestión personal, entre las que se encuentran
la autoestima, actitud positiva ante la vida, responsabilidad, capacidad para analizar críticamente las normas sociales, la capacidad para buscar ayuda y recursos, así como la autoeficacia emocional.

La competencia social es la capacidad para mantener buenas relaciones con otras personas. Esto implica dominar las habilidades sociales, capacidad para la comunicación efectiva, respeto, actitudes
prosociales, asertividad, entre otras. La habilidad social involucran la capacidad para escuchar, comunicar, y cooperar con los demás.

conciencia social se refiere a la capacidad para comprender las perspectivas de otros; empatizar y sentir compasión; y comprender normas sociales de comportamiento.

Finalmente, el bloque de competencias para la vida y el bienestar incluye la capacidad para adoptar comportamientos apropiados y responsables para afrontar satisfactoriamente los desafíos diarios
de la vida, ya sean privados, profesionales o sociales, sin olvidar las situaciones excepcionales con las que cada cual va tropezando. Permiten organizar la vida de forma sana y equilibrada, al facilitar
experiencias de satisfacción o bienestar. La toma de decisiones esponsable implica la capacidad de realizar elecciones constructivas respecto
delpropio comportamiento, considerando las consecuencias de las propias acciones

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