11 Jul

1.- Pensamiento y cultura en el Siglo XVIII:


la Ilustración El siglo XVIII, también llamado Siglo de las Luces, marca el límite histórico entre el Antiguo Régimen y los comienzos de la edad contemporánea. Recibe el nombre de Ilustración el movimiento cultural e ideológico que renueva profundamente el pensamiento y la mentalidad a lo largo del Siglo XVIII o Siglo de las Luces. La Ilustración se inicia en Francia y se extiende a toda Europa. Son rasgos típicamente ilustrados:

El Racionalismo

El fundamento del conocimiento se encuentra en la razón. La fundamentación racional del saber favorece lógicamente el desarrollo científico y técnico.

El utilitarismo

Los avances científico-técnicos, el anhelo de saber y las reformas sociales deben tener como guía la utilidad para la comunidad.

El progreso

Se tiene la idea de que el dominio de la Naturaleza hace al ser humano dueño de su futuro, que puede mejorar indefinidamente.

El reformismo

Los ilustrados aspiran a que sus ideales tengan una concreción práctica en la realidad, por lo que proponen reformas sociales, económicas y políticas que los hagan posibles. La filosofía de las luces se plasmará en la Enciclopedia. Esta obra, publicada en Francia en forma de diccionario, pretende ser el compendio del saber de la época y en ella colaboran muchos de los pensadores más relevantes del momento (como Voltaire, Montesquieu y Rousseau). En el Siglo XVIII se inicia en España un cambio de dinastía y los Borbones adoptaron el despotismo ilustrado, una forma de gobierno que supone que son los gobernantes los que aplican las reformas desde arriba (“Todo para el pueblo pero sin el pueblo”). Las reformas ilustradas en España tuvieron su mayor auge durante el reinado de Carlos III. Aunque de forma tardía, la Ilustración penetra en España. Mediante una reforma gradual, los ilustrados españoles pretendieron cambiar la mentalidad del país (sumido en un estado de decadencia y atraso). 2

.- Tendencias de la literatura española en el Siglo XVIII

Guiada por el principio del “buen gusto”, la literatura se convierte en un instrumento de reforma bajo el lema de enseñar deleitando.
La literatura de este periodo es más racional, más educativa y con mayor contenido ideológico. Los escritores, más preocupados por lo práctico, tratan de ejercer una labora formativa y prestan menos atención a la expresión de los propios sentimientos; su finalidad es ser útiles a la sociedad para mejorarla y modernizarla.


No obstante, no todo el Siglo XVIII es homogéneo y las distintas corrientes estilísticas existentes así lo demuestran:

Posbarroquismo

A comienzos del Siglo XVIII predomina una literatura heredada de la tradición barroca, pero agotada en su sentido y forma. Aparece entonces el movimiento denominado rococó, un Barroco menor, refinado y elitista.

Neoclasicismo

Es el estilo que mejor define la literatura ilustrada. Se vuelve la mirada a los modelos clásicos greco-latinos. Según este estilo, las obras de arte deben estar también sujetas a la razón y obedecer, por tanto, a unos principios de ordenación lógica. Las reglas y la imitación de la naturaleza son sus bases.

Prerromanticismo

Conforme pasa el tiempo, sin embargo, una nueva sensibilidad se extiende entre los artistas dieciochescos, que revalorizan el individualismo, la naturaleza, el instinto y el sentimiento. Esta corriente sentimental preludia ya el Romanticismo del Siglo XIX.

3.- La poesía

En la primera mitad del siglo la poesía presenta un estilo Barroco que imita a Góngora o Quevedo. En la segunda mitad se impone la poesía neoclásica. Sus principios normativos y estéticos están acuñados en La Poética de Luzán. Uno de los poetas más destacados es Juan Meléndez Valdés. Entre los géneros poéticos cultivados destacan: La anacreóntica y los idilios de carácter pastoril. Es una poesía de carácter artificioso, que canta con delicadeza y gracia los placeres del amor, del vino, de la fiesta o de la danza. La sátira, la epístola y las odas, propias de una poesía de carácter social. Tratan temas cívicos, como la amistad o la convivencia, y las conquistas humanas, como la invención de la imprenta. La fábula, que responde a la preocupación didáctica del siglo. Son cuentos populares en verso, que ofrecen una moraleja y cuyos protagonistas son animales. Los dos representantes más destacados son:

Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte

Al final de siglo, los poetas inician una etapa más intimista y sentimental que anuncia el Romanticismo del Siglo XIX.


4.- La prosa


La prosa es una de las formas más cultivadas en la literatura del Siglo XVIII. Aparece unida al afán didáctico de la época. En la primera parte del siglo aparecen vidas de santos, sermones, libros históricos o narraciones de carácter popular con un lenguaje Barroco. El autor más destacado es Diego de Torres Villarroel. Hacia la mitad de siglo se inicia el periodo claramente neoclásico, en el que sobresalen dos géneros: el ensayo y la crítica.
El ensayo, con estructura libre y lenguaje moderno, divulgó reflexiones sobre asuntos muy diversos: la decadencia del país, la educación, la situación social y cultural de las mujeres, la dignificación del trabajo, la religión, las costumbres… En este género destacan autores como Benito Jerónico Feijoo y Gaspar Melchor de Jovellanos.

La crítica fue muy utilizada en la época para satirizar vicios o costumbres. Uno de los máximos representantes de la sátira social fue José Cadalso (Cartas marruecas). Otro vehículo transmisor de la cultura y las ideas ilustradas fue el artículo periodístico: la prensa, nacida en el Siglo XVIII, se convierte en un medio imprescindible para la sociedad. La prosa de ficción tuvo menos acogida en el Siglo XVIII. En las últimas décadas del siglo se inicia una corriente renovadora en la que los autores escriben una prosa más sensible, que se desarrolla en un ambiente idealizado y melancólico.

Destaca la obra de Cadalso Noches lúgubres


5.- El teatro


En las primeras décadas del siglo perviven las comedias barrocas.
Hacia la mitad del siglo, nace el teatro neoclásico propiamente dicho. Vinculado a las ideas ilustradas, está dirigido a la clase media. Sus principales carácterísticas son: el sometimiento a la regla clásica de las tres unidades, la finalidad didáctica, el planteamiento verosímil, la estructuración de la obra en tres actos y la separación total de géneros. Los géneros más representados son la tragedia y la comedia:
La tragedia neoclásica aborda temas de la Antigüedad clásica o de la historia nacional, e intenta crear una tradición basada en héroes nacionales que puedan convertirse en ejemplos para la comunidad. Un autor destacado es Vicente García de la Huerta.
La comedia es el género teatral típicamente ilustrado. Este género se caracteriza por el final feliz y su intención didáctica se concreta en la censura de los vicios o de reprobables costumbres sociales. Destaca Leandro Fernández de Moratín (El sí de las niñas, La comedia nuevo o el café). En esta época se desarrolla también un teatro de carácter popular:
los sainetes, cuyo autor más representativo es Ramón de la Cruz. El sainete es una pieza teatral breve de carácter cómico que se representaba en los entreactos de las obras mayores.

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