14 Abr

En los últimos años del reinado de Isabel II se vivíó una profunda crisis que

provocó diversas revueltas. El gobierno liberal conservador de Narváez llevó a

algunos burgueses y militares a distanciarse del régimen autoritario, que usó la

violencia contra los manifestantes. La reina era criticada por su vida sexual y su

despreocupación por el gobierno. En 1866 se firmó el Pacto de Ostende, donde

progresistas, republicanos y demócratas acordaron expulsar a los Borbones del

trono y democratizar la vida política. La Uníón Liberal, dirigida por Serrano, se

pronunció a favor.


Los conspiradores se pronunciaron en Cádiz (1868) liderados por Prim, Serrano y

el almirante Topete. También, se crearon las Juntas Revolucionarias. Esta

revolución (“La Gloriosa”) provocó el exilio de la reina en París y el triunfo de los

anti-borbónicos. Tras ello, crearon un gobierno provisional, liderado por Serrano,

que convocó elecciones a Cortes Constituyentes que ganaron los progresistas de

Prim. Además, acabaron con los desmanes provocados por la anarquía

generalizada.


Se elaboró una nueva Constitución en 1869, en la que destacaban los siguientes

principios: proclamación de los Derechos del Ciudadano, soberanía nacional,

sufragio universal y libertad religiosa.

La forma de gobierno fue la Monarquía Parlamentaria, es decir, el rey estaba

sometido a las Cortes.

El general Prim planteó en Europa la “oferta” de ser la nueva dinastía para el trono,

pero nadie parecía quererlo. Pensó en la rama de Orleans como última solución,

pero tampoco hubo acuerdo. Franceses y prusianos entraron en guerra a causa de

la oposición de los franceses a la instalación de los prusianos. Finalmente, Prim se

la cedíó a la familia Saboyá y, don Amadeo de Saboyá, aceptó la Corona en 1870.


El nuevo rey desde un principio sintió el rechazo de todos pues, su único apoyo

(Prim), fue asesinado mientras Amadeo I viajaba a la península.

El régimen amadeísta estaba abocado al fracaso desde el principio.En este estado solo salieron beneficiados los republicanos apoyados por los

elementos obreros y campesinos.


Durante estos años se establecíó en España la delegación de la A.I.T., fundada por

Marx. La internacional enfrentó las clases trabajadoras contra la burguésía

gobernante, al ser declarada inconstitucional. Además, en 1872 los carlistas

volvieron a declarar la Guerra Civil. El nuevo pretendiente, Carlos VII, supo dar al

movimiento un aire renovador y de preocupación social alejado de los

planteamientos absolutistas. El movimiento cobró mucha importancia en el norte.

En 1873, Amadeo I abdicó y aparecíó la República.


La primera República, fue proclamada por la Asamblea Nacional. También se eligió el primer gobierno de coalición radical-republicana, bajo la presidencia de Figueras.


Los grupos locales radicalizaron sus posturas ante los propietarios (sobre todo en

Andalucía). Estos pretendieron proclamar el Estado Catalán dentro de la

República Federal Española, lo que provocó el enfrentamiento entre la sociedad.

Además provocó el desencanto de las masas obreras que creyeron en una

República transformadora cuando no fue así.

Los republicanos federales vieron la necesidad de disolver la Asamblea y convocar

nuevas elecciones. Antes se aprobaron dos leyes: abolición

de la esclavitud en Puerto Rico y abolición de las quintas (sustituidas por un

ejército voluntario). Con el cambio del gobierno, los elementos más ricos

abandonaron el país.

En esta misma época el Movimiento Obrero Internacional vivíó la división entre

marxistas y anarquistas. Estos últimos eran más fuertes en el Movimiento Obrero

español.


Las Cortes republicanas de 1873 elaboraron un proyecto de constitución en el

que el país quedaba constituido por quince estados federales que consentían el

unirse en uno solo. A estos se unieron Cuba y Puerto Rico.

Esta idea federalista condujo a una serie de revueltas entre poblaciones que se

decidían a proclamar, mediante las Juntas Revolucionarias, su independencia.

Esta decisión se relaciona con el desencanto de muchos sectores de la baja

burguésía y el proletariado hacia la República que no colmaba sus aspiraciones. El

movimiento pronto alcanzó tintes muy violentos como Alcoy, donde se linchó al

alcalde; o en Cartagena, de la que los dirigentes se hicieron dueños con el apoyo

del arsenal, algunos jefes militares y la escuadra naval.


En Julio estallan las revueltas cantonales y el presidente Pi y Margall dimitíó.

Fueron principalmente poblaciones de Valencia, Murcia y Andalucía, las que se

declararon independientes. El Cantón de Cartagena, en una primera fase se dedicó a propagar el movimiento insurreccional; y, en una segunda, a defenderse hasta la derrota. 

La flota a sus órdenes llegó a ser considerada pirata en su lucha contra la flota española e internacional.


En Andalucía los cantones más importantes, entre otros, fueron en Sevilla, Málaga

y Cádiz. Estos movimientos siempre estuvieron ligados a los problemas de la tierra

y, por ello, los anarquistas y otros elementos revolucionarios, vieron en ellos la

posibilidad de regeneración de la clase trabajadora que tanto habían buscado.

Las revueltas cantonales favorecieron las distensiones internas republicanas y el

asentamiento de la política centralista. Además otorgaron al ejército un poder que

finalmente usó contra la propia República.


Nícolás Salmerón (sucesor de Pi y Margall), eliminó las revueltas cantonales

enviado a militares alfonsinos como Pavía o Martínez Campos. El último cantón

en caer es el de Cartagena (1874) en pleno gobierno de Serrano. Al mismo

tiempo, se produjo la primera huelga general revolucionaria en Alcoy.

La derechización es máxima cuando accede a la presidencia Emilio Castelar

(Septiembre de 1873) que provoca la vuelta de los financieros y propietarios burgueses.

Su programa se basaba en el restablecimiento del orden, la autoridad

y el gobierno. La confianza que depositó en los militares supusieron el fin de la

República (3 de Enero de 1874), al entrar las tropas al mando de Pavía en el

Congreso y forzar la disolución.

El golpe supondrá el prólogo de la Restauración monárquica en el príncipe don

Alfonso. El único puente entre los dos sistemas fue la dictadura del general

Serrano hasta 1875 (pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunta).



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