22 Jul

El Bienio Progresista (1854-1856)

1. El Pronunciamiento de 1854: Los Progresistas en el Poder

En 1854, un grupo de militares bajo la dirección de los generales O’Donnell y Dulce decidieron iniciar un pronunciamiento en Madrid en contra del gobierno. Un día se enfrentaron con las tropas gubernamentales en Vicálvaro, resultando en un encuentro indeciso.

En Manzanares, el general Serrano se unió a la sublevación y convenció a O’Donnell para dar al pronunciamiento un giro hacia el progresismo. Con esa finalidad, se redactó el Manifiesto de Manzanares, con promesas progresistas, que firmó O’Donnell y cuya difusión permitió que la sublevación militar se transformara en una revolución popular y progresista. En distintas ciudades se constituyeron juntas revolucionarias. A la vista de los acontecimientos, a la reina solo le quedaba una opción: formar un gobierno dirigido por la principal figura del progresismo, el general Espartero.

2. La Constitución «non nata» de 1856 y la Obra Legislativa. El Fin del Bienio

Este gobierno de Espartero coincidió con un nuevo levantamiento carlista.

Convocadas elecciones para unas Cortes Constituyentes, se dio el triunfo al nuevo partido de la Unión Liberal, liderado por O’Donnell, y que nació como una opción de centro, agrupando a progresistas y moderados. El Partido Demócrata, que se había creado en 1849 como una escisión por la izquierda del progresismo, defendía el sufragio universal masculino y políticas a favor de los intereses populares.

Estas Cortes del Bienio desempeñaron un importante papel en lo político y lo económico:

  • La Constitución «non nata» de 1856

    Es conocida como «non nata» porque no fue promulgada. Reunía el ideario progresista: la soberanía nacional, la vuelta a la Milicia Nacional, alcaldes elegidos por los vecinos, unas Cortes bicamerales, libertad de imprenta y libertad religiosa.

  • La Ley de Desamortización General (1855)

    La Ley de Desamortización General Civil y Eclesiástica del 1 de mayo de 1855, llamada de Madoz por el ministro que la promovió. Afectó a los bienes de la Iglesia, a los que se sumó la venta de los bienes municipales. La burguesía con dinero fue de nuevo la gran beneficiaria, aunque la participación de los pequeños propietarios fue más elevada que la anterior de Mendizábal. Se pretendía lograr dinero para la Hacienda.

  • La Ley General de Ferrocarriles (1855)

    La Ley General de Ferrocarriles en 1855 facilitó la inversión de capital extranjero y la constitución de grandes compañías ferroviarias para la construcción y explotación de la red ferroviaria.

  • La Ley de Bancos de Emisión y Sociedades de Crédito

    La Ley de Bancos de Emisión y de Sociedades de Crédito, destinadas a favorecer la movilización de los capitales para financiar la construcción de las líneas ferroviarias.

La crisis que acabó con el gobierno de Espartero fue una consecuencia del clima de conflictividad social. En Barcelona, los trabajadores reivindicaban mejoras sociales en un clima de tensión social, pero fue en tierras de Castilla donde la carestía del pan provocó motines de subsistencia. Espartero, ante el clima de inestabilidad, decidió dimitir. Era lo que deseaba la reina, igual que los moderados. La reina llamó a O’Donnell para formar gobierno en 1856.

La Vuelta al Moderantismo: La Era O’Donnell (1856-1868)

1. La Evolución Política y el Crecimiento Económico

La última etapa del reinado de Isabel II fue de alternancia en el poder entre los moderados y la Unión Liberal. Se logró una cierta estabilidad política interior, a la cual contribuyó la prosperidad económica. Comenzó O’Donnell, pero, en contra de lo que imaginaba, su gobierno solo duró tres meses. Suficientes para suprimir la Milicia Nacional, disolver las Cortes y restablecer la Constitución de 1845. Pese a todo, se mantuvieron leyes progresistas como la de imprenta, la desamortización y la de ayuntamientos.

En octubre, la reina decidió destituir a O’Donnell para formar un gobierno presidido por Narváez. Era la vuelta al moderantismo más conservador. También correspondió a este gobierno la aprobación de la Ley de Instrucción Pública en 1857, debida al ministro Claudio Moyano, que regulaba el sistema educativo en tres etapas: primaria, segunda enseñanza y enseñanza superior.

Antes de terminar el año, Narváez presentó su dimisión y, tras la constitución de dos gobiernos de corta duración, fue O’Donnell el encargado de formar gobierno. Se finalizaron grandes obras públicas.

O’Donnell apostó por una política exterior con aventuras militares que fueron bien acogidas por la opinión pública y permitieron darle al gobierno un cierto prestigio.

Así, en la Guerra de la Cochinchina se envió una expedición junto a otra francesa para castigar el martirio de misioneros que estaba teniendo lugar allí. Pero la más importante fue la guerra contra Marruecos, que tuvo lugar para proteger Ceuta de los ataques marroquíes. Se logró la ampliación de la plaza de Ceuta. También se intervino en México y en el Pacífico.

2. La Crisis del Reinado (1863-1868)

Desde 1863, se acabó la estabilidad. El juego político había quedado reducido a favor de los moderados y de la Unión Liberal. En la crisis final del reinado contribuyó la misma Corona, empeñada en contar solo con gobiernos moderados, o bien presididos por O’Donnell, lo que anulaba los fundamentos del sistema liberal. A los progresistas solo les quedaba la vía de la conspiración, lo que suponía tomar el poder por la fuerza.

A todo esto, el gobierno añadía más ingredientes a la crisis al actuar con extrema dureza ante cualquier acontecimiento que alteraba el curso de la vida política. Con Narváez, el catedrático Emilio Castelar fue expedientado tras escribir un artículo donde criticaba a la reina. El rector de la Universidad Central se puso a su lado y una manifestación de estudiantes acabó, tras la actuación de la fuerza pública, con 11 muertos y 193 heridos. El gobierno desprestigiado cayó para ser sustituido por otro dirigido por O’Donnell.

Los progresistas, liderados por Juan Prim, ya solo confiaban en el pronunciamiento como única salida. Acabó en un absoluto fracaso: la sublevación de los sargentos de artillería del cuartel de San Gil. El gobierno de O’Donnell respondió con una fuerte represión. Otra vez la reina destituyó a O’Donnell para volver a Narváez.

Mientras, en 1866, la oposición de progresistas y demócratas firmaba el Pacto de Ostende. Tras la muerte de O’Donnell, los unionistas, bajo la dirección del general Serrano, se unieron al pacto. En 1868, fallecía Narváez. La sublevación estalló en septiembre de 1868. Denominada la «Gloriosa», al triunfar, esta trajo consigo la caída de Isabel II, que salió de España hacia París y la apertura en nuestra historia de una nueva etapa política de signo democrático, que iba más allá del liberalismo.

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