11 Abr

Con la restauración monárquica en la persona de Alfonso XII, España parecía volver a la situación anterior a 1868, sin
embargo, el cuadro de fuerzas sociales y económicas se estaba haciendo más complejo. Maduraba un cierto desarrollo
industrial, financiero y urbano, que provocaba nuevas tensiones. El modelo político y social se caracterizó por un
extremado conservadurismo. Controlaba los resortes del poder una reducida oligarquía (entre los que se encontraban
los altos mandos militares y de la administración, la burguésía terrateniente, los sectores industriales, los hombres de
negocios…). Poco a poco se fueron desarrollando una serie de elementos que acabarían por romper este marco: el
movimiento obrero, las fuerzas políticas democráticas, los nacionalismos periféricos y los conflictos coloniales.
DESARROLLO
El proyecto de la Restauración dirigido por Cánovas del Castillo, daba sus primeros pasos con el Manifiesto de
Sandhurst. A través de él, el príncipe Alfonso, que se encontraba formándose en una academia militar inglesa, se
ofrecía al pueblo español para liderar la nueva etapa. Cánovas quería la restauración por medios constitucionales, sin
embargo, los militares se impacientaron y el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII el 29 de Diciembre
de 1874 en Sagunto. Serrano, como presidente, abandonó el poder, formándose un Ministerio-Regencia que sería
confirmado como gobierno por Alfonso XII en Enero de 1875. Este gobierno se encargó de elaborar una legislación
para el nuevo régimen que culminó con la proclamación de una nueva constitución.
Cánovas consideró necesario
establecer unas premisas para colocar la monarquía por encima de los partidos políticos, es decir, pidió una
“constitución interna” que debía ser el fundamento de la Constitución escrita: la monarquía y las Cortes eran
instituciones anteriores y superiores a cualquier texto.
La nueva realidad política se fundamenta en La Constitución de 1876. Se trata de un texto flexible, que presentaba
formulaciones ambiguas para permitir diferentes interpretaciones; se eliminó el principio de soberanía nacional
(ahora compartida entre Rey y Cortes), se recortaron derechos y no se concretaron otros. Se declara la
confesionalidad católica del Estado pero se permitía el culto privado de otras religiones. En ella quedaba plasmada
una imperfecta división de poderes, al otorgar al monarca la facultad de nombrar al jefe de Gobierno. El rey tenía
mucho más poder: poseía el poder ejecutivo y compartía el legislativo con las Cortes. Las Cortes eran bicamerales: el
Senado estaba formado por senadores de derecho propio, vitalicios que eran nombrados por la Corona, y elegidos; y el
Congreso que se elegía cada 5 años por elecciones a través de sufragio.
Se vuelve a un Senado de élites y conservador.
La Constitución de 1876 fue la de mayor vigencia de nuestra historia constitucional, pues estuvo vigente de 1876 a
1923, fecha del Golpe de Estado de Primo de Rivera, y luego de 1929 a 1931, al proclamarse la II República.
El modelo de la Restauración ideado por Cánovas se inspira en la tradición del parlamento británico de la Inglaterra
victoriana y en la monarquía francesa de Luis Felipe de Orleans. Para dotarlo de estabilidad, lo sustentó sobre dos
apoyos: la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes y la práctica política del turnismo. El turnismo consistía en
que dos partidos políticos (conservador y liberal) respetuosos con la Constitución se turnaran en el gobierno para
evitar los pronunciamientos militares. Para ello se reforzó el centralismo. El turnismo funcionaba de la siguiente
manera: cuando el monarca retiraba la confianza al gobierno por un pacto previo de los líderes de ambos partidos, se
encargaba provisionalmente el gobierno al partido contrario. Este se apresuraba a convocar elecciones; unas
elecciones que debería ganar y el partido de la oposición estaría de acuerdo en “perder”. Todo se basaba en el fraude
electoral.
Para conseguir que el sistema funcionara aparecíó la figura del cacique. Los caciques eran personas muy influyentes,
eran los intermediarios entre la administración central y el ámbito local. El cacique daba los votos al partido que
interesara y a cambio conseguía favores para él y los suyos. Además, conseguía los votos dando también favores,
presionando o coaccionando a la gente del pueblo: creaba su clientela y proporcionaba trabajo. El caciquismo podía
llevarse a cabo de dos formas: por encasillamiento, que consistía en colocar un diputado por distrito de modo que éste
quedaría elegido sin necesidad de votación; o por pucherazo, que consistía en conseguir el triunfo del candidato del
gobierno utilizando todos los medios necesarios, “el fin justifica los medios”. El resultado era que triunfaba el partido
previsto. Por otra parte, a los partidos no dinásticos se les impedía toda representación significativa, quedando fuera
de las posibilidades de alcanzar el poder: republicanos, socialistas, nacionalistas… Este sistema funciónó gracias al
desinterés y desmotivación del pueblo, al atraso económico, a las relaciones de dependencia entre campesinos y
terratenientes y al analfabetismo de gran parte de la población.
Los partidos políticos no eran lo que conocemos hoy en día: contaban con pocos miembros, personalidades
distinguidas, pero no representaban a la sociedad real ni eran partidos de masas, simplemente eran grupos de presión
que controlaban las redes de influencia que llegaban desde Madrid a cada provincia. El sistema se basaba en la “no
existencia de terceros partidos”, no debía haber ninguna oposición. Los dos partidos que participaban en el turnismo

eran el liberal y el conservador. El partido conservador era heredero del partido moderado y el ala derecha de la
Uníón Liberal. Formaban parte de él la alta burguésía, la aristocracia, el ejército, los terratenientes y los altos
funcionarios. Su principal y primer líder fue Cánovas del Castillo, aunque le sucedieron Silvela, Dato y Maura. En su
ideología se defiende el sufragio censitario, el orden y la represión, pocas libertades y derechos, tradicionalismo y
centralismo. De entre su obra legislativa cabe destacar el sufragio censitario en 1881 y el arancel proteccionista en
1891. El partido liberal fue heredero del partido progresista, el ala izquierda de la Uníón Liberal y el ala derecha del
demócrata. El apoyo social lo recibía de la burguésía media, es decir, comerciantes e industriales, capas medias
urbanas, etc. Entre sus líderes destacan Sagasta, Martínez Campos y Canalejas. Ideológicamente, este partido defendía
el sufragio universal, más derechos y libertades, jurado popular; y era menos centralista y clerical. De entre su obra
legislativa podemos destacar las leyes de asociación, reuníón y libertad de cátedra y sobre todo, la ley de sufragio
universal en 1890.
El desarrollo del sistema de la Restauración se divide en dos etapas: el reinado de Alfonso XII (1874-1885) y la
regencia de María Cristina (1885-1902).
Durante su reinado, Alfonso XII gozó de popularidad y protagonizó un periodo de paz y estabilidad poniendo fin a la
Guerra Carlista (suprimíó los fueros vascos); consiguió acabar con la Guerra de Cuba firmando la Paz de Zanjón en
1878, aunque la tensión se mantendría hasta 1898. Además, a través de la Constitución de 1876 se logró la
pacificación ideológica, instaurándose el sufragio censitario y la práctica del caciquismo. Sin embargo, los problemas
surgirían del propio modelo centralista implantado por Cánovas, que provocará la debilitación de la monarquía.
En 1885 murió tempranamente Alfonso XII y se inició la regencia de su esposa María Cristina hasta la mayoría de
edad de su hijo, Alfonso XIII en 1902. Sagasta y Cánovas llegaron a un acuerdo con el Pacto de El Pardo en 1885
para garantizar la práctica del turnismo y bipartidismo. El Pacto de El Pardo garantizaba la estabilidad del régimen. De
esta manera, Sagasta accedíó al poder, etapa que se denominó con el nombre de Parlamento Largo. En este periodo
se aprobaron leyes que aportaron democratización: libertad de reuníón y expresión en 1881, ley de prensa en 1883,
libertad sindical en 1887 y la más importante, la ley de sufragio universal en 1890. Todo ello supuso la legalización de
sindicatos y partidos políticos que tendrían una importancia enorme en la evolución de la política del país. A pesar de
ello, se volvíó al turno de los dos partidos, pero con gobiernos más cortes e inestables. Por otra parte, los problemas
durante la Regencia de María Cristina fueron varios: en 1898, con la Guerra Chiquita, se produce la independencia de
Cuba y del resto de las colonias; surgen los nacionalismos vasco y catalán y sus reivindicaciones se plasmaron en
partidos políticos que cuestionaban el sistema y propónían distintas formas de autogobierno; el movimiento obrero,
del que sectores descontentos por su poca participación en la vida política, actuarán por la vía revolucionaria; y la
crisis de 1898 que provocó las críticas de los intelectuales al Régimen de la Restauración. Surgieron movimientos de
opinión que, además de criticar la situación española, trataban de solucionarla, como el regeneracionismo de Joaquín
Costa, la Generación del 98 o el Novecentismo.
CONCLUSIÓN
Este sistema que consiguió mantenerse durante varias décadas permitíó el fraude electoral tanto en el sistema de
sufragio censitario como en el posterior sufragio universal. 1898 fue el año del desastre colonial, pues España perdíó
sus últimas posesiones. El impacto colonial, económico y financiero tuvo gran impacto en la política interior. El
asesinato de Cánovas a manos de un anarquista en 1897 y la muerte de Sagasta de 1903 el sistema sufríó un duro
golpe.. En este contexto subirá al trono un joven Alfonso XIII. Continuaba el turnismo político, pero la desintegración
del sistema pronto comenzaría. El propio sistema ideado por Cánovas fue causante de sus problemas: dejó al margen a
partidos políticos no monárquicos que poco a poco fueron configurándose como grandes opositores al régimen.

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